Momias. La exposición
Por Ramiro J. Mesa Fernández
30 agosto, 2022
Imagen de un Ba, esencia individual o personalidad del difunto
Modificación: 29 diciembre, 2022
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La séptima colaboración entre la Fundación Caixafórum y el Museo Británico nos ofrece una bien nutrida colección de piezas, más de 260, que informa sobre distintos ámbitos de la vida cotidiana en el Antiguo Egipto: alimentación, medicina, estética, religión y, en especial, acerca de las prácticas funerarias. El protagonismo de esta muestra, en efecto, lo acaparan seis singulares cuerpos momificados de personas de distintas procedencias, sexo, edades y ocupaciones que vivieron desde el 800 a.n.e hasta el 100 de nuestra era. Es lógico afirmar que todos ellos gozaron de una situación socioeconómica lo suficientemente desahogada como para permitirse un elaborado tratamiento de sus restos mortales tras acaecer el fallecimiento. La investigación realizada por el British Museum, con los últimos avances en tomografía computerizada e imágenes en 3D, prácticamente quita las vendas a los individuos para sacar a la luz los abundantes amuletos protectores y, también, su estado de salud, en ocasiones muy precario.

Para hacer aún más didáctica la exposición (a mi juicio muy bien comisariada por Marie Vandenbeusch y Daniel Antoine), varias decenas de vitrinas contienen una miscelánea de estatuas de las divinidades, joyería, instrumentos musicales, restos de alimentos hallados en tumbas, juguetes, estelas, recipientes y muchos otros objetos que hacen muy ameno el (largo) recorrido. Para la elección de estas piezas se ha relajado bastante el criterio cronológico que se desprende de la datación de las momias, pues encontramos piezas del Reino Antiguo, del Primer Periodo Intermedio, del Reino Medio y también del Reino Nuevo. Quiero decir que ha primado el significado de los hallazgos muy por encima de la fecha de su realización.

La exposición permanecerá en Madrid hasta el 26 de octubre, para después visitar Barcelona, Sevilla, Valencia y Zaragoza.

Vamos pues, sin más preámbulos, a la presentación de nuestros ilustres visitantes.

1-El funcionario de Tebas                                  

Vista general del féretro (con la diosa protectora Nut representada en el interior de la cuba)  y detalle de la parte de la cabeza y la base del ataúd con Isis y Neftis

AMENIRYIRT, pues tal era el nombre del funcionario tebano, debió vivir entre el largo reinado de Psamético I (664 – 610 a.n.e.) y el de Necao II (610 – 595 a.n.e.), en el inicio del periodo que se conoce como Renacimiento Saita, pues los carteles explicativos de la exposición fechan su muerte hacia el 600 a.n.e.  Sus inscripciones funerarias nos permiten saber sus ocupaciones como “Servidor de los Ingresos” y “Supervisor de los Dominios de la Divina Adoratriz de Amón”, Amenerdis I. , Estos dominios eran predios de una superficie considerable que se rentabilizaban econónicamente mediante el cultivo de productos agrícolas y la cría de ganadería. Los beneficios eran con toda seguridad altísimos, y los servicios de Ameniryirt estarían muy bien retribuidos.

Este funcionario perteneció a la élite tebana de la época, sin duda, porque fue capaz de pagar la magnífica momificación de su cuerpo, que ha llegado hasta nuestros días en un estado de conservación excelente. Siguiendo la liturgia funeraria, ya muy consolidada en esa época, los embalsamadores extrajeron los órganos más perecederos para frenar la descomposición. Acto seguido se secó el cadáver en natrón durante unos 35 días. El cerebro, extraído por la nariz mediante un gancho, se desechó; pero el corazón, sede del intelecto y la memoria del individuo, permaneció en su sitio. Después los espacios vacíos del cuerpo fueron rellenados con materiales diversos para reforzarlo e impedir su deterioro y, como medida adicional de conservación, la momia de Ameniryirt fue recubierta con dos capas de tejido impregnado de resina perfumada, para ser finalmente envuelta en varias capas de lino.

Cartuchos de Kastha y Amenirdis I 

Hemos dicho que Ameniryirt trabajó para los Dominios de una Divina Adoratriz de Amón llamada Amenerdis, pero es importante saber que esta poderosa dama vivió un siglo antes que nuestro funcionario. Fue hija de Kashta (760 – 747 a.n.e.), rey de Kush con gran influencia en el Egipto sureño (la región de Elefantina). Logró posicionar a su hija como Divina Adoratriz en Tebas pero no llegó a controlar todo el país del Nilo. El completo dominio sobre Egipto lo conseguiría su sucesor, Piankhy (747 – 716 a.n.e.), fundador de la dinastía XXV, también conocida como dinastía kushita o, popularmente, de los “faraones negros”.

Respecto al estado físico de Ameniryirt, la tomografía computerizada arroja unos resultados muy lamentables. La estatura del sujeto sería de unos 164 cm. y atendiendo al desgaste de las articulaciones de la cadera falleció entre los 35 y los 49 años. Presenta en la pelvis lesiones destructivas que en varios casos superan los 2 centímetros, características de un cáncer en los tejidos blandos extendido a los huesos (metástasis). Sufría también una enfermedad cardiovascular, la arteriosclerosis, como indican las placas calcificadas observables en las paredes interiores de las arterias. Cualquiera de ambas dolencias pudo acabar con su vida.

 Dos secciones en 3D obtenidas de la momia de Ameniryirt

2. Un sacerdote de Tebas 

Ataúd de Nesperennub

NESPERENNUB formó parte de una familia tebana próspera y bien situada socialmente. Las inscripciones de su magnífico ataúd nos explican que perteneció al poderoso clero del templo de Karnak, al norte de la actual ciudad de Luxor, la construcción religiosa más grande de todo Egipto y, durante muchos siglos, la más rica e influyente. Según se nos explica en los carteles informativos de la exposición, es muy probable que Nesperennub ejerciera el sacerdocio para el Templo de Khonsu (el dios lunar, hijo de Amón y Mut en la teología tebana).

El fallecimiento de Nesperennub se sitúa hacia el año 800 a.n.e., en tiempos de la dinastía XXII, seguramente durante el reinado de Sheshonq III Usermaatra Setepenra. Años muy turbulentos y de enormes desórdenes políticos.

El estudio radiológico sitúa la muerte de este sacerdote alrededor de los 40 años. Su cadáver fue sometido al proceso estándar de momificación durante el periodo de 70 días, siendo eviscerado pero dejando el corazón en su sitio. Se detectan importantes lesiones en la dentadura que, con total seguridad, le produjeron fuertes dolores al final de su vida, y aparecen también calcificaciones en sus arterias, igual que veíamos anteriormente en el caso de Ameniryirt. De hecho, la arteriosclerosis se ha encontrado en cuatro de los cinco cuerpos de personas adultas que presenta la exposición y, puesto que todos ellos pertenecían a las élites, no resulta arriesgado lanzar la conjetura de que el origen de la enfermedad radica en una dieta con alto consumo de carne. Fuera del alcance del egipcio común, por su elevado precio, la carne era privilegio de los más pudientes.

El descubrimiento más espectacular obtenido por la tomográfía computerizada ha sido, sin lugar a dudas, la cantidad de objetos de distinto significado colocados entre su vendaje. Tras obtener más de 1.500 tomas y componer la imagen tridimensional, el resultado fue tan impactante que el British Museum dispuso una exposición exclusivamente sobre el estudio, noticia que llegó hasta España por un artículo firmado por Jaume Arajol para ‘El País’ el 15 de julio de 2.004.

Esta moderna tecnología permite, además, identificar la composición de los objetos. Se ha establecido que la cobra situada sobre el ojo derecho de Nesperennub se hizo de cera. Por ello la protección es doble: los egipcios pensaban que la cera era una sustancia con un fuerte componente mágico, y la simbología apotropaica de la cobra no está en discusión. Es también muy interesante la placa metálica cuadrada colocada directamente sobre la incisión del costado izquierdo del cuerpo, el hueco que abrían los embalsamadores para eviscerar el cadáver causando el menor daño externo posible. No resulta extraño encontrar amuletos en esta zona, seguramente para que “curase” y el individuo llegase intacto a la otra vida, pero una chapa de metal es absolutamente extraña en los usos funerarios. Los ojos de Nesperennub fueron sustituidos por otros de cristal, con la intención de que pudiese “ver” durante su trayecto por los tortuosos caminos en su viaje al Más Allá.

Tomografía con la ubicación de los objetos insertados en la momia

Pero el detalle que confiere verdadera singularidad, y misterio, a esta momia es el sorprendente objeto colocado sobre su cabeza. Nesperennub llegó al Museo Británico en el año 1.899 pero, por algún motivo desconocido, o por puro azar, el cuerpo no fue profanado para realizar un “estudio en profundidad”, es decir, ni se desvendó ni se amputó. En la década de 1.960 fue elegido para un análisis radiológico inicial, y las primeras placas obtenidas pusieron de relieve el “casco” que el cuerpo tenía colocado sobre la cabeza. Los especialistas de la época quedaron estupefactos y no supieron darle al objeto ningún significado cotidiano, ritual o mágico, aunque alguno hubo (más temerario que el resto de colegas) que se aventuró a identificarlo como la placenta del difunto, que este habría conservado durante toda su vida como amuleto.

A diferencia de los antiguos aparatos de rayos-x, la tomografía computerizada puede identificar el material que compone el objeto, y en este caso establece que sus propiedades son las propias de la cerámica. Misterio resuelto. O no, porque los expertos actuales siguen sin tener una hipótesis clara sobre qué es esa pieza, qué hacía sobre la cabeza del individuo y, sobre todo, qué función podría desempeñar. Nunca se ha descubierto en Egipto un caso similar, y tampoco existe ningún testimonio gráfico, escrito, esculpido o pintado que describa una pieza tan peculiar.

El féretro del sacerdote tebano es, en mi humilde opinión, el más hermoso que presenta esta exposición. El dibujo de divinidades y amuletos protectores es firme y perfectamente definido, El pecho está protegido por un Khepri alado, mientras que en la zona del abdomen vemos la reunión de distintas divinidades presididas en el centro por un Horus junto al Udyat. Sobre la parte correspondiente a las piernas, Isis y Neftis, ambas aladas, otorgan su protección al difunto. Al estar ubicado en un lugar muy bien iluminado, el contraste de los colores claros con el negro profundo (la luz y las tinieblas) invita al respeto. En la base del ataúd aparece representada una vaca, también con los colores blanco y negro, tal vez en alusión a la Vaca Celeste. El rostro del “osiris” Nesperennub se representó en un color marrón oscuro, como de barro, destacando así su condición masculina según los cánones de la iconografía egipcia clásica.

Así pues, y para terminar, todo en Nesperennub nos hace pensar en un hombre venerable, muy respetado, desde sus orígenes dentro de una familia tebana de notables hasta la excelencia de los objetos funerarios que fueron su eterna compañía. Me falta decir que tuvo su sepelio en el Valle de los Reyes, nada menos, pero por desgracia no he sido capaz de averiguar qué tumba recibió sus restos.

 Impresión en 3D de los objetos funerarios de Nesperennub

3. El sacerdote del norte 

Vista general de la momia de Penamunnebnesuttawy junto al ataúd

Es realmente escasa la información que ha llegado hasta nosotros sobre este miembro del clero norteño. PENAMUNNEBNESUTTAWY (“El de Amón, Rey y Señor de las Dos Tierras”, según mi dudosa traducción) es datado en torno al año 700 a.n.e. Podemos situarlo, pues, entre los reinados de los faraones kushitas Neferkare Shabaka (715 – 707 a.n.e.) y Djedkaure Shebitku (706 – 690 a.n.e.). Es el periodo de consolidación para la dinastía XXV. Estos “faraones negros” aplastan la resistencia de la dinastía rival, la XXIV, y controlan todo el territorio egipcio. Encontrarán, sin embargo, un grave peligro más allá de sus fronteras, pues el imperio asirio de Sargón II (y después Senaquerib), inmerso en una ambiciosa política de expansión, está mirando ya hacia Egipto.

Las inscripciones funerarias de Penamunnebnesuttawy explican que consagró su vida al sacerdocio en el Bajo Egipto, al igual que hiciera su padre. No podemos discernir si el cargo pasó de padre a hijo (algo bastante usual) o si accedió al estamento sacerdotal de alguna otra forma. Sus actividades litúrgicas se repartían por distintos templos, sirviendo a dioses diferentes. Uno de estos templos fue probablemente el de Taremu (capital del nomo XI del Bajo Egipto, rebautizada en griego como Leontópolis, actualmente Tell el-Muqdam), donde serviría a divinidades como Bastet y Maahes. Aunque este sacerdote residiera durante mucho tiempo en el Delta, parece ser que su fallecimiento tuvo lugar en el Alto Egipto, puesto que tanto la factura de su féretro como las características de su momificación sugieren que fue embalsamado en Tebas (la Waset egipcia).

El ataúd de Penamunnebnesuttawy nos muestra una excelente elaboración. Ricamente decorado, podemos ver la representación de distintas divinidades: Isis, Horus, Anubis, Hathor y los cuatro hijos de Horus. Tuvo una momificación de alta calidad, la correspondiente a un individuo de prestigio. Fue vaciado, con la excepción del corazón, siendo las vísceras preservadas aparte. Tras el secado del cuerpo con natrón se le cubrió con una capa de resina y fue envuelto en varias capas de vendas de lino. Posteriormente se añadió a la momia un llamativo pectoral.

    Detalle del ataúd, la momia y el pectoral de Penamunnebnesuttawy

4. La mujer «casada» de Tebas 

Los tres féretros de Takhemenet

En el Antiguo Egipto se daba el título de nbt-pr o nbt-prt, Señora de la Casa, a las mujeres que convivían con un hombre. El matrimonio no existía como acto jurídico, ni litúrgico, ni como celebración. La pareja decidía, sencillamente, compartir la misma vivienda y formar una familia. Ambos hacían uso de los bienes, pero conservando cada uno la propiedad sobre los propios, y únicamente se redactaba un documento a titulo sucesorio mirando por sus hijos en caso del fallecimiento de alguno de los dos. Este formalismo se fue haciendo más complejo con el paso del tiempo, llegando en el periodo ptolemaico a su mayor valor jurídico (y, por la influencia griega, favoreciendo más al varón).

El nombre de la dama que ahora nos visita fue TAKHEMENET, una mujer que vivió hacia el año  700 a.n.e.. Hija del “Custodio de las Puertas del Templo” Padikhonsu (probablemente del templo de Karnak) se desconoce si ella misma llegó a estar en algún momento al servicio del dios Amón. Formó parte de la más distinguida sociedad del momento, ya fuese por privilegio propio o por “casarse” con un hombre bien posicionado dentro de la élite. Así lo acreditan los enseres funerarios que nos trae en esta visita.

Hasta tres féretros se utilizaron para dar cobijo al cuerpo momificado de Takhemenet, algo digno de la realeza egipcia. El ataúd exterior, del que solo podemos contemplar la tapa, es de dimensiones notables, y fue profusamente recubierto por capas de barniz para protegerlo. Por ello (y por el transcurso de 27 largos siglos) se hace complicado discernir la que en su tiempo debió ser una maravillosa policromía. Su programa iconográfico se compone a base de divinidades, textos funerarios y fórmulas de ofrenda, Lógicamente de menor tamaño, el ataúd intermedio tiene una decoración menos vistosa, aunque resulta evidente en él la impronta de la escuela tebana. El féretro interior, por fin, es una hermosa obra de arte funerario. Conserva una perfecta composición de colores y formas, con representaciones de las divinidades protectoras aladas en ambos costados, textos sagrados, y un toro negro en la base. La piel del rostro de Takhemenet es clara, el canon femenino según los tradiciones de la pintura egipcia, y aparece representada como una muchacha joven, pese a que el estudio radiológico establece que su edad en el momento de la defunción estaría entre los 35 y los 49 años.

Fotografía de la momia de esta dama tebana

La momificación del cuerpo de Takhemenet fue de notable calidad. Sus vísceras se envolvieron en paquetes de tela que fueron colocados entre las piernas de la momia, el cuerpo se vistió con un vestido traslúcido, y su cabello fue recogido en en moño, En sus manos se colocó un sistro (un instrumento musical de percusión, vinculado con la diosa Hathor), para finalmente cubrir todo el conjunto con varias capas de vendas del mejor lino que fueron aseguradas con una malla exterior.

Sección tomográfica del cuerpo. Los paquetes de vísceras se observan entre las piernas

5. Un pequeño niño de Hawara 

  Vista general de la momia

Cuando este pequeño egipcio falleció, entre el año 40 y el 55 de nuestra era, Egipto era una provincia romana. El rango de fechas sitúa la corta vida del chiquillo, poco más de 4 años, entre los últimos años de gobierno de Claudio y el primero de Nerón, en pleno declive de la dinastía Julio-Claudia en Roma. La momia procede de Hawara, una localización en la entrada de la zona de El Fayum que conoció su máximo esplendor durante el Reino Medio para después, muchos siglos más tarde, en el periodo grecorromano, convertirse en una gigantesca necrópolis al servicio de la vecina ciudad de Arsínoe (en egipcio, Per-Sobek, “Casa de Sobek”,  por la mucha veneración que allí suscitaba el dios-cocodrilo).

Vista vertical y detalle del retrato infantil

El nombre del pequeño no ha llegado hasta nosotros, pero el tratamiento cuidadoso que recibieron sus restos, así como el delicado retrato de su rostro, ponen de relieve su nacimiento en al seno de una familia acomodada. La momificación de niños es infrecuente en la época faraónica, pero pasa a convertirse en una práctica generalizada en época romana.

La momia está cubierta por varios sudarios, y tiene la cabeza envuelta en una tela donde se coloca el hermoso retrato infantil que presenta al niño con grandes ojos y el pelo corto en la parte superior. En la trasera lo llevaba seguramente más largo, ya que en la pintura del sudario se ven mechones que llegan hasta los hombros. Originalmente los laterales del sudario de la cabeza estaban adornados con motivos de vivos colores, pero ahora los cubre una sustancia marrón que probablemente se usara para pegar un último sudario exterior que dejaría a la vista tan solo el retrato. En la parte inferior de la mortaja se ven escenas tradicionales, como la de unos sacerdotes oficiando rituales y presentando ofrendas a las divinidades.

Primera sección de las tomografías    Una de las últimas secciones, exponiendo ya la estructura ósea

El estudio por tomografía indica que el cuerpo presenta la columna y las costillas fuera de sitio,  a causa del proceso de momificación. Por mucha delicadeza que pusieran los embalsamadores en su trabajo, resulta imposible que una estructura ósea tan joven resistiera con total éxito una manipulación extrema

Puesto que el hallazgo de esta momia tuvo lugar en Hawara, pocos se sorprenderán al saber que tras la excavación del yacimiento estaba Sir William Flinders Petrie. En el lugar del descubrimiento también se encontraron las momias de una mujer y otros dos niños. Alguien aventuró que tal vez todos ellos formaban parte de la misma familia, pero Petrie dijo que no. Y es que Sir Willian era…mucho Petrie. La momia que nos ocupa fue donada al Museo Británico en 1.888 por Henry Martyn Kennand.

6. Un joven del Egipto Grecorromano

  Perfil de la momia y detalle de la máscara y el cartonaje

En el caso de este muchacho, desgraciadamente anónimo, la tecnología avanzada no ha sido capaz de ubicarlo cronológicamente en un rango de fechas manejable, puesto que datan la fecha del fallecimiento en algún momento entre el año 100 a.n.e. y el 100 de nuestra era. Ignoro el motivo de tan escasa precisión. Hablamos, pues, de los últimos 70 años de la dinastía ptolemaica y lo primeros 130 del Egipto romano.

El aspecto exterior de la momia – magníficamente conservada – sugiere algunas consideraciones de interés. El cuerpo del joven, una vez preparado, se envolvió con una fina capa de lino muy ceñida. Luego de ello se añadirían la máscara y otros elementos decorativos de cartonaje, que fueron fijados al conjunto mediante tiras de tela. El dorado de la máscara vincula al difunto con el ámbito de las divinidades, puesto que la fe egipcia contemplaba que la carne de los dioses era de oro puro. Y son las dioses representados en el cartonaje, precisamente, quienes tendrán la función de acompañar al difunto y protegerlo en su tránsito hacia el otro mundo. El estilo de la máscara y de los vendajes externos apunta a que este hombre joven fue enterrado en la necrópolis de Hawara, en el Fayum, igual que el niño antes visto.

En cuanto al interior del cuerpo, las tomografías determinan que el desarrollo óseo es el correspondiente a un individuo de 17 o tal vez 18 años. Durante el proceso de momificación se le extrajo el cerebro por la nariz, y se le practícó en el costado la incisión para extraer las vísceras, que fueron tratadas por separado. A pesar de los daños inherentes al proceso de momificación en pecho y abdomen, aún se perciben dentro del cuerpo los paquetes con las entrañas. La citada incisión, sin embargo, ha revelado un hecho notable, por su rareza; allí permanece un pequeño rollo de tela o papiro, probablemente con finalidades curativas o mágicas. Se ha descubierto en el cráneo un trozo de madera dejado por los embalsamadores, que seguramente se partió al crear el orificio por donde fue sacado el cerebro.

El cuerpo permanece con ambos brazos cruzados sobre el pecho, lo que da idea del proceso evolutivo que experimentó la momificación con el paso del tiempo. Durante las épocas que tal vez podríamos llamar de “clasicismo egipcio” – fundamentalmente el Reino Nuevo, por la gran cantidad de momias reales de este periodo que han llegado hasta nosotros – el hecho de que la momia tuviera los brazos cruzados sobre el pecho era una prerrogativa regia. Eso era lo ortodoxo en el caso de los Faraones, mientras que las Grandes Esposas Reales presentaban sobre el pecho únicamente el brazo izquierdo. Esta tradición se generalizó durante la época ptolemaica

Las imágenes obtenidas por tomografía computerizada ponen de manifiesto otro dato, en este caso lamentable; el cuerpo momificado de este joven fue profanado tiempo después. Alguien accedió a su interior, sin duda saqueadores en busca de amuletos valiosos, dejando dañada la espalda.

    Imagen tomográfica del esqueleto, con ambos brazos cruzados sobre el pecho

 

En definitiva, y ya concluyo, me atrevo a recomendar mucho esta exposición. El buen criterio para elegir las piezas, lo acertado de su planteamiento, la muy bien aplicada iluminación…todo en conjunto permite unas horas de recorrido amenas, didácticas y, en ocasiones, verdaderamente mágicas. Y aclaro: Caixaforum no me paga ni un euro por estas palabras.

Quiero agradecer a mi amiga Gracia Nevado, con quien compartí el disfrute del recorrido, los atinados comentarios que aportó sobre muchas de las piezas, y que he incorporado a este pequeño reportaje, Gracias por tu exquisita sensibilidad, por las apreciaciones artísticas y, en especial, por los enconados debates en que no pocas veces nos vemos enzarzados

 

Web de la exposición https://caixaforum.org/es/madrid/p/momias-de-egipto_a29681594

 

Texto y fotografías de Ramiro J. Mesa Fernández

 

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