La degradación de los ungüentos
Según Lucas, aunque afirma que la naturaleza precisa del fenómeno no ha sido determinada[110], la degradación del material ungüentario y su subsiguiente efecto deteriógeno fue debido a:
- El enranciamiento de la grasa, derivando en ácido grasos ¿con posible efecto caústico?: Cuanto más avanzábamos se hacia más evidente que tanto las envolturas como la momia se encontraban en un estado desastroso, completamente carbonizados por la acción emprendida por los ácidos grasos de los ungüentos con que se los había saturado[111]; en este punto la momia ya había sido expuesta al sol.
- La oxidación de la resina, generando con el tiempo unos cambios químicos expresados en forma de alguna clase de “lenta combustión espontánea” en la que, casi ciertamente, el crecimiento fungoide juega una parte[112] inducido por el calor y humedad inicial presente en los ungüentos recién derramados.
Nunca acabaron de convencerme las explicaciones del mal estado de la momia debido al deterioro de los ungüentos, un fenómeno cuya naturaleza el propio Alfred Lucas – como hemos visto – no acabó muy bien de precisar.
Es realmente sorprendente y digno de recalcar que en – casi me atrevería a decir “toda” – la literatura sobre la antigua momificación egipcia, en general y predominantemente, no se advierta de que las unciones resinosas tuvieran contraindicaciones dañinas en la preservación cadavérica, como la “lenta combustión espontánea” debido a su oxidación; muy por el contrario, la tendencia – siempre predominante – es la de alabar las propiedades super óptimas que las unciones resinosas tenían para potenciar el mantenimiento de la preservación cadavérica. Casi se podría decir que el caso de Tutankhamon es extrañamente único.
Aufderheide dice: Junto con su empleo como mucílago para el lino de la envoltura, la naturaleza del uso de las resinas por los embalsamadores sugiere que tenía una acción preservativa. Aunque Majno (1975: 217) analizó sólo formalmente mirra para su actividad antiséptica, él generaliza las resinas como ejerciendo probablemente efectos antibacterianos. Sin embargo, a pesar de la sorprendente habilidad de la resinas para penetrar los tejidos (incluso alcanzando los espacios de las articulaciones en algunas momias), su sola aplicación externa sin la desecación con natrón en los últimos periodos de Egipto resultaba en una pobre preservación de los tejidos blandos. Es ciertamente concebible que la exposición de las superficies tisulares (tales como el forro de la cavidad corporal eviscerada) al intenso calor de la resina líquida tendría un efecto térmico puramente bactericida y ayudaría a reducir la carga bacteriana de ese tejido[113]. Sin embargo, está convencido de que el uso de resinas era más por sus efectos sellantes anti-humedad: Sin embargo, yo sospecho que los embalsamadores egipcios usaban aplicaciones resinosas principalmente como un (elemento) impermeable contra la humedad de los tejidos momificados y desecados para prevenir su subsiguiente rehidratación por absorción de humedad. La cera y el betún, que fueron a menudo mezclados con las resinas, seguramente contribuyeron con efectos más impermeables[114]. Salima Ikram y Aidan Dodson dicen: La resina fue popularmente usada en momias porque inhibe las bacterias y desodoriza[115].
El uso creciente de resina de coníferas sugiere que los embalsamadores pudieron haber llegado a ser conscientes de la habilidad de productos naturales específicos para inhibir la degradación microbiana por medio de mecanismos (barreras físico-químicas y acción antimicrobiana) análogos a sus funciones protectoras en las plantas de las que derivan[116]. Y aunque después dicen: La ausencia de los componentes precursores no es inesperada, dada la susceptibilidad de estos a la oxidación que es común en momias[117] no se advierte que esto tenga contraindicaciones (derivadas de la degradación de las propias resinas coníferas) para las momias.
De este modo, uno tiene la extraña sensación de que el comportamiento dañino de la resina en el caso de Tutankhamon sea un caso único. Todo esto resulta tremendamente sospechoso.
Sí que es cierto, que la alta exposición de la resina al oxígeno atmosférico pueda llegar a combustionarla lenta y espontáneamente con el paso del tiempo, de mucho tiempo, podríamos estar hablando de muchos años, incluso décadas. Pero no parece quedar muy registrado en la literatura científica concerniente, que la oxidación de la resina cree un efecto deteriógeno expansivo más allá de su propia materia con lo que esté en contacto.
Lucas vinculó el ennegrecimiento de las momias con la “lenta combustión espontánea”: En muchos ejemplos, especialmente con las momias más tardías, pero también en el caso de Tutankhamon, todo el cuerpo es muy negro y en algunos casos, y de nuevo en la de Tutankhamon, incluso los huesos son completamente negros, una condición que a menudo es atribuida al cuerpo que ha sido sumergido en betún, para lo cual no hay ni evidencia ni probabilidad, y, en mi opinión, como resultado de haber examinado muchas de estas momias, incluyendo la de Tutankhamon, el ennegrecimiento ha sido causado por una forma de lenta combustión espontánea de la materia orgánica de la porción de la carne que permaneció tras la desecación, y de la materia orgánica de los huesos, como resultado de lo cual se ha formado carbono y materia carbonosa libres[118]. Si al principio, en el momento del primer reconocimiento, la piel de la momia se la describe como de color blanco grisáceo y aquí Lucas habla como viéndola negra, quiere decir que, en el transcurso del tiempo que va entre la desenvoltura y – tras reensamblaje – la reenvoltura y reenterramiento:
- El examen de la momia del rey TutAnkhAmon comenzó el 11 de noviembre de 1925.
- 23 de octubre de 1926: el primer féretro más externo, conteniendo la momia del rey, finalmente reenvuelta, fue bajado al sarcófago esta mañana. Ahora ya podemos comenzar la investigación de la cámara-almacén (i. e. el Tesoro)[119].
Casi un año más tarde, momento a partir del cual ya ni Lucas ni sus compañeros la volverían a contemplar más, la piel de la momia se fue oscureciendo hasta volverse completamente negra; por tanto, el ennegrecimiento no se ha alcanzado con el paso de los años hasta nuestros días, sino ya desde el mismísimo principio, siendo el ennegrecimiento actual el resultado de un proceso ya bien avanzado.
Margaret Serpico opina: Con respecto a la piel ennegrecida de las momias, particularmente ejemplares del Reino Nuevo, podría ser el resultado del tratamiento del cuerpo con resina o pez, o posiblemente algún aceite perfumado. Lucas ofreció otras varias explicaciones para el color negro de la piel, incluyendo el crecimiento fúngico en condiciones de humedad (Lucas 1962: 297). Su sugerencia de que el color es debido a la “lenta combustión espontánea” del cuerpo con el paso del tiempo es improbable. De la momia de Seti I, Smith observó que “todas las áreas expuestas de la piel, incluyendo la cara, son bastante negras, pero… cuando la cabeza fue primero expuesta en 1886, la piel era diferentemente marrón y no negra” (Smith 1912: 57). Más recientemente, fue observado que una momia de fecha ptolemaica desenvuelta en Pennsylvania, conocida como PUM II, era inicialmente de color marrón claro, pero “en menos de un día de exposición al aire, se había oscurecido de forma apreciable. Hoy los restos son casi negros” (Fleming et al. 1980: 88)[120]. Esta es exactamente la misma situación actual de la momia de Tutankhamon; no obstante, esas repentinas modificaciones cromáticas en la piel de momia expuesta, podrían ser ya reacciones oxidativas por contacto con el oxígeno atmosférico, con un deterioro en esa fase inicial quizás inapreciable más allá del cambio de pigmentación.
Sobre la degradación de las grasas, Buckley & Evershed dicen: En la mayoría de los casos, las distribuciones de los ácidos grasos (Fig. 1) nos indican su origen de plantas; es decir, tienen una alta abundancia de C16:0 comparado con su abundancia de C18:0. Pero no es posible asignar una planta originaria precisa únicamente en base a los ácidos grasos, debido a la degradación de sus principales componentes insaturados, que nos indican que hubo autoxidación. La presencia de aceites de planta (y en menor extensión grasas de animal) sugiere que eran ingredientes clave en la momificación, y fueron probablemente usados como base menos costosa con los que mezclar y aplicar agentes de embalsamamiento más exóticos a los cuerpos y/o envolturas.
Su uso generalizado indica que los embalsamadores eran conscientes de las propiedades especiales de los aceites y grasas insaturados que les permiten secarse, o más bien, polimerizar espontáneamente (posteriormente también apreciadas por los pintores al óleo de la Europa occidental). Esta polimerización habría producido una red alifática altamente interconectada, que, aparte de eso, habría estabilizado los frágiles tejidos y/o las envolturas textiles contra la degradación produciendo una barrera físico-química que impediría la actividad de los microorganismos[121]. Pero tampoco se advierte de contraindicaciones sobre posible efecto deteriógeno en la momia por los ácidos grasos derivados de la degradación de la grasa.
La piel de la cara era de color grisáceo[122]
La piel de las piernas, como la del resto del cuerpo, era de un color gris blancuzco[123]
La piel de la momia es de un color gris blanquecino o blanco grisáceo (“grey-white” en inglés)[124].
Mientras que la piel del cuerpo,…, era blanca grisácea, la cara apareció algo más oscura (gris)[125].
Éste, no obstante, no sería a priori el color exacto que se esperaría de una momia supuestamente carbonizada – según Lucas – por la “lenta combustión espontánea” de la resina en los ungüentos, pero está fuera de toda duda, que la momia no quedó ilesa después de la exposición solar a 65º C. El deterioro de materiales orgánicos se puede producir a través de diferentes mecanismos: procesos físicos o mecánicos (disgregación o fractura) y procesos químicos (descomposición). Generalmente, éstos se producen de forma simultánea, pero dependiendo de la etiología, el tipo de sustrato y las condiciones ambientales pueden predominar los primeros o los segundos[126].
- El estado quebradizo y agrietado con el que se describe con tanta frecuencia el cuerpo momificado:
La piel de las piernas era …, muy quebradiza y mostrando numerosas grietas.
La pared abdominal …, mostrando numerosas grietas que habían roto la pared en pequeños trozos. Éstos se desprendían al tacto y eran extremadamente quebradizos[127]. (ver fotografías 9a, 9b y 9c).
Sería el deterioro expresado en la forma de cambios físicos, a priori resultantes de dilataciones y contracciones – por increíble que parezca – en un material aparentemente ya seco; un calentamiento fuerte seguido de un enfriamiento (las noches en el desierto son frías) podría producir disgregación física. Antes del descubrimiento, la momia ya habría estado sometida, en términos generales, a una alta temperatura, siendo 38º C la recogida con frecuencia en el interior de las tumbas; pero con la exposición solar la elevación térmica se habría casi duplicado.
- Mientras que la desnaturalización de los tejidos humanos y su tendencia a desintegrarse, así como la pulverización del lino en muchos puntos de la envoltura, sería la expresión del proceso químico, no específicamente biológico.
¿Podría ser el aspecto quemado de la momia, consecuencia de una termólisis seguida de una consecuente oxidación, con unos resultados en desintegración semejantes a la carbonización, y no llegarse a dar exactamente una combustión de horas, la cual habría liberado una considerable cantidad de gases nocivos, como por ejemplo dióxido de carbono, pudiendo explosionar la propia momia?
Reacciones químicas como la termólisis, tras su efecto lítico con subsiguiente rotura de moléculas o cadenas lábiles, suelen caracterizarse por la producción final de radicales libres, que suelen ser químicamente deteriógenos muy oxido-reactivos. El deterioro y otros cambios en materiales orgánicos resultan de reacciones radicales (de radicales libres) o iónicas. La primera clase (o sea, reacciones por radicales libres) incluye la mayoría de las reacciones de autoxidación, normalmente iniciadas por el input de energía térmica o fotoquímica, y reacciones más raras provocadas por radiación ionizante solamente, sin la intervención del oxígeno. …. La energía para iniciar tales reacciones pueden proceder simplemente del calor del entorno (i. e. la energía traslativa de las moléculas, transferidas por colisiones), o podría proceder de la absorción de luz u otra energía radiante. Las reacciones térmicas y fotoquímicas no siempre son de diferente clase; muy a menudo la única diferencia yace en la forma en la que los radicales libres son inicialmente producidos, siguiendo después las reacciones caminos similares[128]. Considerable energía (¿y la energía heliocalorífica de 65º C durante varias horas?) es requerida para romper los enlaces químicos, aquellos que interconectan cadenas así como los enlaces peptídicos que unen aminoácidos. Esto da estabilidad a la molécula proteínica. La degradación es más propensa a ocurrir vía acción enzimático-microbiana que de influencias no enzimáticas del entorno postmortal tales como efectos térmicos o pH, aunque se dan ambos métodos de degradación. …. La desnaturalización de las proteínas globulares por calor normalmente actúa interrumpiendo las 2ª y 3ª cadenas, resultando en un desenrollamiento/ desenroscamiento de la molécula proteínica que podría terminar en una precipitación irreversible de la proteína[129].
Esa energía heliotérmica quizás pudo llegar a romper en algunos puntos los enlaces peptídicos de las cadenas fibro-proteínicas en los tejidos blandos momificados (el propio colágeno, por ejemplo), produciendo una desnaturalización más acusada de la que se pudiera haber producido ya durante el mismo proceso de embalsamamiento; esto a su vez podría generar radicales libres propensos a la génesis oxidativa, debilitando y desestabilizando finalmente las estructuras tisulares y generando posiblemente esa tendencia a desmenuzarse;
En el caso de algunas reacciones, esta inicial absorción de energía podría representar la energía necesaria para romper una cadena en uno de los reactantes para formar radicales …[130]
Sobre los vendajes: Ya desde el principio fue evidente que no era posible desenvolverla con riguroso orden, ya que los vendajes se encontraban en estado de extrema fragilidad y se desintegraban al primer toque. Esto parece ser debido a la inclusión de un poco de humedad en el momento del enterramiento (¿promotora de los cultivos fungoides[131]?), así como a la descomposición de los ungüentos que generaron una alta temperatura, produciendo una especie de combustión espontánea que carbonizó los vendajes. Este fenómeno se ha observado a menudo y ha dado origen a la idea de que las momias así afectadas habían sido quemadas[132]. Pues esa alta temperatura bien pudo ser de naturaleza heliotérmica cuando se dio la exposición solar y, por lo tanto, no habría combustión espontánea por reacción endotérmica, sino una oxidación de etiología exógena (siendo 65º C durante varias horas tiempo suficiente para cocer un huevo).
Los féretros adheridos segundo y tercero, así como la máscara de oro pegada todavía al fondo del tercero, fueron separados por aplicación de calor, alcanzando 500º C, con varias lámparas de parafina «Primus», recubriendo por completo el interior del féretro de oro (el tercero) con gruesas planchas de cinc (material que soporta temperaturas de hasta 520° C) para no producir daños[133]; para entonces, es de suponer que la momia ya había sido extraída.
Siendo al mediodía de máxima intensidad, las radiaciones solares – particularmente las ultravioletas – generan potencialmente fotólisis predominantemente oxidativa (oxidación fotolítica o foto-oxidación), más que reductora, ya que su longitud de onda es pequeña: cuanto menor es la longitud de onda de una radiación, mayor es su energía reactivo-destructora.
….. la radiación ultravioleta golpeando la celulosa en oxígeno degrada (rompe) algunas de las cadenas de átomos que son hallados en la celulosa (el lino contiene el 72%) y causa quebramiento y pérdida de fuerza en la fibra, dependiendo de la cantidad de exposición ultravioleta (Whitmore y Bogaard 1995) y de la concentración de oxígeno en el entorno (Stillings y Van Nostrand 1944). Esta oxidación fotolítica de la celulosa la hace más susceptible a la posterior degradación no fotolítica …[134]
La celulosa absorbe luz por debajo de los 200 nanómetros[135], tiene una absorción media entre 200 y 300 nm y es baja a los 400 nm. Cuando la longitud de onda es superior a los 200 nm, la fotooxidación de la celulosa se debe a la absorción de luz en la región del ultravioleta donde la longitud de onda tiene que ser superior a los 200 nm.
La luz va a inducir a radicales libres, átomos o moléculas con electrones desapareados que se representan con un punto (CH3) y que en el caso de la celulosa aparecen sobre todo en los grupos funcionales (grupos hidroxilo y el aldehído de final de cadena); entre las diversas reacciones de los radicales libres la más importante es aquella que se realiza a través de peróxidos {R – OO – R} (fórmula genérica) y los hidroperóxidos {R – O – O – R} que dan lugar a la oxidación de distintos grupos funcionales y el proceso se conoce con el nombre de fotooxidación[136]. El cadáver deshidratado quizás se hallase demasiado profundo como para que la foto-absorción lo alcanzase durante esas horas de exposición solar, de modo que la acción fotolítica de las radiaciones ultravioletas se limitarían más bien a la superficie de la momia, sobre esa patina de materia ungüentario.
En conclusión, la causa del deterioro de la momia – desde un punto de vista químico – fue multifactorial, pero muy probablemente protagonizada por la oxidación inducida térmicamente.
[110] «The Chemistry of the tomb» by Alfred Lucas, Appendix II in «The tomb of Tut-ankh-amen: The Burial Chamber» Volume II by Howard Carter, 1927, p. 186.
[111] “La tumba de Tutankhamon” Howard Carter, p. 184.
[112] «The Chemistry of the tomb» by Alfred Lucas, Appendix II in «The tomb of Tut-ankh-amen: The Burial Chamber» Volume II by Howard Carter, 1927, p. 186.
[113] “The Scientific Study of Mummies” Arthur C. Aufderheide, p. 254.
[114] “The Scientific Study of Mummies” Arthur C. Aufderheide, p. 254.
[115] “The Mummy in Ancient Egypt” Salima Ikram & Aidan Dodson, p. 117.
[116] «Organic chemistry of embalming agents in Pharaonic and Graeco-Roman mummies» Stephen A. Buckley & Richard P. Evershed in Nature 413 (2001), pp. 839.
[117] «Organic chemistry of embalming agents in Pharaonic and Graeco-Roman mummies» Stephen A. Buckley & Richard P. Evershed in Nature 413 (2001), pp. 840.
[118] “Ancient Egyptian Materials and Industries” Alfred Lucas, p. 297.
[119] “The Human Remains from the Tomb of Tutankhamun” Filce Leek, p. 11 y9.
[120] “Resins, amber and bitumen” Margaret Serpico with a contribution by Raymond White, in «Ancient Egyptian Materials and Technology» Paul T. Nicholson & Ian Shaw, p. 465.
[121] «Organic chemistry of embalming agents in Pharaonic and Graeco-Roman mummies» Stephen A. Buckley & Richard P. Evershed in Nature 413 (2001), p. 838-839.
[122] “La tumba de Tutankhamon” Howard Carter, p. 326.
[123] “La tumba de Tutankhamon” Howard Carter, p. 328.
[124] «Faces of Pharaohs. Royal Mummies and Coffins from Ancient Thebes» Robert. B. Partridge, p. 131.
[125] “Todo Tutankamón” Nicholas Reeves, p. 117.
[126] “La biología en la restauración” G. Canela, M. P. Nugari y O. Salvadori, p. 45.
[127] “The Anatomical Report on the Royal Mummy” in “The Human Remains from the Tomb of Tutankhamun” Filce Leek, p. 11 y9.
[128] “The Organic Chemistry of Museum Objects” John S. Mills and Raymond White, p. 160.
[129] “The Scientific Study of Mummies” Arthur C. Aufderheide, p. 288-289.
[130] “The Organic Chemistry of Museum Objects” John S. Mills and Raymond White, p. 160.
[131] Según Lucas, el químico, era resultado de «alguna clase de combustión espontánea en la cual, casi con certeza, los cultivos fungoides había desempañado su papel»“Todo Tutankamón” Nicholas Reeves, p. 116.
[132] “La tumba de Tutankhamon” Howard Carter, p. 323-324.
[133] “La tumba de Tutankhamon” Howard Carter, p. 184-186.
[134] “Research in Conservation: Oxigen-freeMuseum Cases” Ed. by Shin Maekawa, The Getty Conservation Institute, p. 8.
[135] Milmillonésima parte del metro, medida de la longitud de onda de las radiaciones, es decir, la calidad de la luz. “La biología en la restauración” G. Canela, M. P. Nugari y O. Salvadori, p. 36.
[136] Tema 7. La Celulosa / 3. Factores de alteración de la celulosa / 3.3 Acción fotoquímica, p. 23-24, de unos apuntes de química proporcionados por una estudiante de Restauración, que a pesar de mis encarecidas solicitudes no le fue posible conseguirme la referencia bibliográfica correspondiente.