Viajar por Egipto en Dahabiya
Por Bartomeu Egea Resino
7 marzo, 2023
Dahabiya en plena navegación por el Nilo
Modificación: 7 marzo, 2023
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Poder navegar por el Nilo, mirando, oliendo, sintiendo, asombrándose, como lo hicieran hace un centenar de años otros viajeros a bordo de una embarcación a vela, sin prisas, contra corriente, río arriba, amarrando en islotes, en plantaciones, cerca de mercados y aldeas, al lado de canteras, de templetes olvidados, vestigios del antiguo Egipto. Todo ello, evidentemente, disfrutando de las comodidades de hoy en día, pero especialmente de la soledad, paradójicamente individual, que te puede permitir este tipo de navegación, hoy todavía.

El nombre Dahabiya, traducido del árabe, viene a decir: de oro; dorada.  Antaño, en la Belle Époque, la Dahabiya eran bonitos veleros, de tamaño medio e impulsados por velas latinas de gran emvergadura de trapo, que se hicieron populares para navegar por el Nilo entre personas adineradas y aristócratas. También fueron utilizadas hace casi dos siglos por los aventureros o viajeros para remontar el Nilo hacia el alto Egipto. En tiempos recientes, las Dahabiyas han experimentado un renacimiento con la popularidad adquirida como velero artesanal antiguo, adaptados a las comodidades modernas.

Una de las cubiertas

El circuito en Dahabiya suele ser de unos 5 días, siendo el más habitual el que zarpa el en Luxor y recorre el Nilo hasta Asuán. De este modo se pueden visitar a lugares llamémosles «standards», como los complejos templarios de Luxor y Karnak en la ribera oriental y en la orilla occidental al Valle de los Reyes, Medinet Habu con el templo de Ramesses III, también el poblado de los artesanos de Deir el Medina, los imperturbables Colosos de Amenhotep III y la visión serena de los campos verdes, cultivados de esta orilla, con esas chimeneas, senderos, niños, agricultores, casas, gallineros, y demás tópicos que completan esa imagen de la Tebas invariable, lugar  donde el sol se ha escondido siempre. Y, además, la Dahabiya permite la visita de lugares muchas veces fuera de las rutas turísticas convencionales, ya que puede anclar en lugares como las canteras de Gebel el-Silsila o Fawaza Island.

Dahabiyas ancladas en Esna

La ruta
La embarcación nos transportara río arriba hacia las esclusas, donde se visita el templo de Esna. Después de levar anclas los diferentes lugares históricos y conocidos de Edfu y Kom Ombo, pero también a lugares fantásticos como El Kab.
El objetivo final, Asuán, será avistado después de hacer estancias muy especiales en lugares apasionantes como Gebel el- Silsila conocido en el antiguo Egipto como Jeny, que significa “lugar de remar”
Pero, también tendremos paradas en islas, penínsulas y lugares no conocidos, lugares de los que es difícil saber incluso su nombre correcto, es así que estaremos en lugares como: Fawaza Island, o Fawaz, o Sawaza
Bisau Island, El Maniha Island, o Meneha. El Kobania, o Kompania, o Cobaria, o Kopania. El Hega Island, o Hegaz.

 El relato
La “van” o minibús nos lleva al amarre de la nave, al otro lado de la ribera del río, atravesamos el puente, adentrándonos en la zona entre Ad Dabiyyah y Al Aqaltah, un ejemplo del Egipto rural, comercial, atareado, multicolor, muy vivo, muy vigoroso. El Egipto que nos gusta, donde estamos cómodos, donde todo es sincero. Entre palmeras, algún platanero, asnos, perros y niños , ya podréis  divisar la que es una embarcación de ensueño, una Dahabiya.

La que ha de ser el hogar del viajero durante estos días, dispone de todas las comodidades que necesitan hoy en día, cómodos camarotes, mullidos colchones, aseo, ducha, agua corriente, mosquiteras, TV, teléfono, caja fuerte, conexión wifi (algunas solo cuando se encuentran amarradas)… En sus 35 metros de eslora, un comedor de estilo colonial, un salón de lectura y TV, tres cubiertas con toldos, con cómodas hamacas, mullidos sofás y agradables lugares para almorzar, fumar shisha o tomar el té.

Tras el almuerzo, a las primeras horas de la tarde, nos desplazaremos hasta Karnak, donde haremos una visita al gran complejo monumental , centrándonos en la sala hipóstila, el jardín botánico de Thutmosis III, el templo de Jonsu, y la puerta de Ptolomeo III Evergetes. Esta mañana antes de partir a navegar, los viajeros harán una pequeña visita al west bank, no se puede eludir pasar por el Ramesseum, por el templo de un millón de años, por la casa de Usermaatra Setepenra, el Valle de los Reyes, el templo de Hatshepsut…

Cuando iniciaremos la navegación si el viento no tiene suficiente fuerza para hinchar las velas nos dan un empujoncito con una motora. La primera visita es Esna, donde se alzan los restos de un templo grecorromano que la reciente restauración ha permitido sacar a la luz colores realmente sorprendentes. Columnas llenas de vida, como las calles de la población, sus tiendas, sus mercaderes… En este lugar parte de la tripulación (son 11 personas), baja a tierra para adquirir los víveres que se tomaran, esta será una norma del trayecto, verdadera cocina de mercado y delicias de la tradición culinaria egipcia.

Templo de Esna

Templo de Edfu

Dahabiya arrastrada por motora, llegando a Kom Ombo 

Amanece en Esna, el desamarre se realiza al alba, parece que la nao patina, deslizándose sobre un agua quieta. Es como si el Nilo no se hubiera despertado, cada mañana sucede lo mismo… Es una imagen que se nos quedara grabada en la mente, es la imagen de un Nilo holgazán. Es un viaje en cuya travesía los amantes de la navegación percibirán esencia de este arte, con aparejos sencillos, con las maniobras justas, pero con la mejor herramienta: la experiencia.

 

El Ostad, el piloto, junto con la marinería de abordo, trasmiten seguridad, oficio, y se nota el amor a la embarcación, solo es posible trabajándola, queriéndola, siendo uno con ella. Es así como cada maniobra, cada abarloada, cada caída, cada amollaje, cada abatimiento, cada aclarado del trapo o cada tomada de rizos, cada empopada, es una lección, una demostración de oficio, de maestría, al fin, de amor al río, solo así se puede tener un amigo o un hermano en él. Gente austera, en su trabajo, largas horas de vigilancia, frugalidad en sus comidas a base de pan, queso y té, y la oración. No los dejemos de observar aunque sea con disimulo, causan mucho respeto, estas personas, estos ya viejos y curtidos marineros con rostro rudo, quizá inexpresivo, en el que solo puedes ver una sonrisa si sabes leerla en sus ojos.

Muralla de adobe de Nekheb en El Kab

Visitamos El Kab, pero a lomos de burros (hay opciones para hacerlo en furgonetas y en tuc tuc). Da gusto hacer el recorrido desde la orilla del río hasta las tumbas del yacimiento, bordeando toda la longitud de la muralla espectacular de adobe, probablemente construida por Nectanebo II, del antiguo recinto amurallado de Nekheb, eclipsado tiempo después por Hieracómpolis en la otra orilla. Pasaréis entre animales, campesinos, canales, vías de tren y carreteras asfaltadas para llegar a la necrópolis, en la montaña, donde con alguna propina os podrán mostrar una cuarta tumba, además de las de Paheri, Setaou y la de Ahmés hijo de Abana; se trata de la de Remini o Renni. Más allá se encuentran otros monumentos, como el pequeño pero hermoso templo dedicado a la diosa Nekhbet; y también son de gran interés los petroglifos que desde tiempos muy remotos se hicieron sobre las escarpadas rocas.

Vista tumbas de El Kab

La navegación sigue…  Pararemos en un lugar llamado Fawazza. Ya a primera hora de la tarde os recogerán para llevaros al templo de Horus. Regresaréis un poco cansados, pero estos egipcios son «la leche», os tendrán preparada una fiesta, con música, tambores, panderetas, cánticos, palmadas, baile, ufffff, todo muy espontáneo y muy muy  bonito. Con una música agradable y unas sonrisas de oreja a oreja os invitaran a bajar a tierra para una cena tipo barbacoa, con luces, sobre pufs de cuero y alfombras. Una experiencia genial y sinceramente muy agradable cenar con la brisa de la noche, sintiéndose a salvo y alejado del mundo, con la mejor compañía, en fin…..

Despierta uno viendo sonreír al sol, sonreír al Nilo, sonreír a todos y a todo, hasta al cocinero que nos prepara unas tortillas con queso para desayunar. Contentos, con un zumo de naranja, un té y una pasta de cabello de ángel, te asomas por babor para ver lo que sigue siendo un sueño. El río vuelve a mostrar su parte de calma chicha, por eso los antiguos egipcios llamaban a esta parte del Nilo hasta Gebel el-Silsila, Jeni, (el lugar de remar). Se trata de unas canteras de arenisca, impresionantes, donde también se encuentran estelas, tumbas y el llamado Speos de Horemheb.

Gebel Silsila, canteras y tumbas 

Ya a 65 kilómetros de Asuán y después de visitar un clásico como Kom Ombo, seguimos la navegación. Antes nos reciben con un zumo de limón y zarpamos para llegar a una islita en la ribera del río, con un solo árbol y un enjambre de pájaros, diminutos y chillones, ese era el lugar elegido para pasar la noche, la última etapa antes de llegar a Siene, nuestra acogedora Asuán. Nada más y nada menos que a los pies de la llamada Cúpula de los vientos, Qubbet el-Hawa, el lugar ahora con restricciones de acceso por las excavaciones que se realizan en las llamadas Tumbas de los Nobles, a cargo de la Universidad de Jaén, un regalo.

Después de que el viento acariciara nuestros rostros, que el sol nos invadiera, después de palpar las orillas de esta tierra, ver asomar minaretes de mezquitas por encima de palmeras y mangos, después de haber sentido este río tan de cerca, sentir su palpitar, ver a su gente orando, pescando, acariciando su tierra con los arados, de notar y ver los saludos de niños y grandes, de oír el vuelo rasante de los ibis, la serenidad de las garzas, la ignorancia de las reses, los gritos del caballar y el arrullo de las tórtolas, descubriréis, si hay otra vez u otras veces que naveguéis este río, no puede ser de otra forma que a bordo de una Dahabiya.

 

Por Bartomeu Egea Resino

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