Saqueo de tumbas en el Antiguo Egipto: termómetro social
Por Rafael Gómez Portela
1 octubre, 2000
Modificación: 17 abril, 2020
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Segunda parte: complicidad de las autoridades

Enlazando con los temas tratados en la primera parte aún estaríamos en disposición de allanar más nuestro camino de ladrones aventajados con un apartado adicional si tuviéramos la habilidad de ganar para nuestra causa la colaboración de elementos ajenos a la banda.

Parece haber sido frecuente la participación de los vigilantes del Valle de los Reyes, al menos en determinadas épocas, en el saqueo de tumbas. Asimismo, los sobornos son también constatados entre los representantes de la justicia. Cómo no, volvamos la mirada a los papiros del Museo Británico y detengámonos en los numerados como 10054 y 10053:

«Entonces, cuando fuimos arrestados, Khaemipet, el escriba del distrito, se acercó hasta mí… y le di 4 kite de oro que me habían correspondido en el reparto». «Pero acertó a oírlo Setejmes, el escriba de los archivos reales, y nos amenazó con estas palabras: Voy a informar de todo ello al sumo sacerdote de Amón. Así que trajimos 3 kite de oro y los entregamos a Setejmes, el escriba de los archivos reales».

Inclusive hemos detectado que los artesanos que trabajaron en la construcción y ornamentación de las tumbas tuvieron su parte de culpa. No obstante, esta última hipótesis plantea mayor controversia, ya que es de suponer que fueran sometidos a una vigilancia estricta mientras durasen las obras en las que trabajaban. Bien es cierto que los estudios arqueológicos han demostrado que hay tumbas que sufrieron la profanación al poco tiempo de su cierre, en otros casos el tiempo transcurrido entre ambos hechos (terminación de la tumba y robo) es una barrera insalvable en este sentido.

Acogiéndonos a lo que los propios protagonistas confesaron en su momento merece la pena prestar atención al papiro Leopold-Amherst. Este papiro contiene una investigación llevada a cabo durante el año 16 del reinado de Ramsés IX a petición del alcalde de Tebas oriental: Paser. En el transcurso de la misma, y según todos los indicios, apareció un implicado de la alta jerarquía: Paweraa, alcalde de Tebas occidental.

El caso fue sobreseído por falta de pruebas y cuando pocos años después Paser volvió a llevarlo ante los tribunales se encontró con una nueva derrota. Más significativa si tenemos en cuenta que su nombre desaparece de los documentos oficiales mientras que el de Paweraa se mantiene por bastante tiempo. Todo indica que el lucrativo negocio, en el que participaban sujetos pertenecientes a la administración pública, era un cuerpo vivo que automáticamente ponía en marcha las medidas adecuadas para asegurarse su continuidad.

He aquí la traducción de este papiro que nos puede alumbrar en el modo y manera de proceder de los ladrones:

«Fuimos a robar en las tumbas según nuestro hábito regular, y encontramos la tumba de pirámide del rey Sejemreshedtawy, hijo de Re, Sobekemsaf (II), que no era en absoluto como las pirámides y tumbas de los nobles que habitualmente íbamos a robar. Tomamos nuestras herramientas de cobre y nos abrimos paso hasta la pirámide de este rey a través de su parte más interior. Encontramos sus cámaras subterráneas, agarramos velas encendidas y seguimos adelante. Luego atravesamos los escombros (…), y encontramos este dios yaciendo en la parte posterior de su lugar de enterramiento. Y encontramos el lugar de enterramiento de la reina Nubjaas, su reina, situado junto al de él. (…) Abrimos los sarcófagos y los ataúdes en que estaban, y encontramos la momia real de este rey equipada con una espada. (…) Reunimos el oro que encontramos en la noble momia de este rey, junto con los amuletos y joyas que estaban en su cuello. (…) Del mismo modo reunimos todo lo que encontramos en (la momia de la reina), y prendimos fuego a sus ataúdes. Nos llevamos los muebles que encontramos con ellos…».

No menos ilustrativo que el anterior es el papiro Mayer B que cuenta con bastante detalle el robo de objetos de cobre y bronce, así como de tejidos, de la tumba de Ramsés VI:

«El extranjero Nesamón nos llevó arriba y (nos) mostró la tumba del rey Nebmaatre-Meriamón (Ramsés VI) ¡vida! ¡prosperidad! ¡salud! el gran dios. (…) Pasé cuatro días forzándola, estábamos (presentes) los cinco. Abrimos la tumba y entramos en ella. Encontramos un cesto (¿?) puesto encima de sesenta (…) cofres (¿?). Lo abrimos. Encontramos (…) de bronce; un caldero (¿?) de bronce; tres palanganas de bronce; una palangana, un aguamamanil (para) verter agua sobre las manos, de bronce; dos vasijas keb de bronce; dos vasijas pewenet de bronce; una vasija keb; una vasija (…) inker (…) de bronce; tres vasijas irer de bronce; ocho camas de bronce ornamentales; ocho vasijas bas de cobre. Pesamos el cobre de los objetos y las vasijas, y encontramos que era de (500) deben (¿?) (aproximadamente 45,5 kgs), 100 deben (9,1 kgs) correspondiente a la parte (de cada hombre?). Abrimos dos cofres llenos de ropas; encontramos tela del Alto Egipto de buena calidad, prendas daiw (…), telas ideg, 35 prendas, (siete prendas de) tela del Alto Egipto de buena calidad correspondieron a la parte de cada hombre. Encontramos un cesto (¿?) de ropas allí, lo abrimos y encontramos 25 chales rewed de tela de colores (¿?) en él, cinco chales rewed de tela de colores (¿?) correspondieron (a la parte de cada hombre)…».

De la lectura de estos papiros podemos deducir la forma en la que actuaban los ladrones, siempre en sociedad, y la forma en la que se efectuaba el reparto. Desafortunadamente no se ha conservado ningún papiro que contenga sentencias, por lo que sólo podemos imaginar el tipo de castigo al que eran sometidos los reos encontrados culpables.

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