El nacimiento de la civilización egipcia
Por Carlos Blanco
29 marzo, 2005
Modificación: 19 mayo, 2020
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129.- La transición entre el período Predinástico Antiguo y el Predinástico Reciente (Nagada I y Nagada II) conlleva numerosos cambios tradicionalmente atribuidos a influencias del sudoeste asiático. La continuidad histórica entre el Amratiense y el Gerzeense es indudable, remitiéndonos nuevamente a la estratigrafía de Hammamiya (cf. 105bis), lugar en el que aparecieron los restos superpuestos de las tres culturas predinásticas del Alto Egipto siguiendo un principio de sucesión cronológica estable. Todo ello sumado a las dataciones del Carbono 14 (cf. 130) han hecho posible la fijación de una secuencia altoegipcia perfectamente definida. Volviendo a los mencionados “préstamos culturales” procedentes del área de Mesopotamia (cf. 141-143), cabe destacar la tendencia de los primeros egiptólogos a caracterizar la mayoría de los elementos innovadores producidos por la cultura Gerzeense en un ámbito oriental. Actualmente, las teorías más modernas han abandonado esta propensión, manteniéndose cautas en lo relativo a estos aspectos, únicamente dirigiendo la naturaleza de los cambios (de diversos órdenes: tecnológico, cultural, social, etc.) que sin lugar a dudas, es decir, con el respaldo de los testimonios arqueológicos, puedan ser distinguidos nítidamente como asiáticos. Se denota la sustitución de las antiguas técnicas industriales y un incremento considerable del comercio exterior a gran escala, así como la infiltración de nuevas clases étnicas. En todos sus aspectos la cultura Gerzeense alcanzó un alto grado de madurez comparable al de la civilización faraónica en los primeros tiempos.

130.- El período Gerzeense ha sido datado entre el 3.750 y el 3.450[350]. Su extensión geográfica es notablemente mayor que la de sus predecesoras. En las regiones más septentrionales los tres grandes cementerios de la región de El Fayum (Gerzah, yacimiento epónimo, Abusir el-Meleq y Harageh) y las tumbas de Minshat Abu Omar, Tell Aga y Tell Samara, en el Delta, atestiguan la profusa difusión de esta cultura en el norte. La clásica franja comprendida entre Matmar e Hierakómpolis(incluyendo Abidos, Hu, Nagada, Ballas, Gebelein…) constituye una vez más uno de los núcleos centrales En el sur se han identificado más de una docena de puntos de contacto o avanzadillas de los establecimientos cercanos con el Grupo A Temprano de la Baja Nubia, aunque en esta zona se conservaron influencias amratienses producidas en etapas anteriores. Lo cierto es que la unidad cultural conseguida en época Gerzeense que abarcaba desde Nubia hasta el Delta es un claro precedente de la Unificación ocurrida pocos siglos después. Para Trigger el hecho de que los principales centros gerzeenses sean Hierakómpolis y Nagada está estrechamente relacionado con el carácter mítico de estas dos ciudades en época histórica, ya que la primera estaba representada por Horus y la segunda por Seth[351].

131.– Indudablemente el elemento en el que es más factible el cambio producido por las cada vez más características influencias orientales sobre la cultura Gerzeense es la cerámica. La clase White Cross-lined tan típica del Amratiense desaparece progresivamente en aumento de la denominada “Decorated ware”. Todavía continúan algunas muestras de las vasijas de borde superior negro y roja pulida. El nuevo tipo de cerámica consiste fundamentalmente en vasijas de color ocre claro pintadas con abundantes y numerosos motivos en rojo castaño. La decoración es diferente según los S.D. a los que pertenezcan los diferentes vasos. En las primeras etapas ésta se basa casi por completo en elementos no figurativos, tales como espirales, trazos sin forma definida, líneas serpentiformes y elementos moteados que cubren la mayor parte de la superficie. Las jarras de asas onduladas (Wavy Handled) sufren una degeneración continuativa cuyos baremos fueron utilizados por Petrie en la elaboración de su sistema de S.D. Sus evidentes semejanzas con la cerámica del Bronce I de Palestina y los niveles calcolíticos antiguos de la cultura de Jericó VII y Beth Shan XVIII nos remiten inequívocamente a contactos comerciales con estas regiones del sudoeste asiático que desembocaron en préstamos culturales factibles en los tipos cerámicos que repentinamente aparecen en el entorno estilístico egipcio. A partir del S.D. 45 los motivos adquieren un carácter naturista, ya que son las plantas, animales, hombres y embarcaciones los constituyentes de los temas decorativos; el medio fluvial es el protagonista indiscutible. Por otra parte, los vasos picudos y teriomorfos, recipientes con la forma de un animal determinado (normalmente relacionado con el ámbito acuático –hipopótamo o pez-) que puede ser atribuido a una serie de influencias exógenas. Es incierto el uso del torno de alfarero movido a mano para la elaboración de las cerámicas de arcilla y carbonato de calcio (obtenida de las colinas que bordean el Nilo). De ser así, podría haber existido un tema de producción en masa a gran escala practicada en los diferentes centros de poblamiento de la cultura Gerzeense. Las semejanzas tipológicas alcanzadas durante las fases medias y tardías y la uniformidad de los motivos estilísticos son un firme apoyo para esta teoría[352].

132.- Los motivos de los vasos D-ware han sido objeto de numerosas discusiones interpretativas. En términos generales, los distintos elementos decorativos pueden ser clasificados en tres grupos: los relacionados con el entorno geográfico y el medio fluvial (líneas y trazos que representarían las montañas y las olas y demás componentes que constituyen el medio fluvial); las embarcaciones e integrantes materiales del conjunto iconográfico; y finalmente las figuras de hombres, animales y plantas: los seres vivos. A continuación incluiremos una descripción superficial de cada uno de los diez elementos principales que constituyen la decoración del total de las vasijas D-ware gerzeenses. Al concluir este análisis expondremos el examen de una vasija determinada seleccionada según criterios estilísticos (hemos intentado que el ejemplar escogido contenga el mayor número de motivos posibles que nos permitan completar una interpretación del conjunto iconográfico) para lo cual haremos uso de las diversas teorías expuestas (cf. 134)[353].

133.– 1°. Las espirales: Herederas de una compleja tradición cosmológica que se hunde en las raíces del sustrato cultural pan-africano, la espiral es un motivo que representa la fecundidad lunar y acuática, el equilibrio frente al desequilibrio y la expansión indefinida del universo[354].

2°. Los áloes: Plantas muy comunes en las vasijas gerzeenses que tradicionalmente y desde las investigaciones del famosos naturalista alemán Schweinfurth han sido asociadas a estas liliáceas. Con un análisis detallado de los motivos vegetales reproducidos en los recipientes de la clase D-ware se pueden apreciar perfectamente las sorprendentes semejanzas entre éstos y los áloes. La hojas son largas y carnosas, que arrancan de la parte baja del tallo, el cual termina en una espiga de flores rojas y en ocasiones blancas, de las que se extrae un jugo resinoso y muy amargo empleado actualmente con finalidades médicas. Se expanden a ambos lados del tallo y parten de un círculo en ocasiones concéntrico. Los áloes pueden ser independientemente del lugar pequeñas plantas acaules (denominación de los vegetales cuyo tallo es tan pequeño que parece que no lo tienen) o grandes masas arbóreas. En opinión de algunos autores como Petrie, estas plantas poseen un significado de orden funerario, ya que los egipcios modernos y en general todos los orientales acostumbran a colocar un ejemplar delante de las tumbas de sus muertos; práctica resultante de la recategorización de esta planta como símbolo de eternidad debido a que no necesita mucho agua para su conservación[355].

3°. Los antílopes: Pese a que Petrie identificó los mamíferos artiodáctilos presentes profusamente en las vasijas con los gamos y Baumgartel hizo lo propio con los caprinos, nuestra interpretación (concebida tras un pormenorizado estudio zoológico) indica que estos animales son en realidad kudúes. El gran kudú (Tragelaphus strepsiceros) es una especie de antílope de gran tamaño con un peso sensiblemente superior a los 300 kg. y una longitud de hasta dos metros y medio, de un pelaje pardo-rojizo o gris-azulado, siendo siempre de corto espesor. Posee una cresta dorsal y numerosos flecos que penden del mentón. Sus característicos cuernos describen una espiral abierta y pueden llegar a medir 180 cm. Es muy sociable y forma grupos de entre cuatro y diez componentes. Además de este género de kudú, existe otro de menor tamaño cuyo dato más relevante es la ausencia de barba, tal y como indica su nombre científico (Tragelaphus imberbis)[356].

4°. Las embarcaciones: Pueden considerarse el motivo más importante de la decoración de las cerámicas D-ware, sobre todo si esta atribución la hacemos desde un punto de vista interpretativo (aunque también si se hiciese desde aquél que tratase el ámbito de la difusión y abundancia del mismo) y polemista. Las balsas reproducidas en las vasijas gerzeenses han sido fabricadas con manojos de tallos de papiro atados entre sí (la forma más primitiva de construcción de naves. El término egipcio sepy se usó para describir dicho procedimiento). Suelen aparecer dos cabinas en la zona central de la embarcación y un número indeterminado de remos. La importancia de este medio de transporte es trascendental, teniendo en cuenta que la única forma de desplazarse a grandes distancias en un período de tiempo relativamente corto era mediante el empleo de la navegación fluvial. La estructura forma una línea bien pronunciada y su longitud total se ha estimado (mediante la multiplicación de la distancia de los espacios existentes entre un remo y otro por el número total de la embarcación, generalmente 41) en 30 metros, dimensiones que Loret juzga exageradas. Las analogías con las piraguas siamesas han sido mencionadas por diversos autores, entre ellos Vandier. A modo de ejemplo, la proa de ambos tipos de balsas termina en una elevación de constitución delgada (interpretada primeramente por Petrie como una torre vigía) que gracias a los dibujos de la vasijas gerzeenses se sabe que en realidad son plantas (áloes). Al igual que las egipcias, las asiáticas están hechas con juncos entrelazados. El estandarte situado sobre una de las dos cabinas (normalmente la de popa) es el rasgo más destacable de las embarcaciones. Insignias de clanes o provincias (nomos), siempre con una intencionalidad funeraria, a las que pertenecían los tripulantes del barco, se pueden distinguir bastantes tipos que Petrie reprodujo: 1. Silueta humana con los brazos elevados. 2. Elefante (Elefantina). 3. Halcón. 4-8. De uno a cuatro pares de cuernos ensamblados. 9-12. Áloes. 13. Flor de áloe. 14-15. Planta. 16. Sol (recategorizada con Ra). 17. Sol o cabeza de maza piriforme. 18-21. Colinas. 22-27. Diversos trazos geométricos (en zigzag la mayoría) faltos de interpretación. 28. Flechas de la diosa Neith de Sais, en el Delta. 29-30. Arpones. 30-31. Insignias del dios Min y de su lugar de procedencia, el nomo IX del Alto Egipto (Panópolis; cf. infra, 134). El halcón (representación del dios Horus, símbolo del Bajo Egipto), el arpón y las flechas de Neith son de clara procedencia septentrional[357].

133bis.- 5°. El ave zancuda: Comparativamente este animal puede ser identificado con una garceta intermedia (Egretta intermedia), de 40 cm. de altura y 65 de envergadura, que únicamente se diferencia de la común en que carece del largo penacho que adorna su nuca. Las características concuerdan perfectamente con las que debería poseer el ave de las iconografías, ya que habita en el Norte de África, frecuentando zonas pantanosas entre papiros y juncos[358].

6°. Los triángulos: Seriaciones de triángulos yuxtapuestos acompañados a veces de líneas onduladas. La mayoría de los investigadores coinciden en que representan las colinas circundantes al río y en general el paisaje del entorno, en el que las mencionadas líneas onduladas representarían el agua.

7°. Las líneas onduladas y otros motivos simples: Se puede afirmar que el primer motivo representa elementos geológicos del paisaje, indistintamente arena o agua. Naville y Edgerton se muestran acordes con esta última opinión. Las líneas entrecruzadas se asemejan a elementos de cestería. Algunas vasijas están profusamente decoradas con motivos simples indeterminados, tales como semicírculos y medias lunas crecientes[359].

8°. Los árboles: En contraste con los áloes, estos elementos vegetales no han sido aún identificados. Bissing habla de “mariposas”; tesis ya rechazada. Keimer, uno de sus más vivaces críticos, concluye que las investigaciones deben centrarse bajo la convicción de que el ornamento representado es una planta (así lo declara en una carta remitida al conservador francés J. Vandier, como él mismo relata). Petrie cree que se trata de un matorral, mientras que Naville y Capart proponen que sea un sicómoro, árbol del cual las ramas parten de la base del propio tronco[360].

9°. Las velas: Esta es la interpretación más certera consignada al enigmático motivo consistente en una forma rectangular en la cual los pequeños lados han sido generalmente escotados. En el centro se encuentra un poste que excede ligeramente de la base, internándose en la superficie inmediatamente inferior al motivo creando una especie de ancla que actuaría como elemento simbólico de fijación. De la parte superior salen dos líneas oblicuas. El interior del rectángulo lo componen una serie de líneas paralelas, cuya función no ha sido aún determinada. Ch. Boreux cree que el motivo en cuestión es un escudo, aunque en la actualidad las teorías más modernas han abandonado esta explicación tradicional, decantándose por las velas. Para los autores que defienden esta última hipótesis, el que estos objetos se sitúen en las inmediaciones de las embarcaciones no hace sino confirmar la tesis. Así pues, cabe destacar la presencia de un motivo indeterminado que se asemeja notablemente a una Z y a una épsilon griega del revés. Capart y Petrie coinciden en el carácter ornitológico del mismo, proponiendo ver en ellos una forma estilizada de aves volando. Para Brunner-Traut estos objetos son en realidad pieles utilizadas como trineos para barcas funerarias, tesis no aceptada por todos los autores, ya que algunos (como por ejemplo Midant-Reynes)alegan que la interpretación de Brunner-Traut se basa en costumbres funerarias faraónicas, y no es del todo evidente que se hayan practicado durante el período Predinástico[361].

10°. Las figuras humanas: Su papel en las representaciones puede considerarse como secundario. Generalmente son danzarinas y pastores dirigiendo su ganado. Las primeras, de brazos levantados, caderas exageradas y composición estilizada, se asemejan mucho a las típicas del Amratiense (cf. 125). El segundo caso tiene su más distinguible exponente en una escena en la que seis cabras (en esta ocasión se trata particularmente de caprinos y no kudúes) son conducidas por un pastor que en su mano izquierda sujeta un bastón. En la parte inferior aparecen trece triángulos que representan las montañas del entorno, y encima de cada animal hay un par de signos Z. La interpretación del conjunto es clara: un pastor guiando a su ganado por entre las montañas acompañado por numerosas aves[362].

134.– La vasija 20.304, expuesta actualmente en el Museo de Berlín, de 24 cm. de altura, será objeto, como ya hemos anunciado (cf. 132), de un detallado análisis que compendie lo sustancial de las definiciones de los diversos motivos anteriormente expuestas que nos permitan concebir un significado completo del conjunto iconográfico. De revestimiento pardusco con una capa de pintura castaño-clara apagada, la imagen alberga una escena de la vida del Valle nilótico en su más vivaz representación. En la parte superior hay cinco líneas onduladas que simbolizan el medio fluvial, el agua; las cuales son sostenidas por una serie de triángulos yuxtapuestos que constituyen las colinas circundantes al río. El grueso de la escena se desarrolla debajo de estos dos elementos geográficos. En ella, una embarcación de gran eslora, con numerosos remos y dos cabinas emplazadas en el centro de la misma. El estandarte ensamblado a la cabina de popa se corresponde con los emblemas 30-31 de Petrie (cf. 133), en este caso el nomo IX del Alto Egipto, el del dios Min. Éste se encuentra entre las provincias de Afroditópolis y Tinis. La nomenclatura griega es Panópolis, debido a las similitudes entre la divinidad egipcia y la griega Pan. Akhmin, el nombre actual, era llamada por los antiguos como Ipu o Khent-min, en copto Khmin o Shmin y en griego Khemmis. La fauna esteparia la constituyen tres kudúes y un ave zancuda. Una danzarina completa la escena. A la derecha de la insignia provincial está presente una de las conocidas velas de difícil interpretación.

135.- El trabajo de la piedra experimenta una serie de considerables modificaciones técnicas que pueden ser perfectamente interpretadas como un hecho resultante de la infiltraciónde nuevos elementos exógenos que representaron una ruptura parcial con las tradiciones pasadas del Amratiense. En general, se trata de una industria de láminas en la que ocupan un alto porcentaje los buriles (entre los que cabe destacar los de borde retocado), los raspadores, las hachas talladas y aunque en menor proporción las piezas bifaciales. El refinamiento alcanzado en las diversos ejemplares se debe a una excelente combinación de las técnicas de percusión, presión y pulimiento, a lo que hay que añadir la magnífica calidad del sílex, material empleado para su fabricación. Las hojas en forma de cola de pez con base en U pertenecientes al S.D. 38 (cf. 124) son masivamente reemplazadas por otras en forma de cola de milano con base en V. Las puntas de flecha de base cóncava tan abundantes en otros períodos, como el Merimdense, se dejan de fabricar en incremento de las flechas en forma de cincel (cf. 85). En las fases finales del Gerzeense aumentó la producción de un tipo característico de cuchillos caracterizados por una extrema delgadezobtenida mediante delicados retoques paralelos aplicados a la superficie y el contorno de la pieza que le proporcionaba una llamativa forma de cimitarra (sable tradicionalmente usado en Oriente, en egipcio clásico jepesh, usando como determinativo el signo jeroglífico T16). Un factor importante en el desarrollo de la industria artesanal gerzeense es la apreciable y progresiva (y por adición consecuente) especialización de las tareas que por aquellos tiempos se produjo. La gran habilidad técnica demostrada por las diferentes muestras artísticas conservadas sugiere la existencia de talleres en los que operaban grupos de obreros dedicados exclusivamente a un tipo de menester industrial cuyas consecuencias son una mayor caracterización del trabajo y producción artesanales. De cada provincia, región o núcleo poblacional sería típica la fabricación de un objeto determinado, como ocurre en la actualidad (principalmente en cuestiones gastronómicas). Las implicaciones que conlleva la existencia de un sector primario en auge deben centrarse en la importancia de la conservación de un sector social amplio que se mantuviese al margen de las actividades productivas para crear la posibilidad de un comercio interno. Se han barajado diversos datos estadísticos, entre los que cabe destacar el que alude a la relación de cincuenta productores por un solo no productor. Todos estos aspectos provocaron un aumento del tráfico mercantil y un crecimiento de los centros urbanos, a los que cada vez un mayor número de habitantes acudía. A ello se ha de añadir el carácter de residencia de las antiguas elites tribales ahora convertidas en grandes familias aristócratas que establecen las ciudades como elementos de centralización administrativa y a gran nivel y centro de la unidad territorial y religiosa del proto-estado (es un hecho totalmente corriente que durante las épocas de esplendor las monarquías tiendan a centralizar al máximo los sistemas gubernamentales en su feudo tradicional. Ejemplos conocidos los podemos encontrar en el reinado de Salomón en Israel y el de Jeroboán II en Samaría, en los que se puede apreciar una intensa agrupación institucional en torno a las respectivas capitales). Así pues, las cifras demográficas de entonces experimentaron un considerable incremento. Posiblemente destacase por entonces la figura del aprendiz de un oficio que colabora con su progenitor en su dependencia[363].

135bis.– Las cabezas de maza discoidales pertenecientes al Amratiense (cf. 124) son sustituidas por un modelo piriforme (que derivaría en el jeroglífico por ella representado que sirve para escribir el fonograma hd“maza”, “blanco” y “destruir”) de claro origen asiático ya usado en Merimde (cf. 85), quedando relegadas las primeras a una función religiosa (S.D. 42). Los signos T1-4 ilustran la diferencia entre ambos tipos. Históricamente, esta clase de mazas simbolizan el poder del monarca, visible en la famosa Paleta de Narmer, en la que el gobernante golpea con su arma al enemigo derrotado y en los monumentales pilonos de los templos del Reino Nuevo. En la Baja Nubia se han encontrado vestigios de una costumbre similar: en la tumba de un dirigente del Grupo A (sobre esta cultura cf. 66), en el yacimiento de Sayala, se ha encontrado una maza con cabeza en forma de pera en cuyo mango figuran diez animales (elefantes, jirafas, antílopes, leopardos…). La presencia de esta obra artística indica que el individuo depositado en el enterramiento en el cual se halló pertenecía a la más alta clase social[364].

136.- Las paletas de afeite, fabricadas en esquisto, continúan adoptando formas zoomórficas de peces, aves y otras especies animales; tradición ésta profundamente arraigada desde el Amratiense (cf. 124) y que decrece sensiblemente en favor de las más clásicas de tipo romboidal. En el período Gerzeense es frecuentemente encontrar en ambos extremos superiores dos cabezas de animales (principalmente de aves) opuestas simétricamente muy similares a las que en el período siguiente se desarrollarían de una forma muy profusa; esta forma de decoración recibe el nombre de escutiforme. Una protuberancia del cuerpo de la paleta sirve de separación entre los dos cráneos. En ocasiones esta elevación es reemplazada por un número determinado de puntas (normalmente cinco) que evocarían, en opinión de Petrie, plumas de aves (recordando que este tipo peculiar de división sólo aparece cuando las testuces opuestas pertenecen a estos animales). Según este autor y sus modelos cronológico-artísticos los motivos más detallados y refinados suelen ser los más antiguos. En este caso, la forma de idealización tan sofisticada o aparentemente tan cercana a los tiempos históricos habría sido la primera creada por la imaginería de los artesanos gerzeenses, perdurando largo tiempo en su tipología primitiva añadiendo secuencialmente clases secundarias estilizadas. Un ejemplar extraordinario y como tal cubierto de polémica es una paleta escutiforme de los tipos atestiguados anteriormente descritos, con dos cabezas de aves separadas por una protuberancia totalmente rectilínea, que tiene dos signos esculpidos en relieve en los que se ha querido ver las más pretéritas muestras de escritura egipcia conocidas, ya que representarían el jeroglífico mn, designación por antonomasia del dios Min (signos R22 y C8). El principio de dualidad que siempre caracterizaría a la monarquía egipcia y estaría latente en toda la historia político-religiosa del estado aparece aquí en sus primeras manifestaciones. Los peines de largas puntas sufren un gran detrimento, ya que únicamente han aparecido unos pocos ejemplares con cabeza con barba puntiaguda similar a la de las estatuillas masculinas amratienses (cf. 125)[365].

137.- Las figurillas naturalistas de marfil se convirtieron en figurillas-bloque usadas en los actos rituales y ceremonias religiosas, sustancialmente análogos a los fabricados en la Creta minoica, posible prueba de la existencia de contactos comerciales con la isla. En las fases tempranas del Gerzeense adquieren gran importancia las representaciones masculinas de hombres con barba puntiaguda y aún perduran algunos ejemplares de estatuillas femeninas con los brazos levantados semejantes a las que en épocas anteriores se hicieron tan populares. Un nuevo modelo constituido por colgantes cilíndricos con forma de hombre barbudo (ya descritos en el apartado 125) y misteriosas mujeres a las que les faltan diversos rasgos faciales aparece en esta época. De carácter excepcional es la figura de un hombre hecha en marfil de constitución delgada con un prominente estuche fálico que no nos deja de evocar la estilizada imagen del dios Min con su pene erecto y descomunal. También se han documentado numerosas figuras femeninas en terracota cuyas primeras manifestaciones datan del Amratiense, aunque sería durante el período que compete a este capítulo cuando su producción alcanzó una notable cantidad. La única característica innovadora es la adición de vello capilar al cráneo, hasta entonces inexistente en las demás muestras artísticas. Consiste en mechones toscos y gruesos, y la realización facial es muy pobre. La terminación redondeada y curvada de los hombros sugiere la carencia de extremidades superiores. Los pechos caídos y el moldeado de las piernas en una única masa arcillosa, en la que sólo una línea precisa la separación de ambas extremidades, nos remiten a las figurillas de etapas precedentes[366].

138.- Los amuletos y las cuentas adquieren gran relevancia en el panorama ornamental. La pechina en forma de cabeza de bóvido se fabrica indistintamente en marfil, hueso y piedra[367]. La esquemática de la figura posee un perfecto dominio conceptual de la forma que se desea representar. Los ojos han sido evidentemente incrustados, y los cuernos invertidos prolongados a partir de la parte superior del cráneo se deben a cuestiones técnicas (la búsqueda de solidez, ya que si los cuernos se hubieran dispuesto de la manera convencional la estabilidad de tan pequeño ornamento sería muy poca). Las implicaciones mágicas y rituales que este amuleto conlleva se deben a su recategorización con la simbólica “vaca celeste” de las mitologías egipcia y africana (cf. 41), por lo que es comprensible su amplia difusión. Aparte de este modelo existen otros con forma de garfio, cilindro, moscas e incluso de sapo, con un orificio en el centro para poder insertar la correa de la que pendería el objeto. Así pues también se han hallado numerosas perlas hechas con los huesos de los peces consumidos, en piedra, marfil, conchas de molusco o un compuesto típico egipcio consistente en masa de sílice, arena o cuarzo triturada con una espesa envoltura de esmalte denominada “loza”[367bis].

139.- La industria de cobre adquiere gran importancia durante el período Gerzeense, generalizándose sus utensilios durante la totalidad de la prolongación temporal de esta etapa. El uso regular de este material sugiere la existencia de numerosos contactos mercantiles con las regiones mineras del Sinaí y el Desierto Oriental a través dela vía natural de Wadi Hammamat. Maadi (cf. 100) ocuparía un papel trascendental en el comercio con el exterior, especialmente con las áreas mineras claves en la obtención de cobre mencionadas, al actuar como importante enclave comercial y caravanero. Para la culminación de estas importaciones y contactos comerciales se debió emplear el asno como medio de transporte eficaz, ya que se han identificado restos óseos de este animal en el emplazamiento de Armant pertenecientes a la época que concierne. No hay pruebas concluyentes sobre la domesticación del camello, a pesar de haberse encontrado un pequeño modelo en Abusir el Meleq que parece representar este mamífero. De ser así este hecho no implica en absoluto ninguna prueba de su domesticación en fechas tan tempranas, como tampoco hay testimonios suficientes que apoyen la hipótesis tradicional que atribuye su amansamiento al Próximo Oriente asiático, ya que hay muestras de huesos en el norte de África desde el Pleistoceno. De Morgan halló en el yacimiento de Adaïma, en el Alto Egipto, dos hachas de cobre depositadas en el interior de una vasija. Dagas, cuchillos, láminas, brazaletes, puntas de lanza, arpones, anzuelos, agujas, anillos, pequeños instrumentos y ornamentos fabricados mediante el proceso de fundición acabado por martillazos, técnica tradicionalmente atribuida a un contexto histórico palestino cuyos límites aún no han sido establecidos, constituyen el grueso de la producción de cobre. Parece por lo tanto arriesgado ubicar más de lo estrictamente necesario a un ámbito extranjero. El oro y la plata comenzaron a ser trabajados en esta época. Diversos productos de lujo eran adornados con estos metales preciosos. Los objetos fabricados en este último mineral han sido calificados por Baumgartel como “más abundantes de lo que cabría esperar”, aunque no es del todo claro que este material fuese importado como han sugerido esta y otros autores, ya que la plata parece haber sido obtenida por una aleación de oro y plata denominada “oro blanco”, procedente del Desierto Oriental, más valorado por los egipcios hasta finales del Reino Medio que el oro propiamente dicho[368].

140.- Los cuchillos “Ripple flake” (literalmente “cuchillos escamados”) encuentran un período de florecimiento artístico durante el Gerzeense medio y tardío. Sus dos características principales son la presencia de una serie de elevaciones en S y la alternancia de una cara cuidadosamente pulida y otra retocada por las mencionadas protuberancias superficiales. El borde habitualmente rectilíneo tiende a hacerse cóncavo. Las piezas, de notable delgadez, poseen una longitud media (de 20 a30 cm.) y una anchura que oscila entre los 4’5 y los 6 cm. De los seis ejemplares enmangados distribuidos por diversos museos de todo el mundo (El Cairo, el University College de Londres, el Louvre, el Museo de Brooklyn o el Metropolitan de Nueva York) la obra maestra de este género es sin duda alguna el cuchillo de Gebel el Arak. Descubierto en la localidad de Gebel el Arak, en la orilla este del Nilo, cerca de Dendera, por razones estilísticas puede ser atribuido a las últimas fases del Gerzeense (aprx. 3.300 a.C.). La influencia asiática presente en los motivos decorativos de la pieza es innegable, aunque estos influjos sólo deben ser interpretados en el terreno artístico, ya que la temática de las escenas es un claro reflejo de la situación política que por entonces atravesaban los proto-estados altoegipcios sumidos en continuos conflictos militares que precedieron a la Unificación. El mango, en marfil de hipopótamo, presenta una decoración similar a la que conforma las paredes de la Tumba 100 de Hierakómpolis (cf. 150). En ambas caras aparecen imágenes de guerra. En una de las dos nueve combatientes, pertenecientes a grupos claramente distinguibles (el primero estaría compuesto por los de cabello corto y el segundo por los de cabello largo acabado en una prominente trenza o coleta), dispuestos en cuatro luchas diferentes (tres grupos de dos guerreros y uno de tres). Las armas se reducen a mazas piriformes y puñales de sílex convencionales, y su repartición es irregular. En la parte inferior de la misma cara dos asociaciones de naves contienen numerosos muertos esparcidos entre ellas. Los dos tipos de barcos representados tienen diferencias notables entre sí. Los de la primera clase son de proa y popa altos, mientras que los segundos son de quilla curva. Los de esta última categoría son los pintados en las vasijas decoradas descritas en los epígrafes anteriores y en el “lino pintado de Gebelein” (cf. 144). Los del primer grupo son conocidos gracias a los descubrimientos de Winkler en el Desierto Oriental y que este autor atribuyó a los “invasores venidos del Este” (para una crítica de las ideas de Winkler y un resumen en cuestión sobre las barcas cf. 45). Esta clase de embarcaciones poseen una enigmática circunferencia colocada sobre una especie de mástil interpretado tradicionalmente como un artefacto destinado al movimiento de izar las velas. La birreta que atraviesa diametralmente este objeto sería una polea[368bis]. En el centro de la nave hay una cabina de techo abovedado flanqueada por un mástil de enseña, la cual reposa sobre un soporte en forma de media luna creciente. En la popa se encuentra un punto de apoyo sobre el que debería descansar el remo. El cuerno de codaste situado al final de la nave contiene un emblema que simboliza la divinidad Khonsu y que reposa en otra media luna creciente. La descripción de los barcos del registro inferior ha de ser la misma propuesta para las barcas de las vasijas decoradas (cf. 133), aunque a diferencia de estas últimas las del cuchillo de Gebel el Arak carecen de remos y el ramaje de proa es reemplazado por una cabeza de toro y no hay estandarte de la provincia, tribu o agrupación humana correspondiente.

En la cara principal aparece el, a nuestro juicio, elemento más importante y en consecuencia más característico de este cuchillo: la figura del “Señor de los animales” o “Gilgamesh mesopotámico” (sobre él cf. 37), de claro origen asiático, análogo al hombre altivo y majestuoso representado en la Tumba 100 de Hierakómpolisque domina un león con cada mano. El bonete cónico, la vestimenta y la barba son los distintivos que lo atribuyen al contexto sumerio de finales del IV milenio a.C. Justamente debajo de esta escena aparece un gran óvalo abierto que probablemente sea un botón de suspensión, ya que según nuestros criterios de interpretación simbólicos nada está hecho siguiendo criterios de meros elementos decorativos. El resto de la imagen la componen dos perros, uno a cada lado del orificio (claramente domésticos, ya que llevan varios collares), que acompañarían a su amo (quizás el héroe entre dos leones) durante una partida de caza.Una gacela y dos íbices o cabras montesas alertadas por la posible presencia de cazadores (difícilmente distinguibles a causa de la falta de espacio), además de un fiero felino atacando a un bóvido por la espalda para evitar sus cuernos. En el extremo inferior hay otros dos animales, probablemente otro toro y un gato o perro. La importancia del cuchillo de Gebel el Arak radica, además de en los avances técnicos que representan los estilos de talla y escultura de los motivos decorativos, en la significación de las escenas esculpidas y en su aportación a la comprensión de la agitada época que precede a la Unificación política, especialmente en lo referente a las continuamente mencionadas influencias mesopotámicas. Sabido es que desde finales del Gerzeense en adelante el Alto Egipto mantuvo contactos con la Baja Mesopotamia, cuyo resultado fue la introducción de algunos elementos simbólicos y de la cultura material que, como ya hemos advertido, no es conveniente sobrevalorar, ya que motivos aparentemente extranjeros como el Gilgamesh del cuchillo se dan también en las pinturas del Sahara neolítico, y de las cinco figuraciones que del mismo hemos registrado en el Alto Egipto cuatro son más afines al estilo sahariano que al mesopotámico (a excepción del presente en el cuchillo de Gebel el Arak)[369]. Así pues, lo más probable es que se trate de un tema compartido por el sustrato cultural saharo-nilótico-mesopotámico, siempre señalando la importancia que tiene el “toque particular” que toda cultura da a los motivos extranjeros importados haciendo de ellos un elemento autóctono propio y característico.

141.– Los contactos con la Baja Mesopotamia que caracterizan notablemente la cultura Gerzeense han sido interpretados de diferentes formas, esencialmente en los aspectos relacionados con las vías de infiltración. Las rutas más comunes son las que por el Este y a través de la península del Sinaí (probablemente pasando por Maadi) llegan hasta la franja de Gaza, en Palestina, desde la que se puede acceder fácilmente al área mesopotámica. Alternativo a esta vía comercial es el camino que desde el Wadi Hammamat y cruzando el Desierto Oriental llegaría hasta la costa del Mar Rojo, para desde allí embarcarse con destino al Golfo Pérsico (privilegiada entrada a las poblaciones sumerias con las que era objeto comerciar). Desde el Norte las posibilidades son también varias. Se podría haber recorrido la costa por vía terrestre hasta alcanzar Siria, pero la falta de testimonios arqueológicos en la zona (tales como restos cerámicos, cilindros-sellos o cuentas de lapislázuli, material importado a través de esas regiones) que avalen esta hipótesis nos impide dirigirnos por esa alternativa. Por lo tanto, sólo queda como opción lógica aquélla que navegando por el mar Mediterráneo llegaría hasta las costas y los puertos palestinos. Las primeras posibilidades (las “terrestres”) han sido descartadas por la ausencia de restos que sugieran la existencia de una vía de comunicación o de paso obligado por la zona, ya que, a modo de ejemplo, en Palestina, cuanto mayores son las evidencias de contactos más fluidos y continuos entre Egipto y Mesopotamia menores vestigios de influencia de esta última se encuentran en sus yacimientos. Por otra parte, una ruta directa que cruzase Arabia es, dadas las circunstancias etnológicas que nos impiden establecer que en esas fechas se hubiese domesticado el camello, inviable. La ruta marítima hasta el Golfo Pérsico antes citada no es factible, ya que la mecánica náutica de la época no permitía construir embarcaciones lo suficientemente resistentes como para transigir varias semanas en el mar (ya que la longitud entre la costa del Mar Rojo y el golfo teniendo en cuenta los numerosos obstáculos geográficos es de aproximadamente 6.200 km.), además de la peligrosidad y el alto coste de vidas que supondría, circunstancias no favorables para cualquier tentativa de comercio. Así pues, la única ruta aceptable es la marítima a través del Mediterráneo, que parece ajustarse perfectamente a los hallazgos arqueológicos. En el territorio comprendido entre la costa siria y el curso del río Éufrates se han identificado diversos puntos comerciales del Protoliterario mesopotámico. Con ello podemos establecer los diversos enclaves de la ruta mercantil. El punto de partida se localizaría en Buto, en el Delta (cf. 103bis), en donde los restos cerámicos son atribuibles a la cultura de Amuq (procedente de la Siria septentrional) y los diversos clavos y conos de arcilla a la cultura material de Mesopotamia. Desde su privilegiado puerto los barcos partirían hacia la costa siria, para continuar por vía terrestre hasta el Creciente Fértil. En el cosmopolita Delta habría una comunidad de asiáticos que bien podría explicar el estilo oriental de algunos edificios de la ciudad de Buto. La técnica de construcción de ladrillos no es, de hecho, un préstamo que necesariamente provenga de Mesopotamia, a pesar de que es en los templos Uruk y Jemdet Nasr donde más se empleó, ya que se han atestiguado restos de ladrillos de barro en una casa rectangular datados en el Amratiense (cf. 127), anteriores, por lo tanto, a las fechas de máximo contacto entre ambas regiones. Aún así, hay suficientes pruebas estilísticas que confirman que el método usado y las construcciones a las que se aplicó son completamente autóctonos. Para concluir sobre la temática de los contactos entre Mesopotamia y Egipto cabe destacar la presencia en las fuentes mesopotámicas del tercer milenio a.C. de unpaís denominado “Magan” que puede ser identificado con Egipto, hipótesis sostenida por S. Kramer y apoyada por autores como E. Quintana. De ser cierta la igualdad Magan/Egipto este último habría sido un importante exportador hacia el Próximo Oriente asiático de cobre, alabastro, diorita, cañas, dátiles y ganado menor. Mesopotamia exportaba a Egipto cebada, aceites de sésamo y diversos útiles textiles[370].

142.- El origen de la escritura egipcia es un aspecto estrechamente relacionado con las postuladas influencias mesopotámicas inseparables de cualquier trabajo o intento de descripción de la cultura Gerzeense. Su repentina aparición hacia el 3.200 a.C. no se debe a una importación eventual, ya que el origen de ciertos signos es, como hemos visto principalmente en el capítulo I, mucho anterior al nacimiento de la escritura en Mesopotamia, pues la tradición del Sahara neolítico se remonta mucho más tiempo atrás. Por ello, no se puede hablar de “copia” o “difusión”, sino de préstamo: en realidad, lo que los egipcios habrían hecho es tomar de sus vecinos orientales la “idea” de utilizar símbolos (de su propia tradición simbólica) plasmados en algún soporte físico para recordar cantidades o representar insignias de realeza; en ningún caso los egipcios se habrían basado en el sistema cuneiforme para idear su escritura jeroglífica; habría habido un desarrollo independiente y paralelo de ambos sistemas.

La distinción entre origen y fijación de los signos (componente convencional de un sistema) usados es indispensable para comprender el proceso formativo de cualquier sistema escriturario. El que una imagen ondulada en forma de ola aparezca aisladamente como motivo decorativo en una vasija de época nagadiense no implica que se hubiese querido escribir la palabra o letra que representaría siglos después. Sólo hasta que ese símbolo aparezca integrado en un conjunto de signos insertados en, por ejemplo, un serej (fachada de los palacios reales de las primeras dinastías usado también para contener los nombres de los primeros faraones), para que nos pueda dar la idea de “significación” (asociación mental entre un signo y un concepto)y “expresión” fonográfica siguiendo normas establecidas y repetibles no sería lógico hablar de escritura propiamente dicho[371].

La base de los jeroglíficos egipcios es, sin lugar a dudas, el arte rupestre de las comunidades neolíticas del Sahara y el cuadrante africano boreal. Como señala J. Vercoutter, numerosos signos de la escritura egipcia representados por animales fueron establecidos con anterioridad al IV milenio a.C., ya que muchas de las especies constituidas como determinativos o fonogramas desaparecieron del Valle del Nilo por esas fechas debido a la cada vez más presente aridización del desierto y las consecuencias climáticas que generó para el contexto nilótico, replegándose la fauna progresivamente hacia el sur[372].

142bis.- Como pudimos detallar más detenidamente en el capítulo I, muchos motivos iconográficos del arte rupestre sahariano se establecieron más tarde como signos de la escritura jeroglífica egipcia. Es nuestro propósito citar a continuación los más significativos. Además de los numerosos aderezos, armas y clases de embarcaciones que quedaron después fijados como insignias reales o como componentes escriturarios, la figura de la serpiente cornuda evolucionó hasta convertirse en el signo I9 y el fonograma f. Así pues, la representación de un bóvido cornudo recostado está atestiguada en el signo E9 (bilítero iw). El determinativo para hombre o persona en general, A1, hombre sentado entre cuyas funciones gramaticales destacan la de pronombre sufijo de primera persona de singular, se puede apreciar en numerosas escenas de los macizos centrales del área de Fezzán. Son frecuentes en el Sahara las escenas de individuos en esta posición, apareciendo siempre en actitud dialogante, hecho del que se puede deducir que la característica y función más importante y distintiva del ser representado por el jeroglífico (el hombre) era su capacidad de lenguaje, sin duda la singularidad que más lo diferencia de los animales. El hombre en actitud orante pintado tan abundantemente en las iconografías saharianas repesentaría el prototipo inequívoco del signo A30. J-L. Le Quellec señala que los gestos que muestra la figura deben interpretarse como el origen del jeroglífico para ka (D28), que simbolizaría la energía vital impartida por la divinidad al monarca, y distribuida por este último a todo su pueblo[373]. El signo A15, un hombre caído (ideograma o determinativo en hr “caer”), encuentra numerosos paralelos en los rupestres saharianos que muestran un individuo dispuesto horizontalmente sobre el suelo con los brazos apoyados. A todo ello habría que añadir las ya expuestas similitudes entre diversos elementos de la temática de la imaginería artística sahariana.

143.- Una característica esencial que diferencia la escritura egipcia de la mesopotámica y que impide postular sobre posibles ideas difusionistas que sitúen el origen puntual de la escritura en el área asiática es deducible desde un punto de vista sociológico. En Egipto la escritura ha estado siempre, desde su aparición histórica, ligada estrechamente a la realeza, eje de la vida cósmica, social e institucional del estado egipcio, mientras que en Mesopotamia ésta nació con una clara función económica y funcional, más que religiosa. Un claro ejemplo es el serej con el nombre del rey en su interior. La Paleta de Narmer, por otra parte, vuelve a estar asociada a la monarquía. Cabe destacar también la función nominativa de los primeros documentos protohistóricos, usados para designar ciudades o países. En cuanto al momento exacto de la formación de la escritura jeroglífica, las evidencias arqueológicas nos remiten al Alto Egipto hacia el 3.250 a.C. En la región de Tinis-Abidos, en el transcurso de una serie de excavaciones efectuadas por un equipo alemán en los cementerios reales se ha exhumado la tumba de un gobernante de la llamada Dinastía 0 (cf. 147) e incluso anterior (la tumba U-j, perteneciente a la fase media del Nagada III) en la que había numerosas tablillas de hueso y marfil en las que estaban inscritos signos evidentes de la escritura jeroglífica con nombres de posibles reyes predinásticos y asociaciones de palabras que según G. Dreyer, su descubridor, indicarían el lugar de procedencia del objeto (a modo de ejemplo, en una de las 150 tablillas horadadas para permitir su sujeción aparecía la combinación jardín/ plantación del (rey) Escorpión/ Pez/ Toro/ Elefante- animales que identifican a los reyes altoegipcios tardopredinásticos-),[374] probablemente las muestras más antiguas de escritura jeroglífica conocida hasta el momento, y, según las diversas dataciones realizadas, más antiguas que los ejemplares sumerios considerados hasta ahora como los más pretéritos de la historia de la humanidad.

144.- Entre los objetos materiales gerzeenses con valor simbólico-histórico cabe destacar una muestra textil procedente del yacimiento de Gebelein (cf. 130), conservado actualmente en el Museo Egizio de Turín, conocida como “el lino pintado de Gebelein”. Consiste en un lienzo de pequeñas dimensiones decorado con escenas de navegación cuyo estilo, tipología e interpretación nos remiten a un contexto claramente gerzeense. Las embarcaciones representadas corresponden a las del registro inferior del cuchillo de Gebel el Arak (cf. 140), es decir, a las del tipo “autóctono” egipcio que figuran en las vasijas decoradas. La imagen central de la composición es, sin duda alguna, el personaje entronizado portando un cetro. A ella se han de añadir las figuras de individuos cautivos y la roseta, elemento estrechamente relacionado con la realeza. En la parte superior izquierda se observan figuras femeninas con los brazos elevados, muy similares a las del tipo de Mamariya pertenecientes al Amratiense, cuya disposición indica actitud de danza con posibles implicaciones rituales. La temática del conjunto iconográfico parece apuntar por un conflicto bélico y la victoria final del hombre entronizado que podría ser un primitivo rey o gobernante de uno de los proto-estados formados durante el Gerzeense (cf. 135). El pequeño objeto dibujado en el extremo superior derecho probablemente se trate de una maza piriforme semejante a la esculpida en la célebre Paleta de Narmer, por lo que confirma las diversas tesis que atribuyen a las escenas de este lienzo pintado un significado vinculado a la realeza. Un continuo desfile del poder del dirigente victorioso representado ocupa el resto de la escenografía, una ilustre comitiva real presidida por las bailarinas que reciben al líder procedente de su fructuosa campaña desde la parte superior del conjunto. Por lo tanto, concluimos que el “lino pintado de Gebelein” es una valiosa muestra de la presencia en el período Gerzeense de líderes e incluso reyes que frecuentemente realizaban expediciones bélicas al frente de una gran flota cuyo resultado era la captura de prisioneros y la dominación de las comunidades circundantes; imaginería de ineludible procedencia gerzeense[375].

145.– Es visible un elevado grado de urbanización en los diversos establecimientos pertenecientes a esta cultura. Numerosos autores han señalado la relación existente entre los enclaves mineros y comerciales y el emplazamiento de un núcleo importante de población en sus alrededores que permitiese una mayor centralización mercantil en torno a su figura, así como una mayor expansión económica y territorial. La ciudad de Nagada, cuyo nombre egipcio significa literalmente “la Ciudad de Oro”, estaba situada frente a su localidad gemela en la orilla oriental del Nilo que controlaba el acceso a las vías de penetración para la explotación de los abundantes recursos naturales que albergaba la región, en este caso Coptos, erigida en la desembocadura del Wadi Hammamat, cuya importancia durante épocas históricas es si cabe mayor, ya que en períodos posteriores el oro que procedía del mismo Egipto era denominado “oro del Desierto de Coptos”, para distinguirlo de aquél importado desde Nubia. Lo mismo ocurría con Hierakómpolis respecto a El Kab, su ciudad gemela en la otra orilla, detrás de la cual un wadi servía como ruta hacia las minas de oro de las que también se beneficiaba Nagada dada su relativa proximidad. El vínculo comercio/establecimiento puede ser una explicación satisfactoria a la problemática que plantea el hecho de que la zona situada entre Abidos y Assuán se hubiese convertido en el centro económico y político de Egipto durante el Predinástico y la época faraónica. Así pues, la aparición de numerosos proto-estados en esta región (el de Nagada, Tinis-Abidos y Hierakómpolis; se habría debido a una constante competencia comercial entre las elites tribales que progresivamente fueron asentándose en un terreno concreto que convirtieron en su feudo particular al servicio de sus intereses políticos y económicos, proceso que R. Carneiro ilustró en su célebre teoría de la circunscripción social: una serie de premisas que se centraban en la aparición de sociedades de jefatura por su papel como núcleos comerciales; tesis apoyada también por investigadores como K. Bard. B.J. Kemp equipara el proceso anteriormente descrito con una partida de “monopoly”, en la que al principio todos los jugadores tienen las mismas oportunidades y recursos, con los que compiten intercambiando sus distintos bienes, conllevando más tarde en un conflicto abierto al que la propia esencia del juego transforma poco a poco desde una atmósfera igualitaria inicial hasta un aventajamiento claro que hace que este ambiente no se prolongue indefinidamente y vayan surgiendo diferencias que alteren el frágil equilibrio de la partida. El juego continúa su curso hasta que uno de los participantes ha acumulado tal cantidad de bienes inmuebles y efectivos como para monopolizar el desarrollo del juego y concluya por lo tanto en una inevitable victoria[376].

146.- La ciudad de Nagada fue el centro de uno de los primeros proto-estados del valle del Nilo. Situada en la margen occidental del río, ha dado su nombre a un yacimiento conocido como “Ombos” (en egipcio Nubt), importante centro del culto a Seth. La característica principal de la localidad de Nagada es su gran extensión, que en época histórica descendió en incremento de la densidad de ocupación. Se pueden distinguir dos grandes zonas (tal y como hicieron Petrie y Quibell): la “South Town”, en el propio yacimiento de Nagada, y la “North Town”, en las inmediaciones de Ballas. El primer establecimiento contiene varias casas de ladrillo y un muro de dos metros de espesor (aunque la relación de este último con las viviendas no está clara), que Petrie excavó a finales de siglo. Las construcciones de barro pertenecerían a una clase social superior, mientras que las cabañas o las tiendas que conformarían auténticos “campamentos” desmontables serían muestras de las posesiones de los grupos sociales más bajos. Los análisis aplicados a los restos de ladrillos han otorgado una antigüedad para el yacimiento de 3.440 +70 a.C. Así pues, otras investigaciones basadas en los materiales de la superficie revelan una planificación ocupacional que iba desde el núcleo original sudoeste hasta las etapas más tardías del eje nordeste. Por su parte, la “North Town” ocupa unas cuatro hectáreas y los restos identificados la atribuyen una activa ocupación durante el Gerzeense. El cementerio predinástico, emplazado detrás del núcleo de habitamiento, es uno de los más grandes del período que nos compete. Por su parte, el cementerio T albergaba tumbas más lujosas y mejor construidas que habrían sido los enterramientos de la elite dirigente[377].

146bis.– En Hierakómpolis (Nekhen según la toponimia egipcia antigua) se ubicó la capital del más importante proto-reino altoegipcio, ya que su frontera se prolongaba hasta el límite meridional con la cultura del Grupo A nubio, en Elefantina. Las dimensiones son contundentes: dos kilómetros y medio sobre la llanura aluvial por cinco kilómetros de longitud hasta un wadi ya en el desierto. Gracias a los trabajos de campo de los arqueólogos británicos J.E. Quibell y F.W. Green a finales del siglo XIX se descubrió un recinto tinita en el interior del cual se emplazaba un antiguo templo predinástico. Así pues se halló un inmenso cementerio entre cuyas tumbas cabe destacar la número 100, que será objeto de una descripción en posteriores apartados (cf. 150). En los años ’70, los datos recogidos por una expedición conjunta dirigida por los estadounidenses W. Fairservis y M. Hoffman indican que el período de ocupación de tan relevante urbe comenzó hacia el 3.800 a.C. (durante el Amratiense, época en la que el núcleo del establecimiento se centraba en la llamada localidad 29, cf. 127; así como en la 11, algo más pequeña, ya que en lugar de los 200.000 m2 de la primera ésta tení 68.400) y finalizó aproximadamente en el 3.100 a.C. (o por lo menos así lo hizo la intensidad con la que se llevó a cabo). En un principio, las viviendas se emplazaron en las tierras más alejadas del río, pero progresivamente y sobre todo en época Gerzeense esta tendencia se abandonó por el proceso contrario, ya que los habitantes se fueron desplazando hacia los terrenos más fértiles y cultivables de la localidad 34b, con una extensión de 36.400 m2. Hoffman explica este cambio repentino atribuyéndolo a una degradación rápida del frágil ecosistema del desierto debida a la agricultura intensiva amratiense y la cada vez mejor visible tendencia climática hacia la aridez. El tipo de viviendas varía considerablemente según el período en el que nos hallemos. Las grandes estructuras rectangulares caracterizadas por sus singulares cimientos de piedra pertenecen al Gerzeense y se asemejan notablemente a las de época faraónica. La parte trasera muestra dos orificios de pequeño tamaño sostenidos por vigas gruesas de madera que actuarían como ventanas. Sus muros poseen una ligera convexidad. Un largo dintel de madera descansa sobre la apertura de la puerta de acceso. Las proporciones estimadas son de siete metros y medio de longitud por cinco y medio de anchura. Excepcional es por completo el modelo procedente de una tumba de Abadiya, moldeado en arcilla, y que sugiere una clase de estilo con claras influencias extranjeras. Los dos elementos que nos obligan a considerar esta hipótesis son dos personajes tallados en alto relieve con una singular cabeza aviforme. Probablemente su función no fuese sólo representativa, sino también práctica, ya que bien podrían ser una muestra perceptible del carácter defensivo del objeto[378].

147.- Por último, el proto-reino de Tinis-Abidos tuvo una gran importancia, centrada principalmente en la política de estategias diplomáticas que llevó a cabo Nekhen para su beneficio y consolidación de su preeminencia sobre el Alto Egipto y más tarde sobre el Bajo, ya que potenciando estas urbes se destruía de forma progresiva la economía de su antigua rival, Nagada, cuyo comercio, basado como ya hemos visto en el oro, quedaba eclipsado por la creciente actividad mercantil que experimentó Abidos hacia el 3.200 a.C. Por ello, la ascensión de Tinis-Abidos fue rápida y sólida, convirtiéndose por ese vasallaje prestado a Hierakómpolis en el centro religioso de Egipto y lugar de enterramiento de los monarcas de la época. Parece ser que la secuencia de tácticas de tan relevante urbe seguía una dirección determinada cuyo objetivo era la anulación de sus posibles competidoras. Maniobras similares se efectuaron con relación a las demás localidades que componían el antiguo proto-reino de Nagada, especialmente en Dendera, enfatizando la integración de las divinidades adoradas en las mismas (como por ejemplo la diosa Hathor). Pero además de esta condición de tributario político de Nekhen cabe destacar otros muchos aspectos del territorio de Tinis-Abidos en sí. Dos cementerios se han localizado en esta última: el U, perteneciente a las últimas fases del Nagada II, en el que se enterró la elite y casta gobernante de la ciudad; y el B, que se podría enmarcar ya en un contexto dinástico inmediatamente posterior a la Unificación. Sería el continuador directo de la necrópolis U, y en él se encuentran las tumbas de reyes como Aha o Narmer. Como ya dijimos (cf. 143) en el cementerio U-j un equipo de arqueólogos alemanes dirigidos por G. Dreyer halló una tumba real atribuida a la Dinastía 0 en la que reposaba un cuerpo identificado como Escorpión I según su descubridor, el cual debe distinguirse del monarca Escorpión que nos es conocido a través de su famosa maza[379]. En conclusión, la condición de necrópolis real que ostentó Abidos durante largo tiempo y su relevancia política son fruto de una política de vasallaje hacia la gran ciudad de Hierakómpolis para acabar con la rivalidad y competitividad que presentaba Nagada[380].

148.- Los enterramientos gerzeenses son de constitución simple, con pocas innovaciones técnicas. Los materiales empleados en su construcción son los clásicos: fragmentos de tierra, madera y pequeños bloques de barro amalgamados que conforman la estructura de las mismas. Generalmente de forma rectangular, con una profundidad que oscila entre 1’00 y 1’20 m., una techumbre de ramas cubiertas por un montón de arena actúa como tejado. La tipología de las tumbas da muestra de una amplia gama de formas y tamaños: fosas redondas, oblongas, ovaladas, tumbas de vaso (especie de cavidades de profundidad media cuya forma se asemeja a la de una vasija enterrada, con un cuello inmediatamente debajo del orificio de entrada que da paso al “cuerpo” de la supuesta vasija, que es en realidad la cámara o la dependencia en la que se encuentra el cadáver), fosas rectangulares sin forrar (es decir, carentes de la típica techumbre), tumbas con o sin ataúd… Se aprecia una progresiva estratificación social presente ya desde el Badariense (cf. 114), puesto que cada vez se encuentran individuos en tumbas mucho más ricamente decoradas y con un mayor ajuar funerario. Los cuerpos se depositan en posición fetal y sobre su costado izquierdo, en una proporción de un 78’2 % los niños y de un 72’2 % en los adultos[381].La cabeza se sitúa en el sur mirando hacia el oeste. Los cadáveres son envueltos en estelas o paños de lino, abandonando las antiguas prácticas de recogimiento en pieles de animales: en estos aspectos es visible una progresiva modernización. En el caso de los menores, los cuerpos se almacenaban en vasijas de grandes dimensiones, generalmente invertidos. En cuanto a las ofrendas las diferencias entre las presentes en ciertas tumbas y las existentes en otras son la prueba más evidente de la gran jerarquización y elitización, etapa previa a la aparición de los grandes líderes unificadores y poseedores de un inmenso poder. Los diversos ornamentos consisten en pendientes, amuletos, brazaletes, collares de perlas talladas (en marfil, hueso, cáscara de huevo de avestruz, ágata, amatista, coral, cornalina, lapislázuli, esteatita y un sin fin de piedras semipreciosas), conchas procedentes de las grandes concentraciones y puestos de recolección del Mar Rojo (lugar en el que se desarrolló esta industria, ya atestiguada desde las primeras etapas), el Mediterráneo e incluso el propio río Nilo en la zona del Delta. Como señala Vercoutter, “el número y la variedad de estos objetos, su color y su material atestiguan el desarrollo importante de las creencias y su valor profiláctico, y en consecuencia de la magia, no sólo en la vida terrenal, sino también en la de ultra-tumba”. La disposición de las ofrendas sigue reglas preestablecidas, ya que los objetos que sirven como ajuar se localizan en lugares concretos de la sepultura. En la parte norte suelen aparecer las cerámicas de complexión larga y con el distintivo borde superior negro, rellenas en la mayoría de los casos de cenizas, prueba de un desarrollado ritual funerario del que hablaremos más adelante (cf. 149). En la zona sur de la sepultura, en torno a la cabeza del difunto (que recordemos se sitúa hacia la sección meridional), las jarras de asas onduladas (wavy handled jars) ocupan el espacio destinado a los bienes del ocupante. Una característica común es su distanciamiento de los cuerpos, cada vez más acentuado, que es sin duda uno de los principios básicos de la estructura de la tumba egipcia. A excepción de los objetos destinados al propio difunto para su cuidado personal, tales como armas, joyas, paletas de afeite, báculos, amuletos, etc., las restantes pertenencias son emplazadas en pequeños compartimentos anexos a la cavidad[382].

149.- Numerosos testimonios avalan la existencia de prácticas funerarias perfectamente definidas, pero cuya interpretación todavía permanece incierta[383]. En primer lugar, el hallazgo de numerosos cráneos con marcas de dientes y fracturas ha suscitado una azarosa polémica; el único dato totalmente certero es que el agente responsable de tales señales es humano e intencional. Según Petrie, este hecho sería muestra de la existencia de un arraigado canibalismo. Sin embargo, tal y como alega Hoffman, ninguno de los cuerpos parece haber sido quemado (por lo que el difunto no habría sido ingerido), lo que dejaría otras dos posibilidades: múltiples re-entrerramientoso la realización de un sacrificio humano. El primero de los casos expuestos es un hábito común en muchas sociedades africanas, en las que se llega a utilizar una misma tumba durante varias generaciones, de forma que la fuerza desprendida por cada uno de los ocupantes se sumase a la del siguiente y le beneficiase en su camino hasta la otra vida. La segunda hipótesis es una costumbre que, aunque macabra, es bastante lógica desde la óptica temporal de las comunidades neolíticas de la época. Como dice Hoffman: “Sacrificar a los esclavos o sirvientes para demostrar riqueza y poder es común en sociedades experimentando la transición de lo tribal al estado”. Como señala Pérez Largacha, “la vida en las sociedades antiguas no tenía valor alguno, en especial en aquellas capas alejadas de la realeza. (…) Esta práctica se constata cuando el Estado está en marcha, en contra de la idea de Hoffman [véase la cita anterior de este autor], aparece cuando los símbolos de poder y status de los reyes egipcios se manifiestan de forma clara”. El ejemplo más conocido es la necrópolis de Ur, en cuyas tumbas reales se encontraron los cuerpos de sirvientes que se suicidaron mediante la consumición de un veneno preparado especialmente para la ocasión[384]. A pesar de los argumentos explicativos presentados por Largacha, si bien se han atestiguado sacrificios en época histórica cuando el poder real estaba consolidado (teniendo en cuenta que sólo se dieron durante las primeras dinastías), es evidente que esta práctica se profesó mucho más activamente en los tiempos anteriores a la formación del Estado y cuando la organización social se basaba en patrones tribales, siendo muestra de involución y retraso. Davies también discrepa de Petrie, y propone como explicación alternativa a las misteriosas señales presentes en los cráneos encontrados en las tumbas que éstas hayan sido hechas post-mortem, siendo su importancia poca o nula[385].

150.- La Tumba 100 o Decorada de Hierakómpolis ha sido considerada como la sepultura pintada más antigua de todo el Valle del Nilo. La atención se centra sobre los motivos iconográficos presentes en sus paredes, ya que las escenas han planteado numerosos interrogantes de orden religioso, histórico y cultural. Para poder hacernos una idea general de la importancia de la misma se procederá a continuación a exponer un esbozo del desarrollo del descubrimiento de esta tumba y de las investigaciones que sistemáticamente se han ido llevando a cabo desde entonces, y que nos han permitido establecer diversas conclusiones generales e hipótesis de trabajo sobre la interpretación de las enigmáticas pinturas.

En el invierno de 1.897-1.898, el arqueólogo británico James Edward Quibell, asistido por F.W. Green, excavaron el Templo Cercado y otros lugares de la antigua capital de Hierakómpolis. El segundo integrante de la expedición dirigió una segunda campaña durante la temporada de 1.898-99, etapa en la cual se descubrió una llamativa sepultura rectangular compuesta por filas de ladrillos y un foso recubierto con yeso con unas coloridas y misteriosas pinturas murales. Fue su descubridor, el propio Green, quien difundió la opinión de que el enterramiento había sido saqueado dos o tres años antes. Las pinturas fueron extraídas de las paredes y transportadas hasta el Museo de El Cairo, donde todavía están expuestas. Desde finales del siglo XIX la tumba no se ha liberado la gruesa capa de arena que la cubre y que ha originado graves destrozos y fragmentaciones. Las primeras discusiones sobre tan célebre hallazgo no debatían sobre la interpretación y significado de las representaciones iconográficas en sí, sino sobre si la construcción descubierta debería ser identificada como una tumba o si únicamente se trataba de una vivienda o habitáculo subterránea, ya que no se halló cuerpo alguno en su interior. Recientes estudios han confirmado su situación en el interior de un cementerio de fácil reconocimiento, en especial gracias a los trabajos de campo efectuados por Kaiser a finales de los años ’50. Todo ello sumado a las evidentes similitudes que guarda con las estructuras no sepulcrales de la misma época han llevado a la conclusión de que efectivamente la obra a la que nos referimos puede ser considerada como una tumba.

En lo concerniente a la datación de la tumba, los datos presentados por los diferentes autores difieren sustancialmente entre sí, por lo que hay numerosas dificultades para determinar su antigüedad. Para Petrie, el monumento en cuestión pertenece al S.D. 63, es decir, al período “Semaniense” que él mismo conjeturó, que se correspondería con el comienzo del Nagada III (cf. 119), es decir, durante la denominada “Conquista dinástica”[386]. Para Reisner la tumba debería ser enmarcada en la Dinastía 0 y clasificada según los tipos de sepulturas de la Dinastía I. Brunton, argumentando la ausencia de esqueleto, pone en duda que se trate de una tumba, proponiendo ver en ella una pequeña capilla, opinión refutada por Kantor, quien además de afirmar el rol de sepultura de ésta, la define como relativa al Gerzeense final. Baumgartel se inclina, a diferencia de los anteriores, por una postura más razonable: los tiempos protodinásticos. Una postura que se aleja ligeramente de las tradicionales arriba enumeradas es la de Kaiser, que prefiere situarla en su Nagada IIc (Gerzeense medio). Los restos cerámicos no hacen sino confirmar la hipótesis de Petrie relativa al S.D. 63, ya que, contrariamente a lo que se creía antes de la publicación en 1.973 de un breve pero denso artículo e J.C. Payne[387], en el que se analizan y estudian las notas de Green, se pensaba que la cerámica depositada en la tumba poseía una cronología demasiado amplia que abarcaba casi todo el Nagada II (a-d). Gracias al mencionado estudio se abandonaron esas antiguas convicciones y prácticamente todos los autores desde entonces aceptan emplazarla en el Nagada III.

Las proporciones son concluyentes: 5’85 m. de longitud por 2’85 de anchura. Esta superficie rectangular está situada a un metro y medio de profundidad. Las paredes están hechas con ladrillos de barro, recubiertas con una capa de yeso. Hacia la mitad aproximada de la sala se alza un muro que, partiendo de la tapia norte, divide el espacio en dos habitaciones. La techumbre carece de bóveda, contrariamente a lo que opinaba Green, basándose en la presencia de un ligero entrante a la altura de las paredes.

Antes de comenzar a analizar la temática de las iconografías de la tumba con la requerida profundidad, es conveniente detenerse a estudiar los materiales y útiles encontrados por los descubridores en la propia tumba. El primer objeto identificado como parte de la colección o muestrario del célebre enterramiento fue una cabeza de maza de pedernal aserrada. Numerosas vasijas de piedra, alforjas y otros recipientes (sobre todo cerámicos) completan la composición del grupo sepulcral. Así pues, un error de registro y catalogación de las piezas enviadas por Green al Ashmolean Museum de Oxford consignó a éstas un lugar de descubrimiento diferente al que en realidad les correspondía, principalmente Abydos y Hu. Afortunadamente, y gracias al intenso trabajo de la Dr. Murray, la corrección de los errores administrativos y burocráticos que incluso habían repercutido en la elaboración de teorías y planteamientos pudo ser solventada, y uno de los resultados de tan importante investigación fue la confirmación de que algo que los expertos ya intuían, como era la procedencia real y efectiva de la propia Tumba 100 de Hierakómpolis (según las listas de Green), en lugar de otros yacimientos circundantes como alegaban las fichas de inventariado. La tabla que se expone en la figura 138 muestra los contenidos encontrados en la sepultura y el registro original de Green, con la clasificación asignada erróneamente en el museo.


[350] Hassan, 1.985; 1.988.
[351] Sobre estos yacimientos cf. Scharff: “Das Vorgeschichte Gräberfeld von Abusir-Meleg”, 1.926 (“El descubrimiento del cementerio de Abusir el-Meleq”); Kroeper: “Latest findings from Minshat Abu Omar”, 1.989, 217-228; Kantor, 1.965, 9; Midant-Reynes, 1.992, 178; Vercoutter, 1.992, 140-141; Vercoutter, 1.992, 150 (enumeración de todos los yacimientos de sur a norte); Trigger, 1.997, 56 (por nuestra parte la interpretación mitológica propuesta por este autor nos parece errónea, ya que los mitos son creaciones religiosas y en raras ocasiones tienen relaciones con hechos históricos. Por ello, el que los pobladores gerzeenses escogieran como lugar de habitamiento dos núcleos que posteriormente en época dinástica tuvieran un importante significado cosmogónico no significa que sus fundadores hubiesen desarrollado ya ese sistema de creencias). Sobre el Grupo A en general, su extensión geográfica, prolongación cronológicay los contactos que mantuvo con las culturas del norte cf. 66.
[352] Kantor, 1.965, 7-10; Amiran y Glass: “An Archaeological-Petrographical Study of 15 W-Ware Pots in the Ashmolean Museum”, 1.979, 54-59; Gordon-Childe, 1.985, 86-87; Petrie: “Abydos”, 1.902, 3; Midant-Reynes, 1.992, 181-182; “Contribution a l’étude de la societé prédynastique: le cas du couteau ‘Ripple-Flake’, 1.987, 185-224; Trigger, 1.997, 53-54; Grimal, 1.996, 33; Gardiner, 1.994, 420; Ucko, 1.967; Vandier, 1.952, 330-332; Spencer, 1.993, 37-40; Baumgartel, 1.970, 488; Lucas y Harris, 1.962, 369.
[353] El análisis más detallado se encuentra en Vandier, 1.952, 334-347. Véase también Hendrickx, 1.998, 213-219; Midant-Reynes, 1.992, 181-182; Vercoutter, 1.992, 165-170; Brack y Zoller: “Die Pflanze auf der dekorierten Naqada II-Keramik: Aloe oder Wildbanane (Ensete?), 1.989, 33-53 (“La vegetación de la cerámica decorada del Nagada II: ¿Áloe o banana salvaje?”).
[354] Sobre las espirales véase nuestro epígrafe 48, en el cual expusimos las diversas teorías interpretativas a raíz del análisis interpretativo de las iconografías saharianas en las que estos elementos decorativos ocupan un privilegiado lugar y en el que podemos encontrar la bibliografía correspondiente.
[355] Vandier, 1.952, 334-336; Schweinfurth: “Ornamentik der ältesten Kultur-Epoche Aegyptens”, 1.897, 391-401(“ Ornamentos de los períodos culturales egipcios antiguos”); Petrie, 1.920, 18; Brack y Zoller, 1.989; Midant-Reynes, 1.992, 180-181.
[356] Merino, 1.994, 316 y 318; Baumgartel, 1.955, 72;Petrie, 1.920, 16; Vandier, 1.952, 336.
[357] Vandier, 1.952, 336-342;Petrie, 1.920, lámina XXIII, 5 y 19-20; Hoffman, 1.984, fig. 7; Lamy: “Egyptian mysteries”, 1.981, 66; Boreaux: “Études de nautique égyptien, l’art de la navigation en Égypte depuis le début de l’epoque préhistorique jusqu’a la fin de l’époque thinite”,1.925, 18-19; Vercoutter, 1.992, 165-169 y fig. 18; epígrafe 45 y fig. 13; Pérez Largacha, 1.993, 75-76.
[358] Vandier, 1.952, 342-343;Petrie, 1.921, lámina XXXV, 55b; El-Yakhi: “Clarifications on the Gerzean Boat Scenes”, 1.985b, 187-195.
[359] Sobre los motivos sexto y séptimo cf. Vandier, 1.952, 343-344; Petrie, 1.901, 16;1.921, lámina XXXII.
[360] Vandier, 1.952, 344-346; Capart, 1.904, 112 y fig. 81; Petrie, 1.920, 18 (Los títulos de los trabajos de Bissing y Keimer arriba mencionados han sido extraídos de Vandier, 1.952, 345-346).
[361] Petrie, 1.921, lámina XXXIII, 41, XXXV, 59; 1.920, 21; Boreux, 1.925, 18, n.2; Vandier, 1.952, 346-347; Schweinfurth, 1.897, 399; Capart, 1.904, 115-116; Hendrickx, 1.998, 214-215; Brunner-Traut: “Drei altägyptische Totenboote und vorgeschichtliche Bestattungsgefässe (Negade II)”, 1.975, 50-51 (“Tres barcas mortuorias altoegipcias y descripción de las sepulturas (Nagada II)”); Needler: “Predynastic and Archaic Egypt in the Brooklyn Museum”, 1.984, 205.; Midant-Reynes, 1.992, 181-182.
[362] Sobre las figuras humanas cf. Vandier, 1.952, 347-350; el-Yakhi: “Remarks on the Armless Human Figures Represented on Gerzean Boats”, 1.981, 77-83; Midant-Reynes, 1.992, 181-182; Vercoutter, 1.992, fig. 16.
[363] En general, sobre el material lítico gerzeense cf. Holmes, 1.989; Gordon-Childe, 1.985, 83-84; Midant-Reynes, 1.992, 183, 186-189; Trigger, 1.997, 55; Casini: “Manufatti litici Egiziani a Coda di Pesce”, 1.974, 203-228. Sobre el simbolismo del “centro” en las culturas antiguas cf. Eliade: “El mito del eterno retorno”, 1.998, 20-25 (M. Eliade escribe: “Paralelamente a la creencia en los arquetipos celestes de las ciudades y de los templos, encontramos otra serie de creencias más copiosamente atestiguadas aún por documentos, y que se refieren a la investidura del prestigio del “centro” (…). El centro es, pues, la zona de lo sagrado por excelencia, la de la realidad absoluta”- 1.998, 20-21 y 25-).
[364] Gardiner, 1.994, 420; Gardiner, 1.991, vol II (signos jeroglíficos y significados); Vercoutter, 1.992, 161-163; Midant-Reynes, 1.992, 183-184; Firth: “Archaeological Survey of Nubia. Report for 1.910-1.911”, 1.927, 205-208.
[365] Petrie, 1.921, láminas LVI, 75 D, M; LVII, 76-77, 78, D, M, 80, B, E, H, L, N; 1.920, 38; 1.939, lámina XXII, 18; “Ceremonial Slate Palettes”, 1.953, láminas A2, 1, B5; Vandier, 1.952, 375-378; Midant-Reynes, 1.992, 183 y fig. 10, a, b, c; Spencer, 1.993, 41; Vercoutter, 1.992, 180-184 y figs. 21-22; Drioton y Vandier, 1.994, 36-37; Keimer: “Notes prises chez les Bisarin et les Nubiens d’Assouan, II partie”, 1.952, 64-77 (constataciones sobre tocados masculinos barbudos entre los nómadas del Desierto Oriental; hecho que corroboraría la tesis de Midant-Reynes según la cual este tipo de cabezas de hombres con barba puntiaguda sería la insignia de una clase dominante).
[366] Gordon-Childe, 1.985, 88-89; Petrie, 1.939, lámina XV, 1-9; Vandier, 1.952, 416ss. y figs. 280-281 y 290-291. La figurilla masculina con un estuche fálico se puede ver en Petrie, 1.939, lámina VIII, 59.
[367] Publicada por primera vez por Petrie y Quibell, 1.896, lámina LXI, 4. Cf. Midant-Reynes, 1.992, 186 y Gordon-Childe, 1.985, fig. 37, 1.
[367bis] Drioton y Vandier, 1.994, 28.
[368] Lucas y Harris, 1.962, 209; Petrie: “Researches in Sinai”, 1.906, 243; Trigger, 1.997, 54-55; Midant-Reynes, 1.992, 184-186; Needler: “The Predynastic and Archaic Egypt in the Brooklyn Museum”, 1.984, 280; Gordon-Childe, 1.985, 82.
[368bis] Así lo ha visto Bénédite, citado por Sacristán Heras, 1.997, 22.
[369] Como ya dijimos en el apartado 37 siguiendo a Cervelló, 1.996 a, 11. En general, sobre el cuchillo de Gebel el Arak (inventario n° 11.517 del Museo del Louvre, sección egipcia) cf. Sacristán Heras: “El cuchillo de Gebel el Arak. Un testimonio de los contactos entre Mesopotamia y Egipto a mediados del cuarto milenio a. J.C.”, 1.996, 9-32; 1.997, 20-27; Midant-Reynes, 1.987, 185-224; Vandier, 1.952, 533-539; Vercoutter, 1.992, 178-179 y fig. 19; Mesnil du Buisson: “La décor Asiatique du Couteau de Gebel el-Arak”, 1.969, 63-83; Gardiner, 1.994, 428-429 y fot. XX; Trigger, 1.997, 59 y fig. 1.4; Emery, 1.961, 38-40; Edwards: “The Early Dynastic Period in Egypt”, 1.971, 42ss; Grimal, 1.996, 34; Hoffman, 1.984, 340-344; Baumgartel, 1.960, 79; Boehmer: “Gebel el-Arak und Gebel el-Tarif: Kleine fälchungen”, 1.991, 51-60 (“Gebel el Arak y Gebel el Tarif: pequeños problemas”); Kantor, 1.944, 123; 1.952; Adamson: “The possinility of sea trade Mesopotamia and Egypt during the late Pre-dynastic period”, 1.992, 175-179; Logan y Williams: “The Metropolitan Museum Knife Handle and Aspect of Pharaonic Imagery before Narmer”, 1.987, 245-285; Monnet Saleh: “Interpretation Globale des Documents concernant l’Unification d’Égypte”, 1.986, 185-225.
[370] Boehmer: “Orientalische Einflüsse auf verzierten Messergriffen aus dem prädynastichen Ägypten”, 1.974, 15-40 (“Influencias orientales en los motivos decorativos de los mangos de los cuchillos delEgipto predinástico”); Frankfort: “The birth of Civilisation in the Near East”, 1.959, 121-137; Gilbert: “Synchronismes artistiques entre Égypte et Mesopotamie de la periode thinite a la fin de l’Ancien Empire égyptien”, 1.951, 225-236; Ward: “Relations between Egypt and Mesopotamia from prehistoric times to the end of the Middle Kingdom”, 1.964, 1-63; 121-135; “Early contacts between Egypt, Canaan and Sinai: remarks on the paper by Amnon Ben Tor”, 1.991, 11-26; Kantor, 1.965, 16; Trigger, 1.997, 58-62; Tutundzi: “Ways of relations between Upper Egypt and Mesopotamia at the end of the IIId millenium BC”, 1.979, 651-659; Midant-Reynes y Braunstein Silvestre: “Le chameau en Égypte”, 1.977, 337-362; Moorey: “On tracking cultural transfers in Prehistory: the case of Egypt and lower Mesopotamia in the Fourth Millenium”, en Rowlands, Larsen, Kristiansen: “Centre and periphery in the ancient world”, 1.987; El-Alfi: “Means of transport in Neolithic Egypt”, en Brinks, 1.992, 339-344; Redford: “Egypt, Canaan and Israel in ancient times”, 1.993; Abu al Soof: “Uruk and the latter pottery in Iran, northern Syria, Anatolia and Egypt in relation to Mesopotamia”, 1.968-1.969, 22-39; Parra Ortiz, 1.998, 31-34; King: “Royal tombs in Mesopotamia and Egypt: a comparision suggested by some recent discoveries”, 1.915, 168-172 (a propósito de la autoctonización de la técnica de construcción con ladrillos importada desde Mesopotamia, cuyas diferencias entre la desarrollada independientemente en Egipto y la creada en Oriente se puede ver en otras cosas por el hecho de que las tumbas de los dirigentes predinásticos están construidas con ladrillos mientras que en el área mesopotámica (Uruk y Jemdet Nasr especialmente) los enterramientos “regios” no tienen el mismo grado de complejidad que en Egipto. Por otra parte, parece difícil que los gobernantes del Alto Egipto que recientemente habían conquistado el Norte incluyesen en la máxima muestra de su autoridad y dignidad reales, la tumba, un elemento decorativo de la cultura vencida no hacía mucho; sería como dar importancia a la cultura derrotada; cf. Parra Ortiz, 1.998, 34). Sobre el país de Magán y su identificación cf. Quintana: “Egipto en las fuentes mesopotámicas del tercer milenio a.C.”, 1.996, 33-38; Kramer: “The Sumerians”, 1.963, 276-284.
[371] Cervelló, 1.996b, epígrafe 188; Vernus: “La naissance de l’écriture dans l’Égypte ancienne”, 1.993, 75-108; Vercoutter, 1.992, 67-72, 145 En general, sobre los precedentes de la escritura (la afirmación de que todo sistema de signos escrituarios tiene su origen en una previa tradición del arte figurativo, en el caso de Egipto el arte rupestre sahariano) cf. Gelb, 1.994, cap. 2. I. Gelb escribe: “igual que el idioma se derivó de la imitación del sonido, la escritura se desarrolló de la imitación de las formas con los objetos o seres reales. En la raíz de toda escritura se encuentra la pintura [ya que todos los grandes sistemas escriturarios fueron originariamente escrituras pictóricas- que emplea dibujos identificables como signos- representada principalmente en el arte mueble de toda cultura]” (1.994, 50-51).
[372] Vercoutter: “Le Prédynastique égytpienne. Anciens et nouveaux concepts”, 1.991, 145.
[373] Le Quellec, 1.993, 311 y fig.90-10, 11. Cf. también Cervelló, 1.996, fig. 18. En general, sobre los paralelos iconográficos saharianos y los signos escriturarios jeroglíficos cf. Cervelló, 1.996b, epígrafe 189; Vernus: “La naissance de l’écriture dans l’Égypte ancienne”, 1.993, 82; Baumgartel, 1.955, 48. Sobre el arte rupestre de los macizos cf. Muzzolini, 1.986.
[374] Cervelló, 1.996 a, 12-13; 1.996b, 108-109; Pérez Largacha, 1.993, 289; Crawford: “Sumer and the Sumerians”, 1.991, 151-158; Dreyer: “Recent discoveries in the U-Cementery at Abydos”, en Van den Brink, 1.992, 293-299; Dreyer y otros: “Umm el-Qaab. Nachuntersuchungen im frühzeitlichen Königsfriedhof, 3.4/5. Vorbericht”, 1.990, 53-90; “Umm el-Qaab. Nachuntersuchungen im frühzeitlichen Königsfriedhof, 5./6. Vorbericht”, 1.993, 23-62 (“Umm el-Qaab. Hacia un examen a tiempo de los cementerios reales”); Vernus, 1.993, 86; Ray: “The emergence of writting in Egypt”, 1.986.
[375] Sobre el “lino pintado de Gebelein” cf. Aldred, 1.965, 38 y fig. 28; Pérez Largacha, 1.993, 102-104 (discrepamos con este autor en la situación cronológica que propone, ya que data la pieza en el período Amratiense, opinión que, dada la temática de la escenografía estrechamente relacionada con la realeza, cuyas muestras más factibles proceden precisamente del Gerzeense, además de los argumentos y criterios interpretativos expuestos en el desarrollo del epígrafe, no podemos compartir); Scamuzzi: “Egyptian art in the egyptian museum of Turin”, 1.965, fig. 5.
[376] Trigger, 1.997, 60-62; Kemp, 1.996, 43-47; Pérez Largacha, 1.993, 10-18, 72-78; Carneiro: “On the relationship between size of population and complexity of social organisation”, 1.967, 234-243; “A theory of the origin of State”, 1.970, 733-738; “Political expansion as an expression of the principle of competitive exclusion”, 1.978, 205-223 (“Así como aumenta la densidad de la población, las tierras cultivables disminuyen, iniciándose una lucha por la tierra que tomó la forma de guerra, permaneciendo los vencidos en esa tierra al no poder ir a otra, quedando sometidos a sus vencedores”, p. 207); Carneiro y Bard: “Patterns of predynastic settlement location, social evolution and the circumscription theory”, 1.989, 15-23; Bard: “The geography of excavated predynastic sites and the rise of complex society”, 1.987. La limitación de los recursos naturales originó conflictos entre las distintas comunidades con el fin de conseguir el control de los mismos y poder hacer frente a las necesidades nutritivas de una población en progresivo aumento; la presión demográfica es por tanto un elemento clave en el surgimiento del Estado faraónico, ya que sin ella no se habrían creado los ya mencionados conflictos bélicos que dieron la victoria a una comunidad concreta que bajo su mando unificó a las restantes vencidas
[377] Sobre el yacimiento de Nagada cf. Petrie y Quibell, 1.896, 1-2 y lámina IA; Kaiser: “ Bericht über eine archäologisch-geologische Felduntersuchung in Ober und Mittelägypten”, 1.961, 16 y fig. 3; Kemp, 1.996, 49 y fig. 9; Hassan, 1.989; Morgan: “Reserches sur les origines de l’Égypte. T.I. L’age de la pierre et des metaux”, 1.896, 87-88; “Reserches sur les origines de l’Égypte. T.II. Ethnographie préhistorique et tombeau royal de Negadah”, 1.897, 39; Midant-Reynes, 1.992, 187-188.
[378] Sobre la ciudad de Hierakómpolis cf. Quibell: “Hierakonpolis”, vol. I, 1.900; Quibell y Green: “Hierakonpolis”, vol. II, 1.902; Hoffman: “The Predynastic of Hierakonpolis: An Interim Report”, 1.982; “A Model of Urban Development for the Hierakonpolis Region from Predynastic through Old Kingdom Times”, 1.986, 175-187; 1.984, cap. 11; Kemp, 1.996, 51-55; “Excavations at Hierakonpolis Fort 1.905: a preliminary note”, 1.963, 24-28; Adams: “Ancient Hierakonpolis”, 1.974; Kaiser: “Zur vorgeschichtlichen Bedeutung von Hierakonpolis”, 1.971-1.972, 7-68 (“Hacia un análisis histórico sobre la importancia de Hierakómpolis”); Butzer: “Archaeology and geology of Egypt”, 1.960, 1.617-1.624; Pérez Largacha, 1.993, 57-62; Midant-Reynes, 1.992, 190-191; Wilson: “Buto and Hierakonpolis in the geography of Egypt”, 1.955, 209-236 (examina la importancia de la ciudad en el contexto cultural egipcio); Jiménez Serrano: “Nekhen: la eliminación de las aristocracias de Naqada y Buto durante el Predinástico y el Protodinástico”, 1.996, 3-7.
[379] El famoso rey Escorpión no sería, ya que este nombre no aparece en ningún serej y carecemos de datos arqueológicos a excepción de su famosa maza que registren su existencia, un rey alternativo o anterior a Narmer. Por ello, la mayoría de los investigadores coinciden en que el título de “Escorpión” sería algo paralelo al de “Horus” que podría haber sido concedido a Narmer y cuyo uso habría sido aislado; cf. Cervelló, 1.996 a, 14.
[380] En general, sobre el proto-reino de Tinis-Abidos cf. Petrie: “The royal tombs of the Earliest Dynasties”, 1.900-1.901; Amélineau: “Les nouvelles fouilles d’Abidos”, 1.895-98;Pérez Largacha, 1.993, 135-137; Cervelló, 1.996b, 159-160 y epígrafes 384-385; Jiménez Serrano, 1.996, 3-5.
[381] Según se desprende de los datos publicados por Vandier, 1.952, 250, cuyas tablas reproducimos a continuación:

NIÑOS

Total Número de esqueletos Dirección de la cabeza Lado izquierdo Lado derecho
14 N. 11 3
16 S. 15 1
3 E. 1 2
5 O. 2 3
4 N.O. 3 1
1 N.-E. 1 0
2 S.-E. 2 0
1 S.-O. 1 0
46 36 10

 

ADULTOS

Total Número de esqueletos Dirección de la cabeza Lado izquierdo Lado derecho Diversos
99 N. 76 23 0
16 S. 27 6 2
3 E. 13 2
5 O. 4 6
4 N.-O. 9 5
1 N.-E. 11 1
2 S.-E. 5 2
1 S.-O. 6 0
46 151 45 2

El porcentaje que hemos expuesto es resultado de una simple ecuación matemática:x= 36yx= 151. Con todo ello podemos concluir que en la gran mayoría de los casos los difuntos reposan, al contrario(46: 100)(198:100) que en Merimde, sobre el lado izquierdo con una sólida rotundidad.
[382] Sobre los enterramientos gerzeenses en general cf. Petrie y Quibell, 1.896, 19ss, 79; Midant-Reynes, 1.992, 178-179; Hoffman, 1.984, cap. 7; Vercoutter, 1.992, 158-159; Vandier, 1.952, 231-260; Trigger, 1.997, 57-58.
[383]. En el epígrafe 128 hablamos más extensamente sobre el desmembramiento ritual de los cadáveres durante el Amratiense, por lo que aconsejamos se vuelve a analizar el mencionado texto.
[384] Sir Leonard Wolley, descubridor de las tumbas reales de Ur, los sirvientes eran obligados a beber un veneno mortal, aunque las hipótesis más recientes, postuladas por P. Moorey, hablan de enterramientos de sacerdotes y sacerdotisas relacionadas con el culto de Sin/Nannar en Ur, y en lugar de imposición, se trataría de suicidio voluntario, ya que creían que marchándose al mismo tiempo que el monarca las posibilidades de acceder a la otra vida serían mayores. En el antiguo Egipto las pruebas apuntan preferentemente por un sacrificio involuntario, sustituido en el Reino Medio por los denominados ushebtis, figuritas de diferentes tamaños que actuaban como trabajadores en el Más Allá, la función que habrían tenido los criados muertos. Cf. Woolley: “Ur excavations. The Royal cemetery”, 1.934;Moorey: “What do we know about the people buried in the Royal cemetery?”, 1.977, 24-40. Así pues, tenemos testimonios de la realización de prácticas parecidas en China durante la dinastía Shang(1.480-1.050 a.C.) o en el Imperio Azteca.
[385] Sobre los sacrificios humanos cf. Petrie y Quibell, 1.896, 19; Hoffman, 1.984, 115-116; Pérez Largacha, 1.993, 140-141; Reisner: “The development of the Egyptian tomb down the accession of Cheops”, 1.936, cap. IV; Midant-Reynes, 1.992, 179; Baumgartel, 1.960, vol. II, 93; Kurtz: “The legitimation of early inchoate states”, 1.981, 195.
[386] Teoría ideada por Petrie, 1.939, 65-67, según la cual una raza extranjera habría invadido el Valle del Nilo y habría producido una conquista dinástica que habría desembocado en la Unificación territorial. Actualmente ha sido descartada por su incompatibilidad con los testimonios arqueológicos.
[387] Payne: “Tomb 100: The Decorated Tomb at Hierakonpolis confirmed”, 1.973, 31-35. La brevedad del artículo nos permite reproducirlo (sin las notas y las ilustraciones, algunas de las cuales, como se indica en la procedencia de las ilustraciones, al final del presente libro, han sido incluidas en este espacio) por las interesantes aportaciones que recoge: “La famosa Tumba Decorada de Hierakómpolis fue descubierta y excavada por F.W. Green en 1.898-9; fue publicada como una sola tumba, las paredes pintadas al estilo de la cerámica decorada predinástica, saqueada, pero datable por sus contenidos al S.D. 63. En los años consecutivos, la tumba ha sido objeto de discusión, para, a la luz del incremento cognitivo, llegase a ser claro que el grupo de la tumba como se publicó no era homogéneo, y fue inconsistente con su identificación como un grupo cerrado. Esta dificultad fue resuelta hace sólo diez años, cuando los objetos pertenecientes al grupo de la tumba fueron identificados en la colección del Ashmolean Museum. El grupo ya reconstruido fue encontrado típico de los bien conocidos grupos de tumbas del período Gerzeense. La reconstrucción del grupo de la tumba fue basada en un principio en la identificación del número de la tumba, 100, conclusión a la que se llegó gracias a la cabeza de lanza de piedra publicada por Green como parte de los contenidos de la Tumba Decorada. Otros objetos con el número de esta tumba, algunos también con subnúmeros acordados generalmente, pero no siempre, con la lista publicada por Green de los contenidos, caracterizan el grupo reconstituido. Los escritos de Green, conservados por su familia y recientemente presentados en la Facultad de Estudios Orientales de Cambridge, incluyen registros de las excavaciones originales de la Tumba Decorada, y fotografías obtenidas durante las excavaciones [las ilustraciones de las que hablábamos al comienzo de esta nota]. Los registros empiezan con el dibujo del plano publicado por Green, titulado “100- Tumba Libia Decorada”. Los márgenes del plano muestran mayor longitud, y en ocasiones más precisos, bosquejos de algunos de los objetos, y debajo hay notas de los detalles semejantes en contenidos y condiciones. Sumados a los registros de excavaciones, un manuscrito registra los tipos de cerámica en series de alrededor de 150 tumbas predinásticas ha sido encontrado recientemente, y no hay duda de que los enterramientos listados son aquellos de los pequeños cementerios predinásticos de Hierakómpolis. La Tumba 100 es incluida; aquí la cerámica registradas sigue las colecciones del Ashmolean Museum, con sólo unas pocas variaciones en la tipología, como cabría esperar, y con tres cerámicas adicionales. La siguiente lista ofrece el grupo reconstruido como ahora aparece, incluye nuevas informaciones obtenidas de las notas y fotografías de las excavaciones de Green, y de su registro de cerámica manuscrito. Los números siguientes son los que usó Green en su publicación de la tumba. Cerámica y las vasijas de piedra, a menos que lo planteasen de otra forma, se muestran acordes con el Nagada and Ballas de Petrie.

A) Objetos publicados por Green, en Hierakonpolis, lámina 67.

1. Vasija de piedra en miniatura, forma 66. Ashmolean Museum E. 3117.

2. Vasija de piedra, forma H27. Probablemente cenizas volcánicas. Ash. Mus. E. 2786.

[…]

Obtenidas juntas, todas las nuevas fuentes de información confirman que los objetos extraídos de la colección del Ashmolean son ciertamente los contenidos originales de la Tumba Decorada, todos los que los saqueadores dejaron de los contenidos de una de las más importantes tumbas del período Gerzeense.
Muchas de las tumbas del registro de la cerámica de Green han sido datadas secuencialmente (S.D.), y los datos pueden, por supuesto, revisados de buena gana. El cementerio es pequeño, pero los S.D. no están agrupados cerradamente; están eventualmente distribuidos a través de todo el período Gerzeense; ningún enterramiento necesita fecha anteriores al S.D. 37, ninguna posterior al S.D. 63. Este modelo de distribución, que sigue cerradamente lo que se notó en el cementerio T de Nagada, apoya la sugerencia de Kaiser sobre que las tumbas que rodean a la Tumba Decorada constituyen un cementerio real [1.958, 189-191].
Me gustaría agradecer al Profesor Plumley y Mr. Barry Kemp, de la Facultad de Estudios Orientales de la Universidad de Cambridge, por hacerme posible publicar este artículo. El hecho de que ambos manuscritos del registro de la cerámica y la colección del Ashmolean incluyen un número de objetos que fueron mencionados en los archivos de excavaciones sugiere que quizás debería recordarse cuando se interpreten documentos tempranos. Cuando, afortunadamente, los archivos de un mínimo cuidado, el trabajo preciso ha sido preservado, no tiene porqué contener necesariamente todo lo que se encontró en un contexto dado; para esperar de otra forma puede que para interpretarlas a la luz de nuestras propias convicciones”.

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