«En cuanto a mí. Soy una mujer libre de la tierra del faraón…» Palabras del testamento de Naunakhte, conservadas en un papiro de la Dinastía XX localizado en Deir el-Medina y conservado en el Ashmolean Museum (Oxford University).
Si se compara la situación de la mujer en el Antiguo Egipto con la que tenía en civilizaciones contemporáneas, podemos afirmar que en Egipto gozaron de una posición privilegiada. De hecho, la igualdad de derechos que se refleja en documentos como herencias, contratos, testamentos….. sorprenden por su gran modernidad. Una igualdad ante la ley que refleja la entidad equiparada, a priori, de ambos sexos. Miles de años han pasado para que la mujer vuelva a gozar de esos derechos.
La mujer en el Antiguo Egipto podía asumir la administración de los bienes familiares, podían entregar sus herencias a sus hijos o hijas, podían dirigir sus propios negocios y hasta realizar préstamos económicos a sus propios esposos. El testamento de Naunakhte es el vívido testimonio de una sociedad en la que la mujer tenía capacidad de decidir libremente, y hasta, si esa era su voluntad, desheredar a alguno de sus hijos para entregar sus bienes a quien estrechó su mano y la cuidó durante su vejez: «He criado a estos ocho hijos, vuestros servidores, proporcionándoles todo el equipo para fundar un hogar, formado por todas las cosas que se constituyen para aquellos que se encuentran en su situación. Pero mirad, me he vuelto vieja y mirad, ¡ellos no se ocupan de mi a cambio! En cuanto a todos los que han puesto sus manos sobre las mías, les daré mis bienes, pero en cuanto a los que no me han dado nada, no les daré mis bienes.»
A diferencia de otros pueblos de la antigüedad (y desgraciadamente algunos incluso actuales), las mujeres egipcias podían decidir sobre sus vidas, no eran propiedad de nadie, tenían libertad de movimientos, no necesitaban un tutor para la toma de decisiones y su actividad no quedaba necesariamente relegada al ámbito doméstico.
Pero las mujeres no constituían un grupo homogéneo, ya que en una sociedad tan profundamente jerarquizada como la egipcia, la vida y opciones de las mujeres dependía también de su posición en esa jerarquía. Sin duda las mujeres de la elite eran las que tenían más posibilidades y las que podían gozar con mayor intensidad de las libertades factibles en la sociedad en la que vivían. Algunas de esas mujeres son aún célebres, conocemos sus nombres, sus propiedades,…. e incluso sus retratos pueden seducirnos desde la vitrina de algún museo del mundo.
El papel activo en la sociedad permitió que, en ocasiones, algunas mujeres lograran importantes influencias en el gobierno del país. E incluso, aunque en casos excepcionales, las mujeres en Egipto ocuparon el cargo más elevado en la administración del Estado egipcio: fueron ‘faraón’.
Naunakhte fue una mujer libre de la tierra del faraón, que pudo decidir y que, además, se sabía libre. Ojala todas las mujeres hoy, en pleno siglo XXI, pudiera decir y sentir lo mismo.
Fig.1
Fig. 2.
Porteadoras de ofrendas. Imperio Medio. Museo del Louvre.
Foto Susana Alegre García.
Este texto fue escrito para el Facebook de AE, publicándose con motivo del Día Internacional de la Mujer de 2015.
Autora Susana Alegre García
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