Estudio comparativo entre el desciframiento de las escrituras jeroglíficas egipcia y maya
Por Carlos Blanco
10 febrero, 2005
Modificación: 22 mayo, 2020
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El desciframiento de la escritura maya

Las más recientes investigaciones arqueológicas distinguen cinco períodos principales en la historia de la civilización maya: el paleo-indio (Pleistoceno tardío, 20,000-8,000 a.C.), caracterizado por la colonización que cazadores y recolectores procedentes de Siberia realizaron en el continente americano tras cruzar el Estrecho de Bering (entonces congelado); el arcaico (8,000-2,000 a.C.), equivalente al neolítico en Oriente Medio, determinado por una creciente sedentarización (con la aparición de la agricultura y de la domesticación); el pre-clásico o formativo (2,000 a.C.-250 d.C.), en el que surgen las principales civilizaciones mesoamericanas: olmecas, zapotecas y mayas; el clásico (250-900 d.C.) o período de esplendor de la cultura maya; el período post-clásico (900-1521 d.C.), iniciado por la decadencia de la civilización maya, termina con la conquista de Hernán Cortés. Inventos como un avanzado sistema de medición del tiempo[18] y la propia escritura indican que la cultura maya gozó de un admirable grado de inteligencia, y podemos considerarla como la principal civilización de la América precolombina[19].

Durante el reinado de Carlos III de Borbón (1759-1788) el interés por la arqueología y las ciencias de los dominios de ultramar creció considerablemente. En 1787 Antonio del Río, en colaboración con el artista Ricardo Almendáriz, dirigió un informe sobre la ciudad de Palenque a José Estachería, Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, quien los destinó a Madrid. Se realizaron numerosas copias de los grabados y pinturas. Una edición de estos trabajos apareció en noviembre de 1822 en Londres, titulada Description of the Ruins of an Ancient City, prologada por el Dr. Pablo Félix Cabrera; y constituyela primera publicación que contenía descripciones de los jeroglíficos hallados en los monumentos. Juan Galindo (1802-1840) fue enviado en 1834 a explorar la antigua ciudad maya de Copán por el gobierno guatemalteco. Su informe fue publicado por la Sociedad Americana de Anticuarios en 1836. Entre sus principales conclusiones destacan la creencia en la naturaleza fonética de la lengua expresada por los jeroglíficos presentes en las construcciones mayas y la afirmación de la existencia de sacrificios humanos en algunos templos (sin duda, uno de los rasgos más salvajes y escabrosos de esta civilización), además de otros detalles arqueológicos de cierta importancia. Jean Frédéric Maximilien Waldeck (1766-1875; las fechas son objeto de controversia entre los especialistas), un talentoso artista de nacionalidad desconocida (posiblemente francés o austríaco), realizó varias de las láminas de la obra de Antonio del Río para la edición inglesa; y entre mayo de 1832 y julio de 1833 residió en Palenque; y en 1834 regresó al Yucatán (Uxmal) gracias al patrocinio del irlandés Lord Kingsborough. Fruto de esa estancia fue su libro Voyage pittoresque et archéologique dans Yucatán. 1834 et 1836.(1838).

Paralelo a la historia de los primeros estudios mesoamericanos es el Códice de Dresde. De los objetos expoliados por Hernán Cortés a finales de la segunda década del siglo XVI se trasladaron a España una serie de libros que hoy sabemos, eran mayas. Uno de ellos , de crucial importancia para el desciframiento de la escritura maya, reapareció en la Biblioteca Real de la corte de Sajonia, en Dresde, tras haberlo adquirido su director, Johann Christian Goetze, de una colección privada en Viena[20]. El códice en cuestión no sería publicado hasta 1796, y Alexander von Humboldt (1769-1859) lo incluyó en su atlas de 1810[21]. Estos trabajos, junto a The Antiquities of Mexico (1848), del ya mencionado Lord Kingsborough, reproducían fielmente el Códice de Dresde, lo que proporcionó a la ciencia una gran cantidad de material con la que comenzar el proceso de desciframiento (análogos a la monumental Description de l’Égypte, editada entre 1809 y 1821 con los trabajos de los 160 sabios de la Academia de Ciencias de París que acompañaron a Bonaparte en su expedición a Egipto.

El mérito de ser uno de los pioneros en el análisis del Códice de Dresde se debe a Constantine Samuel Rafinesque-Smaltz (1783-1840), erudito de origen turco entre cuyos múltiples intereses figuraron la historia y la biología[22]. Rafines que escribió dos cartas a Champollion en 1832. En la segunda carta presentó tres importantes descubrimientos: se dio cuenta de que la escritura del Códice de Dresde es la misma que aparece en las inscripciones de Palenque; estableció los valores numéricos de los puntos y las barras; fue consciente de que la lengua representada por la escritura jeroglífica de Dresde y Palenque todavía se hablaba en América Central, lo que haría posible leer los manuscritos y las inscripciones monumentales.

John Lloyd Stephens (1805-1852) y Frederick Catherwood (1800-1854), estadounidense e inglés respectivamente, emprendieron un célebre viaje a Centroamerica en 1839, y un segundo al Yucatán en 1843. De estas dos exploraciones surgieron dos famosos libros, repletos de magníficas ilustraciones realizadas por Catherwood: Incidents of Travel in Central America, Chiapas and Yucatán (1841)e Incidents of Travel in Yucatán (1843). Ambas obras muestran interesantes conclusiones, de las que cabe destacar la observación de que las ciudades mayas habían sido construidas por antepasados de los modernos mayas (contra Kingsborough y Waldeck, que les atribuían una antigüedad de varios milenios y creían que sus artífices habían sido emigrantes procedentes de Oriente Medio), y existió un sistema único de escritura que se extendía desde Palenque hasta Copán; aparte de reafirmar la tesis de Rafines que de la igualdad entre la escritura del Códice de Dresde y las inscripciones monumentales. Además de esta serie de descubrimientos, Stephens y Catherwood conocieron al lingüista Juan Pío Pérez, cuyo diccionario de la lengua yucateca es una importante obra de erudición. En adición al diccionario de Juan Pío Pérez, aparecería un resumen en lengua inglesa de la gramática de la lengua yucateca publicada por el Padre Franciscano Pedro Beltrán en 1746, incluido por B.M. Norman en Rambles in Yucatán (1843).

El auténtico amanecer del desciframiento sería protagonizado por el clérigo francés Charles Étienne Brasseur de Bourbourg (1814-1874). Su importancia radica en haber identificado el manuscrito de la obra Relación de las Cosas del Yucatán (1566) del Obispo Diego de Landa en la biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid en 1862, que a la larga se convertiría en la verdadera Piedra de Rosetta del desciframiento de la escritura maya. Diego de Landa (1524-1579), nacido en Cifuentes, provincia de Guadalajara, marchó al Yucatán en 1549 junto con otros frailes franciscanos. Durante su estancia en España entre 1563 y 1572 (donde tuvo que defenderse de procedimientos ilegítimos al excederse en su autoridad y ordenar autos de fe sin permiso del Obispo) escribió su Relación de las Cosas del Yucatán. El libro incluía la lista completa de los signos de los veinte días del calendario maya, así como las figuras de los meses. Brasseur fue consciente de la importancia de la obra del franciscano español, que proporcionaba una descripción del sistema de escritura de los mayas, acompañada por un alfabeto y una serie de ejemplos en la lengua local .En 1866 descubrió otro códice maya, actualmente conocido como el Códice de Madrid (el más largo del que se tiene noticia) y conservado en el Museo de América, gracias a la ayuda de don Juan de Tro y Ortolano, descendiente de Hernán Cortés. Brasseur halló dos fragmentos, el “troano” y el “cortesiano”, pero León de Rosny (1837-1914) relacionó ambos fragmentos como pertenecientes a un mismo códice. Pero su falta de cautela le llevó a publicar el alfabeto de Landa, aplicarlo a la lectura de los jeroglíficos mayas e incluso a inventar una nueva letra que en absoluto aparecía en el original. El resultado fue una lectura carente de significado, generando un rechazo casi colectivo de la comunidad científica a cualquier intento de desciframiento fonético, y surgieron dos escuelas (una propugnaba la lectura fonética de los jeroglíficos, mientras la otra abogaba por una explicación más simbólica de los mismos que se reducía a datos astronómicos) opuestas y enfrentadas[23]. A la segunda escuela pertenecían principalmente eruditos alemanes (hemos de recordar que el siglo XIX es la gran era del idealismo alemán), entre ellos el bibliotecario de Sajonia Ernst Förstemann (1822-1906). Nacido en Danzig, Förstemann fue destinado a la Biblioteca de Dresde en 1867, tras haberse especializado en gramática y estudios lingüísticos. En 1880 comenzó a estudiar en profundidad el Códice de Dresde. Publicó una edición facsímil del texto ese mismo año (el códice original sufrió severos daños durante los bombardeos aliados de Berlín). Sus principales aportaciones se encuentran en el campo del cómputo astronómico y del análisis del calendario maya. Identificó la “Cuenta Larga” (cf. nota 25); la base vigesimal del sistema de cálculos de los mayas; las denominadas “tablas de Venus” en el Códice de Dresde (en las cuales los antiguos astrónomos mayas habían deducido el ciclo de 584 días del planeta Venus); las tablas lunares prediciendo eclipses y, por ende para los mayas, posibles catástrofes.

A pesar del gran progreso que se había producido en la lectura e interpretación de los códices, aún quedaba pendiente leer los jeroglíficos inscritos en los monumentos mayas. Gracias al trabajo de Charles Rau[24] se publicó en 1879 parte de la lápida del Templo de la Cruz en Palenque, importante adición al corpus monumental entonces disponible por los mayanistas, el cual, como hemos visto, era en general muy inferior a la Description de l’Ègypte que tanto ayudó en el desciframiento de la escritura egipcia antigua. El estadounidense Cyrus Thomas (1825-1910) logró deducir que el orden de lectura de la escritura maya era de izquierda a derecha y de arriba abajo en pares de columnas (A1-B1;A2-B2;A3-B3…). El británico Alfred Percival Maudslay (1850-1931) realizó un importante registro de la arquitectura, inscripciones y arte mayas de las principales ciudades: Copán, Chichén Itzá, Palenque, etc., que comenzó a publicar en 1889[25]. Obra que utilizó, entre otros muchos, Joseph T. Goodman; obteniendo importantes contribuciones en la lectura de los jeroglíficos (especialmente en el terreno de las variantes en forma de cabeza del sistema numérico maya)[26]. Comenzaba entonces una larga e improductiva discusión entre la escuela fonetista franco-estadounidense; y la escuela alemana, que postulaba una interpretación más simbólica de los jeroglíficos; cuyo resultado fue el retraso del desciframiento por unos cincuenta años. Al primer grupo pertenecían los ya mencionados León de Rosny(y su ayudante español Juan Rada y Delgado) y Cyrus Thomas, mientras que la segunda escuela estaba integrada por mesoamericanistas de la talla del gran erudito alemán Eduard Seler (1849-1922). Versado en maya y Nahuatl, se le atribuye a Seler la fundación de la investigación iconográfica mesoamericana; su producción científica resulta aún hoy admirable, y su rigurosidad hacen de él uno de los gigantes de la antropología maya. Seler identificó los colores asociados a los puntos cardinales (descubiertos por de Rosny), y salió victorioso de la discusión que tuvo con Cyrus Thomas en la revista Science, entre 1892 y 1893, y el propio Thomas publicó en 1903 una rectificación en la que reconocía el valor simbólico de los jeroglíficos mayas, empleados para denotar números, días, meses, etc.; rechazando, por tanto, el fonetismo. El gran arqueólogo Sir Eric Thompson (1898-1975, que dominó el panorama científico de los estudios mesoamericanos hasta su fallecimiento, perteneció a la “escuela alemana”, firmemente opuesta a la interpretación fonética de la escritura maya. Pese a los intentos del lingüista estadounidense Benjamin Lee Whorf (1897-1941) de restablecer la hipótesis fonetista, los resultados no fueron convincentes, como entonces señaló sir Eric Thompson[27].

Yuri Valentinovich Knorosov (1922-1999) puede ser considerado el auténtico “Champollion” del desciframiento de la escritura jeroglífica maya. Nacido en Kharkov (actual Ucrania), entró en el Ejército Soviético en 1943, y, sirviendo en un regimiento de artillería pesada, alcanzó Berlín a principios de mayo de 1945. Investigando entre las ruinas de la Biblioteca Nacional halló un volumen de la edición de los códices de Dresde, Madrid y París, publicados en 1933. Se especializó en egiptología, literatura japonesa y lenguas semíticas en la Universidad de Moscú (su gran capacidad intelectual le permitió realizar estudios comparativos de antropología en lugar de restringirse a una civilización en concreta). Aconsejado por su profesor Sergei Aleksandrovich Tokarev, Knorosov se puso a trabajar en los jeroglíficos mayas. Aprendió castellano y tradujo la Relación de las Cosas del Yucatán de Diego de Landa al ruso, obra sobre la que hizo una disertación doctoral, trasladándose más tarde al Instituto de Etnografía de Leningrado. Llegó a la conclusión (como ya lo habían hecho Valentini y Thompson) de que las letras del alfabeto de Diego de Landa representaban los sonidos castellanos como se pronunciaban en esa época. 1) A partir del signo[28] ya conocido (identificado por de Rosny en 1875) para “oeste”, leído en yucateca “chikin”, y compuesto por dos figuras: una especie de mano (chi) y un logograma de “sol” (kin), Knorosov advierte la presencia en la obra de Landa de un signo 2) ku más chi que en el Códice de Madrid aparece sobre la imagen del dios. De hecho, en maya kuch(i) significa “buitre”. 3) cu más un signo desconocido sobre la imagen de un pavo sólo puede ser la palabra maya cu-tz(u), que significa “pavo”, en virtud de su principio de sin harmonía (“armonía conjunta”), según el cual en una combinación consonante+vocal-consonante(+vocal), la vocal de la sílaba segunda suele ser la misma que la vocal de la primera sílaba. 4) Cu más otros signo desconocido presente sobre la imagen de la diosa luna llevando una carga debe ser cu-ch(u), “carga”; 5) chu yca (según Landa) más ah o ha (según Landa), sobre la imagen de un dios cautivo debe leerse chu-c(a)-ah, “cautivo” o “capturado”. 6). En el Códice de Dresde 19ª, en lugar del número “once” encontramos tres signos; el primero está demasiado deteriorado y, por tanto, no es posible leerlo, el segundo está en la obra de Landa (l), y el tercero es cu. Puesto que once es buluc en la lengua yucateca, el signo que falta debe ser bu, y el segundo se lee lu. 7)tzu más lu sobre la pintura del dios perro en Dresden 21b debe ser tzu-l(u), “perro”. 8)La diosa luna con un ave quetzal tiene el signo ku reduplicado. Ku-k(u) es quetzal en maya; 9)un signo desconocido más otro reduplicado (o según Landa), encima de una diosa con un guacamayo debe ser mo-o-o, que significa “guacamayo”.

A esta admirable deducción lógica publicada en octubre de 1952 en el boletín antropológico Sovietskaya Etnografiya en un artículo titulado “Drevniaia Pis’mennost’ Tsentral’noi Ameriki” (“La escritura antigua de América Central) se opuso sir Eric Thompson. El propio Knorosov reconoció que algunos de sus desciframientos habían sido ya realizados por Cyrus Thomas en el siglo XIX, pero Thompson calificó su trabajo de propaganda comunista y de falacia científica. La opinión de Thompson, absolutamente equivocada, prevalecería hasta su muerte en 1975; siendo oficialmente rechazada por la comunidad científica en la conferencia sobre el fonetismo en la escritura jeroglífica maya que tuvo lugar en Albany.

Tatiana Proskouriakoff (1909-1985), insigne artista, arquitecto y científica nacida en Tomsk, Siberia, pero afincada en Filadelfia desde 1917, permaneció largas temporadas en Piedras Negras y otros lugares de gran importancia arqueológica desde 1931. Sus magníficos dibujos y descripciones pictóricas de los monumentos impresionaron a la comunidad científica. En 1961 publicó un artículo titulado “Historical Implication of a Pattern of Dates at Piedras Negras, Guatemala” en American Antiquity , que revolucionó los estudios sobre la civilización maya. Proskouriakoff reconocía, contra Thompson[29], que las inscripciones de los monumentos narraban acontecimientos históricos, mediante un procedimiento más estructural y menos lingüístico. Sin embargo, los avances en la lingüística, la epigrafía, la arqueología y la historia de la cultura maya que desde entonces se producirían, deben mucho a Tatiana Proskouriakoff, quien fue una gran defensora de la lectura fonética de los jeroglíficos, tal y como Knorosov hizo (y el arqueólogo Dave Kelly apoyó). Entre los artífices de la nueva visión de los mayas basada en el desciframiento, quienes a su vez realizaron importantes contribuciones en el ámbito lingüístico, destacan Linda Schele (1942-1999), Floyd G. Lounsbury(1914-1999) y el joven epigrafista David Stuart (1965-…), autor de un importante trabajo, “Ten Phonetic Syllables”(1987). El estado actual del desciframiento es muy avanzado, y se estima que la ciencia es capaz de leer el 85% de los signos jeroglíficos[30].


[18] J. Leitch, Miscellaneous Works of the late Thomas Young, 1855, vol. III, 55-56.
[19] Opus citae p. 18.
[20] Opus citae. P. 64.
[21] Observations sur l’Obélisque Egyptien de l’île de Philae, en Revenue encyclopédique, marzo, 1822.
[22] Cf., respectivamente, Essay on Dr. Young’s and M. Champollion’s Phonetic System of Hieroglyphs; Londres, 1825 (el hecho de que Henry Salt hubiese sido cónsul británico en El Cairo resta objetividad y parcialidad a la obra, no exenta de patriotismo); Hieroglyphs, en Wilkinson, The Egyptians, 195, 196; Aegypten, 14; Aegyptische Geschichte, 29;On the Number, Names, and Powers of the Letters of the Hieroglyphic Alphabet, en las Trans. Royal Irish Academy., vol. XXI, Section Polite Literature, 133,134; Dublín, 1848. Citados también por E.A.W.Budge, The Mummy, 1995, 148-152.
[23] Nos referimos a las ridículas y pretenciosas obras de Charles d’Oneil: Découverte des Hiéroglyphes domestiques phonétiques par lesquels, sans sortirde chez soi, on peut deviner l’histoire, la chronologie, le culte de tous les peuples anciens et modernes, de la même manière, qu’on le fait en lisant les hiéroglyphes égyptiens selon la nouvelle méthode, Turín, 1824. Afortunadamente, tal grado de falta de entendimiento no tuvo efectos significativos en la egiptología (como tampoco lo tuvo el restablecimiento de las interpretaciones simbólicas efectuados porSpolm y Seyffarth en De Lingua et Literisveterum Aegypticorum, Leipzig, 1825-1831 –otro malgaste de tinta, papel y erudición en tan enormes obras-; y la teoría de J. Klaproth expuesta en su Lettre sur la découverte des hiéroglyphes acrologiques, adressée a M. de Goulianoff; París, 1828; a la que Champollion respondió en 1827 con suAnalyse critique de la lettre sur la découverte des hiéroglyphes acrologiques par J. Klaproth), que terminó por aceptar generalizadamente el sistema de Champollion.
[24] El calendario maya (conocido como tzolkin-“recuento de los días”-), una gran creación intelectual de la especie humana, consiste en un ciclo ritual de260 días y un año de 365(el año solar). Tales ciclos forman un período de 18,980 días ó 52años de 365 días, denominado “era” . El año de 365 se dividía en 18 meses de 20 días nombrados cada uno, con cinco días adicionales (semejantes a los epagómenos egipcios) de malpresagio llamados Uayeb. Puesto queel año y el número de nombres de losdías son divisibles por cinco (365:5=73; 20:5=4), sólo cuatro nombres combinados con 13 números podían iniciar el año (260:20=13). Debido al notable interés de los mayas por cuestiones de historia, genealogía y astrología, se estableció una“cuenta larga”, que completaba una vuelta de “13 baktuns” (1 baktuns=400 tuns=400×360 días=144,000 días). Los mayas escribían los números utilizandobarras y puntos; una barra equivalía a cinco puntos, y un punto a la unidad. Los mayas representaban el cero mediante una figura ovalada y alargada con forma de concha.
[25] La civilización maya la comprendían diversas ciudades-estados independienteslas unas de las otras y en frecuentes conflictos bélicos. Numerosas hipótesis se han barajado sobre su desaparición, entre ellasse ha postulado un empeoramiento de la tierra cultivable debido a la sobre-explotación, que habría resultado en una grave crisis económica; lo cual, unido a las presiones externas de las tribus toltecas, cuya capital se encontraba a unos cincuenta kilómetrosal noroeste de la ciudad de Méjico. Así pues, hemos de tener en cuenta que la civilización maya no se caracterizó por una sólida unidad entre los miembros de su cultura; tal privación, un mal intrínseco en sí mismo, podría haber resultado fatala la hora de defenderse de los problemas agrícolas y políticos, especialmente si se trata de la invasión de un pueblo extranjero. Cf. J.E.S. Thompson: Maya History andReligion., 1970; R. A. Diehl Tula. The Toltec Capital of Ancient Mexico, Londres, 1983; M.D. Coe Breaking the Maya Code, 2000, 69-72.
[26] Sobre las primeras exploraciones de del Río, Galindo y Waldeck, cf.M.D.Coe Breaking the Maya Code, 2000.
[27] En 1796 Joseph Friedrich, Freiherr von Racknitz publicó Darstellung und Geschichte des Geschmacks der verzüglichsten Volker, donde el Barón incluyó una referencia pictórica al Códice de Dresden. Sobre la historia de este célebre e importante texto cf. M.D.Coe, The Royal Fifth: earliest notices of Maya writing, en Research Reports on Ancient Maya Writing 28, 1989, Washington; Breaking the Maya Code, 2000, 77-80; J.E.S. Thompson, Commentary on the Dresden Codex. American Philosophical Society, 1972, Philadelphia. El “Real Quinto” es la quinta parte del botín adquirido en Méjico por Cortés y su cuerpo expedicionario que fue asignada al emperador Carlos V.
[28] A.von Humboldt Vue des Cordillères, et monuments des peuples indigènes de l’Amérique, París, 1816.
[29] Cf. M.D. Coe, Breaking the Maya Code, 2000, 84-90.
[30] M.D. Coe, Breaking the Maya Code, 2000, 99-102; A. Reichhardt, E.W. Förstemann. En Biographisches Jahrbuch und Deutscher Nekrolog, Berlín, 1908, 177-180.

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