Las Naos Tebanas de Khasekhenre´ Neferhotep I
Por Juan Rodríguez Lázaro
20 julio, 2005
Modificación: 26 abril, 2020
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La familia del Rey

Gracias a la información que nos ha proporcionado algunos de estos documentos, conocemos, relativamente bien, a los principales miembros que constituían la familia del rey Neferhotep I.

Sabemos que se trataba de una familia del más puro origen plebeyo, ya que hasta donde llegan nuestros conocimientos, nada nos induce a creer que pudiera estar conectada con alguna de las ramas de la antigua nobleza.

El texto de una estela conservada en Río de Janeiro[4], nos indica que Haankhef, el padre del rey Neferhotep I, carecía de toda ascendencia real, puesto que era el hijo de un simple “ciudadano” llamado Nehy y de la esposa de aquel, Senebtisi[5]. El término “ciudadano”, que es utilizado en la estela para designar al padre de Haankhef, revela claramente que la familia procedía de los estratos más bajos de la sociedad egipcia. Dicha denominación se aplicaba por lo general a individuos que desarrollaban distintas labores físicas, bien como simples trabajadores del pueblo o bien incorporados dentro del ejército[6].

Haankhef, por su parte, se encontraba casado con una mujer llamada Kemi, madre de tres hijos varones que posteriormente gobernarían Egipto bajo el nombre de Khasekhemre´ Neferhotep I; Sihathor; y Khaneferre´ Sebekhotep (IV).

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Fig. 4. Escarabeos de Aankhef y Kemi, padres de Khasekhemre´ Neferhotep I.
A la derecha: la madre del rey, Kemi. (Hornung-Staehelin, Skarabäen, nº.108). A la izquierda: el padre divino, Aankhef. (Hornung-Staehelin, Skarabäen, nº.106).

Desgraciadamente, desconocemos la forma en la que Haankhef, y su esposa Kemi lograron instalar en el trono de Egipto a sus tres hijos. No obstante, todo parece indicar que este acontecimiento se debió a los propios esfuerzos personales realizados por aquel matrimonio. Así al menos, parece sugerirlo el hecho de que sus propios hijos, una vez en el trono, recordaran constantemente en sus monumentos los méritos de sus progenitores. Dicho reconocimiento perduraría incluso después del fallecimiento de ambos cónyuges. La memoria de Haankhef trasciende incluso en las posteriores crónicas egipcias. Así su nombre, de forma excepcional, se encuentra incluido en la lista real del Papiro de Turín, como el padre del rey Neferhotep I.

Todos los documentos que citan a Haankhef llevando el título de “Padre divino”, proceden de los años en los que sus hijos gobernaban el país. Esto nos impide saber exactamente cual había sido su posición en la corte antes de que su primogénito Neferhotep I fuese coronado. La importancia del papel que Haankhef debió jugar en el ascenso al trono de su hijo mayor, se hace aún más evidente, cuando observamos que Neferhotep I debió ser poco más que un niño cuando llegó al trono. Este hecho descarta, por otro lado, la posibilidad de que el joven soberano obtuviese el poder por méritos propios.

La juventud de Neferhotep I está confirmada, entre otros detalles, por el hecho de que aún no se encontraba casado cuando ascendió al trono, y es solo después de aquel acontecimiento, que el soberano contrae matrimonio con su reina Senebsen. Esta última, pondría en el mundo al príncipe Haankhef (B) y la princesa Kemi (B), nombres que realmente son idénticos que llevan los propios padres del rey. Esta claro que con esta acción, lo que realmente deseaba Neferhotep I era perpetuar la memoria de sus progenitores[7].

Esas frecuente muestras de agradecimiento hacia sus padres, nos permiten entrever uno de los rasgos más característicos de la personalidad de este joven soberano, no obstante, uno de los detalles más interesante de su carácter lo conocemos gracias al texto de una de las estelas halladas en Abydos.

Esa estela (Cairo JE 6307), fechada en el año 2º de su reinado, relata que cuando Neferhotep I emprende la realización de una estatua de Osiris, se muestra muy interesado en que la obra se ajuste a las formas más puras de aquella divinidad del inframundo. Formas que, ya en la antigüedad, habían sido establecidas como canon artístico por deseo de los propios dioses. Una voluntad que, evidentemente, había sido difundida por el clero de aquel dios de la muerte.

“cuando los dioses determinaron en consejo el aspecto bajo el cual estimaron que debían ser figurados en los monumentos que se les erigía en este mundo”.

Los consejeros sugieren entonces a Neferhotep I que visite las antiguas bibliotecas del país, y que consulte en ellas las sagradas palabras que se escribieron en otro tiempo. En su firme decisión, el rey, viaja hasta la ciudad de Heliópolis, para estudiar allí los archivos que se guardan en el interior del templo de Atúm. Finalmente el soberano descubre, en aquel famoso edificio, los libros originales consagrados a Osiris, señor de Abydos, y puede entender las auténticas formas estipuladas para las imágenes de aquel dios[8].

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