Hallazgo en las pirámides
Por Coordinadores de AE
Creación: 2 agosto, 2002
Modificación: 2 agosto, 2002
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«En estas galerías creemos que dormía buena parte de los trabajadores que construyeron las tres grandes pirámides de Giza», afirma el arqueólogo norteamericano Mark Lehner, mientras señala dos largos corredores cuyas paredes sobresalen apenas unos centímetros de la arena ardiente. «Todo indica que no fueron esclavos los que hicieron esta tarea, sino trabajadores provenientes de distintas partes de Egipto.»

El descubrimiento realizado por Lehner y su colega egipcio Zahi Hawass en el complejo arqueológico de las pirámides de Keops, Kefrén y Micerino aporta las primeras pistas firmes que permitirán resolver un antiguo enigma: quiénes fueron y cómo vivían los que apilaron uno sobre otro 2.300.000 bloques de piedra, dando forma a la que fuera considerada la séptima maravillla del mundo.

«Hoy tenemos pruebas que demuestran que aquí donde se construyeron las pirámides existía un vasto complejo industrial que funcionó como fuente de aprovisionamiento para los trabajadores y como base para los templos mortuorios -dijo a LA NACION Lehner-. Una población de aproximadamente 20.000 personas vivía y se alimentaba en este sitio, de modo que los egipcios debieron crear un centro urbano para sustentar a esa cantidad de gente.»

Para este investigador de las universidades de Yale y Chicago, becario de la National Geographic Society, los recientes descubrimientos realizados en este valle «son la huella del Estado egipcio. Estas áreas serán de importancia crucial para conocer el funcionamiento de la economía de este pueblo -asegura-; las estructuras y los artefactos encontrados son la prueba de que había algún tipo de orden social».

Los vestigios

La curiosidad por el origen de las pirámides de Giza no es nueva. Ya en el año 450 antes de nuestra era el historiador griego Heródoto estimaba que habían sido necesarias unas 100.000 personas para levantar semejantes monumentos. «Claro que, de ser cierto, debería haber existido una ciudad enorme -plantea Lehner-. Los cálculos de los egiptólogos eran más mesurados: unas 20.000 a 30.000 personas, pero incluso esa cantidad de gente implicaría una ciudad colosal.»

¿Dónde está la ciudad que albergó a los trabajadores de las pirámides? Lehner empezó a vislumbrar la respuesta casi por casualidad, gracias a los resultados de un estudio topográfico de los estratos sobre los que se asienta la Esfinge.

«Me di cuenta de que esas capas contenían mucha información sobre los estratos de roca de la meseta de Giza, lo que nos daba un indicio de las capas que explotaron los egipcios para construir las pirámides. Comencé entonces a buscar las canteras de las cuales se habría extraído la piedra de la construcción de las pirámides, lo que me condujo a un estudio geológico de toda la meseta», agrega Lehner.

Fue así como, poco a poco, la arena del valle adyacente a la meseta fue dejando a la vista los vestigios de una ciudad perdida hace aproximadamente 4500 años: la ciudad de los trabajadores.

Entre otras estructuras, «hemos descubierto un enorme complejo edilicio, con un trazado rectilíneo y orientado en las direcciones cardinales, con grandes bloques de galerías que podrían ser dormitorios». Las galerías tienen en su extremo una suerte de plataforma que, estiman los arqueólogos, serviría de cama para la persona a cargo del grupo de trabajadores -entre 40 y 50- que dormía en cada galería. Una de las conclusiones a las que han llegado es que existían distintas jerarquías y que la distinción principal estaba dada entre trabajadores rotativos y permanentes.

Mientras los primeros realizaban durante un período de tres meses las tareas de menor especialización, como el traslado de las piedras, los trabajadores permanentes se dedicaban a la carpintería, el tallado de las piedras o la administración del poblado.

De arqueólogo a panadero

Pero las galerías que albergaron a los trabajadores rotativos -que, estiman, habrían sido enviados a Giza a cumplir con una obligación para con el faraón, de la misma manera en que en algunos países se realiza el servicio militar- no constituyen la única evidencia de asentamiento humano en torno de las pirámides.

Lehner ha desenterrado en el valle adyacente numerosas panaderías, las panaderías egipcias más antiguas conocidas a la fecha; así como también un edificio rectangular que habría albergado en su interior varios silos para almacenar granos.

Los utensilios empleados por los panaderos egipcios presentan formas que suponen procesos de elaboración radicalmente diferentes de los actuales, ya que los enormes moldes cónicos que contenían la masa eran volcados directamente sobre las brasas.

Para corroborarlo, Lehner decidió reconstruir una de estas panaderías e intentó fabricar pan a la antigua usanza egipcia. «Logramos elaborar pan como creemos que lo hacían los egipcios; lo que también es cierto es que ninguno de nosotros lo probó más de una vez, ya que era poco sabroso», reconoce.

Otro de los hallazgos de Lehner en Giza es la creciente evidencia que sugiere la existencia de otro «barrio» de la ciudad, separado de aquel que albergaba a los trabajadores rotativos, donde vivía la fuerza de trabajo permanente.

Este barrio, apodado «la ciudad del Este» por los arqueólogos, habría no ya alojado a trabajadores jóvenes llegados desde distintas partes de la nación, sino a familias enteras afincadas en la zona. El peso de esta hipótesis no descansa tanto en las ruinas del asentamiento, sino en su cementerio, uno de los tesoros arqueológicos recientemente desenterrados.

Jerarquías mortuorias

Ubicado a unas pocas decenas de metros de las ruinas de la ciudad de los trabajadores, el doctor Zahi Hawass ha desenterrado numerosas tumbas que conforman el cementerio del asentamiento o, mejor dicho, los cementerios.

Del mismo modo en que Lehner diferencia el barrio de los trabajadores rotativos del de los permanentes, Hawass, explorador residente de la National Geographic Society y director de Antigüedades de Egipto, se refiere por separado al cementerio que se encuentra en lo alto de una meseta cercana al que está ubicado más abajo.

Pero la distinción no es meramente geográfica: mientras el primero está conformado por mastabas de ladrillos de barro de forma cónica o de panal, o incluso pequeñas pirámides que imitan a sus monumentales vecinas, en el segundo los cuerpos yacen con poco y nada de ornamento.

«El alto cementerio debió haber sido construido para los trabajadores permanentes y de mayor rango, ya que allí hemos hallado familias enteras -afirma Hawass-. En cuanto al bajo cementerio, allí hemos encontrado solamente esqueletos que debieron pertenecer a los trabajadores rotativos.»

«Una de las mejores tumbas que descubrí al oeste de la gran pirámide pertenece al sacerdote Kai, que data del reino de Keops -continúa-. Es una tumba bellamente pintada, con un estilo artístico único. Uno de sus bajorrelieves muestra a la hija de Kai abrazando afectuosamente a su padre. Los jeroglíficos pintados sobre los muros dicen que fue hecha por constructores de tumbas y artesanos.»

Estas inscripciones no son las únicas descifradas por Zahi Hawass. «En el interior de las tumbas de los trabajadores pudimos ver cuáles eran los títulos que utilizaban. Por ejemplo, supervisor del lado Este de la pirámide, supervisor de rodillos, maestre del puerto, etcétera -cuenta este egiptólogo de 55 años-. Dicen mucho sobre cómo organizaban esa increíble plantilla de personal.»

Fuente: La Nación
http://www.lanacion.com.ar/02/08/06/sl_420194.asp

Reseña: Malvina Rodriguez

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