El nacimiento de la civilización egipcia
Por Carlos Blanco
29 marzo, 2005
Modificación: 19 mayo, 2020
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105.- La civilización Badariense, cuyas características expondremos en el desarrollo del presente capítulo, constituye la primera cultura del período Predinástico propiamente dicho, y sus exponentes, como indica E. Baumgartel[306], conducirían a la formación del Estado egipcio, cuyos principios se gestaron indudablemente en el Alto Egipto. Se ha creído conveniente, debido a la presencia de numerosos materiales innovadores (principalmente el uso del metal), emplear a la hora de una clasificación histórico-materialista el término “Calcolítico” o “Eneolítico” (que aluden al uso simultáneo de la piedra y la metalurgia), sustituyendo al de “Neolítico” tradicionalmente usado para tales fines[307]. Una de sus particularidades más interesantes es, en cierto modo, la homogeneidad de sus yacimientos; que permite apreciar fácilmente su pertenencia a la cultura exhibida por el establecimiento epónimo, El-Badari, en la orilla oriental del Nilo, sin las vacilaciones típicas que podrían aparecer en los de otros períodos. Pero sin duda alguna, el conocimiento de la civilización Badariense nos ha llegado sustancialmente a través de sus cementerios, que representan el núcleo indiscutible de las investigaciones al que todo estudioso debe remitirse.

105bis.- Las excavaciones efectuadas por el arqueólogo británico Guy Brunton en colaboración con la ya mencionada prehistoriadora G. Caton-Thompson en un área hasta el momento inexplorada situada en la orilla este del Nilo, ligeramente al sur de Assyut, en el Egipto Medio, en los yacimientos de Deir-Tasa, Matmar, Mostagedda, Badari y Hammamiya entre 1.922 y 1.929[308]; revelaron un total de 650 tumbas y cuarenta establecimientos cuyos objetos y sus posteriores dataciones demostraron científicamente la existencia de una cultura eneolítica contemporánea de Merimde y Fayum A en el Bajo Egipto (sobre estas culturas cf. 74-89). Pero el Badariense no se limitaba a esta región del Valle del Nilo egipcio: además de las localidades anteriormente citadas, se han identificado restos atribuibles a la cultura Badariense en Hierkómpolis, Wadi, Hammamat y el Mar Rojo, por lo que su expansión fue significativa[309]. El área de operaciones de Caton-Thompson se centró en Hammamiya, dedicándose especialmente a la excavación de los establecimientos. Allí, entre 1.924 y 1.925, agrupó los escombros en montículos de diez metros de longitud y tres de anchura subdivididos al mismo tiempo en intervalos de un metro y medio, los cuales fueron cuidadosamente excavados en niveles arbitrarios de quince centímetros (el área total de la superficie que descombró era de 8.600 m2). Gracias a este procedimiento objetos de pequeño tamaño que en una excavación corriente pasarían desapercibidos eran fácilmente reconocibles. La secuencia estratigráfica de Hammamiya era de casi dos metros, y hasta hace unos pocos años era el único yacimiento estratificado del Egipto predinástico, ya que mostraba una sucesión ininterrumpida de ocupación que se prolongaba hasta el Gerzeense tardío, durante al menos 1.500 años (entre el 5.000 a.C. y el 3.500 a.C.-cf. 108-)[310]. Brunton, por el contrario, centró sus trabajos enlos establecimientos más septentrionales, principalmente en Deir Tasa, y sus investigaciones se desarrollaron en los cementerios y aspectos relacionados.

106.- Durante algún tiempo se creyó, a raíz de las excavaciones de Brunton en Deir Tasa y Mostaggeda, que una cultura, la Tasiense, había precedido a la Badariense. El arqueólogo consideró erróneamente que la cerámica negra incisa y una clase especial de hachas de piedra eran objetos característicos de la nueva cultura, pero ignoró por completo en sus planteamientos la presencia de las supuestas tumbas tasienses en los mismos cementerios que las badarienses. Todo ello, sumado a otras puntualizaciones menos precisas,ha descartado la tesis de Brunton, y en la actualidad se tiene la convicción de que el Tasiense únicamente es una derivante local de la Badariense que en ningún momento, como señala Baumgartel, quien se mostró especialmente contraria con las teorías del mencionado autor, la precedió; a pesar de que todavía autores como W. Kaiser piensan lo contrario[311]. Aún así, sería conveniente examinar los criterios en los que Brunton se basó en sus propias palabras:

“En diciembre de 1.927 nuestro trabajo al sur de Mostaggeda nos llevó hasta lo que llamamos Cementerio 2.800 en la punta del espolón, aunque antes de alcanzar la localidad de Deir Tasa. Aquí había un número considerable de enterramientos de vasijas del Reino Antiguo, mayoritáreamente muy pobres y carentes de objetos; había también unas pocas tumbas ptolemaicas, y una de la Dinastía XII. Las sepulturas más tempranas, comoquiera que algunas de descansan debajo de los enterramientos del Reino Antiguo, eran de una clase que no habíamos conocido anteriormente, ya que eran distintas de ellos en algunas particularidades. (1) Las vasijas, de las que aproximadamente cada tumba contenía una, eran jofainas profundas y estrechadas a la altura de la boca, generalmente con un pequeño y gordo pie, y a menudo con un ángulo distintivo en la [parte central]. (2) En ocasiones, éstos fueron encontrados en un nicho avanzado en el oeste de la tumba. (3) Tres fosas contenían paletas, no de pizarra como las demás paletas predinásticas, sino de alabastro o caliza. (4) Cuando volvimos a examinar la siguiente punta de espolón (Cementerio 2.900/3.000), donde un grupo de tumbas pertenecían evidentemente a esta misma clase, nosotros encontramos que algunos de los cráneos (que estaban mejor conservados que los del Cementerio 2.800) mostraban una cara cuadrangular y un tipo de mandíbula ancha que era claramente distinta de la del Badariense (…). La actitud tasiense es esencialmente la misma que la de los badarienses y otros predinásticos, es decir, ligeramente contraídos. Ambas manos están generalmente cerradas hacia la cara (…). Las piernas varían en posición, y forman un ángulo que va desde 60° a 90, siguiendo la dirección de la espina dorsal; las dos piernas nunca están totalmente juntas (…). Las actitudes eran en todo naturales, como si los cuerpos estuviesen confortablemente dormidos. La dirección de la cabeza varía insignificativamente. Todas descansan haca el sur, o por allí, excepto en tres casos (…). Casi todos los cuerpos descansan sobre su costado izquierdo, mirando hacia el oeste (…). Como se podía esperar, no se encontró nunca señal alguna de trabajo de madera en la forma de los tableros. La aproximación más cercana a un sarcófago es una “canasta” compuesta de palos (…). La cerámica está hecha en su totalidad, como era de esperar, a mano. Los graneros y molinillos de mano fueron encontrados en cantidad considerable en todos los depósitos del pueblo, especialmente los graneros, de los que dieciocho provienen de sitios que son aparentemente en su totalidad tasienses. (…) La longitud varía de 15 a13 cm., y la anchura de 9’5 a 8 cm. Uno, excepcionalmente, medía 25 x 11’5 x 7’5 cm.”[312].

107.– Las características que Brunton atribuye en la cultura Tasiense son, como veremos en los siguientes epígrafes, las mismas que posee el Badariense. Las explicaciones que incluye sobre los ataúdes son indistintamente las que podríamos usar para describir ese mismo aspecto en la cultura Badariense y viceversa. El cuerpo reposa, al igual, en posición fetal sobre su lado izquierdo, con la cabeza orientada hacia el sur y mirando al oeste con las manos situadas delante de la cara o cerca de ella (sobre los enterramientos cf. 114). La cerámica (cf. 109) era, como la que Brunton agrupa en la clasificación tasiense, hecha a mano y pulida. Las paletas de esquisto o caliza son un elemento común del ajuar funerario badariense. En lo referente a la industria lítica, el propio Brunton reconoce que “decidir definitivamente qué útiles deberían ser clasificados como tasienses y cuales como badarienses es por el momento una empresa imposible”[313]. A pesar de las sólidas convicciones de Brunton de que la cultura Tasiense era una fase más temprana del Badariense, conclusiones, como han demostrado los numerosos análisis a esta causa consignados, infundamentadas, debemos concluir, como hace Baumgartel: “las evidencias a favor de una nueva cultura egipcia que precedió al Badariense, está claro que Brunton ha fallado en probar su tesis, porque él no ha podido mostrar que los materiales de su cultura Tasiense sean diferentes que los del Badariense, y que algunas fosas de los cementerios badarienses pertenecieron a un período anterior. Debo, por lo tanto, considerar que el Tasiense es lo mismo que el Badariense”[314].

108.– Las dataciones realizadas mediante el método de la termoluminiscencia (cf. nota 16) sobre siete fragmentos de cerámica recogidos en distintos niveles del yacimiento de Hammamiya, proporcionan una secuencia estratigráfica completa que nos ha permitido saber que el período de ocupación del establecimiento se remonta a principios del Badariense, extendiéndose sin irregularidades ni etapas estacionales vacías (es decir, no se produjo abandono de la aldea hasta la retirada definitiva de sus pobladores) hasta el Gerzeense. Las fechas obtenidas mediante la aplicación de gran cantidad de calor que haga que toda la energía absorbida por los restos cerámicos escape en forma de luz, de forma que midiendo la cantidad que se emane se pueda calcular la edad exacta de las muestras con un mínimo margen de error, fueron presentadas por Caton-Thompson y Whittle. Las cifras exactas van desde los 5.580 +420 a.C. y los 5.495 +405 a.C. a los 4.690 +365 a.C. y los 4.510 +475 a.C. Por otra parte, diversas muestras de granos carbonizados procedentes de un contexto secuencial badariense, examinados por T.R. Hays y F. Hassan, han permitido situarlos entre el 4.400 y el 3.800 a.C. En conclusión, la época Badariense puede ser datada entre el 5.500 y el 3.800 a.C. (S.D. 21-29 de Petrie; cf. 119) aproximadamente, por lo que su duración habría sido mucho mayor de lo que los primeros investigadores creyeron[315].

109.– La cerámica badariense nos es conocida por su talante de principal elemento del ajuar funerario y ser uno de los caracteres distintivos de la cultura que nos ocupa. Está hecha a mano, en arcilla de granos relativamente finos y un desgrasante vegetal y pulida. El borde es negro y el color es rojo áspero. La decoración no es muy común, pero puede presentar trazos lineales que se distinguen fácilmente por su tipología de los amratienses (cf. 120-123) ligeramente posteriores. Las vasijas se depositan en los lados del difunto. Brunton propuso una clasificación basada en la calidad de la superficie y el tipo de acabado, las formas generalmente simples se resumen en bolas de borde recto y fondo redondeado. Se distingue una categoría finamente pulida y otra donde la superficie ha sido alisada. Generalmente ha sido bruñida antes de la cocción, que posiblemente se hacía con un peine de púas romas que le proporcionaba un delicado efecto estético de ondulación, denominado según la terminología inglesa como “rippling”.

La primera categoría comprende la cerámica pulida roja de borde negro, la más distintiva del conjunto alfarero, semejante a la del Neolítico de Jartum. Su modelo tipológico será tradicionalmente usado por las culturas siguientes; una forma de perpetuarla que excluye en este caso el efecto rizado descrito en el párrafo anterior. En ocasiones presenta una decoración vegetal. Los cuencos totalmente pulidos rojos son poco representativos, al igual que los ejemplares negros pulidos.

La segunda categoría agrupa los recipientes alisadas de color pardo y las de carácter grueso, con ligeras ondulaciones realizadas mediante contacto digital con la superficie de la vasija. Entre estos últimos se ha encontrado una serie de vasos de gran tamaño de cocción reciente, como señalan los numerosos trazos negros resultantes de la exposición al fuego. Aunque atípicos en las tumbas, se localizan más asiduamente en los establecimientos en lugar de las sepulturas. En ocasiones únicamente se les entierra hasta el cuello en el suelo, actuando en estos casos como pequeños graneros o depósitos.

La tercera y última categoría de Brunton está formada, mediante eliminación, por todos los demás tipos de cerámica que no son incluidos por sus características particulares en las dos categorías precedentes. Las vasijas con motivos incisos en cruz, triángulos, espirles o extraños aspectos geométricos pintados o elementos en relieve parecidos a los de Merimde se agrupan en esta clasificación (cf. 83). Excepcional es por completo un vaso globular en forma de botella que presenta cuatro asas en la parte más abultada del cuerpo del recipiente. B. Midant-Reynes, siguiendo a W.F. Albright y G.E. Wright, duda de las relaciones atribuidas a esta vasija con el Gasuliense de Palestina[316].

110.– El trabajo de sílex en los yacimientos badarienses no es, como indica Trigger, de gran calidad. Se puede clasificar en tres categorías principales: las puntas de flecha, las sierras y las láminas y objetos diversos. Se utilizaban nódulos de piedra para la talla de herramientas que eran recogidos en la superficie del desierto. Paradójicamente, no hay señales que demuestren la explotación del sílex tabular de los acantilados circundantes, lo que ha llevado a pensar a algunos autores que los badarienses no procedían de esa parte del valle, ya que desconocían la cuantía de sus recursos naturales, y que habían llegado provenientes del sur, pues la arenisca que contiene sílex desaparece al sur de Esna (cf. 34)[317]. Se han identificado también palos arrojadizos (no asociables con los boomerangs, de diferente constitución) y anzuelos perforados de marfil y de conchas (que sólo pueden proceder del mar). Éstos últimos, y el pequeño número de leznas y alfileres de cobre, así como cuentas de esteatita cubiertas con una pasta azul verdosa, podían proceder del comercio con el Mar Rojo y Palestina mediante rutas estipuladas e intermediarios. Por otra parte, la turquesa, la citada vasija de cuatro asas, los restos de madera de pino y cedro, son prueba de un comercio a larga distancia (la turquesa se extrae en grandes proporciones de las minas del Sinaí; la vasija de cuatro asas parecida a las gasulienses procede, como hemos indicado de Palestina; los restos de pino y cedro, como lo atestiguan los numerosos documentos históricos del reinado del rey Senefru, de Siria y Líbano). Sin embargo, Trigger precisa que en la época en la que se desarrolla la cultura Badariense el clima del Norte de África era más húmedo que en la actualidad, por lo que la madera bien podría haber sido obtenida de las colinas del Mar Rojo y la existencia de mejores condiciones climáticas habría permitido una explotación de esa región en circunstancias favorables. Se ha sugerido que la turquesa procediese de los macizos libios y la malaquita (mineral de cobre) de ciertos yacimientos ubicados a escasa distancia de la orilla este del Valle del Nilo, en donde se emplazaban los establecimientos badarienses. Aunque la mayoría de los estudiosos coinciden en situar el foco originario del aprendizaje de la metalurgia en Palestina, de donde se habría transmitido a Egipto, la ausencia total de cobre en los yacimientos septentrionales hasta el período maadiense (cf. 100) sugiere un desarrollo independiente de esta técnica en el Alto Egipto, ya que en el Desierto Oriental existe una cantidad suficiente de malaquita como para cubrir la demanda de la época . Desde el punto de vista lítico, las similitudes existentes con el Sahara post-paleolítico (cuya industria estaba principalmente compuesta por láminas, lascas, hachas pulidas y puntas de flecha de base cóncava, no excluyen, como muy bien aprecia Midant-Reynes, una visión difusionista que sitúe en el semicírculo conformado por los oasis de Bahariya, Farafra, Dajla y Kharga el punto de partida de los grupos pastoriles que, empujados por el enorme avance de la desertización, emigraran para instalarse en la región de Assyut y Tahta. Lo cierto es que, como señala D. Holmes, la civilización Badariense no surgió de una única fuente[318].

111.- Las muestras artísticas de mayor belleza producidas por los badarienses son una serie de estatuillas (seis en total) femeninas provenientes de las tumbas, fabricadas en arcilla o marfil . Fueron localizadas en las tumbas 5.107, 5.227 y 5.769 de Badari y 494 de Mostaggeda; las dos restantes (figs. 87-b y c) se encontraron entre los escombros de esta última localidad. Gordon-Childe propone una interpretación simbólica, sugiriendo que estas figurillas representan, en efecto, imágenes de un fetiche de diosa madre o, por lo menos, de una venus y, en opinión de M. Rice, (ya propuesta por Baumgartel) indican que se habían establecido ya cultos funerarios.

La primera de ellas, hecha en marfil de elefante, representa una mujer de talla delgada y de pechos colgantes. Las piernas y los muslos son relativamente gruesos, y los pies están vagamente marcados, ya que carecen de las divisiones de los dedos y son muy pequeños comparativamente con las proporciones del total de la figura. La separación de los brazos del tronco es discutible, y carece por completo de manos. El cráneo es extrañamente plano, y el rostro ovoide. Los órganos auditivos no han sido esculpidos, y los ojos son enormes y salientes; la nariz ha sido exageradamente desarrollada. El trazo de la boca es leve y difícilmente apreciable. La tumba 5.107, lugar en el que se encontró, carecía de restos óseos, por lo que no se ha podido identificar al propietario de la figura. La descripción de la misma la proporciona Caton-Thompson: “Esta fue la tumba en la que se halló la extraña figura femenina. No se dejaron huesos. Suelto en la fosa, en adición a la figura de marfil, había un guijarro pulido y unas cuantas cuentas cilíndricas de esteatita y turquesa”. Esta estatua es de un refinamiento sorprendente para una época en la que la escultura no era un hábito muy usual. Por ello, la habilidad de los artistas badarienses es digna de toda consideración[319].

111bis.- La segunda estatuilla se encontró en la tumba 5.227, en la que, a diferencia del anterior ejemplar descrito, había un difunto, aunque no se han conservado vestigios de la estera sobre la que debió haber reposado. La figura está hecha en terracota, de constitución delgada, cuyos rasgos son perfectamente identificables, así como el sexo de la representación. Los antebrazos forman un estético ángulo recto con los brazos, y las manos, aunque difíciles de apreciar, se cruzan sobre el vientre. Desgraciadamente, la cabeza y las piernas no se han preservado. De nuevo incluimos la descripción que adjunta Caton-Thompson sobre la tumba en la que se halló: “Una tumba oval, de un metro de profundidad; el cuerpo había desaparecido misteriosamente, y no se detectó la presencia de ninguna estera. En la sepultura estaban los restos de tres vasijas, dos derretidas, (…) y una de muy delgada composición en fragmentos. Estaba también la figura femenina de arcilla roja pintada. Los desperdicios de la tumba, y el hecho de que se extendiesen por un área considerable, fueron examinados detenidamente, pero no se encontraron indicios de la cabeza [de la estatua]”. Vandier considera esta figura como de una más refinada ejecución que la figura anterior. La estética de esta manifestación artística ha sido tradicionalmente halagada[320].

La tercera figura presenta un aspecto muy tosco y grotesco. Vandier precisa que posee las mismas características étnicas que la anteriormente analizada. La tumba en la que se encontró, la 5.769 de Badari, contenía el cuerpo de un individuo aparentemente joven , de quien sólo se ha conservado la cabeza y los pies. Cuatro recipientes cerámicos fueron colocados donde deberían haber estado los brazos. La estatuilla fue cocida a partir de un bólido y envuelta en un lienzo, acompañada de un pequeño vaso a su lado. La cabeza es minúscula e indiferenciable de una simple protuberancia corporal. Carece de boca, y los ojos son sólo indicados por unos trazos paralelos incisos. Los brazos no han sido esculpidos, y las piernas no han sido separadas y están agrupadas en una masa uniforme y compacta que representaría las extremidades inferiores. El sexo no está tan diferenciado como en los ejemplos precedentes. La figurilla leva un pequeño collar triangular que sólo es visible en la vista delantera.

La cuarta estatuilla fue encontrada en la tumba 494 de Mostaggeda por Brunton, y comprende la misma tipología que las otras dos restantes (figs. 87- b y c). Carecen de piernas, excepto una que posee dos puntas separadas. Los senos son pequeños, y la cabeza se reduce a un simple saliente informe entre los hombros. Cabe destacar que la tumba que albergaba esta figurilla pertenecía a una mujer, lo que para Vandier sugiere una intención mágica evidente[321].

112.- También se han encontrado diversos objetos ornamentales, como alfileres, horquillas, leznas y bastones arrojadizos (a los cuales ya hicimos una leve referencia en el epígrafe 109). Los primeros demuestran un gran progreso técnico; están hechos de hueso y son rectos o curvados. Ocasionalmente son decorados mediante una serie de líneas incisas en el extremo superior, y todos poseen un orificio perforado en la punta. Los más gruesos habrían sido utilizados para los trabajos relacionados con el cuero, mientras que los de menores dimensiones sirvieron para la cestería. En cuanto a las horquillas, éstas son en cierto modo extrañas, y sólo podemos citar escasos ejemplares procedentes de Badari y en menor medida de Mostaggeda. Las leznas fueron encontradas en mayor número, tanto en Mostaggeda como en Badari, y están hechos d hueso de fémur. Dos bastones arrojadizos superpuestos han sido localizados en la tumba 5.716 de Badari detrás de las manos de un esqueleto, recubiertos de una capa de polvo que posiblemente fuese restos de un antiguo lienzo. Se asemeja a los palos arrojadizos representados en los frescos de las tumbas de los nobles del Reino Nuevo. Para Brunton, estas armas habrían sido depositadas, siguiendo un ritual mágico, junto a los cadáveres de las víctimas que con ellas fueron asesinadas. También cabe destacar la presencia de anzuelos de marfil o conchas. A diferencia de las gentes de Merimde, a los badarienses les parecen haber gustado los amuletos, que generalmente tienen la forma de un animal (gacelas o hipopótamos). Las perlas se han encontrado en grandes cantidades, y suelen estar hechas en marfil, conchas, jaspe rojo y verde, esquisto, calcita, calcárea, alabastro, esteatita, cornalina, cuarzo o diorita. Brunton identificó lo que parecen ser dos peines en Badari de marfil, con dientes largos y un motivo tallado que representa una cabeza de avestruzparecida a las que tradicionalmente se esculpían en los extremos superiores de las paletas predinásticas[322].

113.– Los badarienses eran granjeros y conocían el cultivo de cosechas y el pastoreo. La pesca ocupaba una posición importante en la economía local. Los restos de gránulos carbonizados revelan la dieta que consumían, trigo (Triticum dicoccum) y cebada (Hordeum vulgare). En algunas tumbas se han encontrado restos de pan (por ejemplo, las sepulturas 5.709 o 5.738 de Badari). Sus vestimentas se hacían de pieles o tejiendo una fibra vegetal semejante al lino que daba un lienzo basto. Se pintaban los ojos con malaquita, molida en paletas estrechas y rectangulares de esquisto, con los extremos generalmente cóncavos o con muescas. Se utilizaba aceite de ricino (Ricinus communis) que posiblemente era extraído de plantas silvestres. La escasa presencia de restos óseos (los cuales se reducen a huesos de ganado vacuno, ovejas y cabras estudiados superficialmente) nos impide determinar la especie de los animales que utilizaban en las actividades ganaderas, aunque la existencia de éstas es indudable.Ciertos sectores han conservado indicios de pozos circulares interpretados tradicionalmente como silos; la mayoría fosas irregulares, de 130 cm. de longitud por un metro de profundidad, tapizados con cestería dura en su parte inferior. Numerosas cerámicas fueron encontradas en el lugar, hechas en arcilla gruesa o cerámica fina con unas dimensiones que van desde los 25 a los 40 cm[323].

114.– El hecho de que no se hayan encontrado restos de viviendas en ninguno de los asentamientos badarienses ha generalizado la idea, ya desde Baumgartel, de una civilización semi-sedentaria. Como escribe Rice: “los badarienses parecen haber vivido en tiendas o abrigos hechos de pieles”, así como de esteras colgadas de postes. Hoffman habla de una ocupación estacional, cuyo modo de vida estaría ligado al ciclo fluvial y a las actividades agrícolas, pastorales y cinegéticas.[324]. Lo cierto es que los campamentos, si así pueden llamarse, se emplazaban en las estribaciones desérticas y eran similares a los merimdenses (cf. 87), es decir, simples refugios desmontables poco sólidos.

Una notoria diferencia con sus vecinos del Bajo Egipto era la preocupación badariense por los muertos, que en las regiones más septentrionales no se dio, quizás en un sentido más práctico, ya que mientras aquéllos edificaban moradas más resistentes los badarienses únicamente construían tiendas y abrigos temporales. Los cementerios estaban situados a las afueras de los establecimientos, en el Desierto Oriental. Los enterramientos continúan siendo fosas ovaladas o redondas, cavadas en el propio suelo y carentes de revestimiento interior, algunas de las cuales poseían una techumbre de palos y ramas. La entrada posee una anchura superior a la base, lo que supone paredes inclinadas hacia el exterior. En cada tumba se depositaba un cuerpo entre esteras o pieles, con sus vestimentas habituales y sus adornos, en posición embrional (siguiendo la conocida tesis de Vandier, según la cual “los egipcios, como lo prueban los más antiguos determinantes del verbo sdr“dormir” dormían encogidos”), reposando sobre su lado izquierdo y mirando hacia el poblado. La cabeza está orientada hacia el sur en el 84 % de los casos, y hacia el norte en un 16 % (el número de tumbas que lo hacen hacia el este o el oeste, 8 de un total de 148, es desestimable por la escasa proporción que representa), mirando hacia el oeste y con una mano llevada a la boca o situada cerca de la cara. Las excepciones se centran en el aspecto de las inhumaciones múltiples (algunas tumbas poseían dos o tres cadáveres), modificaciones en la orientación y la presencia de tumbas rectangulares (una veintena en Mostaggeda, con ángulos rectos o redondeados y en ocasiones con paredes sin inclinación). Las ofrendas incluían paletas de forma rectangular, cucharas de marfil, pequeñas vasijas y bellos peines y estatuillas de marfil como los descritos en los epígrafes 111-111bis y 112. Aunque las tumbas eran de tamaños diferentes, la ausencia de distintos tipos de ajuares funerarios excluyen, en opinión de Trigger, la posibilidad de una jerarquización social en la época; tesis actualmente abandonada, tras los recientes estudios de Anderson que hablan de unas evidentes desigualdades atestiguadas por la presencia de enterramientos aislados con un ajuar de mayor calidad. No se han identificado ataúdes propiamente dichos, ya que únicamente se han encontrado restos de cañas y palos que formaban un rectángulo perfectamente discernible alrededor del cuerpo del difunto. En Mostaggeda los cuerpos aparecen descansando sobre un conjunto de capas de esteras y ramas. Por ello se habla de “hamper coffins” según la terminología anglosajona, y que precisamente significan “ataúdes de cestería”[325].

115.– Las creencias funerarias son, sin lugar a dudas, el rasgo más patente de la civilización Badariense, ya que marcaría de una manera definitiva a las posteriores culturas que concluirían por formar la civilización egipcia de época dinástica. La vinculación Oeste-Más Allá (la mayoría de los cadáveres descansaban mirando directamente a occidente o, en todo caso, reposando sobre su costado derecho, mirando, por lo tanto, también, aunque indirectamente, hacia el oeste), aspecto ligado a su vez a la regularidad del ciclo solar, así como una secuencia bien definida de un ritual de enterramiento que incluía un ajuar con las pertenencias del difunto en vida rodeándole en el interior de la tumba y la protección del difunto del frío, como lo demuestran las pieles que le cubría, ya que la climatología de aquella época, mucho más fría y húmeda que en la actualidad, así lo requería; sugieren la presencia de unas prácticas religiosas que tenían el Duat (“Más Allá” según la terminología egipcia clásica) como epicentro, lo que explicaría la despreocupación generalizada y casi total por los hogares “de los vivos” en contrapartida de la importante valoración que experimentaban los nichos, sepulturas y materiales relacionados con la otra vida[326].

116.– Mención aparte merecen las tumbas de animales. La explicación más convincente parece serla que propone Baumgartel, quien, a propósito de las figurillas femeninas de marfil, habla de las características de la diosa madre: “Que los badarienses la consideraran como una vaca está hecho igualmente en los enterramientos de vacunos encontrados en sus cementerios. Sepulturas de perros o chacales apuntan sobre la existencia de un dios guardián de la muerte con forma canina. La mayoría de los badarienses fueron enterrados con las cabezas hacia el sur. Brunton también escribe sobre enterramientos de ovejas y cabras. Estos animales fueron venerados en Egipto tan tempranamente como en el período Badariense, y nunca murieron mientras la religión egipcia fue practicada. Es importante recordar que tumbas de animales similares han sido halladas en los cementerios nubios del Grupo B u ocasionalmente después”. La importancia de estos mamíferos era, ciertamente, asombrosa, y no podremos saber, dado la ausencia de testimonios escritos originales que nos relaten sus prácticas religiosas, cuál fue el motivo que llevó a los badarienses a enterrar a una serie de animales en sepulturas tan cuidadas. Lo cierto es que eran realmente útiles para la comunidad; quizás porque creían que les servirían en la otra vida, o por motivos simbólicos y míticos relacionados con el talante prolífico de un semental o una hembra tan comunes en las mitologías africanas[327].


[306] Esta autora escribe (1.955, 20): “El largo curso de la civilización egipcia comienza con el Badariense. El argumento que Brunton rompió impertinentemente mediante un período que lo precedió, al cual denominó Tasiense (cf. 106), fue siempre pobre, y actualmente no puede ser mantenido”. Las conclusiones de la egiptóloga británica fueron el punto de partida para el sólido fundamento de una crítica conjunta que terminó por demostrar la errónea interpretación de Brunton sobre algunos de los objetos que halló en el transcurso de sus excavaciones y que le llevaron, injustificadamente, a postular sobre la existencia de una cultura anterior yuxtapuesta.
[307] Cf. a este respecto Gardiner, 1.994, 418; Cervelló, 1.996 a, 8; Drioton y Vandier, 1.994, cap. 1, parte IV (esp. pp. 25-28); Midant-Reynes, 1.992, 147.
[308] Brunton y Caton-Thompson, 1.928; Brunton: “Mostaggeda and the Tasian culture”, 1.937; “Matmar”, 1.948.
[309] Midant-Reynes, 1.992, 148; Hoffman: “Predynastic cultural ecology and patterns of settlement in Upper Egypt as viewed from Hierakonpolis”, 1.984, 235-246; Debono, 1.951; Gabra: “Fouilles du Service des Antiquités á Deir Tasa”, 1.930, 147-158; Resch: “Eine Vorgeschichtliche Grabstätte auf dem Ras Samadai”, 1.963, 119-121 (“Un informe sobre el cementerio de Ras Samadai”).
[310] Brunton y Caton-Thompson, 1.928, 69-116; Hoffman: “A stratified Predynastic sequence from Hierakonpolis (Upper Egypt)”, 1.989, 317-323; Parra Ortiz: “El período predinástico en Egipto: una síntesis de trabajo. II. El Alto Egipto”, 1.998, notas 7 y 8.
[311] Kaiser,1.985, 71-79. Señalando el carácter original de la cerámica tasiense, Kaiser la acerca a la amratiense. Por otra parte, alega que la posición tasiense no está limitada al sector Tasa-Mostaggeda, ya que diversas muestras han sido descubiertas en Armant. Según Kaiser, la localización inicial de la cultura Tasiense, en el extremo norte del Alto Egipto, correspondería a una zona por la que las influencias provenientes del norte se habrían filtrado hacia el sur fácilmente, explicando, en cierta medida, la forma de las vasijas del Nagada I. Vandier, por su parte, se muestra acorde con Brunton, y dedica un capítulo (VI) a la descripción de una supuesta cultura inciertamente diferente que precedió al Badariens, apoyándose principalmente en los aspectos relacionados con la cerámica. La cultura Tasiense fue definida en Brunton, 1.937, 25-33, 33-43.
[312] Brunton, 1.937, 25-31.
[313] Brunton, 1.937, 31. En las siguientes líneas escribe “el método adoptado para datar los yacimientos locales ha sido tomar en consideración primero las bien definidas y típicas formas de vasijas e implementos, y ver en todo caso, de acuerdo con éstos, el sitio que podría haber pertenecido enteramente a una u otra cultura”. Las paletas que Brunton consideró características del tasiense, son criticadas por Baumgartel, ya que “Bruntonpensó erróneamente que todas las demás paletas predinásticas estaban hechas de pizarra. Las paletas de otros materiales aparte de caliza se dan ocasionalmente en todo el período” (Baumgartel, 1.955, 20).
[314] Baumgartel, 1.955, 21.
[315] Sobre la cronología badariense cf. Caton-Thompson y Whittle: “Thermoluminescence dating of the Badarian”, 1.975, 96-97; Hassan, 1.985, 106-107; “ The origins of the Egyptian civilization: A working model”, 1.983, 135-148; “Radiocarbon Chronology of Archaic Egypt”, 1.980, 203-207; “Toward a model of agricultural development in Predynastic Egypt”, en Krzyzaniak y kobusiewicz: “Origins and early development of food producing cultures in north-eastern Africa”, 1.984, 221-224; Midant-Reynes, 1.992, 159; Hoffman, 1.984, 141-142; Cervelló, 1.996b, epígrafe 151; Hays: “A reppraisal of the Egyptian Predynastic”, en Clark y Brandt, 1.984, 65-73; Trigger, 1.997, 23. Algunos autores (Anderson: “Badarian burials: Evidence of social inequality in Middle Egypt during the Early Predynastic Era”, 1.992, 53) consideran que la fechas proporcionadas por la termoluminiscencia son demasiado antiguas, sugiriendo más apropiada la presencia de un intervalo entre la datación más temprana y la más moderna que evitara la aceptación de un período de ocupación tan amplio. Aunque se carece de pruebas estratigráficas que lo demuestren, las evidencias materiales apuntan por una mayor antigüedad de la cultura de El Fayum sobre la de Badari (la primera pertenecería al “Neolítico, mientras que la segunda lo haría al “Eneolítico”).
[316] Sobre la cerámica badariense cf., en general, Vandier, 1.952, 199-210; Midant-Reynes, 1.992, 149; Gordon-Childe, 1.985, 57-58 (en su opinión, “los vasos cerámicos, en especial los destinados a su uso funerario, muestran una perfección técnica nunca alcanzada en el valle del Nilo”); Caton-Thompson y Brunton, 1.928, láminas XII-XIX; Brunton, 1.937, láminas XV y XXI; Blanco Freijeiro: “El Arte Egipcio I”, 1.989, 8-9;Parra Ortiz, 1.998, 18; Baumgartel, 1.955, 22; Trigger, 1.997, 49; Lucas y Harris, 1.962, 377-381; Petrie, 1.939, lámina III; Rice, 1.990, 28. La cultura Gasuliense , cuyo yacimiento epónimo es Teleilat Gassul, a 5’5 km. al este del Jordán, que se remonta al Calcolítico. Respecto a esta cultura cf. Gordon-Childe, 1.985, 274-276; Mallon: “Teleilat Ghassul”, I vol. De 1.934; II, 1.940. Sobre el vaso de cuatro asas semejante a algunas vasijas gasulienses cf. Kantor, 1.965, 6.
[317] Entre estos autores se encuentran G. Caton-Thompson, quien afirma: “Ahora, en el Desierto Oriental estas calizas cesan al sur de la latitud 25° donde pasamos de las rocas eocénicas a las cretácicas. En el Desierto Occidental, el límite está más al sur. En la otra orilla, las calizas terciarias se extienden ininterrumpidamente desde este extremo norte, derecho hacia el Mediterráneo, y pueden ser seguidas al nordeste en Palestina” (Brunton y Caton-Thompson, 1.928, 75); E. Baumgartel, quien, siguiendo los criterios de Caton-Thompson, concluye: “Esta es otra razón para creer que estos tempranos pobladores llegaron a Egipto desde el sur”; A.J. Arkell, influenciado por Caton-Thompson y Baumgartel, se basa en los mismos argumentos (Arkell y Ucko: “Review of Predynastic development in the Nile Valley”, 1.965, 151; Arkell: “The Prehistory of Nile Valley”, 1.975, 34), y añade que los badarienses únicamente habitaban en la orilla este del río, utilizaban conchas del Mar Rojo, empleaban la figura del íbex como elemento decorativo y amuleto, motivo que en la actualidad sólo se puede localizar en las costas del Mar Rojo, y la ausencia de arpones que sugieren una escasa relación con el medio fluvial. Todos estos argumentos han sido criticados por Holmes (“The Predynastic lithic industries of Upper Egypt.. A comparative study of the lithic traditions of Badari, Nagadi and Hierakonpolis”, 2 vols., 1.989, 183), alegando quelos nódulos de piedra responden perfectamente a las necesidades de los badarienses. Sobre la clasificación del material lítico cf. Brunton y Caton-Thompson, 1.928, 35-37; Vandier, 1.952, 227.
[318] Trigger, 1.997, 49-50. También Midant-Reynes, 1.992, 150, 153-154, 156-157; Lucas y Harris, 1.962, 155-1556, 201, 404; Holmes, 1.989, 183-185; Krzyzaniak, 1.989, 81 (este autor ha sugerido un lugar de origen situado en el norte (Mesopotamia y el suroeste asiático en general); Holmes: “The Evidence and nature of contacts between Upper and Lower Egypt during the Predynastic. A view from Upper Egypt”, en Brinks: “The Nile Delta in transition”, 1.992, 301-316 (influencias del Desierto Oriental); Caneva: “Predynastic cultures of lower Egypt. The desert and the Nile”, en Brink, 1.992, 217-224 (influencias desde el Levante y el Desierto Oriental); Rice, 1.990, 29, quien cree que “el Badariense es esencialmente una cultura sureña”; Parra Ortiz, 1.998, 16-17.
[319] Baumgartel, 1.955, 23; Rice, 1.990, 28; Gordon-Childe, 1.985, 59; Pérez Largacha, 1.993, 56 (este autor opina que las esculturas femeninas badarienses pudieron pertenecer a los líderes de la comunidad que reunirían en su persona los poderes laicos y religiosos); Sobre esta estatuilla cf. Vandier, 1.952, 222; Midant-Reynes, 1.992, 150-152 y fig.4 a; Brunton y Caton-Thompson, 1.928, 7 y láminas XXIV, 2 y XXV, 3, 4; Aldred, 1.965, fig. 14.
[320] Sobre esta estatuilla cf, Vandier, 1.952, 222 y fig. 142; Midant-Reynes, 1.992, 150.
[321] Sobre las figurillas tercera y cuarta cf. Vandier, 1.952, 222-224; Midant-Reynes, 1.992, 152; Brunton y Caton-Thompson, 1.928, láminas XXIV, 3, XXVI, 1-5; Brunton, 1.937, 56. En general véase Capart: “Les débuts de l’art en Égypte”, 1.904.
[322] Vandier, 1.952, 210-227 (este autor habla de “boomerangs” en lugar de bastones arrojadizos); Trigger, 1.997, 49; Gordon-Childe, 1.985, 59; Brunton y Caton-Thompson, 1.928, láminas XVII, XX, 16, XXIII, 26-8, XXIV, XXVI, XXVII, XXIX; Brunton, 1.937, láminas XXII-XXV, 17-9, 21-6, XXXIX, XLI, 47.
[323] Trigger, 1.997, 48-49; Midant-Reynes, 1.992, 153-157; Baumgartel, 1.955, 23; Gordon-Childe, 1.985, 56, 59; Rice, 1.990, 27; Caton-Thompson y Brunton, 1.928, 14, 16, 41, epígrafes 31, 34 y 85 y láminas XXIII y XXV; Brunton, 1.937, 47 y 59; Vercoutter, 1.992, 105¨.
[324] Sobre las viviendas y los establecimientos en general cf. Trigger, 1.997, 47-48; Brunton y Caton-Thompson, 1.928, 7-25, epígrafes 11-32; Brunton, 1.937, 2-17, epígrafes 5-38; Hassan, 1.988, 154; Baumgartel, 1.955, 23; Rice, 1.990, 29 (de donde procede la cita); Hoffman, 1.984, 145; Gordon-Childe, 1.985, 56; Midant-Reynes, 1.992, 154-155.
[325] En general, sobre los enterramientos badarienses cf. Midant-Reynes, 148; Vercoutter, 1.992, 102-103; Drioton y Vandier, 1.994, 25; Trigger, 1.997, 48; Baumgartel, 1.955, 21; Brunton y Caton-Thompson, 1.928, epígrafe 41, 49, 89y pp. 19 y 42-48; Brunton, 1.937, 43, 47 y epígrafes 56-60; Parra Ortiz, 1.998, 17-19 y 20; Anderson, 1.992, 51-66. La cita de Vandier procede de 1.952, 112; Pérez Largacha, 1.993, 53 (quien se mantiene acorde con las tesis de no ausencia de jerarquización que plantea Anderson contradiciendo a Trigger).
[326] Sobre la vinculación Oeste-Más Allá y la posibilidad de existencia de un ritual funerario cf. Parra Ortiz, 1.998, 20.
[327] Baumgartel, 1.955, 23.

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