Del soberano como un gran hombre al monarca divino
Por Juan A. Roche Cárcel 
1 enero, 2011
Modificación: 16 mayo, 2020
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IV. A modo de conclusión: una concepción distinta de la monarquía explica las diferentes formas del zigurat y de la pirámide

Como se ha podido comprobar, el análisis del zigurat y de la pirámide han demostrado que son una forma social y cultural y una encrucijada de los mundos divino, humano y natural, es decir, que encarnan tanto los elementos comunes como las distintas maneras con las que las civilizaciones mesopotámica y egipcia concibieron sus cosmovisiones y sus sociedades. En efecto, estas prototípicas arquitecturas comparten rasgos sociales y culturales, pues fueron construidas en una época en la que la sociedad se regía por una estructura jerárquica y en la que dominaba una cosmovisión de base natural-teocéntrica, es decir, en la que la existencia humana estaba modelada a partir de las ideas que mantenía sobre los dioses y la naturaleza y de la que era su microcosmos. No nos extrañe, pues, que tanto el zigurat como la pirámide reflejen una estructura jerarquizada, que se inserten en un orden natural-teocéntrico y que encarnen con sus formas y sus colores la conciliación del cielo y de la tierra.

Ahora bien, aunque ambos edificios poseen elementos comunes, también muestran importantes diferencias. Mientras que el zigurat exhibe una forma escalonada, que es el símbolo de una idea distributiva del poder, de un Estado que nunca logra la unidad total (al ser sustentado sobre la autonomía de las ciudades-estado) y de un monarca concebido como un gran hombre, la pirámide tiene una forma piramidal pura, que es la representación del poder omnímodo del soberano, de su consideración como un dios y de un Estado centralizado y unitario. Además, entre tanto el zigurat expresa el poder de los dioses y, por eso, culmina con un templo dedicado a ellos, la pirámide manifiesta el poder del hombre divinizado y, de ahí, que se remate con una piedra cimera símbolo del propio faraón. Así pues, esta concepción de la monarquía es, a mi juicio, la causa de fondo que explica por qué los reyes egipcios se inclinaron en un momento determinado de su historia, justo cuando su soberanía se encontraba en su máxima extensión, a abandonar la pirámide escalonada[89] y que revela igualmente por qué son diferentes las formas del zigurat y de la pirámide. No debe olvidarse, sin embargo, que esta dispar manera con la que el zigurat y la pirámide consideran a la monarquía y, con ella, a la sociedad se halla hondamente conectada con la desigual visión cultural que expresan, puesto que en tanto que el zigurat interrelaciona los tres mundos divino, humano y natural de un modo jerárquico, la pirámide los identifica en la figura del faraón.

*El presente artículo se corresponde con una ponencia presentada por el autor en el III Congreso Español de Antiguo Próximo celebrado en Huelva del 30 de Septiembre al 3 de Octubre de 2003. Una versión de dicho artículo fue publicada en la revista Huelva Arqueológica 19 (2004), pp. 59-85.


[89] Causa que no excluye que, junto a esta concentración de poder, también variará la ideología mortuoria, pues ahora se sistituye el carácter astral de la misma por no de contenido solar. Ahora bien, ¿acaso al historia no nos ha ofrecido suficientes ejemplos de que los cambios religosos son utilizados para reforzar ideológicamente los cambios políticos?.

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