Notas sobre el cargo de Nomarca en el Reino Antiguo
Por Jorge Roberto Ogdon
29 mayo, 2007
Modificación: 21 abril, 2020
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Notas sobre el cargo de Nomarca en el Reino Antiguo

La división administrativa del territorio egipcio antiguo estaba constituida en lo que los griegos dieron en llamar nomoi, “nomo”, que actualmente entendemos con el término genérico de “provincia”, y eran administradas por servidores civiles del “Estado Faraónico”, quienes eran designados por la “Administración Central” con sede en la capital del Reino Antiguo (Menfis): los denominados nomarcas o gobernadores de nomo, cuyo rango se categorizaba según diversas designaciones – de acuerdo a la época: Hqat spAt, “gobernador de nomo”; sSm-tA, “líder de la tierra” e imy-rA wpwt, “supervisor de misiones”, atestiguados en documentos de la Segunda Dinastía extraídos de las galerías subterráneas de la Pirámide Escalonada del rey Dyoser en Saqqara Norte, en adelante.

A partir de la Quinta Dinastía, el estatus de los nomarcas se vio fortalecido: apareció el título de Hry tp aA, “el Grande, Quien está la cabeza”, el cual estará en existencia hasta el gobierno de Sesostris III, para desaparecer luego y ser reemplazado en sus funciones por numeroso personal administrativo de poderes limitados, sujeto al visir y que manejaba zonas administrativas muy limitadas – p.ej., la niwt, “ciudad, villa” -, aún cuando el nomo seguía siendo la unidad geográfica de uso. El estudio de los títulos y epítetos que figuran en sus autobiografías, subrayan la evolución de la estructura administrativa y económico-política del país y la relación que existía entre la “Administración Central” y la “Administración Provincial”. La multiplicidad de funciones del nomarca en esos primeros tiempos, así como la lejanía con respecto a la capital, le llevó a tener una gran autonomía del poder centralizado de la monarquía. Independencia que no sólo era civil, sino también política, económica y religiosa. La situación variaba, entonces, según la capacidad de la “Administración Central” de mantener funcionando las instituciones tal como lo establecía la Corona. Esto es, dependía, en gran medida, de la estabilidad o desequilibrio de poderes.

Durante la Quinta Dinastía, el estátus de Hry tp aA es constituido progresivamente. Por una desconocida razón, parece que la “Administración Central” optó por la descentralización del gerenciamento ejecutivo del país: el manejo del territorio pasó a ser la organización de las provincias, de donde surge el incremento de responsabilidades que recaen sobre los “jefes” locales. Los primeros nomarcas conocidos han sido designados en la Residencia del monarca en Menfis, elegidos de entre los conocidos del Rey, lo que puede apreciarse en las autobiografías de algunos de ellos. Un atento escrutiño de las titulaturas de la Sexta Dinastía revela la muy clara intención de la Corona en ampliar las responsabilidades de los nomarcas, y asignarles numerosas funciones administrativas y ministeriales dentro del templo local. Esto ocurre durante los reinados de Merenra y Pepi II; es más, los nomarcas se transforman en los representantes del Rey en las provincias ante la divinidad del templo, lo cual los vuelve indispensables como partes activas de la economía provincial dependiente de la Corona. La multitud de funciones que cumple ahora el nomarca muestra también el grado de confianza que existía entre éste y el soberano.

Pero debido precisamente a eso, se nota un incremento paulatino pero firme de las capacidades de los mismos: manejan a la provincia en todos los ámbitos civiles, administrativos, económicos y religiosos del territorio que le ha sido delegado por la propia persona del Rey.La responsabilidad complementaria del Rey con los nomarcas en las áreas económicas y religiosas le confirieron a éstos el campo orégano como para empezar a destacarse las ambiciones indivuduales que, aprovechando la debilidad de la Corona, se manifestaron abiertamente en el Primer Período Intermedio, constantemente reafirmadas por luchas internas y fraticidas. Las provincias, finalmente, se alzaron contra la “Administración Central”. La deificación de algunos de esos líderes provinciales, como Isi de Edfú o Pepinajt de Elefantina, revela con claridad el poder y prestigio que ostentaron dentro de su propia comunidad.

Las funciones del nomarca

Además de las funciones civiles como recolectar los impuestos debidos a la Corona (y en su nombre), los nomarcas jugaban otros papeles fundamentales para la “Administraciòn Central”, de forma tal que, con el tiempo, lo hicieron para ellos mismos. Por ejemplo, eran los directores de los cleros de la provincia que dirigían, interviniendo tanto en la administración del templo como en el ejercicio del culto efectivo a la divinidad involucrada, cargos cuya complementación se basa en la provisión regular de los altares dedicados a la deidad, lo que exige un gerenciamento preciso. Originariamente, los primeros nomarcas dirigían al personal eclesiástico del templo devoto de una deidad, en su calidad de imy-rA Hm.w-nTr, “supervisor de sirvientes del Dios”, título que duró en el tiempo tanto como el nomarcado como institución. Durante la Quinta Dinastía parece que era el título que resumía todas las demás funciones del cargo en los templos.

Por otro lado, es difícil de precisarse cuáles, en definitiva, eran los beneficios del nomarca al ser tal “supervisor de sirvientes del Dios”, los cuales debían variar de templo a templo, según su importancia. Seguramente no era lo mismo un templo ubicado en la zona desértica que uno sito en una ciudad de dimensiones comunales importantes. En las autobiografías de los nomarcas el templo es denominado como una Hwt o “mansión”, una expresión referencial que, desde el punto de vista semántico tiene varios valores. Es el agregado del nombre de la divinidad el que ofrece a la Hwt su santidad. La voz per, que aparece una buena cantidad de veces en los documentos, también se usa para denominar al recinto sagrado: imy-rA pr-Mnw, “supervisor de la Casa de(l dios) Min”, título de Anjmenu en Ajmim bajo el reinado de Dyedkara. Así, el título revela las funciones del personaje y cuán involucrado se encontraba en la estructura jerárquica del templo.A partir de la Sexta Dinastía, se incrementa el caso ampliamente.

Los nomarcas también gerencian bienes que pertenecen al dominio religioso, que implican las ofrendas de alimentos y los objetos materiales destinados al culto. Este campo, que es expresamente mencionado en las autobiografías de la Sexta Dinastía está ausente de las de los primeros Hry tp aA’s, cuyas funciones se centran en las cuestiones administrativas y burocráticas del territorio adjudicado a su persona.

Entre el cúmulo variable de títulos ministeriales, el nomarca es designado como Hry sStA o “maestro de los secretos”, i.e., “secretario” del templo local de culto divino, aparentemente en forma honoraria. Pero muchos de entre ellos denotan un papel ritualístico en las acciones cotidianas consagradas a la divinidad en el templo. Algunos títulos son particulares a un nomo determinado o al culto divino del que se trate y corresponden a peculiaridades de la religión local. El cargo de iwn Knmwt, “Pilar-de-su-madre”, usado por Isi de Edfú, a la vez revela su origen menfita: originariamente asociado a la tarea de vestuario del Rey, la función así designada, experimentada en las provincias, posiblemente, tenga que ver con la investidura de la divinidad local. Anjmin de Ajmim es Hm-nTr, “profeta”, lit. “sirviente del Dios”, y tenía a su cargo dos tareas muy específicas e importantes: el gerenciamiento del grupo sacerdotal y la adoración de la divinidad. De ese modo, las labores esperadas de un “profeta” son varias y variadas, siendo la del nomarca de turno la más dignificada de todas: adorar a la divinidad cotidianamente. En los Nomos V y IX del Alto Egipto, cuyo patrón era el dios Min, el título smA Mnw, “estolista de Min”, está muy bien registrado desde sus orígenes. Duamenu en Ajmim e Inti en Deshashe son sDH wiA, “inspectores de la barca-wiA”, cargo que muestra que los dos personajes estaban involucrados en el traslado fluvial de la imagen divina durante las ceremonias públicas y privadas.

Existen abundantes y claras referencias de que entre sus obligaciones estaban las de recitar en voz alta los textos sagrados, así como el copiarlos por escrito. En sus titulaturas, frecuentemente, ocurre el cargo de Xry Hbt, “sacerdote lector”, o también Xry-Hbt Hry-tp, “sacerdote lector en jefe”, quien daba directivas al momento del ritual.

Las titulaturas de los primeros nomarcas están lejos de representar el cúmulo de funciones que la “Administración Central” esperaba de dicho cargo durante la Sexta Dinastía, aunque sí indican las responsabilidades de la función oficial, al menos es lo que se ve con total claridad bajo el gobierno de Pepi II.

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