Pequeño Himno a Atón
Por Susana Alegre García
24 junio, 2018
Representación de Atón, mostrado como disco solar del que surgen rayos. Foto: Susana Alegre García
Modificación: 24 junio, 2018
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En recuerdo a Víctor Rivas, creador de AE, hoy que se cumplen cinco años sin tenerle entre nosotros.

Durante el reinado de Ajenatón (c. 1350-1334 a.C.) el culto al dios solar Atón alcanzó un gran protagonismo, ensalzándose como deidad única de la que emana toda existencia.

Para aproximarse a las creencias de este período resultan especialmente relevantes dos textos, de gran belleza literaria, conocidos como el Gran Himno a Atón y el Pequeño Himno a Atón[1].

A diferencia del Gran Himno a Atón, que solo aparece documentado en la tumba de Ay, el Pequeño Himno a Atón se conoce gracias a su inscripción en cinco tumbas de la necrópolis de nobles de Amarna[2]. Se trata de las tumbas de Merire I, Tutu, Mahu, Apy y Any.

En cuanto a contenidos, en el Gran y en el Pequeño Himno a Atón se loa de manera extraordinaria la exclusividad de Atón como entidad divina y se subraya su estrecha vinculación con el faraón Akhenatón. Atón es presentado como dios solar, creador y único, que cada día se levanta y se oculta. Su surgimiento en el amanecer, su brillo, se asimila a todo lo benéfico y vivo; su desaparición en el horizonte occidental sume a toda la existencia en el letargo y en las temibles tinieblas.

Es factible imaginar que estos textos escritos en neoegipcio, amoldándose así a la forma de hablar de la época, eran recitados en los rituales de los templos a Atón de Amarna encabezados por el monarca y la familia real, y puede que también en la culminación de las ceremonias de ofrendas al dios de carácter más privado. El Pequeño Himno, sin embargo, parece haber tenido más éxito, al menos a juzgar por el hecho de que se inscribió más reiteradamente en las tumbas de los altos dignatarios de Amarna. El hecho de ser mucho menos extenso, pero concentrar las mismas nociones, seguramente debió propiciar su popularidad.

El Pequeño Himno a Atón se inicia con el ciclo cotidiano del sol, que surge en el alba y cuyos benéficos rayos son fuente de vida y alegría. El brillo del Disco Viviente, Atón, anima toda la existencia: a los hombres, al ganado, a las plantas… Todo prospera, todo está lleno de energía. Sin embargo, la desaparición de la luz en el oeste del cielo, la puesta de sol, es símil de muerte y tragedia, todo queda postrado. El faraón, entonces, es presentado como hijo del dios y a su imagen. Y es el faraón quien rinde culto a su padre en el templo para que surja un nuevo amanecer, para que todos los seres vuelvan a la existencia, para que toda la obra de Atón recobre vigor y alegría. Toda la existencia, por tanto, se deben a Atón y al culto que le rinde Akhenatón, su hijo.

Texto del Pequeño Himno a Atón

<<Adoración a “Re-Haractes que se regocija en el horizonte en su nombre de Shu que está en Atón”[3], dotado de vida por siempre jamás. Para el rey del Alto y del Bajo Egipto que vive de Maat[4]. El Señor del Doble País, Neferkheperure Uaenra[5]. El Hijo de Ra, que vive de Maat. El Señor de las Coronas, Akhenatón de larga existencia, dotado de vida para siempre jamás.

Hermoso te alzas, Disco Viviente, Señor de la Eternidad.
Eres brillante, eres hermoso y poderoso.
El amor que inspiras es grande y el primero.
Tus rayos acarician los rostros.
Tu brillantez da vida a los corazones
y las Dos Tierras están llenas de amor.
A ti dios venerable que te has creado a ti mismo,
a ti que creaste la tierra en su totalidad
y a lo que en ella se encuentra;
los hombres, los rebaños y el ganado,
y todos los árboles que sobre el suelo prosperan,
viven cuando tu apareces para ellos
porque tu eres el padre y la madre de la creación.
Cuando brillas los ojos contemplan
la tierra entera por tus rayos iluminada.
Y todos los corazones son felices de verte
cuando te manifiestas como su señor.
Pero cuando desapareces en el horizonte del Oeste del cielo,
se postran como si muriesen.
Sus cabezas están cubiertas y sus narices obstruidas.
Hasta que al amanecer tu luz regresa en el Oriente del cielo,
y sus brazos adoran tu ka.
Los pechos animados por tu gracia reviven de nuevo,
tus rayos encuentran una tierra en celebración.
Músicos y cantantes expresan alegría
en la amplia explanada del Palacio del Benben[6],
el divino lugar donde te gusta estar.
Los alimentos y las provisiones se depositan allí.
Tu hijo purificado pronuncia las alabanzas.
¡Oh! Atón viviente en sus apariciones,
todas tus creaciones bailan ante ti.
Tu hijo venerable está exultante,
el corazón lleno de alegría.
Disco viviente que disfruta del cielo todos los días,
para dar a luz a su noble hijo.
El único hijo de Re y a su imagen,
sin un instante de pausa,
es quien exalta su perfección,
Neferkheperure Uaenra.
¡Yo soy tu hijo! El que te sirve
El que ensalza tu nombre.
Tu fuerza y poder son firmes en mi corazón,
Porque tu eres el Disco Viviente, símbolo de eternidad.
Tu has creado el cielo lejano para brillar en él,
para observar lo que tu solo has creado.
La vida, en sus millones de formas, tiene en ti
su fuente para animar seres.
El aliento de vida se dirige hacia la nariz,
al ver tus rayos toda flor vive,
y lo que crece en el suelo
con tu brillo se fortalece
Abrevados al contemplarte,
los animales triscan;
las aves, que estaban en el nido,
vuelan movidas por la alegría
y sus alas, que estaban cerradas en ese momento,
se despliegan en adoración
al Disco Viviente, su creador>>.

 


Notas

[1] Son también relevantes para la comprensión de la religiosidad amarniana textos como las Estelas Fronterizas que delimitaban la ciudad del Horizonte de Atón, Ajetatón (la actual Tell el-Amarna) y algunas adoraciones preservadas en las tumbas de nobles.

[2] Se trata de textos esencialmente idénticos que en algunas tumbas fueron inscritos en varias ocasiones. En la tumba de Mahu hay cuatro copias; en la de Apy hay dos.

[3] Este complejo nombre es el llamado “Nombre didáctico de Atón” y está presente en los textos de la primera parte del reinado de Ajenatón. A partir del año 9, coincidiendo con una progresiva radicalización del atonismo, se documenta una transformación en el nombre del dios que pasó a ser: “Re, soberano del horizonte, que se regocija en el horizonte en su nombre del resplandor que viene de Atón”

[4] Tanto de Atón como de Akhenatón se decía que vivían de Maat; es decir, del orden cósmico, del equilibrio, de la armonía… La Ofrenda de Maat, crucial en la liturgia de los templos egipcios ya que Maat era considerado el manjar más supremo de los dioses, también ocupó un relevante protagonismo en el contexto amarniano.

[5] Neferkheperure Uaenra “Hermosas son las manifestaciones de Ra, el Único de Ra” es el Nombre de Coronación de Akhenatón.

[6] El Palacio del Benben es un templo dedicado a Atón en Amarna. La alusión a la piedra Benben se explica por la milenaria vinculación de este elemento con el culto solar, siendo el sagrado lugar donde, según la tradición mitológica egipcia, el sol había puesto en marcha la creación.

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