La maldición de los faraones
Por Coordinadores de AE
Creación: 28 enero, 2002
Modificación: 28 enero, 2002
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La cultura del antiguo Egipto es, probablemente una de las que más curiosidad ha despertado en el hombre. Los misterios de las pirámides, la maldición de las momias o los jeroglíficos mantuvieron en vilo a Napoleón y a Hitler. Pero si creen que los sucesos extraños relacionados con los tesoros egipcios ya han terminado, tal vez estén equivocados. El pasado miércoles dos escolares, un niño y un niña, se desvanecieron tras entrar en el Museo Egipcio de Turín.

Podría parecer un hecho aislado, si no fuera porque con ellos son ya 13 las personas que han desmayado al penetrar en el museo desde el pasado mes de marzo. Todas eran niñas que acudían de visita escolar, salvo un niño y un maestro que también se desvanecieron al entrar en la sala de las momias. Hace dos semanas fueron tres los niños afectados. Al poco tiempo de permanecer en la sala, empezaron a sufrir náuseas y vómitos por causas que aún se desconocen. Sólo en un ocasión los desmayos se produjeron en la primera planta en el subterráneo donde exhiben las momias.

«La maldición de los faraones», como ya se conoce este síndrome en Italia, provocó que los pequeños se despertaran en el hospital tras perder el conocimiento. Nadie se explica aún cómo ocurre en el Museo Egipcio de Turín e incluso la fiscalía de la ciudad ya se ha puesto a investigar los hechos.

El fiscal Raffelle Guarinirllo indaga desde hace semanas cuales pueden ser las causas racionales que provocan los desmayos en los pequeños. El pasado miércoles se encontraba en el museo tratando de encontrar pistas sobre los sucesos cuando se desvanecieron los dos niños .En ese mismo momento, se puso a investigar el aire de la sala intentando encontrar una explicación que no aparece ni con los análisis ambientales ni con lo de las víctimas.

El primer caso ocurrido en marzo, fue tratado como una intoxicación y, aunque en principio se consideraba relacionada con los productos de conservación de las momias, la investigación judicial acabó achacándolos a los detergentes utilizados en la limpieza de las salas del museo y la falta de ventilación. Los análisis de sangre efectuados a la siguiente víctima revelaron una alta concentración de monóxido de carbono en su sangre, lo cual reafirmó la hipótesis de la mala ventilación.

Pero los estudios de las estancias en las que se exhiben las momias demostraron que los componentes del aire de la sala- la concentración de polvo y ozono- no solamente no podían perjudicar a los visitantes sino que eran dañinos para las propias momias. De momento, los responsable del museo no saben cómo responder ante los inexplicables desmayos que sufren los jóvenes y lo achacan a que, debido al gran número de visitantes escolares- la mitad de 400.000 que tiene al año- es normal que alguien se sienta mal. Anna M. Dondoni, la directora, manifestó su malestar: «Aquí se está alimentando una leyenda urbana que sólo crea autosugestión», afirma.

Pero, pese a los intentos de los gerentes, la leyenda ya está en marcha. Hace unos meses, el museo anunció que utilizarían las técnicas forenses para construir el rostro de las momias. Poco tardará algún amante de las leyendas negras en relacionar la profanación de los rostros con los misteriosos desmayos de los niños.

Síndrome de Stendhal: pasión por el arte

Los niños de Turín no han sido los primeros en desmayarse al visitar un museo. El más célebre desvanecimiento fue el de Henri Beyle, mas conocido como Stendhal, pseudónimo que utilizaba para firmar sus obras. En 1817 Stendhal ejerció de oficial en el ejercito de Napoleón, cuando visitó Florencia. Su primer deseo fue conocer la Iglesia de Santa Croce. Una vez allí, al subir los primeros peldaños de la escalinata, comenzó a sufrir diseña, debilidad en las rodillas y sensación de desmayo. Auxiliado por otros visitantes, consiguió llegar hasta un hospital.

Estudiando su caso llegaron a la conclusión de que su afección se había debido a la emoción que sentía al acercarse a las obras expuestas en el interior de la iglesia. Desde entonces está enfermedad se denomina el «síndrome de Stendhal». Pero el autor de «Rojo y Negro» no fue el único en percibir esas sensaciones que han llevado a un grupo de psiquiatras del Hospital Santa Maria Nuova de Florencia a estudiar sus síntomas. Un síndrome que afecta a personas normales que sienten con especial pasión las expresiones artísticas.

Cuentan la historia de un coleccionista de esferas de cuarzo que perseguía una de color ambarino y sin igual pureza. Cuando supo de la muerte de un anticuario de Venecia se llegó hasta Italia para examinar sus piezas. Eran doce y todas ellas de una perfecta transparencia ambarina. Antes de llegar a tocarlas, murió de emoción.

Fuente: El Heraldo de Aragón

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