La silla de los íbices en reverencia de la tumba de Yuya y Tuya
Por Susana Alegre García
1 septiembre, 2007
Modificación: 23 abril, 2020
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Época: Dinastía XVIII (1239-1185 a. C.). Reinado de Amenofis III (1386-1349 a. C.)
Dimensiones: Alt0: 60 cm. Ancho: 43 cm. Profundidad: 39 cm.
Materiales: Madera, pan de oro y fibras vegetales
Lugar de conservación: Museo de El Cairo
Lugar de localización: Valle de los Reyes, tumba de Yuya y Tuya (KV46)[1].

En invierno de 1904 el millonario norteamericano Theodor M. Davis emprendía una nueva campaña de excavaciones en el Valle de los Reyes. Esta vez era el arqueólogo James Edward Quibell, en sustitución de Howard Carter, quien se iba a responsabilizar de los trabajos. Pronto, en febrero de 1905, se efectuó el descubrimiento de una tumba sorprendente que, aunque había sufrido el devastador efecto del saqueo, aún contenía diversidad de elementos del ajuar funerario y hasta las momias de sus propietarios, Yuya y Tuya, los influyentes padres de la reina Tiy. De hecho, hasta que se descubrió la tumba de Tutankhamón en 1922, el equipamiento funerario de los suegros de Amenofis III era el más completo y espectacular encontrado en el Valle de los Reyes[2].

Entre los objetos localizados en la tumba de Yuya y Tuya había diversos muebles, algunos de gran calidad y de belleza extraordinaria, y además, en un estado de conservación magnífico. Aquí centraremos la atención en una de las lujosas sillas halladas en la tumba (Fig. 1)[3] y conservada en Museo de El Cairo (JE 95343A/CG 51111a).

Fig. 1. Vista general de la silla de los íbices. A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, pp.122

Fig. 1. Vista general de la silla de los íbices. A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, pp.122.

El mueble fue diseñado para ser utilizado por una persona de corta edad, lo que se deduce por sus dimensiones y, en alguna medida, por la iconografía que en él se plasmó. Además, no fue realizado con fines funerarios, sino que efectivamente fue utilizado en vida por alguien que dejó rastros de uso y desgaste en diversas zonas. Esta función vinculada a la cotidianeidad no implicó, sin embargo, que el objeto careciera de alusiones mitológicas o referencias de carácter mágico. De hecho, la rica iconografía presente en la silla hace de ella todo un talismán protector y hasta ensalzador de cierta autoridad.

El asiento se sostiene sobre estilizadas patas que se rematan en la parte inferior con la forma de garras de felino. Y entre los felinos, el que más estrechamente se relacionó con la ornamentación de mobiliario en el antiguo Egipto fue el león, de modo que es factible suponer que lo mostrado en esta silla son concretamente sus garras. Dada la ricas connotaciones del león como alusión solar y símbolo de fortaleza y protección, la silla se transforma en una especie de mueble-amuleto. Es más, al ser garras los cuatro elementos sustentadores, metafóricamente el conjunto viene a identificarse como una especie de extensión del animal: quien se sienta sobre él disfruta de las energías protectoras y defensoras atribuidas al felino, pero, a la vez, el usuario del asiento se impone sobre un temible ser al que domina. Estas nociones, de hecho, se reiteran en el resto del programa iconográfico de la silla, cuya interesante iconografía gira entorno a estos aspectos.

En cualquier caso, el león y sus garras aparecen frecuentemente vinculados al mobiliario del antiguo Egipto, siendo una relación que se remonta a las épocas más antiguas y que sirvió para la ornamentación tanto de tronos reales, como de camas rituales y no rituales, taburetes… etc.

Uno de los elementos más ornamentales de la silla es el respaldo. En este ámbito, trabajado en talla calada, se encuentra la figura de Bes flanqueado por dos representaciones simétricas de Tueris (Fig. 2). El dios se representó barbado y mostrando la lengua, con el rostro plasmado de manera frontal y los brazos ligeramente flexionados en la zona de los codos. También se trabajó el detalle de la larga y delgada cola, que cae como descuidadamente hacia un lado, y se destacaron el faldellín y la cabeza del dios con una aplicación de pan de oro. En general, la representación de la deidad encaja perfectamente en los parámetros de la más tradicional iconografía egipcia.

Fig. 2. Respaldo de la silla de los íbices. A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, pp.123

Fig. 2. Respaldo de la silla de los íbices. A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, pp.123.

También las dos imágenes Tueris muestran a la diosa en su habitual aspecto algo monstruoso, siendo una combinación de hipopótamo con brazos y caídos pechos antropomorfos, a lo que se suma grupa y cola de cocodrilo. Su apariencia feroz, además, se agudiza con la representación de la inquietante boca abierta. Las dos Tueris también muestran otros elementos que habitualmente se integran en su iconografía: reposan sus manos sobre el signo sa, alusivo a la idea de protección, y sostiene dos largos cuchillos. Al igual que en el caso de Bes, las imágenes de Tueris fueron enriquecidas con diversas zonas destacadas con pan de oro.

Aunque el aspecto de las tres figuras del respaldo pueda resultar amenazante y hasta grotesco, en realidad se trata de seres altamente benéficos y de gran capacidad apotropaica. Al dios Bes se le relacionaba con el ámbito doméstico, la maternidad y la protección de mujeres y niños. Tueris, por su parte, fue especialmente asociada con el embarazo, el amamantamiento y los neonatos, siendo además una entidad estelar y vinculada con la fecundidad y la capacidad regeneradora de la inundación del Nilo.

En el antiguo Egipto a Bes y a Tueris se les rindió una gran adoración, llegando a constituir un culto tan exitoso que llegó a ser exportado a lo largo del Mediterráneo. Debido a su gran popularidad, ambas deidades aparecen frecuentemente representadas en amuletos y en objetos rituales, así como en diversidad de otros objetos (enseres de tocador, recipientes de cocina, mobiliario doméstico… etc.). A ello sumar que también de forma muy común ambas divinidades aparezcan asociadas e integradas en los mismos contextos, posiblemente debido a la afinidad de sus implicaciones: el motivo iconográfico integrado por la figura de Bes en relación con Tueris resulta muy frecuente, conformando incluso una especie cenefa que se puede localizar en múltiples ámbitos[4].

En definitiva, la aparente terribilidad, incluso la presencia de los amenazantes cuchillos, no es más que una expresión del gran poder que ostentan estos dioses para ahuyentar energías malignas, a las que teóricamente atenazan, espantan y alejan. La localización de Bes y Tueris sobre la representación del signo del oro (nub), como en este caso, aún evidencia más el carácter benéfico de estas divinidades y, a la vez, constituye un recurso mágico intensificador su carácter protector.

Mucho más original y singular es la iconografía presente en los brazos de la pequeña silla, que fue realizada nuevamente utilizando la técnica de la talla calada (Fig. 3). Aquí, encontramos elementos vegetales como el papiro, que alude a la protección pero también a la renovación y el resurgimiento. A ello hay que sumar la combinación de elementos altamente mágicos que conforman un potente talismán: el signo sa entre dos ankhs colocados sobre el signo del oro.

Fig. 3. Brazo de la silla de los íbices. A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, pp.123

Fig. 3. Brazo de la silla de los íbices. A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, pp.123.

Pero la imagen más llamativa en los brazos del asiento se centra en la elegante figura del íbice (Capra Ibex nubiana), de largos cuernos curvados hacia atrás, barba bajo el labio inferior y con una postura que casi parece una reverencia (Fig. 4). Este animal tiene una simbología compleja y no demasiado estudiada, habiendo sido vinculado muy frecuentemente con divinidades como la maternal y cálida Hathor, y muchas veces confundido con la gacela emblema de la diosa Anukis[5]. No obstante, tampoco hay que olvidar que se trata de un animal cuyo hábitat son las zonas desérticas, y como todos los seres originarios de la zona árida y carente de vida, podría ser considerado portador de energías negativas. De ahí que también el íbice sea uno de los animales en los que puede tomar forma el temible Set[6]. No obstante, lo cierto es que el íbice representado en la silla es un animal sometido y bajo control, lo que se desprende de su rendida posición y también por el hecho de portar un ancho collar expresivo de su carácter manso y sumiso, quizá hasta doméstico[7].

Fig. 4. La iconografía del íbice reverenciante no es muy común, pero también podemos encontrarlo, por ejemplo, en delicados peines de madera como el conservado en el Museo del Louvre. A. P. KOZLOFF, Peigne: Ibex agenoullé en el catálogo de la exposición Amenofis III. Le pharaon-soleil, París, 1993, pp. 318

Fig. 4. La iconografía del íbice reverenciante no es muy común, pero también podemos encontrarlo, por ejemplo, en delicados peines de madera como el conservado en el Museo del Louvre. A. P. KOZLOFF, Peigne: Ibex agenoullé en el catálogo de la exposición Amenofis III. Le pharaon-soleil, París, 1993, pp. 318.

Esta silla localizada en la tumba de Yuya y Tuya es un objeto ensalzador, cuya iconografía es eminentemente protectora y materna, pretendiendo ahuyentar con la fuerza de la magia de las imágenes representadas, a aquellas energías negativas que podían acechar a la persona de corta edad que debía descansar en ella. Puede que incluso con el poder de la magia propiciatoria se quisiera calmar la viveza revoltosa de algún niño al que se pretendía apaciguar como al ágil íbice; puede que el íbice descansando fuera una alusión al descanso del propio niño; o, tal vez, nos encontramos ante una representación de connotaciones más políticas y legitimadoras, haciendo que la presencia del animal no sea más que la expresión de la capacidad de la criatura principesca de sobreponerse a las fuerzas malignas del desierto, imponiéndose sobre el terrible Set y consiguiendo que éste, incluso, se arrodille bajo su brazos cuando reposa sentado en el mueble.
La más sofisticada y ostentosa de las sillas localizad en la tumba de Yuya y Tuya perteneció a Sitamón, hija de Amenofis III y Tiy, como así se desprende de los textos que en ella fueron plasmados (JE 96342, CG 51113)[8]. Por ese motivo habitualmente esta silla anepígrafa también se ha considerado que podría haber pertenecido a la misma princesa. Aunque la técnica de realización es distinta y el efecto general es dispar, también hay algunos elementos iconográficos y diversos aspectos que resultan coincidentes: la presencia de Bes y Tueris, las patas leonadas, la reiteración sobre el tema del oro, la madera enriquecida mediante aplicaciones de oro…

Las silla de los íbices localizada en la tumba de Yuya y Tuya es un objeto ligado a una familia, por lo que debía ser rememorador de momentos transcurridos en la intimidad. Es un objeto que además da testimonio de la elegancia del entorno palacial y del cuidado marco en que transcurría la vida de los niños de sangre real. Pero, además, debido a su iconografía, la silla de los íbices es un auténtico talismán, que podía teóricamente ayudar a la posicionada pareja enterrada en el Valle de los Reyes a mantener un vínculo eterno con su nieta u otros nietos o niños de su entorno. La niñez, en sí misa, con la vívida energía que condensa, era considerada un poderoso amuleto para ayudar a afrontar la eternidad, una forma de propiciar la renovación y el resurgimiento hacia una perpetua existencia. Tal vez fuera Sitamón quien deseó que sus abuelos gozaran del poder de aquel objeto mágico y que tantos momentos de intimidad debía evocar, ofreciéndolo para el ajuar funerario que debía acompañar a sus abuelos. En cualquier caso, lo cierto es que con las sillas infantiles colocadas en la tumba Yuya y Tuya permitieron que el vínculo con la niñez no se rompiera con la llegada de la muerte, consiguiendo paralizar algunos fugaces y preciosos instantes en el tiempo, prolongando así su cálida magia para siempre.


Notas:

[1] Sobre la tumba y su contenido T.M. DAVIS, G. MASPERO, P.E, NEWBERRY y H. CARTER, The Tomb of Iouiya and Touiyou, Londres, 1907. J. E. QUIBEL, The Tomb of Yuaa and Thuiu, El Cairo, 1908. B. PORTER y R.L.B. MOSS, Topographical bibliography. The Theban Necropolis. 1/2. Royal Tombs and Smaller Cementeries, Oxford, 1964, pp. 562-564.
[2] Aunque el Valle de los Reyes es conocido por las espectaculares tumbas de los faraones, hay que tener en cuenta que también se han localizado en sus áridas laderas diversos enterramientos destinados a personajes como Maiherpri o Yuya y Tuya. A estas tumbas se podrían sumar un grupo de enterramientos que carecen de ornamentación e inscripciones, posiblemente también destinados a altos dignatarios. E incluso en el Valle han aparecido diversos enterramientos de animales; es decir, las Casas de Eternidad de las que pudieron ser las mascotas más mimadas de la corte.
[3] Desde el primer momento las sillas depositadas en la tumba de Tuya y Yuya llamaron la atención de sus descubridores. Fueron mencionadas por arqueólogo Arthur WEIGALL al describir el emocionante momento en que el equipo accedió a la tumba: <<Imagínense entrando en una casa de una ciudad que ha estado cerrada durante el verano; imagínense la habitación mal ventilada, el rígido y silencioso aspecto de los muebles, el sentimiento de que algunos de los fantasmas ocupantes de las sillas vacías acaban de ser inquietados, el deseo de abrir de par en par las ventanas para dejar que la vida entre una vez más en la habitación. Ésa fue quizá la primera sensación mientras estábamos de pie, realmente pasmados, y paseábamos la mirada por las reliquias de la vida de hace más de tres mil años…>>. También J.E. QUIBELL prestó especial atención a estos objetos y los consideró <<los más sorprendentes de toda la colección y no se pueden describir en pocas palabras>>. Ver en N. REEVES, H. WILKINSON, Todo sobre el Valle de los Reyes. Tumbas y tesoros de los principales faraones de Egipto, Barcelona, 1998, p. 175 y p. 178.
[4] Un ejemplo muy similar se conserva en una de las camas localizadas en la tumba del faraón Tutankhamón, en la que también se realizó en madera de ébano y calada una ornamentación con la figura de Bes flanqueado por leones (JE 62016). No obstante, en la cama de Tutankhamón se han eliminado los signos del oro y se ha dado énfasis a los tocados de plumas, a lo que hay que sumar las incrustaciones en marfil y un acabado que, en conjunto, resulta más preciosista (ver por ejemplo T. G. HENRY JAMES, Tutankhamón, Barcelona, 2001, p. 299 o en N. REEVES, Todo Tutankhamón. El rey. La tumba. El tesoro real. Barcelona, 1991, p. 180. Menos similar resulta el motivo que se encuentra en la silla identificada como de Sitamón hallada también en la tumba de Tuya y Yuya, ya que las figuras de los dioses se muestran en actitudes distinta, algunas agitan panderos (elemento asociado muy habitualmente a Bes, ya que su sonido propiciaba la expulsión de las energía malignas) y la técnica no es talla calada (ver en A. M. GNIRS, Trône de la princesse Satamon en Tutankhamón, l’or de l’Au-Delà. Trésors funéraires de la Vallée des Rois, Paris, 2004, pp. 196-201.
[5] Un resumen sobre las asociaciones simbólicas, iconografía y otros aspectos de la Capra Ibex nubiana en J. QUAEGEBEUR, La naine et le bouquetin ou l’énigme de la barque en albâtre de Toutankhamon, Leuven, 1999, pp. 13 y siguientes.
[6] De ello da testimonio el templo de Edfu, donde el íbice, al igual que el cocodrilo, el hipopótamo, la serpiente o la gacela… es presentado como contrincante de Horus.
[7] Creo que la imagen rendida y sumisa del íbice macho difícilmente puede vincularse con la iconografía habitual de Hathor. Ni siquiera como «puente» entre Hathor y la gacela de Anukis, como han sugerido algunos autores. Sin duda el íbice se vincula a Hathor y especialmente a ciertos objetos asociados a rituales de culto de esta divinidad, pero considero que es complejo establecer una relación concreta entre el íbice reverenciante y Hathor. Otras representaciones del mismo animal localizadas en la tumba de Tutankhamón, donde hay diversas imágenes de íbices en actitudes y formas distintas, resultan a priori igualmente poco vinculables a Hathor. La sumisión del íbice en algunos de estos casos es todavía más marcada que en la silla de Yuya y Tuya o en peines como un ejemplar conservado en el Louvre (Fig. 4), mostrándolo acostado y con las patas atadas, incluso abriendo la boca como balando penosamente para pedir ayuda. La relación con Hathor en estos casos entiendo que efectivamente resulta difícil de argumentar.
[8] Ver por ejemplo en A. MAHMOUD, Chair from tomb of Yuya and Tuya en el catálogo de la exposición The Quest for Immortality. Treasures of Ancient Egypt (ed. E. HORNUG y B.M. BRYAN), 2002, p.122.

 

Autora Susana Alegre García

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