Transcurría el año 1165 a.C., en el que Egipto estaba gobernado por el faraón Ramsés III, de la Dinastía XX.
Eran ya los últimos años de reinado de este faraón, contaba con 62 años de edad y 29 de reinado y en Egipto comenzaba una época de decadencia de la que difícilmente se iba a recuperar.
El relato de los acontecimientos nos ha llegado gracias a un papiro, el denominado «Papiro de la Huelga de Turín», por el cual sabemos que trabajadores cualificados, nada menos que de la tumba del faraón, en el famoso Valle de los Reyes, protagonizaron un hecho al parecer sin precedentes (al menos no hay constancia de nada parecido en fechas anteriores, ni en Egipto, ni en ninguna otra civilización): Se pusieron, nada menos que en tres ocasiones en huelga.
Una parte del papiro explica:
«…los trabajadores traspasaron los muros de la necrópolis (se pusieron en huelga) diciendo: Tenemos hambre, han pasado 18 días del mes…»
Estos obreros eran de uso exclusivo del faraón, pero ¿Que ocurrió para que se desencadenaran estos acontecimientos y los obreros dejaran de trabajar?
Para centrar y comprender mejor los hechos acontecidos, veamos un breve repaso de como era la sociedad egipcia, quien era el faraón bajo el cual Egipto estaba gobernado y cual era la situación de los trabajadores.
Las clases sociales
El rey y el resto
Se puede decir que en el antiguo Egipto la sociedad estaba dividida en dos: por un lado el faraón y por el otro el resto.
Esto no ha de sonarnos extraño, aunque en un principio sea difícil de comprender. Para entenderlo quizás tengamos que olvidar todo nuestro conocimiento, formas, costumbres y manera de pensar, dejar la mente en blanco y ubicarse allí.
Hay que aclarar que los egipcios creían en una ley natural que regia todo entre si en un difícil equilibrio diario, permanentemente amenazado por el caos.
Este complicado concepto abstracto recibía en lengua egipcia el nombre de Maat.
Si este equilibrio se perdía, llegaría el caos y la desolación. La sequía y el hambre asolaría la Tierra y a todos sus habitantes. Ellos lo sabían, ya lo habían sufrido sus antepasados y quizás ellos mismos.
Pero además el Maat era mucho mas amplio, pues entre otras cosas, regulaba el Cosmos y el destino de los difuntos.
El faraón era el encargado de regular la ley de Maat, tarea ya de por si tremendamente complicada puesto que requería un equilibrio constante, pero además tenía muchos otros deberes como llevar la administración del país y hacer reinar la justicia.
Como único propietario de todo el país, el faraón, desde el punto de vista de la concepción ideológica del dogma real, podía disponer de toda la población.
¿Pero Quienes eran el resto?. Según el «Papiro de Dashur», estaba formado por la clase dirigente(Reinas, nobles, funcionarios y sacerdotes) y la clase dependiente (El pueblo).
Al principio, solo la familia real, los cortesanos y los funcionarios de mayor rango, estaban excluidos de la gran masa del pueblo, la cual estaba sujeta al registro y con ella al rey. Junto a estos «siervos» que podían ser solicitados por un periodo de tiempo o de por vida, para trabajar al servicio del rey, estaban también los artesanos y los obreros cualificados.
Todos ellos estaban supeditados al dominio del rey, aunque no se les puede aplicar el concepto de no libres o esclavos. Por el rendimiento que producían estas personas cuando eran asignados por el rey a una tarea, podían alimentarse tanto ellos, como su familia.
No obstante, las monumentales tumbas de los reyes absorbían una parte considerable del potencial de trabajo y la capacidad organizativa de la población egipcia, lo cual tuvo como consecuencia un descomunal crecimiento de la burocracia así como de la demanda de bienes de consumo.
El peso del estado recaía sobre los funcionarios y los sacerdotes. Al frente de todo el funcionariado estaba el visir. Por debajo de todos ellos estaban los corregidores y los funcionarios administrativos de grado medio, quienes entre otras cosas tenían a su cargo el cobro y la liquidación de impuestos y contribuciones.
Por otro lado, estaban los escribas, los cuales constituían la extensa base del aparato funcionarial.
Podemos añadir los prisioneros de guerra que eran asignados como mano de obra, a la administración estatal y de los templos, a talleres, altos funcionarios y a soldados. La ampliación del ejercito hizo que muchos prisioneros fueran incorporados a sus unidades. No obstante, unos mas rápidamente que otros, los prisioneros fueron adquiriendo el status de trabajadores extranjeros.
Por el interés que tiene para esta historia, se detallará algunas de las figuras, en parte protagonistas de la misma.
El Visir
El visir, término que no es egipcio, fue adoptado para designar al principal colaborador del rey, es decir su lugarteniente o primer ministro.
Estamos bien informados de las tareas del visir gracias a las «Instrucciones de servicio para el visir», grabadas en tumbas de visires de las dinastías XVIII y XIX e incluso de dinastías anteriores.
Estaba a cargo de la justicia y debía velar por ella en todos los dominios, desde la necesaria rectitud de los tribunales hasta la buena marcha de la economía. Coordinaba todos los cargos administrativos. De él dependían la administración del ejercito en el interior del país, la policía y el control de la economía y las finanzas. Su gran cantidad de títulos revelaban claramente su función de sustituto en ausencia del rey.
Todos los días debía de rendir cuentas al faraón. Concebían su tarea como una función sagrada. El hombre que ostentaba el cargo de visir era, después del faraón, el hombre mas importante del país de las dos tierras, el Alto y el Bajo Egipto.
El Escriba
Otra figura, muy importante, del país del Nilo y que tiene gran interés (en especial en este artículo) es el escriba, pues de ellos nos han llegado los principales documentos de los que hemos podido profundizar en esta antigua cultura.
Escribieron todo tipo de genero literario, tanto de carácter sapiencial, como religioso, histórico, científico, poético, teatral, administrativo o incluso de ficción. La difusión de estos escritos estaba asegurada por las escuelas de escribas, en una sociedad jerarquizada, pero muy flexible, pues permitía el acceso al conocimiento a aquel que lo quería.
Los estudiantes de escriba copiaban extractos de diversos documentos sobre fragmentos de piedra caliza (los denominados ostraca, mas barato que el papiro). A veces cometían faltas y luego arrojaban a una fosa estos fragmentos de caliza que consideraban inútiles….¡excepto para los arqueólogos!.
En una gran fosa excavada en el poblado de Deir el-Medina, donde vivían, entre otros, los obreros y el equipo de la Tumba, al que hace referencia este artículo, fueron encontrados gran cantidad de ostraca, muchas de ellas, junto con el Papiro de la Huelga de Turín, como veremos ayudó a los egiptólogos a reconstruir el objeto de este trabajo: la primera huelga conocida de la historia.
Por otro lado, justo es decir que el texto jeroglífico en el que escribían los antiguos egipcios, estuvo mudo durante mas de doce siglos, ya que en el siglo VI d. de C., con la invasión de Egipto por el Islam, la nueva religión dogmática y militante aportó una cultura totalmente diferente y el significado de los jeroglíficos se perdió. (No obstante hay que aclarar que se había dejado de escribir en jeroglífico varios siglos antes, pero hasta ese siglo, el pueblo copto sabia interpretarlos).
Hubo que esperar a un descubrimiento extraordinario en la historia de la egiptología, el de Jean-François Champollion en 1822, para volver a resucitar el hasta entonces oculto sentido de los mismos y gracias a él, el egiptólogo, como después se le conocería, se volvió a redescubrir el conocimiento, el arte, la historia y la magia de un pueblo, que aunque nunca había estado oculto, al menos en algunas de sus facetas, multiplicó de manera exorbitante el conocimiento que teníamos del mismo. Gracias a este descubrimiento podemos conocer, con cierto detalle, lo que estamos relatando.
Algunas ideas más sobre la economía egipcia
No había moneda, ésta la introdujeron posteriormente los griegos, en la Época Ptolemaica (ultimas dinastías). El concepto de dinero que hoy tenemos no existía, podemos decir que conocían el dinero en «estado primitivo». Se utilizaba el DEBEN (Barras de DEBEN), que era el patrón de referencia. Se utilizaban «vales por algo», por ejemplo una hogaza cilíndrica en forma de pan, podía ser un vale de 75 panes cocidos para un soldado. Así por ejemplo en Nubia (Actual Sudan) se encontró una madera pintada con inscripciones en forma de hogaza de pan de 12 cm de diámetro y se sabe que era un vale para la ración de soldados.
La ración era el sueldo de los egipcios, así por ejemplo el sueldo de un día de un trabajador medio era: 10 hogazas de pan y una medida de cerveza (unas dos jarras y media), si el trabajador era de mayor categoría podía recibir en un día hasta 500 hogazas de pan, las cuales, por supuesto, funcionaban en abstracto, es decir podían cambiarlas por otros elementos.
En la mayoría de los recibos de Deir el-Medina el valor de los articulos se expresa en «denius de plata»(pesa de plata de unos 7,6 g), «deben» de cobre o en sacos de cereales y había una cierta correspondencia entre los valores de estas unidades y desempeñaban la función de unidades de calculo y por tanto actuaban también como medio de canje, por tanto a cambio de «un trabajo» los trabajadores aceptaban a cambio cereales y, a veces, incluso metales preciosos, ya que con ellos podían adquirir sin problemas los articulos de su elección.
Nos ha llegado hasta nosotros liquidaciones de pagas y recibos de salarios, asi por ejemplo en el recibo de un salario de Deir el-Medina consta:
«Lo que se le dió como retribución por la decoración del sarcofago: tejido de un vestido, hace 3 seniu, 1 saco, hace 1/2 saco de cereales, una estera con manta, hace 1/2 seniu, y un vaso de bronce, hace 1/2 seniu».
Situación en la historia. El inicio de la decadencia de un imperio
Como hemos dicho al principio, Ramsés III, fue el segundo faraón de la XX Dinastía, la última del conocido Imperio Nuevo. Recordemos que la historia del antiguo Egipto abarcó un periodo de unos 3000 años, entre el 3100 y el 30 a.C., repartidos en treinta dinastías.
Su padre fue el gobernador de Tebas, Set-nakht, el cual accedió al trono en el año 1192 a. C., fundando la XX Dinastía. Al parecer, éste era hijo del conocidisimo Ramsés II, el faraón del que mas obras de arte nos han llegado, debido en parte a su largo reinado, 66 años. Por su larga longevidad (90 años), Ramsés II, sobrevivió a muchos de sus numerosos hijos. Basta decir que el faraón que le sucedió, fue su decimotercer hijo, Merneptah (1224-1214) que empezó a reinar con 60 años de edad.
Ramsés III llegó al poder con unos 33 años de edad, heredó una situación interna estable y la aprovechó para construir numerosos monumentos, aunque estuvo fuertemente presionado por dos intentos de invasión libia y por el ataque de los «pueblos del mar». No obstante todos los invasores fueron derrotados y Egipto mantuvo el control en sus fronteras.
A la muerte de Ramsés III hubo muchas rivalidades en el trono, en el que llegaron a reinar sus descendientes, un total de 8 faraones durante 90 años, todos ellos llamados también Ramsés (Los denominados Ramesidas). Incluso él mismo, a finales de su reinado, fue fruto de una conspiración por parte de una de sus esposas y altos funcionarios, la cual fue descubierta a tiempo, salvando la vida el viejo faraón, el cual dictó sentencia invitando a que se suicidaran todos aquellos que habían intervenido en la fallida traición.
Con el final de su reinado empieza una decadencia que se acentuó con la de sus sucesores, perdiendo el control de Palestina y de Nubia.
La aldea de los obreros en Deir El-Medina
Hacia ya mas de 600 años que las pirámides, como enterramiento real, se habían dejado de construir. En su lugar, los faraones prefirieron enterrarse en zonas mas escondidas, de acceso mas restringido, fácil de vigilar y por tanto mas protegidas de los saqueadores de tumbas.
Este tipo de tumbas reales, son los llamados hipogeos, tumbas excavadas en roca de una montaña que penetran a muchos metros de profundidad. Los mas famosos e importantes están en el conocidisimo Valle de los Reyes, donde se descubrió la tumba inviolada del joven Tutankamon y la de casi todos los faraones de la XVIII, XIX y XX Dinastías, incluida la de Ramsés III.
La aldea de Deir el-Medina era donde estaban alojados, junto con sus familias, todos los obreros, artesanos y escribas, encargados de elaborar la tumba del faraón. Es la zona mas meridional del Valle de los Reyes. Albergaba las viviendas, las capillas y las tumbas de los propios obreros y fue utilizada desde la dinastía XVIII a la XX.
La zona fue excavada de manera exhaustiva entre 1941 y 1951 por Bruyère (del Instituto francés de Arqueología Oriental) con la ayuda del arqueólogo checo Jaroslav Cerny y ha sido una asombrosa fuente arqueológica, pues entre los escombros del poblado en el interior de un pozo, excavado para buscar agua se hallaron miles de ostraca.
A la aldea de Deir el-Medina se accede por una sola entrada situada en el lado norte del recinto amurallado. Había mas de 70 casas en las que llegaron a vivir cerca de 120 trabajadores con sus familias. Cerca de ella se encuentran las propias tumbas de los obreros y las capillas con sus dioses locales.
En tiempos de Ramsés IX (el sexto sucesor de Ramsés III), la aldea entró en decadencia y con la siguiente dinastía, XXI, y el traslado de la capital política, la aldea perdió la razón de existir.
El equipo de la tumba. La organización
La construcción de la Tumba real se realizaba en varias etapas, a cargo, principalmente, de mano de obra especializada.
Lo primero, una comisión de altos funcionarios elegía el lugar en el Valle de los Reyes y los arquitectos reales trazaban el plano de la tumba.
Los picapedreros comenzaban a excavar la roca y otro grupo de trabajadores alisaban las paredes y tapaban las grietas, para que los dibujantes esbozaran las siluetas de las figuras y signos sobre las paredes. Un maestro corregía estos bocetos para que después, como ultima fase, fuesen coloreados por los pintores.
Todas estas fases requerían una gran coordinación y eran realizadas por artesanos cualificados.
La «cuadrilla» de los trabajadores de la tumba, «Los servidores en el Lugar de la Verdad (El Valle de los Reyes)», como se les llamaba, se dividía en dos equipos, cada uno de ellos estaba formado por los obreros, un capataz, un delegado y uno o varios escribas, encargados de las tareas administrativas.
Hay que añadir ademas, a los «guardianes», unos de la necrópolis y otros de la aldea.
Estos trabajadores permanecían en el lugar de la tumba, en el Valle de los Reyes durante toda la semana egipcia (10 días), regresando a la aldea durante las festividades religiosas o durante los días de descanso. Solo podían abandonar el pueblo por orden de un superior y como medida de control se realizaban diariamente largas listas de asistencia.
El conjunto de todos los trabajadores de la necrópolis dependía, como se ha comentado, del visir, el cual se presentaba en el lugar solo en alguna ocasión, siendo lo mas normal enviar a alguno de sus subordinados reales para inspeccionar el desarrollo de las obras.
Dado que estos artesanos no podían ocuparse de la producción de alimentos, la administración central debía proveerlos, tanto para ellos, como para sus familias.
Muchos ostraca contienen largas listas de productos que se les entregaban regularmente. Cada día recibían pan, cerveza, dátiles y verduras, incluso agua potable, ya que los manantiales estaban secos. Algunos alimentos como los higos se suministraban con menos frecuencia y la carne solo en fiestas especiales.
Asimismo, también se les abastecía de vestidos, calzado, vasijas, utillaje y material de trabajo.
Estos artesanos recibían un determinado salario, casi siempre en forma de cereales, pero a veces también en metales preciosos y por otra parte, en su tiempo libre podían realizar otros trabajos para mejorar sus ingresos.
En concreto, por el trabajo en la tumba, los capataces y los escribas recibían 72 sacos (de unos 76 litros cada uno) de cereales al mes y el resto de trabajadores 52 sacos.
Cada uno de ellos recibía una casa, una tumba, una choza en el valle, una vaca, un burro y varias cabras y ovejas, así como un terreno que podía labrar, pero fuera de sus horas de trabajo.
Eso sí, ninguna de estas donaciones podía ser vendida o heredada. Por otro lado, si el trabajador construía o fabricaba algo en sus «ratos libres», como pudiera ser una casa particular u otra cosa, era de su propiedad y podía venderla.
A cambio, estos obreros deberían construir la que sería la ultima morada de su faraón: La Tumba Real.
Los salarios se pagaban por adelantado, a principios del mes, aunque como veremos, los retrasos estaban a la orden del día.
La huelga
Puede decirse que la economía del Antiguo Egipto era una economía estatalmente dirigida por la administración central, en la que los salarios y precios estaban estipulados y las actividades privadas solo estaban permitidas si estaban encuadradas en un marco determinado, pues el estado egipcio intentó impedir en la medida de lo posible la formación de un empresariado libre.
La mayor parte de los bienes producidos en Egipto, sobre todo los alimentos estaban sujetos al control y distribución estatal, siendo lo ideal almacenar todos los productos en una central para luego poderlos repartir entre la población según las necesidades.
Durante el Imperio Nuevo, la época en la que estamos situados, parece ser que este sistema estaba descentralizado; por ejemplo tenemos noticia de que los funcionarios de la necrópolis llegaban por barco hasta los propios campesinos, los cuales les entregaban el cereal y dichos funcionarios lo llevaban directamente a los trabajadores de Deir el-Medina, sin almacenamiento ni otros intermediarios que ellos mismos y únicamente se comunicaban las cantidades a la administración central, para su registro.
El inicio
A finales del reinado de Ramsés III, época en que se produjo la huelga, la situación del país no era muy buena. Pocos años atrás quedaba el pasado glorioso de los mas grandes faraones del Imperio Nuevo egipcio: Amenhotep II, Amenhotep III, Thutmosis II, III y IV, Seti I y Ramsés II, por citar algunos de los grandes faraones que mas enriquecieron el país.
Siendo aún un país rico y poderoso, se iniciaba un periodo de decadencia. Los pueblos anteriormente derrotados, presionaban ahora las fronteras. Las donaciones a los Templos, iniciada en dinastías anteriores, la corrupción y la mala organización de los recursos, debilitaron la economía.
Las raciones de comida llegaban con retraso a los trabajadores, incluso eran manipuladas.
En un ostracon se puede leer:
…Comunico a mi señor que estoy trabajando en las tumbas de los príncipes cuya construcción mi señor me ha encargado. Estoy trabajando bien… No soy en absoluto negligente. Comunico a mi señor que estamos completamente empobrecidos… Se nos ha quitado un saco y medio de cebada para darnos un saco y medio de basura. (Ostracon nº 10.663, Berlín).
En otros ostracones similares encontrados en la aldea de Deir el-Medina, como el Ostracon nº 25.533, de El Cairo, escrito por el escriba Amennakht (uno de los escribas del equipo de la tumba de Ramsés III), se demuestra, que ya no son quejas, como el anterior, pues uno de los escribas del equipo se dirigió a un templo funerario, donde se almacenaba grano y exigió las raciones, las cuales fueron enviadas, lo que pone de manifiesto que no es que hubiese falta de recursos, sino que estos eran acaparados por los templos y los sacerdotes. Pero, además se deduce, puesto que muchos textos aparecen incompletos, que había un intermediario que manipulaba las raciones.
En este periodo se nombró a Ta, visir del alto y bajo Egipto. Esto trajo una nueva esperanza a los trabajadores, pues este personaje estuvo estrechamente relacionado con Deir el-Medina, ya que fue entre otros títulos, «Delegado del Equipo en el Lugar de la Verdad» y «Escriba de la Tumba».
Cierto es que la situación mejoró, pero solo duró 4 meses.
La decisión
Los retrasos de las raciones eran de lo mas habitual. Los obreros pasaban hambre y cuando llegaba la comida, ésta no tenia la calidad debida, lo cual trajo como consecuencia que el equipo de trabajadores del «Equipo de la Tumba», tomara una firme decisión: Dejar de trabajar.
Los trabajadores se amotinaron, abandonaron su trabajo y se encaminaron hacia los templos, a los que entraron por la fuerza paralizando las actividades que allí se realizaban.
Se iniciaba en este momento la que conocemos como primera huelga de la historia, conocida gracias al denominado Papiro de la huelga de Turín, el cual se cree fue escrito por el escriba Amennakht, el mismo que escribió en ostracon las quejas que precedieron a la huelga.
Dice el papiro:
«Día diez del segundo mes de peret del año 29. Los trabajadores traspasaron los muros de la necrópolis (se pusieron en huelga) diciendo: tenemos hambre, han pasado 18 días del mes..».
Previamente, los trabajadores se habían manifestado ante uno de los templos, donde les fueron entregados 50 panes, pero no fue suficiente, por lo que al día siguiente entraron en el templo diciendo:
«…Estamos aquí a causa del hambre y la sed. No hay vestidos, ni ungüentos, ni pescados, ni verduras. Contárselo al faraón nuestro buen señor y contárselo al visir nuestro superior para que nos sean enviados alimentos…».
Estas acciones se prolongaron durante varios días. Cuando llegaron los salarios volvió la tranquilidad durante un tiempo, pero en poco tiempo, la historia de nuevo se repitió. Se les hace una promesa que no se cumple, por lo que unos días después, les llevó a ponerse en huelga por segunda vez. Incluso hubo una tercera, según se deduce del citado papiro, consiguiendo su paga el día 17 del mes en curso. Recordemos que los meses egipcios tenían 30 días divididos en 3 semanas de 10 días cada uno.
Poco después, sin que mejorará la situación, los obreros aprovecharon la visita del visir Ta, para hacer un nuevo paro. Consiguieron que les fueran entregadas las raciones completas, ya que no lo estaban, pero se les indujo a no volver a manifestarse bajo pena de ser castigados.
Bajo esta amenaza, continuaron de nuevo los retrasos, pero la visita del alcalde de Tebas les proporcionó 50 sacos de trigo con los que pudieron resistir hasta recibir su paga.
Situación final
No se conocen mas detalles de lo que sucedió a partir de este momento. Pero, parece ser que el final del reinado de Ramsés III fue bastante complejo, el faraón estaba muy debilitado y habían disminuido los recursos, era el inicio de una decadencia de la que Egipto ya no se volvería a recuperar plenamente.
Es bastante posible que el visir Ta, estuviera involucrado en el mencionado complot contra el faraón, pues no se vuelve a tener noticias suyas, y por tanto, descuidase la tarea del control de los obreros de la tumba, sin preocuparse por tanto de las consecuencias de la huelga, de ahí que se originaran los continuos retrasos en las raciones de los trabajadores.
No obstante, la situación de las siguientes generaciones de trabajadores, bajo el mando de los sucesores de Ramsés III, no mejoró, debiendo recurrir a nuevas huelgas para reclamar sus salarios. Egipto, ya no era el mismo y los problemas de aprovisionamiento continuaron hasta el final de la dinastía, época en la que se terminó abandonado el Valle de los Reyes como enterramiento real.
Conclusión
Como conclusión final se puede decir que esta «primera gran huelga de la historia», sentó un precedente para reivindicar los salarios y retrasos de los mismos y prueba de ello es la siguiente huelga, que ocurrió tan solo un mes después de subir al trono Ramsés IV, el sucesor de Ramsés III.
Por primera vez en la historia, los trabajadores habían conseguido imponer sus exigencias por medio de una huelga. Una vez descubierto este medio de lucha y probada su efectividad, el procedimiento se fue repitiendo en el curso de la historia egipcia.
Cada vez que había alteraciones en la distribución, en Deir el-Medina se producían insubordinaciones de tipo laboral que a veces duraban solo un día pero otras varias semanas e incluso meses.
No podemos saber hasta que punto los trabajadores estaban organizados o si existía algo parecido a un sindicato, pero eso si, los motivos de la huelga eran predominantemente de carácter económico y, en menor medida, por las condiciones de trabajo.
Las ultimas noticias sobre huelgas están fechadas durante el reinado de Ramsés XI, poco antes de desaparecer la aldea de los trabajadores.
Como hemos visto las huelgas del movimiento obrero del siglo pasado no han sido, ni mucho menos, las primeras. Pero, también es verdad, que éstas no pudieron ser influidas por las huelgas que hemos descrito, puesto que como hemos dicho, aunque en el siglo pasado ya se empezaban a leer los jeroglificos,la excavación de la aldea de Deir el-Medina no se inició hasta 1941.
Bibliografía
La primera huelga de la historia, en el Egipto de Rameses III. José Miguel Parra. Historia y Vida. N1 352, Julio de 1997.
Valvelle, D.: Les ouvriers de la Tombe. Deir el-Médineh à l’époque ramesside. Institut Français d’Archéologie Orientale (Bibliothèque d’Étude n1 96), El Cairo, 1985, pp 73-74 y 189-194.
Las máximas de Ptahhotep, el libro de la sabiduría egipcia. Christian Jacq. EDAF. 1999.
La cultura egipcia. J. A. Wilson. Fondo de Cultura Económica. 1992.
El Antiguo Egipto. Arne Eggebrecht. Plaza&Janés Editores S.A. 1984.
El Valle de los Reyes. Anna Maria Donadoni Roveri. Atlantis. 1989.
Egipto, dioses, templos y faraones. J. Baines, J. Malek. Folio, ediciones del Prado. 1992.
Artículo publicado en el Boletín Informativo de Amigos de la Egiptología, BIAE 10, abril 2004: https://egiptologia.com/biae-numero-10-abril-2004/