El nacimiento de la civilización egipcia
Por Carlos Blanco
29 marzo, 2005
Modificación: 19 mayo, 2020
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117.– La cultura Amratiense, también denominada Nagada I (en términos de Baumgartel), es la sucesora y probablemente descendiente directa del Badariense. Las primeras prospecciones fueron realizadas por Petrie y Quibell a finales del siglo XIX en el yacimiento epónimo de El Amrah, y permitieron exhumar varios millares de tumbas. Posteriormente el área de exploración se extendió hacia los demás establecimientos identificados como amratienses (nos referimos a aquéllos comprendidos entre Matmar, al norte, y Kubbaniya y Khor Bahan, 20 kilómetros al sur de la Primera Catarata). Entre 1.975 y 1.978 los sondeos efectuados por T.R. Hays en el sector de El Khattara, entre Danfiq y Ballas, han permitido conocer numerosos focos de poblamiento asociados a la presente cultura gracias a las dataciones de radiocarbono. Los emplazamientos de Nagada e Hierakómpolis son prueba de una intensa ocupación amratiense. El meandro que produce el Nilo entre Assyut y Gebelein alberga el foco nuclear de desarrollo de la cultura Amratiense. La cronología sitúa a este período altoegipcio hacia el 3.750 a.C., cuyas muestras más antiguas completarían una secuencia estratigráfica que directamente reemplaza los restos badarienses, del cual las dataciones más tardías eran, precisamente, del 3.800 a.C. (cf. 108), es decir, justamente anteriores a las primeras fechas consignadas al Amratiense[328].

118.- Se aprecia una clara evolución técnico-artística en las manifestaciones materiales amratienses. Sus yacimientos son de una mayor extensión y por lo general más prósperos que los de su predecesora la cultura Badariense. La diferencia más notoria entre ambas secuencias predinásticas reside en la industria lítica, que es apreciablemente más elaborada durante el Amratiense que en el Badariense (cf. 124). Por lo demás, las semejanzas son especialmente distinguibles, hasta el punto de que autores como Kaiser han planteado la posibilidad de una contemporaneidad parcial que coincidiría con las últimas fases del Badariense y las etapas medias y tempranas del Amratiense; tesis actualmente rechazada, ya que los restos amratienses se superponen de una forma evidente sobre los badarienses. Sin embargo, sí es cierta una ambigüedad estratigráfica entre los restos de las dos culturas, que en ocasiones plantea problemas de sucesión cronológica, debida a la amplia densidad de los yacimientos. La separación entre ambas culturas que marca los distintos niveles de ocupación de varios yacimientos no es siempre tan clara como en Nagada o Hammamiya. En Badari Holmes no ha encontrado restos atribuibles a la cultura Amratiense, por lo que estaríamos hablando o bien de un sector carente de ocupación en el período transcurrido entre el final del Badariense y el principio del Gerzeense (del que sí se han hallado vestigios) o de una prolongación temporal de la primera cultura que implicaría la aceptación de coincidencia en algún u otro momento entre el Amratiense y el Badariense y desestimaría el aspecto hasta ahora claro de la sucesión entre estas dos culturas, con lo cual estaríamos ante un Badariense “amratizado” a lo largo de su hipotética expansión circunstancial que afectaría a la cronología establecida[329].

119.- Una datación absoluta de las fases más tempranas de la cultura egipcia ha sido durante mucho tiempo un hecho pendiente. En el predinástico bajoegipcio esta temporalización no es posible, dada la carencia de una estratigrafía definida. Por el contrario, las culturas del Alto Egipto han sido fácilmente fechadas gracias a un sistema de Sequence Date elaborado por Petrie, el cual constituye el primer intento de establecer una cronología basada en este caso en las muestras cerámicas. Por muy precario o elemental que parezca, continúa siendo, a pesar de su longevidad, el método más usado entre los expertos, aunque todavía presenta numerosas inexactitudes que impiden situar los materiales examinados en referencias puntuales.

Elaborado a partir de materiales procedentes de 900 tumbas del cementerio de Hu (Dióspolis Parva, cerca de Dendera) y Abidos, se pueden distinguir al menos nueve tipos de cerámica cuyos criterios de distinción se basan en la forma de los elementos decorativos de las vasijas. Petrie se percató de lo que parecía ser un desarrollo incuestionable de recipientes de asas onduladas a partir de asas auténticas e incluso simples apéndices o protuberancias del cuerpo de la vasija, por lo que asignó un número de S.D. a cada etapa. Finalmente, estableció su posición temporal, iniciando los números de la secuencia evolutiva en el 30, dejando cifras más bajas para posibles descubrimientos futuros que revelasen la existencia de grupos cerámicos más tempranos, y la cifra final en el 79, que se corresponde con el comienzo de la I dinastía. Los materiales de origen amratiense se fijaron entre las S.D. 30-39, y los badarienses entre las cifras 21-29, reservadas para esta clase de eventualidades. Aún así, las irregularidades son varias, ya que los intervalos presentes entre una y otra cifra de S.D. se reducen progresivamente cuanto más nos acercamos a períodos históricos, debido a que la producción cerámica era considerablemente más variada que en las etapas precedentes, mientras que en los períodos de mayor antigüedad la unificación de los modelos de producción alfarera al menos en el Alto Egipto y su área de influencia era una realidad. El Gerzeense abarca las S.D. 40-62, y el Protodinástico o Nagada III (la cultura Semaniense, según la terminología ideada por Petrie) las cifras 61-79[330].

120.– La cerámica característica del Amratiense es la del tipo white cross-lined o cerámica roja pulida decorada con líneas blancas cruzadas y en las últimas fases con elementos naturalistas como personas, animales y plantas desplazándose libremente por el espacio representado[331]. Baumgartel ha señalado su carácter exógeno, proponiendo el suroeste asiático, más concretamente el área de Irán y las culturas de Susa I y Sialk I, parcialmente contemporánea al Nagada I, como lugar en el que se concibió primeramente la idea de esta clase de cerámica. La autora destaca las similitudes existentes entre los motivos consistentes en líneas paralelas en zigzag, los triángulos yuxtapuestos, (repartidos alternamente a la derecha y a la izquierda de una línea imaginaria que se situaría amediana altura entre ambas filas o simplemente representados en columnas uno tras de otro. La forma de los mismos se asemeja perceptiblemente a los signos de la escritura cuneiforme de siglos posteriores; c), atestiguados en Persépolis, Susa, el Obeid, Tépé-Giyan y Arpakhiya[332]. Baumgartel reprodujo en su obra una copa de Arpakhiya junto a otra de procedencia amratiense, la primera decorada con líneas onduladas paralelas y la segunda con líneas onduladas paralelas alternando con líneas de constitución simple, dispuestas también de forma paralela. En ambos casos la secuencia de trazos es interrumpida por grupos de estrías verticales o por espacios en blanco comprendidos entre dos marcas verticales, siempre de forma triangular. Así pues, la prehistoriadora británica mencionó como rasgo más relevante de entre los que citó como apoyo a su teoría de influencias asiáticas las evidentes semejanzas existentes entre los motivos que representaban figuras humanas. Como prototipos expuso las imágenes de dos arqueros, uno de origen egipcio y el otro iranio, que ella creyó cumplían todos los requisitos que secundasen sus ideas. Sin embargo hay numerosas características de ambos personajes que difieren considerablemente entre sí. En primer lugar, el arquero de procedencia asiática posee dos plumas sobre la cabeza, mientras que el amratiense únicamente ha sido representado con una. Este último tiene un estuche fálico del que carece el elamita, ya que esta práctica era desconocida en Susa. A este último hecho se suman las importantes diferencias tipológicas de los arcos de uno y otro individuo. En conclusión “el arquero de Susa, en el que la actitud es más natural, está en la posición de tiro, mientras que el egipcio tiene reunidos en su mano izquierda su arco y sus flechas, para liberar su mano derecha que sujeta las correas de cuatro perros. Todas estas analogías aportan, según Baumgartel, la prueba, sino una copia útil, de más de una inspiración directa, y como las vasijas iraníes son más antiguas que las amratienses, es evidente que Egipto ha importado algunos de esos motivos de Asia”. Sin embargo, las objeciones a la tesis de Baumgartel han sido múltiples, comenzando por la incierta datación de la cultura Susa I en la que se basaban gran parte de sus argumentos, así como la simplicidad de los motivos; característica ésta que señala la validez de una explicación autoctonista o sustratista, según la cual las semejanzas entre las claras semejanzas entre los motivos lineales de una y otra cultura podrían haberse originado de forma independiente. Por su parte Trigger, quien descarta la posibilidad de un origen asiático de la cerámica pintada amratiense, alega la ausencia de una cerámica decorada de similares características en el Delta, lugar en el que primeramente se deberían haber hecho notar tales contactos. Por lo tanto, hemos de concluir que las mencionadas similitudes se deben al sustrato común, sin necesidad de hacer uso de una tesis difusionista[333].

121.– La cerámica negra con una ornamentación incisa (black incised pottery) es poco frecuente. Las vasijas de esta clase, poco numerosas, están hechas en arcilla blanda. Los lados han sido notablemente ensanchados en las vasijas de este tipo pertenecientes a época prehistórica; por el contrario, las de períodos históricos son mucho más delgadas (el empleo de esta cerámica se prolonga hasta la XIII dinastía, en el Segundo Período Intermedio). La decoración se sitúa en la parte superior del recipiente, y posteriormente en todo el cuerpo de la vasija. Diversos ejemplares análogos han sido localizados en prácticamente todo el Mediterráneo, por lo que no se ha de excluir la posibilidad de que los vasos black incised pottery tengan un origen extranjero, lo que para Vandier explicaría su relativa escasez en el Valle del Nilo.El carácter amratiense de la mayoría de las vasijas de esta clase encontradas en Egipto (las más tempranas) es indudable, máxime cuando los motivos son exclusivamente geométricos, principalmente triángulos y círculos, claramente asociables con los trazos que decoran las vasijas white cross-lined tan típicas del amratiense[334].

122.- La composición de las vasijas white cross-lined es prácticamente idéntica en todos los ejemplares. En la parte superior, en el cuello del recipiente, se encuentran pintados un número indefinido de círculos[335], el último de los cuales está en ocasiones bordeado por gotas de pequeño tamaño, y en el cuerpo de las mismas se desarrolla el ambiente y argumento de la escena representada, la cual consiste normalmente en personajes estilizados realizando danzas rituales en solitario o en conjunto o simplemente en la exposición de diversos motivos ornamentales y ecológicos, principalmente pieles de reptiles o mamíferos y diversas especies de plantas, además de líneas onduladas intercaladas entre las mencionadas plantas.

123.- Los objetos alargados que terminan en una línea vertical actuando como base han sido interpretados por Williams[336] como palmeras, aunque las evidencias no son tan nítidas, ya que igualmente podría tratarse de parras e incluso, según tendencias más modernas, de pieles de cocodrilo. En algunas vasijas se han identificado objetos de forma rectangular con tres elementos discoidales pendiendo de su base, que, siguiendo las argumentaciones de Tutundzic, a nuestro juicio convincentes, representarían pieles de animales. Siguiendo esta tesis, estaríamos ante una piel montada sobre un cuadro rectangular donde los tres discos inferiores representarían los lados en donde las dos patas y la cabeza han sido curtidas, aunque autores como Williams han visto en ellas cabezas e mazas, explicación menos verosímil, teniendo en cuenta que la forma de los objetos perfectamente puede adecuarse a esta hipótesis, pero el contexto tipológico del resto del elemento al que pertenecen los discos excluye tal posibilidad[337]. Stan Hendrickx prefiere la hipótesis, ya propuesta por Vandier, de que los ya mencionados objetos alargados interpretados tradicionalmente como palmeras y los motivos rectangulares con tres puntas discoidales pendiendo de la base son en realidad pieles de cocodrilo e hipopótamo (representado en las vasijas de esta categoría con una cabeza rectangular) respectivamente, especímenes comunes en la decoración de las vasijas white cross-lined. Otras características respaldan esta teoría, especialmente la que atribuye a las líneas onduladas que actuaban como decoración interna de algunos vasos una naturaleza acuática (no sólo en época predinástica, sino también en tiempos históricos, ya que el signo jeroglífico N35 es una evolución más estilizada y refinada del primitivo motivo de líneas onduladas) ineludiblemente asociable a los hipopótamos y cocodrilos, de hábitat fluvial. También cabe destacar la presencia de estos dos vertebrados en una escena en la que conviven diversos animales y en la cual el artiodáctilo forma parte de un acto de caza; el cocodrilo está desgraciadamente incompleto, por lo que no podemos precisar su labor en el conjunto iconográfico. Concluimos sobre el aspecto concerniente a la verisimilitud de las hipótesis que relacionan los objetos alargados y rectangulares presentes en la decoración de muchas vasijas amratienses como lo hace Hendrickx: “parece claro que las dos pieles suspendidas poseen un valor simbólico importante que debe ser situado en un contexto socio-religioso. La caza del hipopótamo y del cocodrilo representa, en efecto, la escena más frecuente de los vasos White Cross-lined con figuras humanas, la cual no revela ciertamente ninguna importancia económica para los agricultores-ganaderos del IV milenio en Egipto. Se advertirá a este propósito que la carne de hipopótamo no figura en las listas de ofrendas del Reino Antiguo, ya que no existe ninguna atestación de la consumición de carne de hipopótamo antes del período saíta”[338].

123bis.- Muchas vasijas llevan, incisos tras la cocción, diversos signos asociados con marcas de alfarero, que comprenden formas tan variadas como muestras de arte figurativo (humanas, animales, barcos) o abstracto (medias lunas, flechas, triángulos). La presencia del mismo signo repetido numerosas ocasiones en distintas cerámicas en el interior de una tumba induce a pensar, tal y como lo hace B. Midant-Reynes, en señales de propiedad[339].

Algunos autores han interpretado los dibujos esgrafiados de las vasijas como insignias de clanes totémicos que regían cada uno de los asentamientos amratienses. Gordon-Childe, aunque manteniéndose cauto a propósito de las afirmaciones de sus contemporáneos, especula sobre la posibilidad de ver en estos símbolos los prototipos primitivos de los emblemas históricos de los nomos o provincias en que se dividió el territorio egipcio. Las representaciones de un ser femenino con cabeza de vaca y el animal del dios Seth, podrían ser imágenes predinásticas de la Diosa Madre Hathor, cuyo culto se ha demostrado, gracias a multitud de argumentos, se dio en épocas tan remotas[340].

124.- El trabajo de la piedra experimenta un importante avance con respecto a las técnicas y métodos empleadas hasta el momento, aunque los restos encontrados son muy escasos, en contraste con los de la cultura Badariense. Predominan las piezas de sílex de tipo bifacial, cada vez de mayor longitud (hasta 40 cm.) y menor grosura, en la mayoría de los casos ligeramente denticulados y afilados. Los vasos de piedra, cuya producción ya venía haciéndose desde el período anterior, sufren un considerable descenso. Los únicos amratienses son altas vasijas ovoides con pie y dos pezones perforados como asas inmediatamente debajo del borde y las jarras cilíndricas ligeramente ensanchadas. De manera general, las clasificaciones convencionales distinguen un gran número de clases de instrumentos líticos, entre los que destacan con indiscutible rotundidad las pequeñas hachas bifaciales, profusamente empleadas por las gentes amratienses para diversos usos dada su múltiple utilidad, así como los dientes de hoz y los raspadores discoidales. Los denominados “cuchillos de cola de pez”, dado el notable parecido existente entre la aleta caudal de estos animales y la extremidad superior de este tipo de herramientas, pudieron haber sido usados para desjarretar las piezas cazadas. Las cabezas cónicas de maza son otro elemento característico de este período. Los ejemplares estudiados han sido hallados en las tumbas, y estaban hechos generalmente en piedra dura o terracota, y en ocasiones excepcionales de marfil. La característica fundamental es la ligera perforación realizada en el centro del cuerpo discoidal, cuyo diámetro no suele superar los seis milímetros. La importancia de los objetos de esta clase fabricados durante la época que ocupa este capítulo es trascendental para la egiptología y el ámbito de la filología egipcia, ya que derivaría como fonograma mnw “maza”, lo que implica una continuidad cultural de la cultura Amratiense presente en diversos rasgos claves en la configuración de la civilización egipcia histórica, tal y como es la transformación de ciertas muestras del arte figurativo en componentes de la escritura jeroglífica[341].

El cobre era utilizado para los instrumentos de pequeño tamaño, tales como arpones, brazaletes, perlas, anillos, alfileresy agujas de cabeza enroscada. Aún así, el uso de este metal continúa siendo escaso y la metalurgia propiamente dicha es completamente desconocida, ya que el material no se fundía, sino que se recogía en estado nativo[341bis].

124bis.– La expresión artística mostrada por las paletas de esquisto amratienses exhibe una clara tendencia evolutiva hacia la culminación expresionista del el exquisitismo materializado tan típico de las culturas antiguas. La diversidad de formas es la principal característica de estos útiles: desde la clásica romboidal hasta la zoomórfica, que incluye animales tan variados como aves, tortugas, cocodrilos, hipopótamos, elefantes o peces. Una clase particular, la consistente en un barco abovedado en cuyo centro se eleva una protuberancia rectangular que Petrie llamó “Pelta”, debido a ciertas analogías guardadas con los famosos escudos amazónicos, presenta una forma peculiar probablemente represente la cabina de la embarcación. Dos cabezas de aves se han situado en ambas extremidades de la paleta, popa y proa respectivamente[342].

Los peines de marfil poseen largas púas y están rematados por imitaciones de animales, principalmente pájaros. Pocas veces son completamente rectangulares y carentes de la figura animal en la extremidad superior. Cabe destacar ciertos ejemplares consistentes en la imagen de una jirafa adosada a la parte sobresaliente del conjunto material. Sus dos piernas generan una cavidad cuadrangular que actúa como separación y diferenciación de las mismas. Las mismas circunstancias se dan en otros modelos de peines con antílopes y gacelas en lugar de jirafas. En cuanto a los demás artículos de tocador, los amratienses se pintaban los ojos con malaquita molida en las paletas de esquisto descritas en las líneas anteriores, material que almacenaban en pequeñas bolsas decoradas. Llevaban por lo general collares de cuentas discoidales de huevo de avestruz, cornalina, esteatita, feldespato, pasta vítrea verde o conchas marinas y coral, lo que supone que hubo numerosos contactos con el Mar Rojo, foco de extracción por antonomasia. Los poblados ubicados a lo largo del Wadi Hammamat podrían haber sido etapas en la vía comercial que recorrían las caravanas hacia las regiones litorales[343].

125.- Las muestras artísticas más características del Amratiense son sin duda alguna las figuritas humanas, que en una altísima proporción proceden de este período. Su talante de ofrenda es indiscutible, ya que siempre se las encuentra en las tumbas, generalmente una sola por sepultura y excepcionalmente seis. Los propietarios de las criptas en las que se hallaron las mencionadas estatuillas pertenecían a una clase social alta, ya que además de estos objetos el ajuar funerario abarcaba un tipo de bellos cuchillos de sílex.

Las estatuas, de arcilla principalmente, representan por lo general mujeres y en menor medida varones. De esta característica podemos estar seguros no tanto en la forma y la tipología del ejemplar, sino por los rasgos sexuales (senos, caderas, pubis, estuche fálico…). Las denominadas “danzarinas”, por sus brazos levantados en actitud de baile, cuyo máximo exponente es la famosa “danzarina de Mamariya”, descubierta por Morgan en 1.907 y actualmente conservada en el Museo de Brooklyn “no dejarán de evocarnos- como opina N. Grimal- a las mujeres-violín de las Cícladas”. De cráneo diminuto semejante al de un ave, carentes de manos, piernas diferenciadas y rasgos faciales como ojos, boca o cejas, este tipo de esculturas se hicieron muy populares en su época. El resto de las figurillas registradas, hechas en marfil, esquisto o colmillos de marfil de hipopótamo, poseen unas peculiaridades tipológicas notables, esencialmente en los rasgos faciales, que evocan una ineludible comicidad y, sobre todo, implicaciones rituales. La parte inferior de la cabeza, lo que representaría la barba, se asemeja a la boca de las aves de rapiña, ya que acaba e una marcada y precisa punta que actúa como el vértice superior de un imaginario triángulo equilátero que resultaría del mentón. En algunos ejemplares los ojos y los pechos se han hecho con las mismas formas circulares incrustadas. Aún así, signos tan evidentes como la barba no son muestras seguras de la masculinidad del ídolo esculpido, ya que esa misma figura presenta los anillos en el área pectoral que caracterizan los senos, por lo que no se puede deducir si el sujeto representado era mujer u hombre. Perrot ha sugerido una afinidad artística con la cultura Gasuliense (sobre ésta cf. 109 y nota 316), basándose en los orificios de la parte inferior y las formas alargadas de los tobillos y los rostros.Al igual que las vasijas white cross-lined ciertas estatuillas de terracota presentan motivos geométricos en toda su superficie considerados por L. Keimer como “tatuajes” primitivos[344].

126.– Las relaciones con el Bajo Egipto están marcadas por una leve apertura hacia Maadi, parcialmente contemporáneo, con quien mantuvieron contactos comerciales para la obtención de cobre; metal éste, como ya dijimos (cf. 100), motivo de la existencia del mencionado asentamiento bajoegipcio, enclave estratégico para las rutas mineras destinadas a la extracción de este material de los focos canteros del Sinaí. Pero los vínculos entre las regiones más septentrionales del Valle del Nilo y la cultura Amratiense no parecen tener como único fundamento fines mercantiles. En un fragmento de vasija roja pulida de borde negro procedente de una tumba del cementerio de Nagada se ha identificado la imagen de la corona roja, tradicionalmente símbolo del Bajo Egipto. Las posturas más conservadoras del ámbito egiptológico habían visto en ello una prueba irrefutable de la supuesta conquista predinástica del Alto Egipto por parte del Bajo Egipto (cf.), por cuyos influjos se pudieron gestar las modernas, desarrolladas y avanzadas culturas meridionales que estudiamos en esta parte de la obra. Los testimonios arqueológicos no registran en ningún momento la existencia de un reino bajoegipcio en aquellas fechas, por lo que debemos concluir que, aunque insignia del Delta en época histórica, nada implica que fuese originario de esta región, sino más bien que fue adoptado por ésta tras la invasión altoegipcia acontecida en los últimos siglos del Cuarto Milenio. Una vez más nos remitimos a las pruebas arqueológicas, las cuales carecen de evidencias suficientes para sostener una implantación simbólica de este tocado anterior a la eventual conquista. A todo esto se ha de añadir el descubrimiento de una serie de grabados rupestres del Desierto Oriental(Wadi Gash), publicados por Winkler, que albergan dibujos de personajes provistos de un tipo de cayado que más se asemeja a un tipo de boomerang que a un bastón, un estuche fálico y el prototipo de corona roja del Bajo Egipto (una prueba más que indica la no necesaria atribución de este aderezo al Bajo Egipto). En otro conjunto iconográfico del Sahara central (Uan Amil, Acacus, Libia central), de época pastoral antigua(aprx. el V milenio; cf. 29), aparecen dos individuos representados de perfil sentados frente a frente intercambiándose un objeto semejante al que sostienen en sus manos: boomerangs parecidos a los bastones de mando faraónico (el cetro egipcio was) y ataviados con una túnica el uno y un bordado el otro a modo de capa que deja desnudo el resto del cuerpo. Curiosamente, ambas vestimentas poseen colores distintos: una roja y otra negra; características éstas de las pinturas tardopredinásticas asociadas a la realeza (si tenemos en cuenta, como esperamos haya sido advertido en los análisis de los rupestres expuestos en el capítulo I, que ninguna repesentación posee características escogidas “al azar”, sino que están estrechamente relacionadas con el simbolismo mítico de los pueblos que las elaboraron; en el presente caso, siguiendo pautas interpretativas de la religión egipcia antigua, el negro era el color de la fertilidad, es decir, de Osiris, y el rojo el de la aridez y los desiertos, el de su opuesto cósmico eterno Seth). Es por estas analogías con la realeza faraónica por lo que su descubridor, F. Mori, las denominó “figuras regias” del arte sahariano”[345].

127.– Los primeros vestigios de instalaciones son nueve cabañas de estructura circular de uno a dos metros y medio de diámetro descubiertas por Caton-Thompson en Hammamiya. La ocupación de estas edificaciones se prolongó, al parecer, hasta el período Gerzeense. La presencia de restos de fogatas en algunas de ellas es prueba evidente de su empleo como habitáculo; si bien en otros casos, debido a su pequeño tamaño y a las muestras halladas en el interior, podrían haber sido con más probabilidades depósitos de estiércol. Los métodos de construcción eran aún muy primitivos, carentes, como las merimdenses, de puertas (cf. 87) (las cuales quizás se encontraban en los muros de las casas por encima del nivel del suelo) y con cimientos de piedras y fragmentos de arenisca unidos con barro. La techumbre habría consistido en cañas recubiertas con barro, y en los alrededores se localizaron palos de madera interpretados como restos de paravientos. La estacionalidad de estos asentamientos no es un aspecto totalmente clarificado, aunque la mayoría de los autores coinciden en el carácter temporal de los campamentos amratienses de este tipo; los cuales, emplazados en la llanura aluvial, habrían sido derribados por las sucesivas crecidas del río. Los análisis microestratigráficos realizados por Hassan sugieren la existencia de cinco fases de ocupación resultantes de un abandono y un rehabitamiento progresivo. Entre 50 y 200 personas parecen haber poblado las aldeas amratienses en un lapso de tiempo de uno dos siglos (las fechas barajadas en las que se desarrolló este poblamiento se tornan hacia el 3.750 a.C.), con lo cual podríamos hablar ciertamente de régimen estacional de instalación[346].

En el yacimiento de Hierakómpolis una misión estadounidense (acontecida en los años ’70, en ella participaron autores tan relevantes como M. Hoffman, S. Weeks o W. Fairservis) identificó en un sector de la llamada “localidad 29” una edificación compuesta por un horno y una vivienda rectangular datados en el período Amratiense construidos sobre restos de habitáculos más antiguos. Las dataciones del Carbono 14 han proporcionado una fecha de 3.500 +95 a.C. El primer elemento medía cinco metros de largo por seis de ancho y albergaba ocho depresiones de unos setenta centímetros de diámetro en las que se hallaron ladrillos de arcilla cocida. La casa en cuestión está parcialmente enterrada, y posee unas dimensiones de 4 por 3’5 m. Las paredes fueron enlucidos con limo mezclado con peyas de barro y ladrillos y fragmentos de briquetas rectangulares. El techo y el conjunto estructural lo sostienen ocho postes dispuestos en tres filas paralelas (dos a los extremos conteniendo tres columnas y una central con dos). La entrada pudo haber estado situada en la cara este. En el interior de la vivienda había dos vasijas (una alargada invertida y otra de considerables dimensiones usada para el almacenamiento) y una fogata construida sobre una pequeña plataforma elaborada en limo natural durante la edificación del propio inmueble[347]. En conclusión, una clase nueva de habitáculos que constituyen un modelo de ocupación más importante y símbolos de un avance tecnológico notablemente elevado.

127bis.– En unas condiciones climáticas más húmedas que en la actualidad, los amratienses desarrollaron un modelo de economía mixta bastante similar al badariense. El cultivo sistemático de la llanura aluvial, regada por las aguas de la inundación, y el empleo de ganado mayor para la obtención de carne y leche coexistía con las viejas usanzas, es decir, la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres. Se fabricaban barcas de haces de papiro atados juntos, con dos cabinas en el centro del puente y movida por ocho pares de remos, que debieron ser utilizadas en las expediciones en busca de caza o pasto llevadas a cabo por los aldeanos, de las cuales tenemos noticia gracias a las representaciones que de ellas hay en los grafitos de algunas vasijas. El aumento de la población generó el crecimiento del número de establecimientos y de los habitantes de éstos. Este incremento del total de habitantes propició la construcción de fortificaciones en algunos poblados, tales como Dióspolis Parva o Nagada, donde Petrie encontró los restos de un muro en el asentamiento sur de este último yacimiento, el conocido como Nubet, “la ciudad de Seth”. Entre los animales domesticados por aquel entonces estaba el asno, que servía como transporte en las actividades comerciales. Así pues también se han identificado los restos óseos de cabras, bóvidos, porcinos y gacelas. El cultivo del trigo y la cebada, así como las frutas de azufaifo (Ziziphus spina-christi) parecen haber ocupado una posición preeminente en la dieta de los amratienses[348].

128.- El aspecto más importante a tratar de la cultura Amratiense es sin duda el de los enterramientos. Las tumbas de este período son apreciablemente parecidas a las badarienses (cf. 114). Los muertos son depositados en posición fetal, generalmente sobre su lado izquierdo, con la cabeza hacia el sur mirando al oeste. Las manos, al igual que en etapas anteriores, continúan colocándose cerca de la cara, aunque, como casi siempre ocurre, las excepciones son comunes. Los análisis antropológicos de los cadáveres revelan la presencia de gentes de baja estatura (raramente alcanzaban el 1’60 m.), delgados y de cráneo pequeño y alargado (tipo parecido al de los Beja del Sudán Oriental). La aparición de cuerpos sin cabeza y de enterramientos, como la tumba T10, que contienen más cráneos que cuerpos, parece indicar la existencia de prácticas antropófagas y la caza de cabezas (o incluso de un tipo de venganza tribal por la cual el vencedor arrancaba la cabeza del enemigo y se enterraba con ella, haciéndose acompañar eternamente por los derrotados en sus victoriosas batallas o escaramuzas que en la otra vida le prestarían múltiples servicios o simplemente el hecho de portarlas le otorgase una dignidad superior sobre los demás; el número de cabezas cosechadas sería por lo tanto signo de poder y escala social), si bien más que muestras de un salvajismo caníbal es posible que estos hallazgos representen justamente lo contrario, es decir, la presencia de una técnica de desmembrar los cadáveres. Este acto ritual es una característica innovada por los amratienses, y según los datos aportados por las prospecciones más modernas, el cráneo se separaba del resto del cuerpo después de su descomposición total. Por otra parte, autores como J. Griffiths han sugerido la posibilidad de que existiese una vinculación ritual entre el culto del dios Seth y esta práctica, que posteriormente habría sido incluida en el mito de Osiris en la escena del desmembramiento de su cuerpo por su hermano; hipótesis que ha encontrado numerosas réplicas, ya que, como dice A. Pérez Largacha, “hemos de recordar que el culto de Osiris es relativamente tardío y, en mi opinión, el episodio del descuartizamiento del cuerpo de Osiris debe ponerse en relación con la fertilidad del suelo egipcio, que con un hecho real, ya que sus pedazos fueron esparcidos por toda la tierra de Egipto, además de poder ser una inclusión de Plutarco”[349]. Los distintos tipos de sepulturas del cementerio epónimo de El Amrah pueden clasificarse de la siguiente manera; a continuación expondremos sólo algunos ejemplos: fosas redondas, fosas oblongas o significativamente ovaladas, tumbas de nicho, tumbas de nicho conteniendo un féretro, tumbas en las que una vasija actúa como ataúd o tumbas construidas con ladrillos.

El primer grupo abarca fosas cuya profundidad varía entre el metro y el metro y medio. El mobiliario funerario, aunque pobre, permite datar el conjunto entre los S.D. 30 y 38. La segunda categoría se subdivide en dos clases. La primera, más antigua, comprende las tumbas que no han sido cubiertas, y la segunda las que sí lo han sido. La profundidad media es de 1’80 m. y la longitud varía considerablemente. El tamaño, con respecto a las tumbas de la primera categoría, es mucho mayor. Las demás clases pertenecen a épocas más tardías, por lo que no son competencia de este capítulo (tercer lugar lo ocupan las tumbas de nicho, que por lo general pertenecen a épocas posteriores al S.D. 41; los restantes grupos -las tumbas de nicho con féretro, las que albergan una jarra sirviendo de ataúd y las construidas con ladrillos-son característicos de los S.D. 70-80).

Un reciente estudio estadístico realizado por J. Castillos confirma la estratificación social que desde el Badariense se había convertido en un fenómeno común. La jerarquización se puede apreciar en el elevado número de personas enterradas en fosas de pequeñas dimensiones (el pueblo llano y las capas más pobres) y la, proporcionalmente, baja cifra de cuerpos sepultados en tumbas más grandes (de 2’5 por 1’8 m.) y dotadas de un mayor ajuar (en ocasiones compuesto por bellas cabezas de maza discoidales)[349bis].


[328] Baumgartel, 1.955ss. y Hassan, 1.985, 107-109 y tabla I; 1.988, 141. Con respecto a la terminología relativa a la cultura nagadiense véase Hendrickx: “The Relative Chronology of the Naqada Culture: Problems and Possibilities”, en Spencer: “Aspects of Early Egypt”, 1.996, 36-69. Sobre el Amrah en general la referencia ineludible es la obra de Mond y Myers: “Cementeries of Armant”, 2 vols., 1.937.
[329] Midant-Reynes, 1.992, 176-177; Kasier: “Stand und probleme der ägyptischen Vorgeschichits- forchung”, 1.956, 87-109 (“Estado y problemática de la historia egipcia”); Holmes, 1.989, 182; Hays, 1.984; Hoffman, 1.989, 317-324; Arkell y Ucko, 1.965, 151; Parra Ortiz, 1.998, 21-22; Vercoutter, 1.992, 108-109, para quien “parece como si una única civilización hubiera ocupado, desde el final del VI a principios del IV milenio, el Alto Egipto”.
[330] Sobre el sistema de Sequence Date de Petrie cf. Petrie: “Diospolis Parva”, Londres, 1.901, 4-12 (en donde expuso por primera vez su innovador sistema de datación); Charles: “Essai sur la chronologie des civilizations prédynastiques d’Égypte”, 1.957, 240-253; Midant-Reynes, 1.992, 240-242; Vercoutter, 1.992, 101; Hoffman, 1.984, 118ss.; Gardiner, 1.994, 418-419; Trigger, 1.997, 19-20; Kendall: “Some problems and methods in statistical archaeology”, 1.969, 68-76; “Seriation from abundance matrices”, en Hodson, Kendall y Tautu: “Mathematics in archaeology and historical sciences”, 1.971, 215-252; Needler: “Federn’s Revision of Petrie’s Predynastic Pottery Classification”, 1.981, 69-74 (algunos análisis de la seriación propuesta por Petrie); Pérez Largacha, 1.993, 52-53.
[331] Sobre la cerámica White Cross lined cf. Petrie y Quibell: “Nagada and Ballas”, 1.896; “Corpus of Prehistoric Pottery and Palettes”, 1.921, láminas XIII, XXIV-XXV; Scharff: “Some Prehistoric Vases in the British Museum and Remarks on Egyptian Prehistoric”, 1.928, 261-276; Kantor: “The Final Phase of Predynastic Culture, Gerzean of Semainean?”, 1.944, fig. 6f; Vandier, 1.952, 287-288; Baumgartel, 1.955, fig. 14; Gordon-Childe, 1.985, 72-75; Asselberghs: “Chaos en Beheersing: Documenten uit Aeneolithisch Egypte”, 1.961, 302; Hendricks: “Peaux d’animaux comme symboles prédynastiques. A propos de quelques représentations sur les vases White Cross-lined”, 1.998, 203-228; “Antiquités préhistoriques et protodynastiques d’Égypte”, 1.994, 22-23; Williams: “Decorated Pottery and the Art of Naqada III. A Documentary Essay”, 1.988, 47-48; Tutundzic: “The Rendering of Animal Skin on two White Cross-lined Vases with Dancing Scenes”, 1.968, 41-46; Aldred, 1.965, fig. 10.
[332] Baumgartel, 1.955, 54ss. y figs. 4-13; Vandier, 1.952, 292-296 (este autor concluye finalmente, p. 295, por rechazar la tesis de Baumgartel apoyándose en criterios de orden cronológico y tipológico que, a su juicio, impiden hablar de unos contactos con el suroeste asiáticos en una época tan temprana); Trigger, 1.997, 52 (quien se muestra contrario a tal tesis alegando la vaguedad y generalidad de las similitudes mencionadas por Baumgartel); Rice, 1.990, 31.
[333] Vandier, 1.952, 294-295 (la cita procede de p.294). Rice, se muestra acorde con las opiniones de Baumgartel, afirmando que “la cerámica del Nagada I revela algunas evidencias de influencias de Asia occidental en el trabajo que había llegado a ser básico en las formas egipcias. Vasijas pintadas que han sido comparadas con aquellas recubiertas desde este horizonte egipcio son conocidas en Irán, Bandar-Bushire y en el Viejo Hormuz. Hay similitudes con algunos de los designios desarrollados en el suroeste de Asia, probablemente en Susa, pero algunas autoridades los verían únicamente como conceptos generales típicos de las sociedades de esta etapa de desarrollo. Las culturas iranias de este período pudieron ellas mismas haber derivado en parte de Mesopotamia donde el Ubaid tardío, con el que Nagada I es aproximadamente contemporáneo, marcó el final de la secuencia que procede a la aparición de la gente que pudo definitivamente ser identificada con los sumerios” (Rice, 1.990, 31).
[334] Sobre la cerámica black incised pottery cf. Vandier, 1.952, 302-303; Gardiner, 1.994, 419; 1.901, 14;Petrie, 1.920, láminas XXVI y XXVII; 1.921, lámina XXVII y pp. 58, 67-70; Baumgartel, 1.955, 33-34.
[335] A modo de ejemplo, la llamada “vasija de Bruselas”, al estar conservada en los Musées Royaux d’Art et d’Histoire de la capital belga, inv. 3.002, posee ocho círculos; sin embargo, la “vasija de Hanovre”, expuesta en el Kestner-Museum, inv. 1.978.13 (véase Munro: “Kestner-Museum. Ägyptische Abteilung”, lámina I, 5ª; Hendrickx, 1.998, figs. 7-10), tiene únicamente cinco.
[336] Williams, 1.988, 47; Hendrickx, 1.998, 205 y 207-208.
[337] Tutundzic, 1.968, 41-46; Williams, 1.988, 46-47.
[338] Hendrickx, 1.998, 205, 207-210 (de donde procede la cita); Vandier, 1.952, 287; Midant-Reynes, 164-167 y fig. 5 a, b, c, d.
[339] Petrie y Quibell, 1.896, láminas LI-LVII; 1.939, láminas VIII y XIII; Midant-Reynes, 1.992, 173.
[340] Gordon-Childe, 1.985, 66-68. Los argumentos a favor del culto a la Diosa Madre en el Egipto Predinástico fueron expuestos por Baumgartel, 1.955, 31 (sobre esta divinidad cf. 51). Las interpretaciones de carácter simbólico de las imágenes de cocodrilos, escorpiones y otros animales existentes en las vasijas amratienses fueron propuestas por Capart, 1.904, entre otros.
[341] Sobre las cabezas de maza cf. Vercoutter, 1.992, 161-163; Midant-Reynes, 1.992, 172; Cialowicz: “Predynastic mace-heads in Nile Valley”, en Krzyzaniak y Kobusiewicz, 1.989, 261-266; Gardiner, 1.991, signo T1 (a su juicio una “maza prehistórica con cabeza en forma de taza o plato”); Vercoutter, 1.992, 111; Gordon-Childe, 1.985, 72; Gardiner, 1.994, 420. En general, sobre la industria lítica amratiense cf. Gordon-Childe, 1.985, 71-72; Midant-Reynes, 1.992, 172-173; Trigger, 1.997, 51-52; Holmes, 1.989; Stocks: “Making stone vessels in ancient Mesopotamia and Egypt”, 1.993, 596-603; Hoffman, 1.984, fig. 33 (“cuchillos de cola de pez”).341bis. Gordon-Childe, 1.985, 68-69; Midant-Reynes, 1.992, 173; Garstang: “Mahasna and Bet Khallaf”, 1.903, lámina XIX, 5.
[342] Sobre las paletas de esquisto cf. Midant-Reynes, 1.992, 172; Petrie, 1.939, láminas VIII y IX; Arkell y Ucko, 1.965, 152.
[343] Sobre los peines de marfil cf. Gordon-Childe, 1.985, 75-76 y fig. 26; Gardiner, 1.994, 420; Trigger, 1.997, 52; Aldred, 1.965, fig. 7; Petrie, 1.939, láminas IX, 74-77, 82, XII, 26-28, XV, 10-16, XXII, 15-18; Spencer, 1.993, 33.
[344] Grimal, 1.996, 29 (de donde procede la cita)y fig. 5; Midant-Reynes, 1.992, 168-171y 186 (esta autora clasifica la famosa danzarina de Mamariya en un contexto gerzeense); Hoffman, 1.984, fig. 36; Trigger, 1.997, 52; Kantor, 1.965, 6-7; Ucko: “Anthropomorphic figurines of Predynastic Egypt and Neolithic Crete”, 1.968; Finkenstaedt: “Egyptian Ivory Tusks and Tubes”, 1.979, 51-59; Capart, 1.904; Vandier, 1.952, 288; Keimer: “Remarques sur le tatouage dans l’Égypte ancienne”, 1.948; Petrie, 1.939, lámina XI.
[345] Midant-Reynes, 1.992, 174-175; Cervelló, 1.996b, epígrafes 121 y 213; Wainwright: “The Red Crown in Early Prehistoric Times”, 1.923, 26-33; Winkler, 1.938, lámina XIV; Mori, 1.965, 127-129 y fig. 91;Hugot, 1.974, 169; Vandier, 1.952, 290-291; Lupacciolu, 1.992, 126;Pérez Largacha, 1.993, 97-98 y fig. 13; Spencer: “Early Egypt. The Rise of Civilisation in the Nile Valley”, 1.993, 56.
[346] Trigger, 1.997, 50-51; Midant-Reynes, 1.992, 175; Vercoutter, 1.992, 113; Hassan, 1.985; Aldred, 1.965, fig. 5, quien reconstruye un poblado amratiense del 3.800 a.C.
[347] El estudio fundamental sobre esta vivienda rectangular amratiense se encuentra en Hoffman: “A rectangular Amratian house from Hierakonpolis”, 1.980, 119-137 y del mismo autor: “The Predynastic of Hierakonpolis. An Interim Report”, 1.982, fig. VI, 4. Cf. también Midant-Reynes, 1.992, 175-176.
[348] Gordon-Childe, 1.985, 65-66, 69; Petrie y Quibell, 1.896, lámina VI, 83; Baumgartel, 1.955, 26, 30; Midant-Reynes, 1.992, 176; Vercoutter, 1.993, 113; Trigger, 1.997, 51.
[349] Sobre la práctica del desmembramiento de cadáveres en el período Amratiense cf. Pérez Largacha, 1.993, 138-139 (la cita procede de nota 160); Adams: “Egyptian mummies”, 1.988, 13-20; Altenmuller: “Bemerkungen zum Kannabalspruch”, 1.977, 19-39 (“Observaciones sobre la práctica del canibalismo”); Griffiths: “The origins of Osiris and his cult”, 1.980, 24.
[349bis] En general, sobre los cementerios amratienses, cf. Castillos: “A Reappraisal of the Publish Evidence on Egyptian Predynastic and Early Dynastic Cementeries”, 1.982; “Analyses of Egyptian predynastic and early dinastic cementeries: final conclusions”, 1.982, 29-53;Petrie y Quibell, 1.896, 20, 30-32, 51-52; Vandier, 1.952, 248-249; Gordon-Childe, 1.985, 65; Trigger, 1.997, 51; Midant-Reynes, 1.992, 164; Vercoutter, 1.992, 109, 112-113.

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