Ginebra refleja en una exposición la relación entre el hombre y dios en el Antiguo Egipto
Por Coordinadores de AE
Creación: 31 agosto, 2001
Modificación: 25 noviembre, 2018
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El Museo de Arte e Historia de Ginebra inauguró ayer una exposición de antigüedades faraónicas, helenísticas y romanas de Egipto, desconocidas en gran parte y procedentes de una colección privada suiza.

La exposición, titulada «Reflejos de lo Divino», muestra testimonios de aquel mundo que van desde estatuillas de marfil de la época Nagada I (entre 4.000 y 3.700 antes de Cristo), primeras representaciones del ser humano, hasta bronces de la época romana tardía (siglo tercero de nuestra era).

Los ciento cincuenta objetos expuestos representan no sólo las divinidades oficiales de los cultos tradicionales sino que reflejan también las privilegiadas relaciones vividas diariamente por el ser humano con ese universo complejo. Todos los grandes períodos de la historia del antiguo Egipto están representados de algún modo: bajorrelieves del Imperio Antiguo, altorrelieves del Imperio Medio, estatuillas, amuletos y objetos de uso diario del Imperio Nuevo, aunque la mayoría de las piezas pertenecen al primer milenio antes de Cristo.

Religión y Sociedad

También se presentan algunos documentos helenísticos o romanos que testimonian los debates intelectuales y filosóficos, así como la tolerancia recíproca en materia de religión de los alejandrinos y los habitantes del valle del Nilo.

La sección faraónica desarrolla varios aspectos a partir de la estatua en bronce de un halcón y permite pasar de las divinidades a lo humano: por su estatuto social o político, algunos hombres eran considerados casi dioses mientras que, por los mitos o las formas de sus cultos, algunos dioses estaban muy próximos a los humanos.

Las divinidades nacionales o sociales de los antiguos egipcios se preocupaban de perpetuar la creación y el buen funcionamiento en el plan social y político.

En un plano cotidiano, según se manifiesta también en la exposición del museo ginebrino, innumerables amuletos y talismanes protegían a aquellos hombres y mujeres contra las enfermedades y las alimañas del desierto y contribuían a asegurar una descendencia sana: la magia estaba al servicio de todos, humildes y poderosos.

La exposición abre también una ventana sobre el mundo helenístico y romano, que documentan la permanencia, pero también la evolución de las creencias y de la espiritualidad a orillas del Nilo.

Fuente: La Razón

 

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