Diosa del cielo Nut, el dios aire Shy y el dios tierra Geb
Se conocen numerosas versiones de la creación o, como decían los egipcios, de la «primera vez del mundo». Cada centro religioso elaboró su propio mito, que hacía del dios principal local el protagonista del génesis, el gran demiurgo. Así se explica la variedad de la literatura cosmogónica egipcia, cada vez más compleja en cuanto que los teólogos pretendían la unidad e intentaban poner de acuerdo entre sí las diferentes doctrinas. Existen ciertos rasgos comunes a todos los mitos; se les puede aislar en la multitud de los detalles anecdóticos y reconocer su dependencia de las condiciones naturales en que vivían los habitantes del Nilo, que tanto influyeron en su modo de imaginar las diversas etapas de la creación.
Cada año, apenas acabadas las cosechas, los egipcios asistían al espectáculo de la inundación, que cubría poco a poco el valle y se detenía solamente al pie de las primeras pendientes desérticas. A partir de septiembre las aguas empezaban a retirarse y las tierras surgían de nuevo. El estiaje tenía lugar en mayo, cuando los campos recobraban todo su esplendor. Ante este hecho los campesinos y los sacerdotes se admiraban, no podían permanecer insensibles ante un fenómeno natural que no lograban comprender y cuyas consecuencias eran tan grandes en la vida cotidiana. La vasta zona pantanosa del Delta, en parte acuática, en parte terrestre, cubierta de lujuriante vegetación y habitada por multitud de reptiles y pájaros, ponía antes los ojos de los hombres la copia exacta de los primeros tiempos de la creación del mundo.
Los más antiguos textos religiosos conocidos reflejan una inextricable amalgama de cosmogonías locales, elaborada probablemente en tiempos prehistóricos. Todos están de acuerdo cuando afirman que el mundo no es la obra de un Demiurgo intemporal. Según los egipcios, al principio fue el Caos, y el Demiurgo se hallaba diluido en el Caos, donde yacía inerte, como privado de existencia. Los sacerdotes de Heliópolis decían que el Caos era la ausencia de cada uno de los elementos que constituirían el mundo después de la creación, pero esta definición negativa del Caos es cosa propia de la teología heliopolitana. En cambio, todos los demás sistemas religiosos conciben el Caos como un Océano Primordial, un agua inerte carente de vida pero que contiene todos los gérmenes y todas las posibilidades de la creación. Este agua es el Nun, el «padre de los dioses». El Demiurgo aparece más tarde en la superficie de las aguas y adopta aspectos diferentes en cada sistema cosmogónico: frecuentemente aparece en una isla que emerge del elemento líquido, pero otras veces surge del huevo de un ave acuática, o de entre los pétalos de una flor de loto.