La técnica del grabado en el redescubrimiento del antiguo Egipto (Parte II)
Por Santiago Entrena Gil
1 abril, 2010
Modificación: 23 mayo, 2020
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IV. La búsqueda de antigüedades faraónicas

La expedición napoleónica y la publicación del Voyage de Denon y de la Description de l’Égypte, dieron a conocer a los europeos un nuevo mundo y les descubrieron una civilización perdida, misteriosa y fascinante. En los primeros años del siglo XIX, Egipto se convirtió en una de las metas preferidas de viajeros, exploradores, aventureros y empresarios, deseosos de observar en persona las maravillas artísticas ilustradas en esos libros, pero sobre todo de formar las primeras colecciones de antigüedades e implantar las industrias y las explotaciones agrícolas pedidas por el programa de renovación del pachá Muhammad Alí. Precisamente Muhammad Alí es la figura cuyo protagonismo domina toda la primera mitad del siglo XIX en Egipto. Se trataba de un personaje dotado de un agudo sentido político y de un notable valor.

Los viajeros, exploradores, empresarios e industriales se aventuraron a viajar a Egipto para ver las maravillas artísticas de las que se hacia eco la Description de l’Égypte, así como para recoger los hallazgos fabulosos de la civilización faraónica que había sido recientemente redescubierta. Se constata la creación de fábricas y se introducen nuevas técnicas de producción, como parte de la política de desarrollo aplicadas por el nuevo líder del país. Él, Muhammad Alí Pashá, era un mercenario de origen albanés que consiguió subir al poder como el garante del orden, al tiempo que él mismo se nombró Pashá en 1805. Este hombre, de estatura más bien baja, lucía espesa barba y mirada penetrante. Después de eliminar toda oposición potencial con la matanza de los líderes mamelucos en 1811, Alí se embarcó en una política de expansión, conquistando las ciudades santas de La Meca y Medina en 1812 y deponiendo a los wahabíes, los exponentes de una secta musulmana fundamentalista en Arabia. En cuanto a la política interna, inició un amplio programa de reformas que allanaron el camino para la creación de una nación moderna e independiente. A fin de realizar esta difícil tarea se vio obligado a buscar el asesoramiento de técnicos extranjeros y consejeros, entre los cuales tuvo la máxima importancia el cónsul de Francia, Bernardino Drovetti. Este último, como contrapartida, obtuvo un permiso especial que le permitía efectuar excavaciones en busca de hallazgos arqueológicos para formar una colección de antigüedades destinada a ser enviada a Francia.

Otras naciones europeas no aguantaron mucho y encargaron a sus cónsules que reunieran nuevas colecciones de antigüedades que llevar a sus respectivos países para enriquecer las colecciones de sus distintos museos. Se inició así un saqueo del patrimonio arqueológico de Egipto por parte de Europa, mientras los representantes diplomáticos y sus agentes combatían en lo que sería definida como “la guerra de los cónsules”. Entre los personajes que dominaron esta lucha por la conquista de hallazgos arqueológicos, Bernardino Drovetti, y el cónsul de Inglaterra, Henry Salt, tuvieron un papel de primer plano.
Entre los agentes más hábiles bajo órdenes de Drovetti se encuentra Jean Jacques Rifaud, que además era un artista de gran talento. De ahí que realizara una colección de espléndidas planchas, desgraciadamente aún hoy demasiado poco conocida, que representa paisajes y monumentos de Egipto. Nació en Marsella en 1786 y se ganó el sobrenombre de “padre de la antigüedad”. Descubrió al menos un centenar de estatuas y realizó más de 4.000 dibujos inspirados en los de monumentos faraónicos y en aspectos de la vida de Egipto de aquella época. Era autodidacta y en sus dibujos arqueológicos no había demasiada exactitud. En 1830 publicó: Voyages en Égypte, en Nubie et lieux circonvoisins, depuis 1805 jusqu’en 1828; obra presentada en cinco volúmenes, a la cual iba adjunto un volumen de planchas de gran formato y una especie de guía para los viajeros de la época. Murió en 1845.

Henry Salt era artista, diplomático y activo viajero. En 1816 fue nombrado cónsul general de Inglaterra en Egipto, con el encargo de reunir una colección de antigüedades para el Museo Británico. Fue el principal adversario de Drovetti durante “la guerra de los cónsules” y reclutó para su equipo al paduano Giovanni Battista Belzoni, que fue su principal agente. Escribió: Account of a Voyage to Abissinia and Travels into the interior of country… y publicó un ensayo pictórico: Twenty-four views taken in St. Helena… and Egypt. (Fig. 1).

Figura 1. Grabado en el que se están transportando antigüedades Egipcias y se utiliza un ingenio hidráulico en forma de noria mecánica, para transportar agua. Extraído de la obra de G. B. Belzoni, Le jeune Voyageur. Egypte et en Nubie, Belin libraire, 1836.

Figura 1. Grabado en el que se están transportando antigüedades Egipcias y se utiliza un ingenio hidráulico en forma de noria mecánica, para transportar agua. Extraído de la obra de G. B. Belzoni, Le jeune Voyageur. Egypte et en Nubie, Belin libraire, 1836.

Giovanni Battista Belzoni, nació en Padua en 1778 y murió en 1823. Parece ser que estuvo desde su infancia destinado al estudio de la carrera eclesiástica. Posteriormente, pudo verse mezclado en intrigas políticas y viendo que incluso podía terminar encarcelado, optó por huir a Londres. Se convirtió en la atracción de un circo trabajando como forzudo, lo que fue propiciado por su poderoso aspecto físico (media unos dos metros de altura), siendo conocido como “el gigante italiano”. Además, en la ciudad inglesa siguió estudios de ingeniero mecánico y hasta es posible que llega a ganarse la vida como charlatán. Su carácter emprendedor y dinámico le condujo a Egipto en 1815, donde intentó convencer a Muhammad Alí de introducir en el país una noria mecánica más eficaz a la que se empleaba de manera tradicional; de hecho, Belzoni le instaló una en su palacio, pero el pachá no quedo muy convencido. Así las cosas, Belzoni consigue una carta de presentación para conocer al cónsul inglés, Henry Salt. Ambos llegaron al acuerdo de que Belzoni transportaría una enorme estatua de Ramses II, desde Luxor a Alejandría. Así, primero junto a Salt, fue como se inició un período que se prolongó unos cinco años, en que Belzoni se dedicó al lucrativo negocio de las antigüedades egipcias. No obstante, pronto Belzoni actuó por cuenta propia, recogiendo cuanto encontraba a su pasado, fuera grande o pequeño, valiosa antigüedad o bagatela vistosa. Hay que tener en cuenta que en esos años se había producido un “boom” alrededor de las antigüedades egipcias y que coleccionismo tendía al aprecio por el objeto, no por el conocimiento. Lo destruido era más que lo descubierto y el perjuicio para el patrimonio cultural era mayor que su enriquecimiento. Esto convierte al gigante paduano en el hombre a batir: fuerte, decidido, inteligente. En más de una ocasión dirimió las divergencias con armas o a puñetazos. En más de una ocasión rompió sarcófagos a golpe de ariete, de la misma manera que transportó obeliscos por el Nilo o los perdió en naufragios fluviales y en otras ocasiones conseguía finalmente rescatarlos. Casi todo lo que hizo es más propio de la figura de un aventurero que de un científico, como, por ejemplo, grabar su nombre en las piezas rescatadas que representaban a faraones egipcios. Se preocupó de los problemas arqueológicos que planteaban sus descubrimientos, muy especialmente la tumba de Seti I, el Valle de los Reyes y la segunda pirámide de Gizeh. Sus investigaciones, inauguraron, tímidamente, la ruta práctica de la egiptología. (Fig. 2).

Figura 2. Retrato de Belzoni, vestido a la usanza oriental, extraído de su obra G. B. Belzoni, Narrative of the Operations...in Egypt and Nubia, editado por John Murray, Londres (2 vols.), 1822.

Figura 2. Retrato de Belzoni, vestido a la usanza oriental, extraído de su obra G. B. Belzoni, Narrative of the Operations…in Egypt and Nubia, editado por John Murray, Londres (2 vols.), 1822.

En 1820, fruto de las peripecias de Belzoni en Egipto, el célebre editor J. Murray publicó la obra Plates ilustrative of the Researchs and Operations of Belzoni in Egypt and in Nubia, siendo los grabadores A. Aglio y Alessandro Ricci. Este último, con su trabajo como grabador, consiguió ganarse una gran reputación como ilustrador de los más importantes investigadores y viajeros de la época, trabajando para Belzoni, Bankes, Champollion y Rosellini, y también reunió una colección de hallazgos que fueron expuestas en el “Albertinurn” de Dresde y del Museo Arqueológico de Florencia. La obra fue publicada en tamaño cuarto. El texto se complementa con el citado atlas, “in folio” que incluye imágenes de las Investigaciones y Operaciones de Belzoni en Egipto y Nubia y que presenta dibujos de acuarela, algunos de Ricci y otros por el propio Belzoni. El libro fue un éxito de público y crítica por igual  (Fig. 3).

Figura 3. Grabado coloreado que representa los relieves del interior de una tumba del Valle de los Reyes, extraído de la obra de G. B. Belzoni, Fortyfour Plates ilustrative of the Researchs and Operations of Belzoni in Egypt and in Nubia, editado por J. Murray, en 1820. Grabado de Alessandro Ricci.

Figura 3. Grabado coloreado que representa los relieves del interior de una tumba del Valle de los Reyes, extraído de la obra de G. B. Belzoni, Fortyfour Plates ilustrative of the Researchs and Operations of Belzoni in Egypt and in Nubia, editado por J. Murray, en 1820. Grabado de Alessandro Ricci.

Unos meses después de publicarse la primera edición de Plates ilustrative of the Researchs and Operations of Belzoni in Egypt and in Nubia, el editor Murray se vio obligado a publicar una segunda edición (1921), que fue seguida por una tercera en 1822, en dos volúmenes en tamaño octavo. Seis nuevas planchas fueron añadidas en el Atlas. La obra de Belzoni fue inmediatamente traducida al francés, al alemán y, más tarde, en 1825, al italiano. La clave del éxito del libro de Belzoni posiblemente radica en que se ofrece una descripción minuciosa, escrita en un estilo claro y lineal, de sus aventuras y descubrimientos durante su estancia en Egipto. Belzoni en el prefacio de su obra declara: “La descripción de los medios que emplee para obtener mis fines, las dificultades, que se opusieron a mis esfuerzos y la manera como los superé, darán una idea bastante exacta de las costumbres y los hábitos de los pueblos con los que tuve contacto”. El paduano también se defendía, a veces en un tono muy polémico, de las calumnias de que había sido víctima. Su relato apasionado ofrece una vívida imagen de Egipto en ese momento que también contiene una gran cantidad de observaciones. El propio Howard Carter, descubridor en 1922 de la tumba de Tutankhamón, definió este trabajo como “uno de los libros más fascinantes entre todos los escritos sobre Egipto”.

El conde Louis de Forbin era un muy hábil dibujante e ilustró su obra Voyage dans le Levant en 1817 et 1818, a la que acompañaba un álbum que contenía setenta y ocho planchas de gran formato. En los dibujos que representan Tierra Santa y Egipto hay muchas referencias al modo de vida de su habitantes. Nació en 1777, en Francia, fue nombrado director General de los Museos de Francia y se dirigió a Egipto en 1818 para adquirir antigüedades destinadas al Museo del Louvre. Fue el primero en publicar una sección de la pirámide de Quefrén, hecha posible gracias al descubrimiento de su entrada por parte de Belzoni, el cual acusó injustamente al francés de haberse apropiado del mérito del descubrimiento. En realidad Forbin, señaló muy correctamente que el dibujo se había realizado sólo gracias al descubrimiento de Belzoni (Fig. 4).

Figura 4. Frontispicio extraído de la obra De Forgin, Voyage dans le Levant, L’imprimerie Royale, París, 1819.

Figura 4. Frontispicio extraído de la obra De Forgin, Voyage dans le Levant, L’imprimerie Royale, París, 1819.

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