Si entre todos los grandes personajes que vivieron y reinaron en Egipto a lo largo de sus 3.000 años de historia, tuviéramos que elegir al más representativo, no tendríamos más remedio que rendirnos ante el famosísimo Tutankhamón. Podríamos referirnos a este joven e insignificante faraón como uno de los “iconos” de la Egiptología, al mismo nivel que las propias Pirámides. ¿Quién no ha visto alguna vez la efigie de Tutankhamón como reclamo en los sitios más insospechados? Da igual si se trata del folleto de un crucero por el Nilo, o de una caja de pañuelos del famoso algodón egipcio. Y es que a este joven faraón le cabe el honor de ser el mejor “Relaciones Públicas” de la Egiptología.
Y fue él, gracias al fascinante descubrimiento de su tumba intacta por parte de Howard Carter, quien asombró al mundo y quien despertó el interés de muchos de los que luego habrían de dedicar sus vidas al estudio científico de esta milenaria cultura. Su tumba nos aportó datos de valor incalculable, no sólo para conocer su historia, sino para saber cómo eran físicamente los enterramientos y ajuares funerarios de la realeza.
Pero, para entender el motivo de la curiosidad que despierta este faraón-niño debemos adentrarnos en los albores de la Dinastía XVIII y los hechos cruciales que acaecieron antes y durante su reinado. Para ello los artículos que ya hay incluidos en la sección os pueden ayudar a ir conociendo a nuestro Tutankhamon.
Al aceptar convertirme en Coordinadora de esta nueva sección dedicada a Tutankhamon, quiero ponerme a disposición de todos quienes tengan dudas, tanto si son básicas, como si se refieren a algún aspecto más específico. Y si es este vuestro primer contacto con la Egiptología, os aseguro que no lo lamentaréis, porque la experiencia me dice que este joven faraón de oro es adictivo. Espero poder responder a todas vuestras preguntas, peticiones de información o debates sobre posibles hipótesis, siempre bajo un aspecto científico. La lista de correo de AE es un buen vehículo para quien quiera saber más.
Si otorgamos credibilidad a las creencias egipcias de que al repetir el nombre de una persona fallecida, se le otorgaba eternidad, debemos pensar que Tutankhamon la ha conseguido sobradamente.
Coordinadora de la sección
Rosa Pujol
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