Tercera parte: mecanismos de protección
A pesar de la corrupción protagonizada por funcionarios y, probablemente, por elementos del clero, los faraones no permanecieron de brazos cruzados a la hora de salvaguardar su tránsito a la otra vida.
Tres son los grupos de medidas que pueden distinguirse encaminadas a preservar el ajuar funerario de reyes y nobles:
1.- Medidas técnicas: será frecuente la construcción de falsas puertas destinadas a confundir a los saqueadores. Asimismo, pasillos interminables con gran inclinación, estrechos, bajos y opresivos. Sellos que sirvan como aviso, en caso de quebranto, para los vigilantes.
2.- Medidas jurídicas: durante el reinado de Horemheb se promulgó un edicto según el cuál todo magistrado convicto de haber abusado de sus prerrogativas era condenado a que se le cortara la nariz y era deportado a una especie de campo de concentración situado en Silé, en el istmo de Suez.
Con independencia de la eficacia de este tipo de decretos, su promulgación no deja de ser un signo inequívoco de que la administración de justicia había sido presa de la corrupción.
3.- Medidas mágicas: los antiguos egipcios crearon todo un mundo mitológico y mágico de gran importancia en su vida cotidiana. El número de avisos contra aquellos que optan por molestar el sueño de los muertos que aparecen habitualmente en las tumbas indica que era una práctica muy extendida, por lo que no es ocioso suponer que el egipcio creía realmente en el poder de este tipo de manifestaciones.
Como ejemplo valga el texto de la estela 138 del Museo Británico de Londres, una de las más completas en cuanto a fórmulas contra ladrones:
«Él los entregará al fuego del rey en su día de cólera. Su uraeus vomitará la llama en sus frentes, destruirá su carne y devorará sus cuerpos. Llegarán a ser como Apopi la mañana del primer día del año. No podrán digerir las ofrendas de los muertos. No obtendrán agua del río. Sus hijos no ocuparán su lugar. Sus mujeres serán violadas ante sus ojos Serán pasados a cuchillo el día de la matanza. Sus cuerpos morirán, pues tendrán hambre y carecerán de alimento».
Tutmosis I (XVIII dinastía) fue el primer faraón que optó por diversificar el riesgo, edificando por separado el complejo funerario y la tumba, distante aproximadamente un kilómetro y medio del primero. El motivo no era otro que el pánico que este monarca tenía al peligro del ultraje del que había de ser su lugar de reposo para la eternidad.
A pesar de estos esfuerzos, la muestra más palpable de que no surtieron efecto es el legado histórico que nos ha quedado. La intensificación de las inspecciones en el Valle de los Reyes tampoco sirvió de mucho, fundamentalmente por la negligencia de los funcionarios, que se limitaban, en la mayoría de las ocasiones, a comprobar el estado de los sellos, sin saber o, lo que es peor, sin querer saber que los ladrones solían practicar entradas que nada tenían que ver con la de la propia tumba.