La majestuosidad de los faraones del Antiguo Egipto llega al Palazzo Grassi
Por Coordinadores de AE
Creación: 7 septiembre, 2002
Modificación: 7 septiembre, 2002
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Símbolo del poder espiritual y terrenal, encarnación de la divinidad pese a la condición humana, los faraones del antiguo Egipto han pasado a la historia como el ejemplo más depurado y fastuoso de la monarquía absoluta.

Una empresa en la que se ha embarcado Palazzo Grassi (fundación cultural del Grupo Fiat) presenta en Venecia desde el lunes próximo Los faraones, una de las mayores exposiciones organizadas hasta ahora sobre los reyes del antiguo Egipto. La ambiciosa muestra se podrá contemplar hasta el mes de mayo.

La exposición reúne en las salas opulentas del palacio veneciano hasta 300 piezas, la mayoría esculturas y bajorrelieves de poderoso impacto, pero también objetos valiosísimos por la carga emocional que les ha aportado el tiempo, como unas sandalias en fibra vegetal que calzó la reina Nefertiti (años 1279-1213 antes de Cristo), o fragmentos del sudario de lino, decorado con hermosos jeroglíficos, en el que fue envuelto el cadáver del faraón Tutmosis III (1497-1425 antes de Cristo). Hay joyas refinadas que lucieron las reinas, objetos de decoración encontrados en las ruinas de los palacios reales, esculturas, pinturas y hasta el sarcófago de Ahmosis de la XVIII dinastía, construido en madera y profusamente decorado, que pone broche de oro a la exposición. El sarcófago, como la mayor parte del material expuesto (un tercio de las obras), procede del museo egipcio de El Cairo, pero decenas de otros museos del mundo han contribuido con diversas piezas a la magnificencia de la muestra.

La pieza más grande es la colosal estatua del Tutankamen usurpado por Horemheb, esculpida en piedra de cuarzo pintada de casi tres metros de altura, que da la bienvenida al visitante en el vestíbulo de Palacio Grassi.

Junto a ella, un monolito decorado con jeroglíficos y una esfinge con cabeza de halcón, también monumentales, dan una idea de las dimensiones del arte del antiguo Egipto. Una civilización con más de 5.000 años de historia que ha fascinado al mundo desde los tiempos antiguos. ‘Para acercarnos allí hemos pensado que era preferible hacerlo partiendo de una idea unitaria, la del faraón’, explicó ayer Christiane Ziegler, directora del Departamento de la Antigüedad Egipcia del Museo del Louvre y comisaria de la exposición.
Ziegler, que preside un comité científico integrado por 14 personas, se mostró convencida de que la muestra marcará un hito en cuanto a espectacularidad y rigor científico.

Facetas de la vida

Estructurada en torno a ocho conceptos diferentes (otras tantas facetas de la naturaleza y la vida del faraón), la exposición se inicia con un resumen histórico de la civilización egipcia, partiendo del año 4.000 antes de Cristo, antes de que Egipto (el Estado más antiguo del mundo) existiera como país, hasta la dominación griega. Le sigue una galería de retratos de todos los soberanos de Egipto, desde Kefrén a Tutankamón, de Ramsés a Cleopatra, para entrar después en la naturaleza del personaje y en los aspectos concretos de su vida terrena. El grueso de las obras en muestra pertenece, sin embargo, al periodo del llamado Reino Nuevo (entre el 1550-1069 antes de Cristo), considerado como la época dorada de la civilización egipcia.

Gracias al espectacular montaje (hecho por una colaboradora de la arquitecta Gae Aulenti) que respeta la atmósfera de templos, palacios y salas mortuorias, «Los Faraones» consigue transportar al visitante al mundo misterioso, repleto de simbolismo, de una de las más fascinantes civilizaciones de la historia.

El faraón se presenta en sus múltiples facetas como divinidad, en cuanto hijo del dios Ra (Sol) y mediador entre los humanos y las fuerzas del universo, pero también en su calidad de rey guerrero, garante de la seguridad y la prosperidad de su pueblo. Rey de origen divino, el faraón es representado con frecuencia con todos sus atributos y con los símbolos de la protección divina. ‘El rey era el emblema de la civilización egipcia’, explica Ziegler, ‘el centro del ‘cosmos’, de la comunicación entre cielo y tierra, donde se funden naturaleza y cultura, religión y política’. El término ‘faraón’, según la especialista, deriva de la palabra per-aa, que significaba la ‘gran casa’, el palacio donde vivía. Un elemento esencial de su poder que ha dado nombre con el tiempo a la propia figura del rey de Egipto. ‘El universo reposa sobre el faraón’, explica Ziegler, ‘puesto sobre la Tierra por Dios para erradicar el mal y el caos. Ésta es la concepción del mundo que pone en circulación el poder egipcio’.

El rey, adorado en los templos y venerado en el palacio, dirigía también un sofisticado gobierno con un centenar de funcionarios y escribas. La exposición recoge esta faceta en esculturas y bajorrelieves en los que el faraón aparece acompañado por su visir (ministro del Interior) o protegido por el dios de los escribas, a quienes está dedicada una sala completa por la importancia que revestían en el antiguo Egipto.

Fragmentos de papiro de hace 3.500 años, restos de jeroglíficos (descifrados en el siglo XIX por Jean-François Champollion) y enigmáticas estatuillas en bronce o en basalto dan una idea de esta profesión esencial en la corte faraónica. Los escribas eran ‘el lazo esencial en la cadena que unía al soberano con sus súbditos’, una especie de artista, dueño de los secretos de una escritura tan compleja como fascinante. Para hacerse una idea del esplendor de los palacios egipcios, Palacio Grassi presenta la maqueta tipo de uno de ellos.

Fuente: El País

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