Hoy hace 100 años se producía el momento más emocionante de la historia de la egiptología: Howard Carter abría un agujero en el segundo muro de cierre del pasadizo de la tumba de Tutankhamón y por primera vez podría dar un vistazo a su interior. Allí, objetos maravillosos, que nadie había visto durante más de tres milenios, resplandecieron bajo la tenue luz de una vela.
Ciertamente el vaciado del pasadizo de acceso había generado muchas dudas en Carter, ya que era evidente que el lugar había sido saqueado en la antigüedad. El arqueólogo se encontraba inquieto y pensaba que tal vez los ladrones habían sido detectados a tiempo en la antigüedad, antes de que vaciaran el contenido por completo. Tenía expectativas, pero también muchas dudas. ¿Era realmente una tumba? ¿Sería un escondite al estilo de KV55? ¿Podría ser aquella la tumba de Tutankhamón? En la tarde del 26 de noviembre de 1922 todos aquellos interrogantes quedaron eclipsados por la belleza de lo que ante sus ojos de presentaba. Carter se refiere a ese día como <<…el mejor de todos, el más maravilloso que me ha tocado vivir y ciertamente como no puedo esperar volver a vivir otro>>.
Y así explica Howard Carter aquel emocionante momento que iba a pasar a la historia:
<<Con manos temblorosas abrí una brecha minúscula en la esquina superior izquierda. Oscuridad y vacío en todo lo que podía alcanzar una sonda, demostraba que lo que había detrás estaba despejado y no lleno como el pasadizo que acabábamos de despejar. Utilizamos la prueba de la vela para asegurarnos de que no había aire viciado y luego, ensanchando un poco el agujero, coloqué la vela dentro y miré, teniendo detrás de mí a lord Carnarvon, lady Evelyn y Callender, que aguardaban el veredicto ansiosamente. Al principio no pude ver nada, ya que el aire caliente que salía de la cámara hacía titilar la llama de la vela, pero luego, cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, los detalles del interior de la habitación emergieron lentamente de las tinieblas: animales extraños, estatuas y oro, por todas partes el brillo del oro. Por un momento, que debió de parecer eterno a los otros que estaban esperando, quedé aturdido por la sorpresa, y cuando lord Carnarvon, incapaz de soportar la incertidumbre por más tiempo, pregunto ansiosamente: <<¿Puede ver algo?>> todo lo que pude hacer fue decir: <<Sí, cosas maravillosas>> Luego, agrandando un poco más el agujero para que ambos pudiésemos ver, colocamos una linterna>>.