Época: Dinastía XVIII, finales del reinado de Akhenatón (c. 1330 a.C.) ?
Material: caliza con restos de policromía
Dimensiones: altura máxima 40 cm
Lugar de conservación: Neues Museum, Berlín
Procedencia: excavaciones dirigidas por Ludwig Borchardt en diciembre de 1912 en el suburbio meridional de Tell el-Amarna (casa P 47.1-3)
La magnífica escultura que muestra a Nefertiti envejecida fue localizada por un equipo dirigido por Ludwig Borchardt que en diciembre de 1912 trabajaba en un suburbio de Tell el-Amarna. Allí, en un barrio en la zona meridional de la ciudad, los arqueólogos encontraron los restos de una modesta casa que iba a proporcionar una sorpresa muy singular: el hallazgo de un grupo de obras escultóricas entre las ruinas del taller del maestro escultor que las creó.
Se trataba de un tesoro integrado por múltiples piezas, siendo el busto de Nefertiti la obra que ha alcanzado más celebridad. Pero muchas otras piezas escultóricas extraordinarias fueron encontradas en ese insólito lugar: diversas representaciones de la familia real, una veintena de moldes realizados en yeso, un buen número de creaciones inconclusas que proporcionan una valiosísima información sobre los procesos técnicos y los distintos estadios de la creatividad plástica… Y además, gracias a la inscripción sobre una anteojera de marfil para equino, localizada entre la basura de la casa, se pudo incluso identificar el nombre del artista que generó tantas maravillas: Tutmosis, “favorito del dios, capataz y escultor”.
Nefertiti, esposa del faraón Akhenatón, fue una de las grandes protagonistas de uno de los períodos más sugestivos de la historia del antiguo Egipto. Una época distinta que consigue despertar gran interés y que alienta las investigaciones. La transformación religiosa vivida en Egipto que elevó a Atón como eje del cosmos, el traslado de la residencia real a Tell el-Amarna y las características formas adoptadas por el arte, son algunos de sus aspectos más llamativos. Pero también se trata de una época con muchas lagunas y que provoca las más variadas interpretaciones. Una época cuajada de enigmas sin solventar y con interrogantes a los que la egiptología no ha dado solución unívoca. Y uno de esos interrogantes es precisamente el final de Nefertiti, la mujer que aparecía representada junto a su esposo rindiendo homenaje a Atón y compartiendo notoriedad durante los más grandes acontecimientos del reinado. Una mujer que tras acompañar intensamente a Akhenatón en el poder, llega un momento en que desaparece de las fuentes documentales sin dejar rastro aparente. ¿Qué pasó con Nefertiti?. ¿Cayó en desgracia por algún motivo y por eso no se la volvió a mencionar?. ¿Murió antes que Akhenatón o fue eclipsada por otra mujer?. ¿Qué ocurrió con ella si llegó a sobrevivir a su esposo?. Quizá al observar figuras como la escultura de Nefertiti envejecida expuesta en el Neues Museum de Berlín busquemos respuestas y es inevitable mirar esta antigüedad desde esa perspectiva. Pero esta magnífica obra de Tutmosis no ofrece soluciones concluyentes y lo cierto es que incluso es capaz de despertar todavía más incógnitas. Es, en definitiva, una pieza más a encajar en el complejo rompecabezas amarniano.
La obra muestra a la reina de pie, con el pie izquierdo avanzado y con los brazos relajados y cayendo a cada lado del cuerpo, aunque el derecho no se conserva debido a una fractura. La escultura integra una pilastra dorsal y una base que proporciona estabilidad, sin que exista ninguna inscripción en ninguna de las superficies. En realidad lo único que permite identificar a la mujer representada como Nefertiti es la semejanza de sus rasgos y atuendo con otras representaciones de la reina.
La figura conserva restos de policromía en algunos puntos, especialmente en el rostro donde se realzó en negro el perfil de los ojos y las cejas, y se dio un toque amarillento a la piel (lo que resulta especialmente perceptible en la zona del cuello). Los labios aparecen pintados en un vivo tono rojo que destaca aún más su personal aspecto. Existen algunos trazos de línea negra, como el que recorre el escote por encima de los pechos y que dibuja un amplio collar. Se trata de indicios que evidencian que la pieza se encuentra sin terminar completamente, faltándole los últimos retoques en el acabado.
Sin duda al mirar esta imagen de Nefertiti lo que más llama la atención es su aspecto envejecido y el verismo con el que se plasmaron los efectos de la edad en su cara y figura. Se aprecia que los senos caen con flaccidez y las caderas y piernas no resultan esbeltas. De perfil incluso puede observarse que la espalda se representa curvada, marcándose una laxitud postural que se extiende hacia la posición de los hombros. Pero es en el rostro donde los estragos de la edad se hacen más evidentes, ya que las arrugas cobran relieve y muy especialmente en el entorno de la boca, destacando la forma de las comisuras de los labios que se curvan hacia abajo endureciendo la expresión. También se hacen visibles leves bolsas bajo lo ojos y una cierta falta de elasticidad y lozanía en las mejillas. No obstante, la edad no resta altivez a la reina, que se muestra orgullosa, solemne y sin pudor.
Aunque en la moda de la época era muy típica la ropa vaporosa, de varias capas superpuestas y con plisados, lo cierto es que el vestido que luce aquí la reina es muy estrecho y se pega tanto a su piel que resulta prácticamente imperceptible, a excepción del volumen que puede observarse en la zona de la manga. La línea negra sobre el pecho y un borde en la zona de la garganta dan testimonio de que la reina debía portar un amplio collar. También luce como ornamento unos pendientes muy propios de la época, que destacan por su forma de disco y por sus dimensiones bastante grandes. El atuendo se complementa con unas sencillas sandalias tipo chancla.
No obstante, lo más peculiar en su indumentaria es el casquete que se ajusta al cráneo y que se abulta suavemente en las sienes, dando a la cabeza una forma redondeada y a la vez alargada. Este alargamiento es un rasgo muy característico de la estética amarniana, aunque el artista Tutmosis lo mostró aquí con comedimiento y buscando un armonioso equilibrio en los volúmenes. En la zona frontal de este casco hay un orificio que debía servir para encajar una cobra, posiblemente realizada en algún tipo de metal aunque este elemento no se ha conservado y tan solo puede verse serpear el resto del cuerpo del reptil trabajado en relieve en la zona más alta.
Parece que este tipo de tocado es una variación de la corona hepresh y diversas mujeres del contexto amarniano fueron representadas luciéndolo[1]. Aunque la corona hepresh muchas veces ha sido identificada como la propia del faraón en la guerra, lo cierto es que parece tener esencialmente implicaciones de carácter litúrgico, identificando a su portador como ritualista real oficiante ante los dioses.
La imagen de Nefertiti de pie con los brazos cayendo a los lados del cuerpo genera una cierta sensación de pasividad. El hecho de avanzar la pierna izquierda, algo tan tradicional en la estatuaria egipcia, es lo único que parece dotar a la figura de un leve dinamismo. No obstante, el artista Tutmosis representó esta pierna avanzada de un modo singular, ya que los pies no se encuentran en paralelo (como era lo más común en el arte egipcio): el avanzado está colocado de un modo un tanto oblicuo, ladeándose suavemente; pero también el pie derecho se ladea un poco. Estos sutiles giros de los pies afectan a la manera de plasmar la zona de la rodilla, a la posición de la cadera y hasta a la manera de dejar caer los brazos, lo que es captado con un verismo ciertamente formidable.
Pero desde mi punto de vista la mayor grandeza de esta escultura de Nefertiti envejecida es que se centra en un gesto que puede apreciarse al observar el largo cuello y la zona de la nuca, que se curva hacia atrás. También se aprecia cierta tensión de la musculatura en la zona de la garganta, indicando que existe un esfuerzo. Así que la reina fue representada por Tutmosis levantando el rostro; es decir, Nefertiti envejecida mira hacia arriba, echando la cabeza hacia atrás. Y mirar hacia arriba en el contexto amarniano no es algo exento de significación, todo lo contrario. Ciertamente es inevitable pensar que Nefertiti está aquí representada contemplando a su dios, Atón, quizá en el apoteosis de un amanecer.
De modo que por el gesto que realiza, pero también por el tipo de corona que porta, se podría inferir que Nefertiti está aquí representada realizando algún tipo de ceremonia. Pero la reina no eleva las manos en actitud de adoración y no realiza ofrenda alguna, de hecho sus brazos caen sin sostener aparentemente nada en las manos. Es, por tanto, una ceremonia depurada en la ampulosidad, que no necesita de lo más material y donde lo único que parece ser prioritario es la entrega personal y la contemplación. Es como si Nefertiti no tuviera nada que ofrecer, tan solo a ella misma, a su fe, a su devoción. Nefertiti adora a Atón en su forma más pura, sin chantaje de dádivas y sin necesidad de elementos intermediarios. Es una adoración entregada, solitaria y concentrada.
La genialidad del artista Tutmosis consigue mostrar a Nefertiti envejecida y con su belleza ajada por la edad, sin que ello le reste grandeza alguna. Una mujer quizá más poderosa que nunca, más altiva que nunca, aunque ni siquiera ofrezca nada material a su dios. O no lo tiene o ya no lo necesita, o quizá la ofrenda más suprema que puede entregar sea su propia persona, su propia existencia. Quizá eso era ya lo único que le quedaba a Nefertiti. No lo sabemos, posiblemente nunca lo sabremos. Una reina plasmada en muchos aspectos ajustándose a la tradición artística más ancestral, pero en cuya imagen también se reinventan los rasgos de la revolución plástica amarniana. Una mujer representada por un genio que no renunció a la creatividad y que buscó en los límites de la contención para conseguir expresar pulsiones muy intensas. Un artista que con su Nefertiti envejecida nos enfrenta cara a cara con el enigma, cara a cara con un tiempo remoto e indescifrado. Una obra de arte formidable, llena de sutilezas, de hallazgos estéticos y descubierta en el propio taller del artista que la creó. Una magnífica obra que forma parte del gran legado del antiguo Egipto y del complejo puzzle de una época que removió, entre otras muchas cosas, las entrañas del arte egipcio.
Texto y fotografías: Susana Alegre García
[1] Sobre el tipo de corona lucida aquí por Nefertiti ver E. L. Ertman, “The Cap-Crown of Nefertiti: Its Funtion and Probable Origin” JARCE 13, 1976, pp. 63-67. También en S. A. Collier, The Crowns of Pharaoh: Their Development and Significance in Ancient Egyptian Kingship, 1996, Los Ángeles, pp. 113 y sigs.
Artículo publicado en BIAE 74, 2011.
Autora Susana Alegre García
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