Misterios del Sudán: a propósito de los recientes hallazgos ocurridos en Sudán
Por Coordinadores de AE
Creación: 21 junio, 2003
Modificación: 21 junio, 2003
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Los lectores de Archeo recordarán el día 20 de enero: En la BBC de Nairobi saltó la noticia de un importante hallazgo de estatuaria ocurrido en Sudán en una misión franco-suiza dirigida por Charles Bonnet. La noticia, poco explícita, provocó un interés justificable en los medios, especialmente en la redacción de crónicas inspiradas en el sensacionalismo pero privadas de contenido.

Se ignoraban , en efecto, no solo las circunstancias sino incluso el lugar del hallazgo. Afirmar que las estatuas fueron encontradas cerca del Nilo, no tenía significado en una región inmensa como es la Nubia, atravesada en toda su extensión por el curso del gran río. Por otra parte no había ninguna comunicación sobre el número de los fragmentos, sobre su estado de conservación y ninguna sobre el nombre de los soberanos kushitas de los cartuchos de loas estatuas. Y, sobre todo, sorprendía el silencio de los arqueólogos protagonistas del hallazgo.

Después de más de dos meses las crónicas parecían haberse olvidado de los faraones de la XXV dinastía egipcia. Solo ahora se vislumbran los primeros elementos útiles. Del epigrafista de la misión, Dominique Valbelle, sabemos que el hallazgo corresponde a fragmentos de siete estatuas en granito, espléndidamente conservadas, figurando el rey Taharqa (690 A.C.), su sucesor Tanutamani (664 A.C.), último soberano de la dinastía, del cual hasta ahora no se conocía ninguna representación, así como tres soberanos napatienses más tardíos: Senkamanisken (643 A.C.), Anlamani (623 A.C.) y Aspelta (593 A.C.)

Abandonada la hipótesis de una fosa conteniendo fragmentos amontonados y revueltos, el descubrimiento, situado cerca de estructuras que remontan a la XIX dinastía, no lejos de Kerma y reutilizadas en época meroítica, parece referirse a un , un depósito ritual «escondrijo» de los cuales hay otros ejemplos a lo largo del valle del Nilo. En este caso el hallazgo se configuraría directamente como una especie de galería ideal y diacrónica de una generación entera de dinásticos kushitas.

El hallazgo ha de contar entre aquellos destinados a hacer historia. La presencia kushita en Kerma, esto es , una región más al norte del Djebel Barkal, la montaña sagrada, lugar sagrado frecuentado con asiduidad y sin solución de continuidad por parte de los soberanos de la XXV dinastía y de sus sucesores, confirma una vasta y variada área de difusión cultural de la cual, una vez realizada y acabada la lectura del nuevo descubrimiento, será, quizá, posible definir el alcance y las connotaciones.

Fuente: Revista italiana Archeo correspondiente a mayo de 2003

Reseña: Montse Borrás

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