Fragmento de la tapa de un ataúd egipcio en una colección privada
Por José María Ortuondo Rocandio
1 julio, 2011
Modificación: 25 abril, 2020
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Denominación y significado

Es un lugar común en los manuales sobre el antiguo Egipto la apreciación de la fuerte creencia de los egipcios en la vida después de la muerte. También es habitual la cita de Heródoto, para quien los egipcios eran “religiosos más allá de cualquier medida…más que cualquier otro pueblo”[1]. Sin embargo, el inmenso esfuerzo invertido para realizar ese tránsito, las enormes construcciones funerarias erigidas para conseguir que el faraón se convirtiera en una estrella entre las Imperecederas[2], la proliferación de textos que guiaran al difunto[3], la elaborada técnica de momificación[4], los dobles del ka y otros sustitutivos, la mención reiterativa del nombre, o la propia sofisticación de sus amuletos[5], evidencian una gran inquietud ante la muerte. Especial preocupación les causaba la descomposición física del difunto.

Entre los elementos del ajuar funerario destaca el ataúd o sarcófago. En ocasiones se utilizan estos términos de forma indiferenciada, o bien reservando el primero para los féretros interiores y el segundo para los exteriores, con independencia del material utilizado en su fabricación[6]. Otros autores prefieren utilizar el término ataúd para los fabricados en madera, o bien cartonaje, y el de sarcófago para los de piedra, y por extensión los de arcilla[7]. Etimológicamente el término sarcófago viene del griego y significa “el que come carne”, haciendo referencia a la creencia de que algunos contenedores de piedra deshacían el cuerpo humano. Por considerarlo más clarificador vamos a utilizar en este estudio la palabra ataúd en referencia a los féretros construidos con madera.[8]

El ataúd desempeñaba una función práctica de custodia de la momia y otra ritual, reproduciendo en muchas ocasiones las funciones de la tumba. Esto tenía lugar especialmente en los periodos en los que la decoración de la tumba prácticamente desaparecía para volcarse la ornamentación en el propio ataúd, como en algunas tumbas del Imperio Medio y en el Tercer Período Intermedio. En este sentido simbólico constituía a la vez la casa eterna del difunto, y un microcosmos cosmológico relacionado a la vez con la tierra y el cielo. Así, se orientaban a los cuatro puntos cardinales y tenía fuertes connotaciones cósmicas tanto relacionadas con el inframundo y el dios Osiris, en especial la cuba del féretro, como con el cielo y deidades celestes como Nut, que aparece frecuentemente en el interior de la cubierta frente al rostro del difunto, o Hathor, representada muchas veces como Imentet, diosa del Occidente[9]. En el ataúd tenía lugar la transformación del difunto que se convertía en un ser transfigurado sah y en una versión del propio Osiris, consiguiendo su resurrección. Los egipcios lo denominaban el señor de la vida, neb anj. Frecuentemente el ataúd iba metido dentro de otro u otros ataúdes, o bien dentro de un sarcófago.

Vamos a estudiar a continuación un fragmento de la tapa de un ataúd, del último periodo del arte egipcio, que se conserva en una colección privada del País Vasco[10]. En el Egipto faraónico, entre las personas que podemos denominar de forma libre como de clase media, clero bajo, pequeño funcionariado, algunos comerciantes y artesanos, o propietarios agrícolas no pertenecientes a la aristocracia, los ataúdes no serían objeto de un encargo específico, sino que compraban ejemplares prefabricados. A esta clase de ataúdes pertenecería seguramente el que es objeto de este estudio, correspondiente a una calidad media, que no alcanzaba la de los ajuares más ricos, pero, por otro lado, tampoco estaban al alcance de los más pobres. En el antiguo Egipto la mayoría de los difuntos no dispondrían siquiera de un ataúd. En muchas ocasiones el propio féretro carecía de decoración y no identificaba el nombre del difunto, o se incluía éste en espacios dejados ex profeso en fórmulas rituales redactadas previamente. Este es el caso del ataúd que aquí seguidamente analizaremos.


[1] R.H. Wilkinson, Todos los dioses del Antiguo Egipto, Madrid, 2003, p.46.
[2] M. Lehner, The Complete Pyramids, Londres, 1997, p. 28-33.
[3] J. P. Allen, Reading a Pyramid, Hommages à Jean Leclant. Cairo, 1993. R.O. Faulkner, Ancient Egyptian Coffin Texts, Londres, 1994. C. Gracia, Un corpus funerario egipcio: los textos de los sarcófagos. Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Historia Antigua, 2006-2007, vol., 19-20, p. 41-59. Ver en e-spacio.uned.es (10/07/2011).
[4] C. Andrews, Egyptian Mummies, Londres, 1984. B. Brier, Egyptian mummies: unraveling the secrets of an ancient art, Nueva York, 1994. J. Raven y W. K. Taconis, Radiological Atlas of the collections in the National Museum of Antiquities at Leiden, Turnhout, 2005.
[5] C. Andrews, Amulets of Ancient Egypt, Londres, 1994.
[6] S. Ikram Y A. Dodson, The Mummy in Ancient Egypt, Londres, 1998, p. 244.
[7] R.V.Walsen, The coffin of Djedmonthuiufankh in the National Museum of Antiquities at Leiden, Leiden, 1997, V.I., p. 6, notas 3 y 22. Éste es también el criterio de The Concise Oxford Dictionary, y el utilizado por ejemplo en W. Grajettzki, Burial Customs in Ancient Egypt: Life in Death for Rich and Poor, Londres, 2003. Véase también J.H. Taylor, Death and the Afterlife in Ancient Egypt, Chicago, 2001.
[8] O. Koefoed-Petersen, Catalogue des Sarcophagues et Cercueils Égyptiens, Copenhague, 1951. A esta distinción harían referencia los términos coffin, en inglés, cercueil, en francés, o sarg (särge), en alemán, utilizados para los ataúdes de madera. También se denominan ataúdes los fabricados en metal N. Reeves, The Complete Tutankhamun, Londres, 1990, en relación con el de oro de ese faraón, y para los de plata de la necrópolis de Tanis: D. A. Aston, Burial Assemblages of Dynasty 21-25, Viena, 2009, y en el catálogo dela exposición Tanis L´or des Pharaons, París-Marsella, 1987.
[9] Taylor. 2001, pp. 214-217. A. Bettum, Death as an Eternal Process. A case study of a 21st Dynasty coffin at the University Museum of Cultural Heritage in Oslo, 2004, pp. 108-126. Ver en: www.duo.uio.no/publ/iks/2004/20317/20317.pdf y www.duo.uio.no/publ/iks/2004/20317/Appendix.pdf (10/07/2011).
[10] Expuesto en el Museo Romano Oiasso de Irún, de forma temporal: “Egipto. La Mirada Romántica”, 24 de junio a 20 de noviembre de 2011. Catálogo de Bonhams, Catálogo. Antiquities, Londres, 13 de octubre de 2006. Nº140. Tajan, Catálogo. Archéologie. Drouot, París, 29 de octubre de 2008. Nº 197. Procede de una colección francesa formada en la segunda mitad del siglo XX.

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