Época: Dinastía XVIII, reinado del faraón Tutankhamón (1334-1325 a.C.)
Dimensiones: Altura: 9 cm. Ancho: 10’5 cm.
Material: oro, lapislázuli, cornalina, turquesa, feldespato…
Lugar de conservación: Museo de El Cairo
Lugar de localización: tumba de Tutankhamón en el Valle de los Reyes (KV 62)[1]
Entre los magníficos hallazgos que iba a deparar la exploración de la tumba de Tutankhamón, una de las más sugestivas sorpresas se localizó en el interior de un cofre situado en la cámara del Tesoro (Fig. 2 )[2]. Allí, removidas por la búsqueda de antiguos saqueadores (Fig. 3), Howard Carter encontró un grupo de joyas entre las que se encontraba un pectoral que representa un escarabajo alado[3]. Se trata, sin duda, de una de las representaciones más espectaculares y atractivas de uno de los temas más reiterados en la iconografía egipcia(Fig. 1).
El insecto, realizado en lapislázuli, despliega unas vistosas alas que se curvan y culminan con la figura de un disco solar. El diseño se consigue gracias a las incrustaciones engastadas con el procedimiento del cloisonné, una técnica de gran tradición en el Egipto faraónico. En la parte del reverso es visible una única y gran anilla de sustentación, que permitía que la joya se colgara posiblemente de un cordón o cadena. El lecho de oro también se presenta sucintamente ornamentado, destacándose mediante cincelado las formas del escarabajo, de sus alas, etc. (Fig. 4). Lo cierto es que el trabajo resulta un tanto burdo y son apreciables desalineaciones e imprecisiones[4].
En lo que respecta a los recursos plásticos utilizados en el pectoral (Fig. 1), hay que destacar el contraste cromático conseguido en las alas, así como el diseño que hace que se curven y extiendan hacia el disco solar. Se trata de un composición simétrica, con un cuidado efecto ascendente y que consigue orientar la atención hacia el disco solar. También se puede observar que en el diseño de las alas se dejó una zona sin incrustaciones, lo que proporciona una superficie algo extensa de oro a cada lado de las patas delanteras del escarabajo. Así se enfatiza la presencia de estas patas, impidiendo que pudieran quedar diluidas entre el colorido y abigarramiento de las alas, donde el color azul, el mismo que el de las patas del animal, es dominante.
Las otras dos patas del animal, de relevancia secundaria, prácticamente se confunden con los tonos azules imperantes. También llama la atención que el animal tenga únicamente cuatro patas, cuando en realidad el escarabajo pelotero dispone de seis. Parece que las extremidades centrales se sacrificaron para no interferir en el diseño y conseguir un resultado mucho más armónico.
El disco solar, de dimensiones destacables, atrae la atención. El color de la cornalina ayuda a realzar su presencia, ya que en el resto de la joya imperan los tonos azules y verdosos, relegando el rojo únicamente
a pequeños detalles que sirven para otorgar ritmo y equilibro a la composición. Además, el disco se hace especialmente llamativo al situarse sobre un eje de simetría y gracias al diseño de las alas. Unas alas que consiguen que el conjunto del pectoral adquiera una forma redondeada, reiterando la alusión al disco y potenciando aún más el concepto solar implícito a la simbología de la joya. A ello sumar que para subrayar aún más la imagen del sol se realizó un ribeteado bastante ancho en el entorno de la incrustación, marcando un perfil de oro en su entorno que no aparece rodeando ningún otro elemento del pectoral.
El escarabajo pelotero es común en Egipto, de modo que también en la antigüedad resultaba habitual la observación de los esfuerzos de dichos animales arrastrando y haciendo girar pelotas de estiércol. En esta imagen los egipcios encontraron una metáfora sencilla y efectiva, que permitía vincular el animal y el movimiento del astro solar a través del firmamento. Es decir, el dios escarabajo encarnaba la poderosa fuerza que consigue que el sol se eleve cada mañana en el horizonte y se desplace inexorablemente hacia el oeste.
Pero, además, hay que tener en cuenta que el escarabajo esconde bajo el subsuelo la bola de estiércol, colocándola en una especie de cámara en la que también se entierra y muere. Antes, no obstante, habrá puesto su huevo en el interior de la pelota que servirá de alimento a la larva y que permitirá su inicial desarrollo. Poco después, en el lugar del enterramiento, un nuevo escarabajo recién nacido emerge a la superficie. De modo que de alguna manera es como si un escarabajo viejo y cansado consiguiera renovarse para emprender una nueva existencia. Lo cierto es que no es de extrañar que los antiguos egipcios consideraran que el coleóptero goza de la capacidad de renacimiento y autogeneración, y que lo divinizaran dándole el nombre de Jepri «el que viene a la existencia» o «el que viene a ser».
Por sus implicaciones Jepri era fundamental en el contexto cosmogónico y la mitología le atribuía el poder de mover la gigantesca bola que ilumina el conjunto de la creación, convirtiéndose en motor de toda existencia. Una existencia que además es capaz de regenerar y de perpetuar, por lo que el escarabajo se vinculó estrechamente con las creencias de ultratumba y con la propiciación de la eternidad. Ciertamente el periplo vital del insecto implicaba un símil o referente en lo que respecta a la culminación de las expectativas funerarias: enterrarse para lograr la eternidad con energía renovada, emergiendo desde la arena del desierto hacia una nueva vida.
El escarabajo pelotero es una de las imágenes más tradicionales de la iconografía egipcia, siendo uno de los símbolos más habituales. Su representación se convirtió en un amuleto muy popular, al que se otorgaban capacidades protectoras y propiciadoras, y del que se han localizado innumerables ejemplos. Incluso sobre las momias, en la zona del pecho, frecuentemente se colocó un tipo de amuleto denominado «escarabajo de corazón», asimilando este poderoso motor de la existencia con el órgano motor del cuerpo humano y, según la creencia egipcia, también sede del pensamiento y la conciencia[5].
|
|
Dada sus profundas implicaciones no es sorprendente que la imagen del escarabajo pelotero se representara repetidamente en el ámbito de la tumba de Tutankhamón. Sin embargo, el escarabajo de este pectoral tiene unas peculiaridades que lo hacen todavía más rico a nivel referencial: la parte inferior de la joya se cierra con la forma del signo jeroglífico neb- y con tres pequeñas franjas verticales de color rojo que en escritura aluden al plural[6]. Estos elementos, conjuntamente con el escarabajo y el disco solar, integran el cartucho Nebjeperure, . Es decir, el pectoral, de manera ricamente plástica, escribe el Nombre de Trono del monarca. Este juego criptográfico, que fusiona el nombre del rey con la figura del escarabajo sosteniendo entre sus patas el disco del sol, es un recurso habitual entre las joyas de Tutankhamón (Fig. 5 y 6) y está presente en muchos objetos del ajuar localizado en su tumba (Figs. 7 y 8).
En el antiguo Egipto el nombre era considerado un componente fundamental en la identidad y se consideraba directamente asociado a la esencia de los individuos. En el caso de los reyes y de los dioses, los nombres alcanzaba una dimensión especialmente relevante y se les atribuían poderes excepcionales. De ahí que representar del escarabajo dando vueltas al disco solar e integrando a la vez los jeroglíficos que escriben el cartucho del rey, sea una imagen con la capacidad de alcanzar una gran significación. De hecho, trasformar los signos aislados que integran el nombre del faraón y convertirlos en una narrativa mitológica, presentaban al faraón de manera indiferenciable de la divinidad: la esencia del escarabajo divino y la del monarca se fusionan, sus naturalezas se confunden. La magia de la imagen y del jeroglífico convierten a Tutankhamón y Jepri en un único ser.
Escribir el nombre de un individuo con materiales preciosos puede que sea un acto de ostentación[7], pero en este pectoral la vanagloria va más allá y se vincula con motivaciones de legitimación de la monarquía. En el marco de las estrategias de divinización, en las que se apoyó durante milenios la autoridad de los faraones, el pectoral permitía identificar al monarca con el poder revitalizador y todopoderoso del astro solar ente las patas del escarabajo. Quien se presentara ante Tutankhamón, cuando éste portara la joya, tendría la visión de un monarca rodeado de fasto sobre cuyo pecho palpitaba el motor que da vida al conjunto del cosmos.
Notas:
[1] J. CARTER y A.C. MACE, The Tomb of Tut.ankh.amen, 3 vols., Londres, 1923-1933.
[2] Pieza nº 267 del inventario.
[3] Pieza nº267a del inventario.
[4] Aún tratándose de una joya realizada con los más preciosos materiales, algunos de sus rasgos hacen pensar en una cierta precipitación. Parece que el objetivo de quienes crearon esta joya se centraba más en alcanzar un resultado efectista y ostentoso, que en conseguir generar una obra perfecta y detallista. No obstante, lo cierto es que el resultado final consigue ser armonioso y elegante, convirtiendo a esta joya en una realización espectacular. Puede que el pectoral adolezca de la meticulosidad, por ejemplo, perceptible en ciertas joyas del Imperio Medio, pero también es obvio que los joyeros de Tutankhamón se movieron por otros retos y otros objetivos.
[5] El «escarabajo de corazón» debía proteger al difunto durante el juicio ante el tribunal de Osiris, el trance más complejo al que debía enfrentarse en su camino hacia el Más Allá. Para intensificar su eficacia mágica y propiciar que el propio corazón no pudiera realizar declaraciones que delataran negativamente al difunto, sobre el «escarabajo de corazón» se realizaba la inscripción del Capítulo 30 del Libro de los Muertos.
[6] En lo que respecta a las líneas verticales de cornalina que indican el plural, llama la atención que la central quede levemente desplazada. Ello puede tener que ver con el objetivo de no establecer un eje de simetría clara en la parte baja de la joya, cosa que habría podido desequilibrar un poco la llamada de atención que el conjunto del diseño orienta hacia la parte superior. También la presencia perfectamente alineada podría darle una entidad protagonista a la línea que no era la deseada y, a la vez, en esa posición podría desfigurar el perfil bajo del escarabajo, animal que sí es protagonista central. Sea como sea, lo cierto es que difícilmente puede tratarse de un defecto en la confección del pectoral, parece un efecto buscado ya que otras joyas de Tutankhamón, que tienen también estas tres líneas bajo el escarabajo, lucen la idéntica y curiosa desalineación (ver por ejemplo Fig. 5 y 6)
[7] El oro, las piedras preciosas, etc. gozaron en Egipto también de un gran simbolismo e incluso las distintas partes del cuerpo de los propios dioses se identificó con estos materiales preciosos. De modo que el mero hecho de escribir el nombre de un monarca con estos materiales es algo que integra una gran carga simbólica.
Artículo publicado en BIAE 63, 2008
Autora Susana Alegre García
(Mejora de SEO/Readability/Presentación/Ilustración… 5 de mayo de 2020. No hay cambios en contenidos)