La ciudad perdida del megalómano Cecil B. DeMille
Por Coordinadores de AE
Creación: 5 noviembre, 1999
Modificación: 3 abril, 2017
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Una expedición arqueológica rescatará el «antiguo Egipto» construido para rodar «Los Diez Mandamientos». Nueva York. La ciudad faraónica se levantaba majestuosa por encima de los 10 pisos. Veinticuatro colosales esfinges surcaban la avenida principal. Había también un imponente templo a orillas de un río que parecía el Nilo, pero, lógicamente, no lo era.

El antiguo Egipto ideado por el megalómano Cecil B. DeMille para rodar la versión original de Los Diez Mandamientos (1923) yace enterrado en el desierto californiano. 75 años después, un puñado de arqueólogos, cinéfilos y vecinos entusiastas han unido dólares y fuerzas para intentar rescatar la ciudad perdida de Cecil B. DeMille, uno de los mayores decorados jamás construidos en la historia del séptimo arte.

«Si dentro de mil años, los arqueólogos descubren las ruinas en la dunas de Guadalupe, espero que no vendan a los periódicos la noticia de que la civilización egipcia se extendió desde el Valle del Nilo a la costa del Pacífico…». El propio Cecil B. DeMille ironizó sin saberlo sobre el destino de su fantástica creación, levantada con el sudor de 1.500 trabajadores en un radio de 25 kilómetros.

Una empresa algo menos titánica, pero igual de surrealista, hará falta para sacar a flote la ciudad perdida. Peter Brosnan, un cineasta especializado en documentales, lleva 10 años trabajando a brazo partido para sacar adelante el proyecto.

«¿Excavaciones en el desierto californiano para rescatar una ciudad egipcia? Sé que más de uno se echará a reír», reconoce Peter Brosnan. «Pero estamos ante una pieza emblemática de la Historia americana del siglo XX. Se trata del único decorado de la época del cine mudo que queda en pie, y sabemos que se conserva en perfecto estado bajo la arena».

Brosnan ha embarcado en el proyecto a John Parker, reputado arqueólogo, que se ha pasado todo un año haciendo prospecciones en las dunas de Guadalupe, unos 250 kilómetros al norte de Los Angeles.

«Para no dañar las construcciones he tenido que utilizar las mismas técnicas que he empleado con restos prehistóricos de hace 10.000 años», admite Parket. «Lo que encontremos aquí no sólo será una reliquia de la historia del cine; también un vestigio muy interesante de cómo era la vida en los años 20».

Brosnan y Parker pretenden empezar las excavaciones el próximo año; de momento ya tienen los 150.000 dólares necesarios para arrancar (20 millones de pesetas). El cineasta y el arqueólogo cuentan con el apoyo de decenas de empresas de la zona, convencidas del atractivo turístico que supondrían las ruinas. El siguiente paso es convencer al Hollywood Heritage Museum y a los estudios Paramount, que financiaron la construcción original, a que pongan también algo de su parte.

En Guadalupe, el pueblo de 6.000 habitantes que vivió en los años 20 y 30 una fugaz gloria del cine, los restos rescatados de la ciudad perdida se exhiben ya en el museo local como si fueran reliquias de santo.

La leyenda -real- cuenta cómo Cecil B. DeMille decidió filmar Los Diez Mandamientos por sugerencia de uno de los 30.000 participantes en un concurso público de ideas para sus próximas películas. El cineasta quiso rodarla en Egipto, pero los estudios Paramount pensaron que sería más económico hacerlo en Guadalupe (30 años después, DeMille se desquitaría a los pies del Nilo con Charlton Heston, en la versión en technicolor que todos conocemos).

Con tenacidad faraónica, DeMille consiguió que los 1.500 trabajadores levantaran la ciudad en dos meses. El diseño lo hizo el arquitecto precursor del Art Deco. Se construyeron moles de piedra de 10 pisos y se hicieron a mano gigantescos jeroglíficos y grabados, y se excavó un río artificial, rodeado por un oasis con 200 camellos. Una orquesta sinfónica entretenía todas las noches al plantel de 2.500 actores y extras…

«¡Usted ha perdido el juicio!», podía leerse en un telegrama que los ejecutivos de la Paramount le enviaron a Cecil B. DeMille, el primero en superar el entonces estratosférico presupuesto de un millón y medio de dólares. Al final pasó lo que con Titanic: Los Diez Mandamientos se convirtió, efímeramente, en la película más taquillera de la historia del cine mudo.

La última superproducción

Hombre de mucha fe, pionero de la era de las superproducciones, Cecil B. DeMille no quiso despedirse de este mundo sin hacer un remake de Los Diez Mandamientos en todas sus dimensiones. Eligió a Charlton Heston por su parecido con la estatuta de Miguel Angel, convenció a los grandes estudios para invertir 13 millones de dólares, desembarcó con todo el equipo en Egipto y contrató a 12.000 actores y extras y a 15.000 animales como «figurines». El más difícil todavía estuvo a punto de costarle la vida al autor de El mayor espectáculo del mundo y Sansón y Dalila. En pleno rodaje, Cecil B. DeMille sufrió un amago de infarto.

El médico que lo atendió le advirtió severamente: «Si sigue rodando esta película, puede usted morir en cualquier momento». DeMille se pasó la noche rezando y al día siguiente volvió como si nada a dirigir su portentosa empresa. Charlton Heston, poseído por Moisés, celebró el final del rodaje caminando descalzo por el monte Sinaí.

Fuente: El Mundo
http://www.el-mundo.es/1999/10/13/cultura/13N0112.html

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