Del soberano como un gran hombre al monarca divino
Por Juan A. Roche Cárcel 
1 enero, 2011
Modificación: 16 mayo, 2020
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II. El zigurat representa la estructura social mesopotámica en forma de pirámide escalonada

II. 1. El zigurat se encuentra entre el naturalismo y la geometría

El edificio que adopto como modelo de análisis en este artículo, el gran zigurat del dios luna Nanna-Sin, de Ur (Sumeria), fue construido por Ur-Nammu y completado por su hijo y sucesor Shulgi (2094-2047 a. C.). Posee una base rectangular de 59×40 metros[8] (Fig. 1), sobre la que se superponen tres plataformas escalonadas[9] a las que se accede mediante una serie de escaleras: tres grandes que dan paso a la primera plataforma y otras dos más para ascender a cada una de las siguientes plataformas; finalmente, encima de la última de éstas, arriba del todo, se ubica un templo[10].

Fig. 1. Reconstrucción del zigurat de Ur. Tercer Milenio a.C., Dibujo en J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 303.

Fig. 1. Reconstrucción del zigurat de Ur. Tercer Milenio a.C., Dibujo en J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 303.

Por lo demás, el zigurat, que tiene un interior macizo rellenado con residuos de otros edificios y unos ángulos orientados –al igual que los del Templo Blanco y los de las pirámides– a los cuatro puntos cardinales, se alza en medio de un patio –como en el Templo de Khafaje–, a cuyas faldas (Fig. 2) se eleva el aparato de almacenes, talleres, oficinas, zonas sacerdotales y el templo donde se sitúa la estatua de la deidad para su veneración[11]. Como se va a ver a continuación, esta descripción que acabo de efectuar tiene como objeto que este edificio simbolice una montaña, lo que parece corroborarse por esa disposición escalonada y por el hecho de que en las terrazas más altas se plantaran árboles.

Fig. 2. Gran zigurat del dios luna Nanna-Sin. Reconstrucción de los siglos XXII-XIX a.C., tomado de http://jordicarreno.wordpress.com/2010/12/12/el-zigurat-de-ur-nammu/

Fig. 2. Gran zigurat del dios luna Nanna-Sin. Reconstrucción de los siglos XXII-XIX a.C., tomado de http://jordicarreno.wordpress.com/2010/12/12/el-zigurat-de-ur-nammu/

Sin embargo, quiere hacerlo a través de una forma geométrica realizada con trazos esenciales, que son realzados por toda una serie de contrastes de masas, volúmenes, planos, líneas, luces y sombras. Por tanto, no podemos considerar al zigurat como una arquitectura puramente geométrica –como sí lo es la pirámide egipcia–, aunque tampoco como totalmente naturalista, tal y como la referencia a la montaña parecería aconsejar. En suma, entiendo que es más ajustado considerar al zigurat como un edificio que se encuentra entre el naturalismo y la geometría.

II. 2. El zigurat y la jerarquización de los mundos divino, humano y natural

La simbología de este singular edificio está todavía mal comprendida, si bien podemos ya descartar que sea una tumba o un observatorio astronómico y admitir que es un edificio religioso coronado por un templo. Ahora bien, voy a detenerme en cinco aspectos simbólicos, de los cuáles tres son prácticamente aceptados[12], mientras que los dos últimos están relacionados con mi visión del arte como una encrucijada de los mundos divino, humano y natural.

En primer lugar, el zigurat simboliza una montaña religiosa –“una montaña de Dios”[13]– que reconcilia los dos motivos principales de la religión prehistórica, es decir, “el consuelo de la tierra y la aspiración hacia el cielo”[14]. Como nos informa Sir Leonard Woolley, en su delicioso libro Ur of the Chaldees (Ur de los caldeos), las partes bajas estaban pintadas de rojo-ocre, mientras que el templo era azul, simbolizando estos colores precisamente este deseo de reconciliar el cielo y la tierra. En segundo lugar, el zigurat es una escala de descenso de la divinidad a la ciudad y de ascenso ceremonial de los servidores humanos que, sin embargo, no tienen acceso al templo que lo culmina, pues sólo pueden entrar en él el sumo sacerdote y una virgen pura –que se acostaban en un lecho nupcial para efectuar unos ritos de fertilidad– y, en ocasiones, el monarca. En tercer lugar, el zigurat –al igual que el Templo de Khafaje[15]– es un símbolo de una experiencia religiosa controlada de creciente privilegio y santidad. En cuarto lugar, el que este edificio se encuentre entre el naturalismo y la geometría y el que quiera conciliar el cielo y la tierra expresa, en mi opinión, la inserción del mismo en un orden natural-teocéntrico conformado como el marco existencial humano[16]. Y en último lugar, el zigurat revela que los sumerios interrelacionaron los tres mundos divino, humano y natural de una manera jerarquizada. Para llegar a esta conclusión me he basado en el análisis de las obras artísticas mesopotámicas, desde el período arcaico hasta el asirio, de las que he seleccionado dos que son fundamentales, puesto que sintetizan la cosmovisión mesopotámica y, especialmente, ese modo jerárquico que define la interrelación de los tres mundos de los que vengo hablando.

Fig. 3. Vaso de ofrendas de Uruk. Tercer-Cuarto Milenio. Museo de Irak. En J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 340.

Fig. 3. Vaso de ofrendas de Uruk. Tercer-Cuarto Milenio. Museo de Irak. En J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 340.

La primera, es el vaso ritual de ofrendas de Uruk, del IV-III milenio a.C., del Museo de Iraq[17] (Fig. 3), que presenta una procesión alusiva a una de las ceremonias del año nuevo, es decir, a la ofrenda de las primicias agrícola-ganaderas a la diosa Inanna por las que el dios era liberado de la muerte y por las que se rememoraban las sagradas nupcias de la pareja divina que aseguraban la fertilidad de la naturaleza y la prosperidad del hombre en el año que se iniciaba. De ahí que el vaso muestre tres frisos de imágenes. En el más bajo aparecen, sobre unas líneas onduladas que representan el agua que da sustento a todo, las plantas y los animales –espigas de cebada, palmeras datileras y ovejas con carneros– en los que se manifiesta la diosa Inanna y que alimentan a los seres humanos, siendo por tanto éste el mundo de la naturaleza domesticada, de la agricultura y de la ganadería; de la naturaleza que se encuentra controlada por la humanidad. El friso siguiente presenta una serie de hombres cargados de ofrendas que están desnudos y afeitados por el contacto con la divinidad –como sucede igualmente en el Paraíso bíblico antes de que Adán y Eva pecaran–, lo que expresa que el hombre es un servidor de los dioses y un ser que, frente a ellos, se encuentra desvestido de todo estatus, soberbia y superioridad. Finalmente, en la escena principal, situada en lo más alto, aparece la figura de la diosa –simbolizada por unos haces de cañas–, junto a una figura femenina, otra que podría ser un sacerdote y una más de significado incierto, pero que quizás represente a un rey –estas dos últimas se encuentran dentro del lomo de un carnero–. El análisis de este vaso ritual me ha permitido relacionarlo con el zigurat y comprender algo más el significado del mismo. En efecto, efectuando una correspondencia entre ambas obras artísticas observo, en primer lugar, que si el vaso posee tres frisos, también el zigurat de Uruk cuenta con tres plataformas escalonadas[18]. Pero además, en ambos, el papel conferido a los hombres es el de servidor de los dioses, lo que queda expresado en el vaso ritual por la desnudez de los mismos y por portar ofrendas, mientras que en el zigurat se manifiesta por las pronunciadas escaleras que deben subir para poder contactar con la divinidad[19]. Finalmente, el acceso a los dioses es privilegio solamente de los sacerdotes, de la virgen y del rey, que son las únicas figuras que aparecen junto a la diosa en el vaso ritual y los únicos personajes que tienen paso al templo situado en lo más alto del zigurat. Esta visión de un mundo ordenado y jerárquico queda confirmada si cotejamos el zigurat con la segunda de las obras artísticas que he seleccionado, es decir, con la Estela de Naram-Sin, de la segunda mitad del Tercer Milenio a.C., (Fig. 4). La composición de la misma está presidida por tres símbolos divinos –tres estrellas, una de las cuáles no está totalmente completa–, pero centra su interés en el rey, que es la figura de mayor tamaño entre los hombres, y que está adornado con la tiara de cuernos, el distintivo de los dioses[20]. No hay ninguna imagen por encima del soberano y éste se encuentra sólo por debajo de los cuerpos celestes en los que se manifiesta la divinidad. Además, cerca de él, se halla la cima inaccesible de la montaña, por encima, los grandes dioses y, debajo, los soldados vencedores y vencidos que parecen subir trabajosamente, con sacrificio, la ladera. Así pues, si los hombres controlan una parte de la montaña, no así la más inaccesible, lo que el artista denota remarcando su pronunciada punta, es decir, la imposibilidad de acceder a ella por su lisa y escarpada ladera. Pero, por encima de esa parte inaccesible, están los dioses, lo que a mi entender refuerza el carácter aún más inalcanzable de los mismos. Y a esto hay que sumarle el hecho de que ni siquiera el rey, que quiere ser un dios, parece cercano a ellos. Por tanto, la comparación de esta obra con el zigurat nos permite obtener, al menos, tres conclusiones. En primer lugar, la enorme distancia existente entre los dioses y los hombres, pues en la estela aquellos están dispuestos en lo más alto del todo, mientras que en el zigurat esta distancia se expresa por la pronunciada elevación de las escaleras de acceso al templo y porque a éste no acceden más que los privilegiados. En segundo lugar, la distinción entre una naturaleza dominada y otra incontrolada. En efecto, si en la estela el topos geográfico donde se desarrolla la acción de los hombres y el rey es una montaña, también el zigurat quiere ser una montaña por la que los hombres efectúan su rito de creciente privilegio y santidad. Ahora bien, al igual que a la parte más elevada del zigurat no tienen acceso todos los hombres, en la estela hay un segmento inaccesible de la montaña y ello expresa su división en dos partes, una escalada por los hombres y otra inalcanzable. En tercer y último lugar, que el lugal, el señor, el rey, es el más poderoso de los hombres, lo que se revela, en la estela, por la ubicación de éste por encima de los demás hombres, por su tamaño y porque es el que más cerca está de los dioses y, en el zigurat, porque, junto con el sacerdote y la virgen, sólo él tiene acceso al templo.

Fig. 4. Estela de Naram-Sin. Segunda Mitad del Tercer Milenio a. C. Museo del Louvre. París. En J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 345.

Fig. 4. Estela de Naram-Sin. Segunda Mitad del Tercer Milenio a. C. Museo del Louvre. París. En J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 345.

Todas estas conclusiones conducen a la que yo considero como la más importante, la que mejor declara la cosmovisión de los sumerios, esto es, que el zigurat simboliza una concepción jerárquica del mundo, pues dispone por encima de él a los dioses, en segundo lugar a los hombres y en última posición a la naturaleza, al igual que sucede en El Poema de la Creación –donde Marduk crea primero al hombre y después a los animales y las plantas[21]; y en el Génesis de la Biblia -que muestra un universo jerarquizado, reflejado en la progresión de los acontecimientos que dan lugar a la creación, es decir, en la secuencia de los seres creados y en la subordinación que éstos parecen tener en la autoridad última que es Dios[22]. Sin embargo, esta estratificación de los mundos divino, humano y natural debe ser matizada, puesto que el arte –se ha visto en la estela– y el mito mesopotámicos –especialmente el del Diluvio Universal– nos indican que la naturaleza no siempre se encuentra en la última posición de la escala jerárquica, ya que a la naturaleza desatada, la de las lluvias torrenciales, la de la crecida impetuosa de los ríos, el hombre mesopotámico le tiene un profundo temor[23] que revela que estos elementos naturales son más poderosos que los humanos.

II. 3. El zigurat manifiesta el escalonamiento del poder en Mesopotamia

En mi opinión, es lógico suponer que la jerarquización de los tres mundos que el zigurat simboliza responde a la jerarquización de la sociedad[24] y que la distancia entre los dioses y los hombres está vinculada con la separación existente entre los hombres entre sí. En la cúspide de este alejamiento social se halla el lugal, el rey, pero éste es un gran hombre y no un dios y, además, no es el único concepto político en juego, ya que el sistema incorpora también las ideas de territorio, de voluntad popular, de tribu, de dinastía y, en suma, la fuerza del sentimiento comunal[25]. Además, aunque la autoridad estaba concentrada en manos del soberano, éste delegaba en sus numerosos representantes[26]. Por todo ello y tal y como nos demuestra la Lista Real[27], la realeza formaba un sistema escalonado de poder que está igualmente relacionado con la manera característica en la que estaban organizados los dioses, pues éstos son un reflejo del mundo político y étnico de Mesopotamia[28]. Y es que estaban organizados, por un lado, siguiendo dos tipos de genealogías: verticales, referidas a la descendencia entre padres e hijos y, horizontales, relacionadas con la unión con esposas. Y, por otro, repartiéndose en grupos más o menos importantes vinculados cada uno a una divinidad principal de la que dependían, es decir, que los dioses estaban distribuidos en una serie de binas y tríadas que formaban en conjunto una pirámide escalonada de poderes[29]. Este escalonamiento de poderes es, pues, real y religioso, y se evidencia igualmente en el modo con el que se jerarquizaban las localidades, sus relaciones y las distancias que las separaban y en la propia organización del Estado (al menos en el período de Uruk), ya que éste estaba formado por la asociación de una serie de clanes en los territorios bien definidos por sus complementarias actividades –los cazadores-pescadores de las marismas, los campesinos de los bordes de los ríos y canales y los ganaderos de la estepa– y puesto que cada uno de estos clanes tenía una divinidad tutelar –Nanshe, Ningirsu e Inanna[30]. No nos extrañe, por tanto, que el poder en Mesopotamia estuviera distribuido escalonadamente y que, por eso, el zigurat posea una forma escalonada.

II. 4. El desarrollo de la relación del zigurat con el entorno urbano expresa la evolución del poder en Mesopotamia

El zigurat toma su forma definitiva con Ur Nammu, el fundador de la Tercera Dinastía, y se mantiene vigente durante más de 1.500 años, por lo que es lógico pensar que en este largo período cambie la sociedad mesopotámica. Sin embargo, la forma del zigurat se mantiene viva durante esta larga etapa, lo que posiblemente tiene que ver con el hecho de que los rasgos culturales mesopotámicos más importantes se mantienen estables. Y ello sin perjuicio, de que también el zigurat nos denote las variaciones que tienen lugar en ese milenio y medio. Y es que es uno de los elementos urbanos más destacados –si no el que más–, el más alto de las ciudades y el central geográfica y simbólicamente y, por tanto, el que mejor simboliza el prestigio y el poder de la ciudad. Pero si lo relacionamos con los otros edificios y elementos urbanos con los que se halla asociado y cercano físicamente, podemos extraer algunas interesantes inferencias. Es lo que voy a hacer a continuación, teniendo presente el nivel de conocimientos actual que poseemos sobre algunas ciudades[31] y los tres modelos urbanísticos en los que se divide el urbanismo mesopotámico[32]. Es decir, el modelo sumerio de ciudad-templo, que posee orígenes religiosos, que establece al templo como núcleo de la ciudad-estado[33] y que se da en ciudades como Ur, Uruk, Eridu, Nippur, Lagash, Larsa; el modelo babilónico, que tiene lugar en las ciudades de Kish, Sippar, Acad, Mari, Borsipa, Babel y Babilonia; y el modelo asirio, característico de Assur, Kalah, Nínive, Dur Sharrukin y Nimrud.

Fig. 5. Plano del témenos de la ciudad de Ur. Sumeria. En E. Ascalone, Mesopotamia, Barcelona, 2005, p. 290. 1. Enterramiento de Ur-Nummu. 2. Patio Nanna. 3. Edublamaj: entrada monumental al patio del zigurat. 4. Enunmaj: tesoro del soberano de Ur. 5. Ejursag de Shulgi: se supone que era el palacio del rey Shulgi. 6. Giparu: residencia de los sacerdotes del dios Nanna. 7. Tumbas reales. 8. Tumba de los reyes de Ur de la Dinastía III. 9. Témenos de Nabucodonosor II.

Fig. 5. Plano del témenos de la ciudad de Ur. Sumeria. En E. Ascalone, Mesopotamia, Barcelona, 2005, p. 290. 1. Enterramiento de Ur-Nummu. 2. Patio Nanna. 3. Edublamaj: entrada monumental al patio del zigurat. 4. Enunmaj: tesoro del soberano de Ur. 5. Ejursag de Shulgi: se supone que era el palacio del rey Shulgi. 6. Giparu: residencia de los sacerdotes del dios Nanna. 7. Tumbas reales. 8. Tumba de los reyes de Ur de la Dinastía III. 9. Témenos de Nabucodonosor II.

En el centro geográfico y simbólico de la ciudad de Ur se encuentra el recinto sagrado, cuyo uso estaba reservado a los sacerdotes y a los miembros de la corte[34] y que está formado por un conjunto de templos en cuyo centro se ubica precisamente el zigurat[35] (Fig. 5), esto es, en el centro neurálgico del recinto sagrado, que es el corazón de la ciudad, lo que revela su importancia y la alta consideración simbólica que los sumerios le adjudican[36]. Pero esta asociación del zigurat, el edificio más representativo de la ciudad, con el recinto sagrado, con los templos, denota el poder de los sacerdotes, puesto que probablemente aunque en estos momentos de la historia mesopotámica los reyes comenzaran a consolidar su poder[37], los sacerdotes todavía detentan el dominio económico y social en Ur. Precisamente, para reforzar esta autoridad, construyen el zigurat justo al lado de sus instalaciones.

Fig. 6. Plano de la ciudad de Babilonia. La zigurat se encuentra entre el río y la vía procesional, y al lado del palacio y de las residencias de los más poderosos. En J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 292.

Fig. 6. Plano de la ciudad de Babilonia. La zigurat se encuentra entre el río y la vía procesional, y al lado del palacio y de las residencias de los más poderosos. En J. Sureda, Historia Universal del Arte. Las primeras civilizaciones, Barcelona, 1985, p. 292.

En Babilonia, el zigurat de Etemananki –“Fundación del Cielo y de la Tierra”–, mandado reconstruir por Nabopolasar y terminado por su hijo Nabucodonosor, de nuevo se encuentra en el corazón geográfico y simbólico de la ciudad[38], es decir, en el Eridu, el central barrio religioso[39] que está compuesto por unos catorce santuarios –como los templos de Marduk (Esagila), de Istar y de Ema[40]. Además, el zigurat se ubica en el núcleo de los dos ejes estructuradores del urbanismo babilónico, esto es, el Río Eúfrates y la vía procesional, que posee un carácter simbólico de eje cósmico y que, partiendo del recinto sagrado del zigurat, se dirige hacia el norte de la ciudad, hasta la Casa del Festival, situada al otro lado de la muralla (Fig. 6). Si a esto le añadimos que es el edificio más grande de Babilonia y el zigurat más monumental de Mesopotamia, se comprenderá que esta singular construcción sea el epicentro ritual de Babilonia y el de todo el imperio[41]. Por otra parte, junto al zigurat se sitúan también el palacio real de Nabucodonosor II y las viviendas de los más poderosos (las del resto de la ciudad están al Oeste), lo que denota un cambio de poderes con respecto a Ur, puesto que aquí ya no son los sacerdotes los que parecen controlar totalmente la ciudad, sino que junto a ellos también el rey y los más poderosos tienen una considerable importancia urbana.

En Nimrud, la capital de los asirios desde 880 hasta el 722 o 707 a.C., el zigurat se ha convertido en un mero añadido del palacio del rey[42], que ahora domina completamente el paisaje urbano. Además, dos interesantes aspectos me llaman poderosamente la atención: la altura del zigurat es similar a la del palacio y la apropiación simbólica de la forma escalonada del primero por parte del segundo (Fig. 7). Y todo ello nos declara la disminución del poder de los sacerdotes en favor del soberano y el deseo de éste de ser considerado como un dios.

Fig. 7. El zigurat en los palacios de Nimrud (Asiria). Dibujo de Ferguson, s. XIX en J. Sureda, Historia de las Civilizaciones. El amanecer de la civilización, Barcelona, 1996, p. 227.

Fig. 7. El zigurat en los palacios de Nimrud (Asiria). Dibujo de Ferguson, s. XIX en J. Sureda, Historia de las Civilizaciones. El amanecer de la civilización, Barcelona, 1996, p. 227.

Así pues, la específica ubicación del zigurat en el plano de la ciudad nos expresa una evolución del poder que se desarrolla en general en tres fases. La primera, que tiene lugar sobre todo al principio de la civilización sumeria y que está dominada por los sacerdotes. La segunda o fase babilónica, en la que el poder se distribuye entre los sacerdotes y el soberano. Y la tercera o período asirio, en la que el soberano acapara el poder en detrimento de los sacerdotes[43]. Pero no debe olvidarse que Mesopotamia, quizás con notables excepciones, no ha deificado a sus soberanos y los considera únicamente como unos grandes hombres, como los más poderosos de los seres humanos y, en cualquier caso, como inferiores a los dioses. Y sobre esta concepción se edifica el zigurat, un edificio que representa la distribución escalonada del poder y la estructura social escalonada de Mesopotamia, lo que –como se va a ver a continuación– lo diferencia profundamente de la pirámide egipcia.


[8] Los posteriores zigurats tendrán una base cuadrada y no rectangular y, a veces, helicoidal.
[9] El zigurat de Babilonia al parecer tenía siete plataformas escalonadas
[10] En J. C. Margueron, Los Mesopotámicos, p. 368.
[11] En S. Kostof, Historia de la arquitectura, p. 109.
[12] Margueron, pp. 369-370. Kostof, pp.108-109.
[13] Así la llama Sir Leonard Woolley en Ur. La Ciudad de los Caldeos, p. 96
[14] Señala Federico Lara Peinado, en su introducción, a los Himnos Sumerios (1988) que la religión sumeria estaba adaptada a componentes de una sociedad de tipo agrícola-pastoril y de ahí que la tierra –con las fuerzas vitales del ciclo agrario- y el cielo (el firmamento) –culto propio de las sociedades nómadas pastoriles- constituyeran la base de sus creencias. Esto trae como consecuencia que la interdependencia, la fertilización mutua, del cielo y de la tierra (el cielo era el principio masculino, la tierra el femenino) juegue un papel muy importante en la cosmogonía y en la religión sumeria. Véase, J. Van Dijk, Le motif cosmique dans la pensée Sumérienne, p. 5. Pero también va seguir presente a lo largo de la historia mesopotámica y se manifiesta, por ejemplo, en los nombres que reciben los templos sumerios, pues son una manifestación de la interpenetración de geografías divina y terrestre. Véase, F. Brüschweiler, La ville dans les textes littéraires Sumériens, p. 190. Igualmente está presente en El Poema de la Creación, pues relata cómo en Babilonia se reunían los 300 dioses de arriba –del Cielo– y los 300 de abajo –de la Tierra– para juntarse todos en asamblea plenaria. Véase, Jean Bottéro, La religión más antigua. Mesopotamia, p. 93. Asimismo, también encontramos referencia a estas bases en el Código de Hammurabi, cuando indica en su prólogo Bottéro que “…cuando hubieron establecido para él (Marduk), en medio de ella, una eterna realeza, cuyos fundamentos están tan definitivamente asentados como los de los cielos y de la tierra….”.
[15] En el templo urbano la divinidad residía en un remoto y guardado al extremo de una secuencia planificada.
[16] No debe olvidarse que la esencialidad de la geometría con la que está construido el zigurat es, por su carácter abstracto y permanente, el lenguaje más adecuado para encarnar la divinidad y, así, ocurre también con el conjunto del arte y, especialmente, con la escultura mesopotámica.
[17] Desgraciadamente, esta fundamental obra del arte mesopotámico es una de las piezas que han desaparecido del museo de Irak con la invasión americana.
[18] Es significativo al respecto que fueran también tres las grandes capas sociales existentes en Sumeria, la de los libres –los dirigentes, los sacerdotes, los funcionarios y los gurush o masa social de trabajadores–, los semilibres o Muskenum y los esclavos. Véase, Federico Lara Peinado, La Civilización Sumeria, p. 105-106. También son tres los clanes que aglutinaron el Estado de Lagash. Véase, François Carroué, Les Villes de l’État de Lagash, p. 109-110. Por otra parte, el número tres también es característico de la planta de las casas –como, por ejemplo, de la casa tripartita de Tell Madhur (Obeid IV) y de los templos del período Jemdet Nasr y los del período de Uruk. Véase, Federico Lara Peinado, La Civilización Sumeria, p. 28, J. Postgate, La Mesopotamia Arcaica, p. 142 y Frankfort, Arte y arquitectura del Oriente Antiguo, p. 22. También el Atrábasis babilónico indica la división del cosmos en tres partes: Anu, el dios cielo, Enlil, el dios del tiempo atmosférico y Enki, el dios del agua. Además, aparecen en él tres catástrofes que asolan la tierra –la epidemia, la hambruna y el diluvio. Véase Burkert, De Homero a los magos, p. 37.
[19] La Biblia, en su referencia a la construcción de la torre de Babel –“Edifiquemos una Ciudad y una Torre cuya cúspide llegue al cielo y así nos crearemos un nombre, no sea que nos dispersemos por la haz de toda la tierra” (Génesis, 11, 4)-, quiere expresarnos precisamente lo contrario, es decir, que el hombre peca de soberbia al querer construir un edificio tan alto.
[20] Esto confiere a esta obra un interés especial, de documento histórico incluso, puesto que este rasgo divinizante es una excepción, ya que al parecer sólo es compartida por algunos reyes de la Tercera Dinastía de Ur que fueron divinizados en vida y adoptados como dios-patrón de ciudades vasallas.
[21] En Bottéro, La religión más antigua, pp. 115-116)
[22] N. Frye, Poderosas Palabras, pp. 200 y sigs.)
[23] Según nos señala, Jean Bottéro, en La religión más antigua, pp. 23 y 51 y sigs. el temor es el sentimiento religioso predominante en los mesopotámicos con respecto a sus dioses. El arte recoge también este temor a los dioses y a la naturaleza y ejemplos de ello son el Monstruo del Museo de Brooklin –que revela un temor ante el universo hostil–, el Vaso de orfebrería de Entemena –que presenta el carácter violento de las inundaciones y aguaceros simbolizados por Ningursu, el dios de la vida natural, de la guerra y de la tempestad– y el Cilindro-sello de Shamash –que muestra la aterradora naturaleza de la tormenta–. Véase Frankfort, Arte y arquitectura del Oriente Antiguo, pp. 33 y 93 y sig.
[24] Mantiene Gwendolyn Leick, en Mesopotamia. La invención de la ciudad, p. 165, que “…la disposición en gradas del zigurat podría entenderse como un gran símbolo tridimensional de una sociedad jerárquica cuyo nivel superior rozaba los dominios de la divinidad”.
[25] Ver en Postgate, La Mesopotamia arcaica, pp. 171-310.
[26] Sobre los representantes en los que el soberano delegaba el poder puede consultarse, de M. Lambert, “Les villes du Sud-Mésopotamien et l’Iran au temps de Naramsin”, en donde se hace mención al Documento nº 233 de Liverpool que ofrece una lista de dignatarios muy próxima al séquito jerárquico real y presentada en orden creciente de importancia. Entre ellos, destacan el gobernador, el administrador, el intendente, el hijo del príncipe…, el exorcista, el médico, el encantador, el prefecto en jefe, el prefecto, el comisario, el escriba…
[27] Ver en Postgate La Mesopotamia arcaica, pp. 171-310).
[28] Van Dijk, Le motif cosmique, p. 2.
[29] El panteón religioso sumerio fue fijado en lengua acadia en el Poema de la Creación o Enuma Elish, en base a la formación de binas o parejas –Abzu y Tiamat, Lakhmu y Lakhamu y Anshar y Kishar-, de las que nacería una primera tríada -An, Enlil y Enki- y de ésta otra segunda –Zuen, Utu e Inanna-. Sobre ello ver R. L. Litke, A Reconstruction of The Gods-List, p.75, Bottéro, La religión más antigua. Mesopotamia, p. 74 y F. Lara Peinado, La Civilización Sumeria, p. 171
[30] F. Carroué, Les Villes de l’État de Lagash, pp. 109-110.
[31] De manera general, sólo conocemos de ellas los elementos urbanos más sobresalientes como los templos, los zigurats, los palacios y las casas residenciales de los más ricos, aunque también se nos han desvelado otros componentes urbanos como puertos, mercados, etc.
[32] J. M. Muñoz Jiménez, La ciudad como obra de arte, pp. 4-5.
[33] En época histórica el santuario del dios principal de la ciudad, en tanto que soberano de la ciudad, ocupa prácticamente el centro real de la misma o una posición central dominante. Véase en Margueron, Los Mesopotámicos, pp. 253 y sigs. y en Les villages du Proche-Orient, pp. 97-116).
[34] E. A. J. Morris, Historia de la forma urbana, p. 24.
[35] Sir Leonard Woolley excavó esta ciudad y desveló un trazado relativo al período 2100-1900 a. C. La superficie urbana intramuros era de 89 hectáreas y el cauce principal del Río Eúfrates discurría por el lado occidental de la ciudad. En su centro, se alzaba un recinto sagrado, una ciudadela religiosa, rodeada por robustas murallas y dominada por un zigurat situado en la esquina occidental. Los edificios más importantes de esta ciudadela son, junto al zigurat, el Templo de Nannar, el Templo de Nimin-Tabba, el antiguo Templo de Nin-G-al, otros templos  y el cementerio real.
[36] También la ciudad de Uruk, una de las ciudades más antiguas de Sumeria, contaba con un núcleo ocupado por el complejo del templo de Eanna, que estaba formado, entre 3500 y 3000 a.C., por un grupo de templos, palacios, edificios administrativos y de almacenamiento y por el zigurat de Ur Nammu del 2100 a.C.
[37] A. Falkenstein, La Cité-Temple Sumérienne, p. 795.
[38] A.E.J.  Morris, Historia de la forma urbana, p. 34.
[39] Igualmente en la ciudad babilónica de Sippar el zigurat, consagrado a Shamash el dios Sol, se halla en el recinto sagrado conformado por los templos más importantes y sus dependencias. Véase, W. Al-Jadir, Sippar, p. 52.
[40] A. George, The Topography of Babilón, pp. 6-11.
[41] G. Leick, Mesopotamia, p. 318)
[42] Esto también sucede en Dur-Sharrukin, ya que el zigurat de Assur ha sido absorbido en la ciudadela del palacio.
[43] Desconocemos los orígenes de la civilización sumeria, pero sí sabemos que en el Dinástico Arcaico de Uruk, el en era, al mismo tiempo, señor y sacerdote y dirigía la comunidad urbana. Junto a él, también está el lugal, un jefe guerrero, pero que al principio es excepcional y sólo paulatinamente se irá haciendo permanente. Pero un cambio importante se producirá en el Dinástico III cuando la transmisión del lugal se hará por vía hereditaria o por parentesco político, siguiendo el orden de la primogenitura. Y, finalmente, la evolución se completará cuando el lugal sea elegido por elección divina y no por las asambleas. Véase Lara Peinado, La Civilización Sumeria, pp. 105 y sig.

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