Jacq rescata a la reina Ahotep en una nueva trilogía egipcia
Por Coordinadores de AE
Creación: 31 mayo, 2002
Modificación: 31 mayo, 2002
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Atentos al calendario, de nuevo, los forofos de las series egipcias de Christian Jacq. Tras su trilogía «El juez de Egipto», la tetralogía «La piedra de luz» y la pentalogía dedicada a Ramsés, el egiptólogo francés presenta ahora otra nueva trilogía, «La reina libertad» (Planeta), cuyo primer título, «El imperio de las tinieblas», estará en las librerías el próximo 6 de junio.

Las siguientes entregas serán «La guerra de las coronas», que se publicará en el mes de noviembre, y «La espada resplandeciente», que cerrará este nuevo ciclo ya en febrero del año que viene.

Christian Jacq (París, 1947) asegura que esta serie -ya inevitable best-séller en su país- es poco menos que un acto de justicia histórica. «Esta trilogía supone la resurrección de una reina, Ahotep, que había caído en el olvido. Como egiptólogo, quise reparar una injusticia.» Y es que, en su opinión, sin Ahotep, el Valle de los Reyes nunca habría existido y Egipto no habría conocido el período de esplendor que fue el Imperio Nuevo ni a los más gloriosos de sus faraones.

Jacq define a esta reina egipcia como un cruce entre Juana de Arco y el general De Gaulle. Como lo leen. «La comparo con la primera porque Ahotep también decidió tomar las armas y ponerse al frente de un ejército; y con el segundo porque también supo decir no. Es, sin duda, un personaje digno de ser sacado del olvido, y una época muy desconocida pero apasionante.» Ahotep se enfrentó a los bárbaros hicsos -que invadieron Egipto con muy malas pulgas hacia el año 1690 antes de Cristo- y devolvió la libertad a su país.

Se mueve en esta ocasión el egiptólogo por los siempre peliagudos terrenos de la historia real. «Las excavaciones en el Delta del Nilo han descubierto muchos detalles que me han ayudado a escribir la novela.» Así conoció, por ejemplo, quiénes eran realmente los orientales hicsos -inventores, ni más ni menos, de los carros de combate, además de grandes guerreros y nego- ciantes-, cuál era su forma de gobierno y sus costumbres, o cómo era la capital de estos invasores, Avaris.

«Es muy práctico reunir en una sola persona al novelista y al egiptólogo -dijo Jacq sobre sí mismo-. Tenemos muchas discusiones. Si no me enamoro de los personajes, no me sale la vena novelista. Pero el egiptólogo, con sus investigaciones, ayuda mucho al novelista.» El lector puntilloso podrá seguir el rastro de esta nueva trilogía en los museos. Las moscas de oro con las que fue galardonada la audacia militar de Ahotep, por ejemplo, están en el Louvre. La momia de su marido Seqen, en el museo de El Cairo; y la de su hijo mayor, Kamosis, en el de Luxor.

Un libro con mensaje

Pero Jacq pretende ir con esta trilogía más allá de la historia del antiguo Egipto. «A través de Ahotep he querido mostrar la lucha contra toda clase de autoritarismos o agresiones a los derechos humanos. Este es además un libro para la esperanza. Egipto estaba en una situación desesperada y pudo salvarse. Siempre se puede salir adelante, por muy mal que pinten las cosas. Ese es el mensaje del libro», concluye.

Fuente: La Vanguardia

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