A propósito de un ostracón de jurisprudencia encontrado en Deir el-Medina
Por Mª José Montero Fernández
29 agosto, 2023
Vista de Deir el Medina. Foto: Mª José Montero Fernández
Modificación: 16 abril, 2024
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Descansando en el hueco de un valle desértico a 725 km al sur de El Cairo, en la orilla occidental del Nilo frente al moderno Luxor, el antiguo sitio de Deir el-Medina conserva los vestigios de un poblado, dos grandes cementerios y un área religiosa (Gobeil 2015). Se originó para los constructores de las tumbas del Valle de los Reyes y sus familias. El primer asentamiento probablemente fue construido al principio de la XVIII Dinastía, bajo el faraón Tutmosis I (hacia 1504-1492 a.C.). Fue ampliado durante las Dinastías XIX y XX cuando el equipo de obreros se incrementó en consonancia con las dimensiones cambiantes de las tumbas reales (Meskell, 1999, p.181).  Para su organización, con fines de trabajo y administración, se dividieron en dos lados, el izquierdo y el derecho, cada uno de los cuales preparó el lado correspondiente de la tumba real en construcción. Las figuras más destacadas de la comunidad local fueron los dos grupos de obreros principales, uno para cada lado de la banda, y un escriba que fue responsable de todo (McDowell 1999, p.4). Los trabajadores vivían con sus familias en el poblado, pero pasaban sus días de trabajo en el Valle de los Reyes, durmiendo durante la noche en cabañas cercanas. Los hombres trabajaron continuamente durante ocho días y regresaron a sus hogares el noveno y décimo día. Todos los días en el Valle de los Reyes trabajaban en dos turnos de cuatro horas con un descanso para almorzar al mediodía. Sin embargo, además de sus seis días de descanso cada mes, a veces había otros días libres en la semana laboral y frecuentes días feriados oficiales y festivales religiosos, así como “descansos de fin de semana” extendidos no oficiales y tiempo libre para preparar sus propias tumbas. En ausencia de los trabajadores, cuando se encontraban en el lugar de la tumba real, las mujeres organizaban la vida de la comunidad en el poblado. Ellas eran las responsables de criar a sus familias y supervisar la casa y los esclavos que molían el grano. Otros residentes que vivían permanentemente en la ciudad incluían hombres jubilados, enfermos, hombres con deberes especiales asociados con los tribunales de justicia y la religión, y los sirvientes (David 2003, p.214).

Casas de Deir el-Medina. Foto: Mª José Montero Fernández 

El poblado formaba parte de una sociedad que en su conjunto conocía la escritura desde hacía muchos siglos. Sin embargo, existía una enorme diferencia de alfabetización entre los administradores del gobierno y los habitantes de la aldea rural más pequeña. Deir el-Medina permaneció una comunidad de aldea un microcosmos administrativo y judicial (Haring 2003, p.259)

Los restos de Deir el-Medina abarcan no solo el pueblo, sino también las viviendas dispersas más allá de las paredes, silos e instalaciones de almacenamiento, unas 400 tumbas esparcidas en varias necrópolis, complejos de capillas y el templo de Hathor.

Vista de Deir el Medina. Al fondo la zona de las capillas y templo. Foto: Mª José Montero Fernández 

El llamado “Gran Pozo” se encuentra un poco más alejado, 55 metros al noreste del recinto (Toivari-Viitala 2011, p.2). La función original del pozo de 52 metros de profundidad, cuyas paredes interiores están flanqueadas por escaleras descendentes, no se ha establecido con certeza, aunque parece haber sido utilizado durante dos períodos posteriores como basurero de los aldeanos. El hoyo contenía numerosos hallazgos interesantes como estatuas, estelas, relieves y otras características arquitectónicas, muebles, cestería, sandalias, cerámica, ostraca y papiros (Toivari-Viitala 2011, p.6)

La gran cantidad de documentación descubierta tanto en los alrededores del pueblo como en los lugares de trabajo reales ofrece una visión detallada de la identidad cultural, política y económica de la sociedad egipcia, además de información sobre las técnicas de trabajo y la organización burocrática empleadas por los antiguos artesanos. Los ostraca no literarios exhiben un tema diverso: contratos de compraventa, quejas y casos judiciales, testamentos, cartas y comunicaciones breves, notas sobre la construcción de la tumba, inventarios, oraciones y hechizos mágicos, todos los cuales ofrecen información invaluable sobre la vida de los antiguos artesanos y sus familias. Al ofrecer un testimonio único de la vida en el Egipto del Nuevo Reino (incluyendo las casas de los obreros, textos documentales y literarios, y dibujos sobre escamas de piedra caliza llamados ostraca), Deir el-Medina permite a los arqueólogos y egiptólogos recopilar información no sólo sobre la vida cotidiana, sino también sobre asuntos administrativos y económicos, arte, literatura, relaciones sociales y arquitectura doméstica, religiosa y funeraria.( IFAO Excavations at Deir el-Medina – Oxford Handbooks).

El ostracón objeto de este estudio es el BM 5624, inscrito en hierático en ambas caras, recto y verso (British Museum 1837). La base es piedra caliza y está fechado en la 20th dinastía (año 21 de Ramses III) (Demaree 2002, pp.15-16). Se encuentra en el Museo Británico con el número de inventario EA5624. Actualmente no está expuesto, mide entre 15 cm de alto y 31 cm de ancho, donde el recto está en buenas condiciones y el verso se encuentra muy dañado. Su contenido discurre sobre la disputa de una tumba.

 

Recto y verso del ostracón BM564, disponible en la página del Museo Británico

Fechado en el año 21 de Ramsés III, es un texto legal que relata el descubrimiento del pozo de una tumba en el cementerio por el líder del equipo Khonsu, el primer mes de Shemu. El séptimo día, el líder del equipo Khonsu hizo un descubrimiento mientras estaba sentado bebiendo. El contexto sugiere que la escena tiene lugar en el cementerio (Valbelle 220, p.468). El texto incluye una declaración de alguien de que su antepasado Khay recibió una tumba en el año 7 de Horemheb (Berg 2014, p.33). Debido a que Khay no tuvo descendencia varón, se pidió al Oráculo (Amenophis I) por parte de Amenemope que le dirigiese a una tumba y le dio la de Khay, sin embargo, olvidó donde estaba la entrada de la tumba y se dejó abandonada, encontrándose por Khonsu y existe un litigio al no identificarse como propietario de la tumba. No existe en el Ostracón la resolución del litigio (Blackman 1926, p.181).

El ostracón corresponde a la jurisprudencia dentro de Deir el Medina: Esta concentra en la función desempeñada por la corte local (qnbt) y el Oráculo divino de Amenophis I en la determinación de casos legales locales. La qnbt se ocupó de casos civiles (impago de deudas) y casos penales menores (robo), aunque pronto se hace evidente que sus sentencias no fueron siempre con final satisfactorio.  Existe el culto doméstico para los antepasados ​​fallecidos, con una aguda conciencia del pasado y un enfoque particular en el culto a los antepasados ​​entre los trabajadores de Deir el-Medina (Davies 1999, pp.xxi-xxii). Junto con Amenophis I también se veneraba a su madre, la reina Ahmose-Nefertary. Amenophis se había convertido en un dios con un templo y un culto organizado (Blackman 1926, p.2). Muchos juicios locales se registraron en ostraca, por lo tanto, se conserva mucha información sobre personas cruciales, asuntos judiciales y sentencias definitivas (Baardemans 2016).

El Oráculo consistía en la resolución personal de las disputas en Deir el-Medina por un consejo de aldea cuyos procedimientos a veces incluían una especie de teatro callejero centrado en una imagen portátil del santo del pueblo, el fundador divinizado, el rey Amenophis I. La estatua se lleva en el hombro de los ancianos de la aldea que se identificaron como sus sacerdotes. Los eruditos modernos lo presentan como un hecho judicial llamándolo «Oráculo”. En algunos casos parece no haberse involucrado particularmente asuntos contenciosos y tal vez fue declarado improcedente. En otros casos parece que hubo fuertes golpes y se sugiere una atmósfera emocional, la escena estaba preparada para el clamor de la multitud hacia veredictos particulares y quizás rivales. La participación de la estatua del santo ofreció una ruta para liberar y de resolución. De todos modos, al final incluso las decisiones eran impugnables (Kemp 2001, p.125).

Tanto hombres como mujeres consultaron el oráculo de Amenophis I en Deir el-Medina, pero las mujeres rara vez aparecen en textos e imágenes. La mayoría de los textos que mencionan mujeres se refieren a asuntos de propiedad; lo mismo ocurre con los hombres, pero los problemas relacionados con la vida profesional de los hombres, como los salarios y citas, no se mencionan en conexión con mujeres (Sweeney 2008, p.154).

Este ostracón no es un documento oficial, sino mero extracto, o bien notas a partir de las cuales se elaboraron los registros permanentes. Los escritores de estos apuntes sabían, por supuesto, exactamente quiénes eran todos y todos los hechos del caso, mientras que nosotros estamos en una posición muy diferente.

Según Blackman 1926, los funcionarios de la necrópolis, en vista de esta aparente irregularidad, decidieron inspeccionar la tumba de Amenemope. El examen de la cámara funeraria en sí, a la que el pozo daba acceso, dio como resultado que los funcionarios encontraran solo un ataúd que no tenía nombre, y ningún equipo funerario. Esto naturalmente hizo que los funcionarios dudaran del derecho de Amenemope a poseer la tumba, ya que debería haber contenido los ataúdes de los miembros fallecidos de su familia. El caso, por lo tanto, debía ser remitido a una autoridad competente para tratar tales asuntos, y la autoridad elegida en este caso fue la deificada Amenophis I, una divinidad muy estimada entre los trabajadores de la necrópolis tebana. En consecuencia, en el año veintiuno del reinado de Ramsés III, el primer día del segundo mes de Shému, Amenemope “se paró ante Amenophis” y pidió que se le asignara una tumba; y nos dice que el dios “me dio la tumba de Khai por escrito” (Blackman 1926, p.180).

Dichos juramentos se administraban regularmente a ambas partes y a los testigos, no solo en juicios civiles egipcios ordinarios, sino también cuando un caso se remitía a una divinidad » (Blackman 1926, p 180). Se prestó juramento al demandante, quien, por supuesto juró, bajo pena de recibir cien golpes y cincuenta heridas, que nunca había estado dentro de la tumba, y un juramento similar se le dio al acusado, en presencia del tribunal y «muchísimos testigos». Lamentablemente, el documento no nos informa sobre el resultado de esta investigación judicial (Blackman 1926, p.181).

El sitio de Deir el-Medina ha tenido un impacto enorme en nuestro conocimiento del antiguo Egipto: la vida diaria, la jurisdicción, la economía y las prácticas administrativas son solo algunos de los temas para los que el material original del sitio ha demostrado ser invaluable.  (Toivari-Viitala 2011, pp.2-3)

Es importante el periodo de Horemheb, ya que hubo una reestructuración de los equipos de la tumba, designaciones con una nueva terminología más precisa que la anterior, varias nominaciones, reconstrucción del poblado con una extensión que muestra un crecimiento del número de los habitantes a unas 53 casas, reestructuración de las concesiones en el cementerio del poblado, la instauración de una sección policial para la vigilancia del Valle de los Reyes y la restauración de la tumba de Tutmosis IV ( Díaz, 2008).

Sin lugar a dudas la importancia de los ostraca es notoria para tener información de la vida cotidiana el en Antiguo Egipto. Nos da una información valiosísima y curiosa sobre sus actividades diarias. La organización en Deir el Medina estaba muy regulada y tenía una buena administración. Siempre curiosa resulta el oráculo como decisor de conflictos que sin duda llevarían a más de un altercado al dudar de la decisión por parte de la estatua de Amenophis I, pero también daría lugar a muchos sabotajes. Es normal que se dudara de que se le diera al protagonista la tumba de Khay por el oráculo. Esto naturalmente hizo que los funcionarios dudaran del derecho de Amenemope a poseer la tumba, ya que debería haber contenido los ataúdes de los miembros fallecidos de su familia (Blackman 1926, p.180).

Una población única en el mundo y sobre todo en aquella época que la llevaba a tener un nivel cultural mayor que el resto de la población de Egipto, al ser personas doctas en escritura si escribían en las paredes de las tumbas, doctas en pintura y arquitectura, etc. Por esta razón vivían allí como artesanos pagados por el faraón.

Vista de Deir el Medina. Foto: Mª José Montero Fernández 

Bibliografía

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  • – Birch, S. (1868), ‘Inscriptions in the Hieratic and Demotic Character, from the Collections of the British Museum. London, 1868, pl. XIV.
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  • – Valbelle, D. (2020). Sedes sociales y «capillas de cofradías. BIFAO 120 (2020), p. 449-478.

Por Mª José Montero Fernández  

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