Conclusión
Las diferencias substanciales entre las escrituras egipcia y maya son ciertamente numerosas(una de las pocas semejanzas es el hecho mismo de ser escrituras jeroglíficas, es decir, el emplear imágenes como signos), y no hay relación alguna entre la familia camito-semita a la que pertenece el egipcio y la lengua maya. Pero el propósito del presente estudio no ha sido plantear los dos sistemas de escritura de forma separada y sin relación alguna, sino identificarlos formalmente en el proceso de desciframiento que ha permitido a la ciencia poder leer sus textos con admirable soltura. Los dos procesos de desciframiento tienen mucho en común. Su característica fundamental concierne a la estructura interna, y el éxito o fracaso de la traducción satisfactoria de los signos depende en gran medida de la noción inicial sobre la naturaleza del sistema de escritura que se posea. Así, la epigrafía y la lingüística, actuando conjuntamente, operan ‘ad intra’en un principio; pues antes de emprender cualquier intento de lectura, han de examinar la composición de esa escritura para determinar el vínculo formal entre las palabras habladas y sus símbolos: las palabras escritas. De este modo se originan dos clases de interpretación para establecer el mencionado vínculo: la que aboga por una lectura simbólica e idealista de los signos; y su escuela opuesta, la fonetista, que postula el carácter fonético de los mismos. En el caso de la escritura egipcia, Athanasius Kircher fue el máximo exponente de la escuela simbólica, afirmando que los signos transmiten diferentes ideas de manera apriorística, es decir, mediante el análisis puro del concepto que el signo evoca. Sin embargo, el descubrimiento de la Piedra de Rosetta y su registro bilingüe en egipcio jeroglífico, demótico y griego abrió nuevos horizontes a la investigación egiptológica, y el francés Jean François Champollion logró descifrar con éxito. Prueba de esto es la concordancia en significado entre las imágenes y pinturas y los textos que las acompañan; las primeras son precedentes de la escritura, pues no pueden servir por completo al fin de trasladar la experiencia mental y hablada a la realidad mediante instrumentos simbólicos, mientras que los textos pueden expresar actividades mentales que trascienden de lo puramente empírico a lo abstracto. La intelección filosófica constituye el mejor ejemplo del triunfo de la escritura. La filosofía nació en la Jonia, Grecia; y los griegos habían heredado de los fenicios un avanzado y práctico alfabeto. Al ser el alfabeto la forma más evolucionada y perfecta de escritura (en virtud de su simpleza, pues requiere de un menor número de elementos que una escritura logo-silábica o silábica), permitió a los griegos expresar con mayor detalle los procesos de la experiencia intelectiva que experimentaban y les fue posible trascender al ámbito de lo abstracto y no sensible no sólo en su mente, sino también en la manifestación material de la esencia formal de esos procesos mentales: en la escritura. En el desciframiento de la escritura maya las polémicas entre “idealistas” y “fonetistas” fueron si cabe mayores, con el resultado de retrasarel propio desciframiento. I.J. Gelb proponía como prueba de que la escritura maya no es un sistema fonético el hecho de que aún (en 1952) se encontraba sin descifrar. Ahora bien, esa demostración es plenamente incorrecta, pues Knorosovya había conseguido logros importantes (como el propio Gelb menciona en su nota 39), y Gelb[31] debía haber sido consciente de que si tal desciframiento aún no se había producido, o bien ocurriría en breve (como de hecho aconteció), o se debía a una serie de controversias y discusiones sobreel carácter intrínseco de la escritura maya que habían impedido efectuar logro alguno, pues se desconocía el punto de partida . Afortunadamente, hoy en día podemos disfrutar de las contribuciones de tantas personas que nos han permitido rememorar y descubrirlas experiencias de los antiguos; y la lectura de sus obras es, sin duda, el mejor modo de recordarlos.
[31] Opus citae, 91-98;R. L. Brunhouse, In search of the Maya. The First Archaeologists, 1973, 113-135; A.R. Pagden, The Maya. Diego de Landa’s Account of the Affairs of Yucatán, 1975, 11-17.
Autor Carlos Blanco
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