Amelia Edwards: el despertar de una pasión
Por Rosa Pujol
20 julio, 2004
Modificación: 23 mayo, 2020
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Viajes

Primero se fue a Suiza, y luego con unos amigos a Florencia. También visitaría Roma y el sur de Italia. Y empezó a tomar gusto a los viajes. Y también a escribir sobre ellos. Escribió Vistas e Historias , relato de unas vacaciones por el norte de Bélgica. En este libro ensayó torpemente la narrativa, hay que decir que sin excesivo éxito.

En el verano de 1872 se encontraba en la zona de los lagos del norte de Italia, y ella y una amiga decidieron embarcarse en una aventura un tanto insólita: Recorrer los Dolomitas. Los Dolomitas eran entonces unas tierras vírgenes. Muchas personas ni sabían lo que eran, incluso creían que se trataba de una secta religiosa. Ella y su amiga Lucy Renshawe, a quien siempre llamó L. tenían un arraigado espíritu aventurero, y abominaban del turismo de masas. Del turismo de entonces, que no tenía nada que ver con el actual. A menudo se refiere a los viajeros de la Cook con cierta condescendencia, como si fueran ganado. Ellas dos preferían implicarse más en sus viajes, en lugar de llevar todo previsto.

En el relato de este viaje “Cumbres Inexploradas y Valles Desiertos” Amelia encuentra la fórmula que luego emplearía en su obra maestra “Mil Millas Nilo Arriba.” La fórmula que tan buen resultado le dio, fue la de emplear lo que los ingleses llaman una “persona”, es decir escribir en tercera persona, como si otra persona se refiriera a ella. En este libro Amelia aporta importante información sobre montañas, alturas, ríos, etc. tan minuciosa y precisa como la información egiptológica que aporta en Mil Millas.

Luego viajaría a Egipto de modo casual. Ella y su amiga L. se fueron al sur de Francia para buscar paisajes para pintar. Pero el tiempo no fue lo bueno que ellas hubieran querido, y decidieron irse a un lugar más cálido. Y pensaron que Egipto sería el mejor lugar para “secarse.” Esta decisión requería una gran dosis de valentía. No olvidemos que ahora ir a Egipto supone dinero y algunas horas de vuelo. Antes hacía falta mucho más dinero, mucho tiempo, y gran espíritu aventurero.

Fueron en barco de Brindisi a Alejandría y tuvieron una travesía fatal. Y al llegar tuvieron que aguardar 48 horas de cuarentena. Pero ella corre un velo sobre todas estas incomodidades, y no le da la menor importancia. Su llegada al hotel Shepheard’s de El Cairo es uno de los momentos estelares del libro, ya que con su clásica ironía, a la pregunta de por qué habían ido a Egipto, contestaron que “para guarecerse de la lluvia.”

El relato del viaje por el Nilo es una verdadera delicia, ya que combina anécdotas y descripciones con arqueología, y lo hace con verdadero tacto y profesionalidad. Sigue empleando la tercera persona, y se llama a sí misma “la Autora.” Este modo de narración evita el farragoso “yo.” Tendremos oportunidad de profundizar sobre este libro más adelante.

No regresó a Egipto jamás, como ella profetizaba en el libro. Pero Egipto ya no se apartaría de ella durante el resto de su vida.

Los demás viajes que hizo fueron consecuencia de su recién despertada “pasión” por la egiptología. Hizo una gira por Estados Unidos dando conferencias sobre su viaje a Egipto. Estas conferencias fueron muy celebradas, ya que parece ser que la voz melodiosa y la dicción de Amelia tuvieron mucho éxito entre los norteamericanos. Todo esto unido al entusiasmo que seguramente pondría en sus charlas, hizo que las conferencias resultaran todo un acontecimiento en la época. De los textos de estas conferencias, en 1891 se publicó un libro titulado «Faraones, Fellahs, y Exploradores”

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