Maat y Logos: Aproximación al pensamiento egipcio desde un punto de vista filosófico
Por Juan Jesús Rueda Calle
23 mayo, 2009
Modificación: 16 mayo, 2020
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Aducía Miguel de Unamuno que, al contrario de lo que se pensaba, el pueblo español no era una nación sin filosofía, sino que ésta no se exhibía al mundo de manera gratuita en complicados sistemas filosóficos como los que caracterizaron al pensamiento intelectual europeo desde Sócrates hasta Kant –y posteriores, a pesar de el anti-metodismo de Nietzsche-. La filosofía española estaba disfrazada de poesía, oculta bajo las sutiles redes del imaginario popular y de la transmisión oral, encarnada en leyendas y cuentos, tradiciones y, en definitiva, en mito.

El famoso escritor tenía razón, el pensamiento de un pueblo se ve reflejado en todas estas representaciones mencionadas, y esto no se aplica únicamente a los españoles. Se ha dicho que la filosofía comenzó en el siglo VI a.C. en las ciudades griegas de la Jonia, en Asia Menor. ¿Quiere decir esto que el pensamiento racional sobre la realidad no existe antes de los griegos del siglo VI a.C.? ¿Acaso el pensamiento filosófico surge ex nihilo en la mente de Tales de Mileto? ¿Carecían de sistemas ontológicos, gnoseológicos, epistemológicos, axiológicos, y demás <<lógicos>> civilizaciones como la asiria o la egipcia? La respuesta es que en absoluto es así. Lo que nace en la Grecia antigua no es el pensamiento racional en sí, sino la sistematización y la adaptación a un método reflexivo de ese pensamiento: eso es a lo que llamamos “filosofía”. La racionalidad a la hora de explicar el mundo circundante es muy anterior a la filosofía, y antes –así como durante y después- de los griegos se exponía en el mito.

El corpus mitológico de una civilización no es la creación de un loco borracho con empeño en contar cuentos ni una explicación dogmática y arbitraria de la realidad. El mito es la expresión simbólica del pensamiento racional de una civilización –en líneas generales- recogido y transformado en imágenes y alegorías. El mito surge de la observación popular de la realidad y conforma un sistema cosmológico en el que se incluyen explicaciones de todos los ámbitos de cuanto existe.

La filosofía, que nace después, consiste en sistematizar esa racionalidad depurando los elementos literarios y simbólicos del mito e incluso cuestionando los elementos de éste que se toman de manera literal (como la existencia de los dioses). En este sentido, los sistemas filosóficos no aparecen por generación espontánea, antes bien se apoyan y se nutren de la mentalidad nacional del mito, y no solo de los propios, sino de las ideas y concepciones que vienen y van por las rutas comerciales de la Grecia antigua que unen los Balcanes con la lejana Mesopotamia.

Por todo ello y más, podemos ver sistemas de ideas semejantes en distintas culturas, tengan o no sistemas filosóficos. Debido a esto, he querido escribir este artículo sobre las ideas filosóficas presentes en el imaginario y la mentalidad popular egipcias y su comparación con la concepción sobre el mundo tan metódica de la filosofía.

Algunas Nociones Presentes

Sin la pretensión de exponer todas las ideas existentes en la mentalidad de los antiguos egipcios –y consciente de que tal mentalidad está sujeta a un cambio de más de 3000 años-, ni de extraer todas las interpretaciones de los símbolos mitológicos de la civilización del Nilo –y consciente también de que estas interpretaciones son múltiples-, muestro aquí algunas de las nociones claves de la racionalidad egipcia extraídas de los mitos, con la posibilidad de que otros profundicen más en estas ideas e incluso destaquen otras a las que yo no haya podido llegar.

El Dualismo Egipcio

Egipto es un país que está muy marcado por la dualidad: Geográficamente (y en ocasiones también políticamente) se divide en Alto y Bajo Egipto; Desierto y Valle (Desheret y Kemet); Muerte y Renacimiento; Caída y Auge del Sol; Crecimiento y Decrecimiento del Nilo; Cosecha y Recolección; Parejas de Dioses; etc.

Debido a ello, la concepción que tienen del mundo es de un profundo dualismo ontológico. Para los egipcios todo está formado por pares de contrarios que se complementan y forman la unidad. De esta manera existen dos mundos: el mundo físico y el mundo espiritual o Duat, donde viven los dioses. Además estos dos mundos forman una unidad que es el mundo ordenado, y que se opone de manera dialéctica al caos que está fuera de él. Esta dualidad ontológica se lleva a todos los extremos, como a la moral, con los valores del orden como el bien y los valores del caos como el mal, que siempre intenta destruir el orden (como puede observarse en la travesía de la barca solar de Ra dentro de Nut). No hace falta señalar que esta oposición de contrarios llevada al plano físico se corresponde con Egipto como representación del bien y del mundo ordenado y con el exterior como representación del caos.

Como muchas otras ideas, el dualismo egipcio se representa también en el arte, como podemos ver en la simetría que lo caracteriza.

El dualismo como oposición de contrarios es algo que también aparece en la filosofía griega. Sus principales defensores fueron Pitágoras, que identificaba los elementos contrarios con los números; y Heráclito, quizás con una perspectiva más cercana a la concepción egipcia, que expone una teoría de oposición dialéctica de contrarios cuya constante lucha produce el cambio natural. Cabría preguntarse si en la mentalidad de los habitantes del Nilo las parejas de contrarios estaban en lucha como sucede en la teoría del griego de Éfeso. Lo cierto es que se podría decir que sí, inferido de algunos ejemplos: la lucha entre Osiris/Horus y Seth; la constante pugna entre las fuerzas del caos/mal y las del orden/bien durante el viaje solar; las rencillas que los sedentarios egipcios mantenían con los nómadas del exterior (así como con otras poblaciones también sedentarias), etc. Ahora bien, aunque exista esta lucha, en el imaginario egipcio está cargada de un sentido moral con el que acababan siempre triunfando las fuerzas del bien, mientras que en la filosofía de Heráclito los elementos en oposición no tienen ningún valor ético y su lucha tan solo desemboca en el desarrollo natural del mundo ordenado.

Nombre y Esencia

Otra de las características importantes de la razón egipcia es la importancia que le dan al nombre. Para la mentalidad egipcia aquello que carece de nombre simplemente no existe. El nombre es un elemento importantísimo, tanto es así que los faraones tenían cinco (con importantes valores simbólicos cada uno). Esto es así porque la palabra expresa la realidad, por ello el nombre egipcio está en consonancia con el Verbo bíblico o uno de los significados del Logos griego (palabra, discurso). Se podría decir que la palabra es lo que hace existir esos elementos que se oponen y son contrarios entre sí, propios de la mentalidad egipcia, como se ha explicado antes. Paradigmático es el hecho de que en la cosmogonía menfita, de dudosa antigüedad, el dios creador Ptah diera lugar a todo a través de los sentimientos de su corazón y las palabras de su boca.

La importancia que se le da al nombre en Egipto tiene también que ver con sistemas antiquísimos de pensamiento mágico, en los que lo semejante atrae a lo semejante y el nombre encierra la esencia de lo nombrado. De ahí la importancia que se le da en los amuletos egipcios de distintas épocas.

Un mito relacionado con esto es aquel en el que Isis engaña a Ra para que le diga su verdadero nombre, de manera que al obtenerlo ella tiene pleno control sobre sus poderes. Esto deja claro que el nombre es parte de la esencia del ser, y que por ello los dioses tienen diferentes nombres que conectan con sus capacidades y poderes.

¿Existe alguna conexión ideológica entre la concepción del nombre como guardián de la esencia de las cosas y el nominalismo de Ockham? Aunque son ideas parecidas, por desgracia no sabemos tanto del pensamiento egipcio como para afirmar una relación con la tan distante en el tiempo teoría de Ockham. Sea como fuere, a pesar de que parezcan ideas similares, en mi opinión la teoría del filósofo inglés se acerca más a evidenciar que las esencias son creación de la mente humana, mientras que el pensamiento egipcio iría enfocado a defender que el nombre confiere la existencia real a las cosas y las interna dentro del orden del mundo. La palabra es creadora de orden.

El Hombre y los Seres

La forma de pensar al hombre y a los seres –inertes o no- del hombre egipcio es muy diferente de la nuestra. El hombre es la suma de una serie de fuerzas y energías vitales que habitan su cuerpo –dyet, o jet-, tales como el ba o el ka (aunque existen más componentes, estas dos son las más importantes). Traducir esos conceptos como alma es un poco impreciso, aunque es lógico dada la tradición occidental cristiana que nos respalda. Pero, tal vez como continuidad de cierto animismo presente en los tiempos prehistóricos del valle del Nilo, no solo las personas tienen estas fuerzas vitales inmateriales, sino que también las cosas poseen estas energías, existiendo por tanto un cuerpo material de las cosas y uno espiritual. He ahí la explicación de que el ka (fuerza vital) del difunto se alimente de la energía de las ofrendas que los sacerdotes les dejan en la cámara mortuoria (cuya manifestación física es devorada por los propios sacerdotes).

Atendiendo al dualismo imperante, no es extraño que la energía de las cosas y los humanos no pueda sobrevivir si se destruye el soporte material de ésta, como se deduce por el ritual funerario de momificación y la constancia de que, destruida la momia, muerto el ka.

Llevadas estas ideas a la comparación con la tradición filosófica hay quien alegaría que estamos ante una teoría similar al hilemorfismo aristotélico, pero lo cierto es que no se puede comparar la fuerza vital o energía de hombres y cosas con la esencia aristotélica, pues la concepción egipcia tan solo encuadra esto dentro de una posible tradición animista y del dualismo ontológico que acompaña a esta civilización. La esencia está más acorde en el pensamiento egipcio con el nombre (que sería la esencia tanto de la cosa física como de su par espiritual) que con la fuerza vital. Además, la esencia aristotélica tan solo se transforma, mientras que la fuerza vital egipcia puede dejar de existir si también lo hace su soporte físico.

Estamos pues ante una concepción propiamente egipcia, sin comparación con ningún sistema filosófico y tal vez más cercano a las creencias animistas que a la racionalidad propiamente dicha.

Naturaleza Dinámica y Cíclica

Los egipcios se dieron cuenta, al igual que otros pueblos, de dos aspectos de la naturaleza que son los que permiten que ésta pueda ser explicada, dos aspectos que muchos historiadores de la filosofía sitúan como los matices básicos que dan lugar a los sistemas filosóficos en la Grecia antigua. Para el pueblo del Nilo, siendo su cosmovisión dualista, estaba claro que la naturaleza era dinámica, que en ocasiones dominaba uno de los principios y en otras su contrario: a veces dominaba el bien, y otras el mal; cuando Ra se introducía por la boca de Nut el día se transformaba en noche; la muerte de Osiris y su resurrección (siembra y recolección); la muerte del faraón y la entronización del sucesor; etc.

Pero este dinamismo de la naturaleza no es arbitrario ni sucede únicamente una vez, sino que es cíclico, y esto lo percibieron también los habitantes de Egipto: el bien acababa venciendo al mal; Ra volvía a descender al cielo a través de la vagina de Nut; Osiris resucitaba; etc. El proceso se repetía constantemente en un ciclo eterno. Y por este motivo se entiende que la naturaleza pueda ser explicada, atendiendo al orden que regula este proceso cíclico, porque debe haber un orden, orden que los egipcios identifican con lo contrario al caos, en el que no existe coherencia alguna. Y esta conclusión nos introduce al concepto egipcio de Maat.

Maat y Logos: Aproximación al Pensamiento Egipcio Desde un Punto de Vista Filosófico

Maat y Logos

¿Qué es Maat? Maat es el concepto que integra todas las nociones claves del pensamiento egipcio que se han tratado con anterioridad. A él se subsumen y él les da sentido a la oposición de contrarios, al nombre y la esencia, a los elementos del ser humano y al proceso cíclico de la naturaleza. Maat se traduce como Orden Cósmico, Verdad y Justicia, y en ese sentido es lo contrario al Caos, su oposición, cargada de valores positivos frente a un desorden cargado de valores negativos. Maat es aquello que lo regula todo, el primer principio, comparable a las tablillas “Me” de Mesopotamia, al Tao chino o –más interesante para nosotros- al Logos griego.

Como idea deificada Maat es una diosa hija de Ra, que surge con el inicio del mundo ordenado en todas las cosmogonías (en el caso de la menfita, por ejemplo, sería el montículo que surge de las aguas primordiales), siendo ella misma la que confiere ese orden al mundo y se opone al caos (de ahí su importancia y que sea hija de Ra, el creador). Se la representa como una diosa con una pluma de avestruz en la cabeza, o bien simplemente como la pluma. Se ha especulado mucho sobre el porqué de la representación, existiendo diversas teorías como la rectitud de la pluma que significa justicia y orden, o la teoría de Horapolo que defiende la igualdad del color de las plumas del avestruz como símbolo del orden y de la justicia.

Maat es la reguladora de toda la existencia, y los egipcios viven atemorizados por que ésta se rompa y el sol deje de aparecer en la clara mañana. Las fuerzas del caos, que personifican las fuerzas del mal, intentan destruir Maat continuamente, ya sea en el plano físico o en el espiritual durante el viaje de Ra a través de la Duat (especial mención a la serpiente Apofis, que ataca todas las noches la barca solar con el fin de destruirla).

Así pues Maat es un símbolo mitológico egipcio antiquísimo y probablemente el más importante del pensamiento racional del país del Nilo, representando la armonía y el equilibrio inherentes al orden así como el motor de tal, a la manera del Logos de los filósofos griegos.

Maat como Orden Cósmico

Maat es el conjunto de fuerzas que hacen del mundo algo ordenado, frente al mundo en desorden anterior al surgimiento del primer dios, el Cosmos frente al Caos. Maat regula los cambios cíclicos de la naturaleza y da sentido a la oposición de contrarios. Cuando Ptah pronunció los nombres de las cosas dándoles con ese acto la existencia (pues recordemos que el nombre encierra la esencia y existencia de las cosas), lo que hizo fue integrarlos dentro de Maat, dentro del equilibrio y la armonía cósmica.

La comparación con el Logos griego es inevitable. El Logos también se puede traducir de distintas maneras. En este caso nos interesa su significado de armonía y equilibrio cósmico, que se expresa además a través de la palabra (otro de sus significados). El Logos es la unidad de lo real, el equilibrio de un mundo en continuo cambio, el garante del cosmos y el agente de todos los cambios que se producen. En la teoría de Heráclito, defensor del cambio, el Logos es la inteligencia superior (no confundir con el ser divino) que ordena la lucha de contrarios –y por tanto los cambios naturales- y los produce en su justa medida, introduciéndolos en un clima de armonía. Como se puede observar, en ese significado Logos y Maat son conceptos muy parecidos, si no es que iguales.

Maat como Verdad

Otro de los significados de Maat es el de Verdad. No conocemos demasiado sobre gnoseología egipcia, pero lo cierto es que si Maat, que es el orden cósmico, es traducido como Verdad, quiere decir que la verdad es aquello en tanto que está sometido a Maat, ergo en tanto que existe. Y si la verdad es el objeto del conocimiento, el conocimiento debe estudiar la Maat y aprender de ella. De esta manera se podría afirmar que Maat es la unidad de lo existente –a la manera del Logos griego-, ya que aquello que no existe no es verdad. Nos encontramos de nuevo con concomitancias en la teoría griega de Heráclito. El filósofo de Éfeso, quien afirma el devenir de lo natural –frente a otros filósofos que lo habían negado-, defiende que el conocimiento ha de ceñirse, no a las cosas que cambian –pues es imposible obtener verdad de aquello que es mutable-, sino al motor de esos cambios, es decir al Logos. El Logos es también verdad, y de ahí su traducción como “razón”, ya que el mundo es algo racional, y la razón humana ha de adaptarse al Logos para obtener conocimiento y verdad.

Se podría decir entonces que en el pensamiento egipcio el mundo es racional y la razón humana ha de ceñirse a Maat para alcanzar la verdad.

Maat como Justicia

El orden cósmico no gobierna solo en el plano físico, sino que armoniza todos los aspectos de la vida, incluidas las acciones humanas, dominando por tanto el campo de la ética. Maat como orden está marcada por valores muy positivos, y en el ámbito moral significa también equilibrio, lo que se traduce por justicia. Maat es la garante de que todos los actos reciban su merecido de manera igualitaria. Quienes aseguran Maat entre el orden divino son los propios dioses, y quien lo asegura entre los humanos es el faraón, cuya voz es justicia, que debe actuar siempre de manera justa.

Para el pensamiento egipcio el bien se identifica con Maat, y por ello el bien es aquello que es justo, en tanto que está en armonía. En Maat se encuentran las directrices morales justas, y una acción será buena cuando sea justa y se adapte a Maat, y será mala si no se ajusta a ella.

Esta forma de concebir la moral, como algo inherente a la naturaleza, se encuentra también en la filosofía griega. Por algunas frases de Heráclito se puede suponer que el Logos tiene también su función moral, pero la concepción que mejor refleja esto es la socrática. Los sofistas argumentaban que toda ley era un acuerdo entre particulares, una especie de “contrato social” -si se me permite el anacronismo filosófico-, en un mundo en el que no existían principios morales objetivos. Sócrates se opone a esto y establece que la ley debe responder a la physis, es decir, a la naturaleza. Esto encierra el hecho de que existen elementos éticos objetivos que forman parte de la totalidad de la realidad –la naturaleza- y que pueden ser descubiertos y aplicados. La idea de Sócrates concuerda perfectamente con la concepción egipcia, la diferencia tal vez estriba en que su alumno Platón se preguntará por la esencia de esos principios mientras que los egipcios se conforman –como se verá a continuación- con sus leyes y costumbres consuetudinarias.

En el plano político la voz del faraón es Maat, siendo ilegal contradecirla. ¿Y qué sucede en el campo de la moralidad personal? Al contrario que los griegos, los egipcios no reflexionaron sobre cuáles eran los principios morales que conformaban Maat o cuál es la esencia de la justicia –o al menos no nos quedan textos sobre ello-, así pues esos principios morales responden a costumbres propiamente egipcias y a la concepción que tenían sobre ciertas acciones personales –considerándolas malas o buenas-, formando una especie de ley consuetudinaria. Si alguien se pregunta si podemos conocer cuáles eran esos principios éticos y qué cosas tomaban por negativas y positivas los egipcios la respuesta es que sí. Paradigmático es el capítulo 125 del Libro de los Muertos, en el que el difunto se declara inocente de múltiples acciones ante el tribunal de los dioses. Robo, codicia, asesinato, adulterio, soberbia, ignorancia, depravación, son tan solo unas de las tantas acciones desdeñadas por los antiguos habitantes del Nilo. Un estudio más detallado sobre este capítulo del Libro de los Muertos podría poner en claro más cuestiones sobre el comportamiento egipcio.

Como ha sido aclarado, la conducta humana había de ceñirse a Maat para ser buena, porque de esa manera se ceñía a las fuerzas del orden universal, mientras que de lo contrario obedecería a las fuerzas del caos que pretenden destruir Maat. Tanto es así que a la muerte de la persona, su corazón (sede de la voluntad para el pensamiento egipcio) era pesado en una balanza junto a una pluma que representaba Maat, en estricta presencia de Osiris y Anubis (el dios psicopompo). Si el corazón se encontraba en equilibrio con Maat quería decir que el muerto había actuado en vida acorde a ella y era digno de seguir su camino hacia los prósperos y fértiles Campos de Ialu, donde podría continuar con la vida que tenía antes de morir. En cambio, si el corazón pesaba más que Maat era obvio que el difunto había actuado de manera caótica y negativamente y debía ser expulsado del mundo ordenado. Para esto aparecía Ammyt, la diosa con cabeza de cocodrilo, cuerpo de león y parte trasera de hipopótamo, quien devoraba el corazón y condenaba al fallecido a la inexistencia.

El Fin de Maat

En tan alta estima tenían los egipcios a la justa Maat que las representaciones que se hacían de un posible fin de los tiempos no tenían que ver con la destrucción provocada por los dioses –con algunas excepciones, como cuando Ra quiere destruir a la humanidad-, sino con el fin de Maat y la instauración del caos en el mundo. Los egipcios no temían una destrucción, sino la ruptura del orden tradicional, tanto físico como moral. Existen muchos textos apocalípticos con tal estructura. Uno histórico son “Las lamentaciones de Ipuer”, un texto del Segundo Período Intermedio aunque referido al Primer Período Intermedio, en el que ante la inestabilidad política que afecta al país se tiende a retratarlo todo de manera caótica, como si Maat hubiera sido derrotada. En ese texto la ruptura del orden cósmico afecta a todos los niveles, al material: “el Nilo golpea y no se labra”, “el desierto se abate sobre el país”, “las mujeres son estériles, ya no se concibe”; y al ético: “los pobres se han apoderado de las riquezas y quien no tenía ni sandalias ahora es dueño de inmensas fortunas”, “la cámara de la pirámide ha sido saqueada”, “el rey ha sido derrocado por el populacho”.

Ante la ruptura de Maat, la actitud del egipcio puede ser muy variada. Existen opciones suicidas (“El diálogo del desesperado con su Ba”), opciones hedonistas (“La canción del arpista”) y opiniones sobre la restauración del orden y de Maat, que por supuesto ha de estar en mano del faraón (“Instrucciones a Merikara”).

Esta necesidad de Maat para que el mundo funcione correctamente está también presente en la filosofía griega, tanto en el estudio de la physis, ya que Heráclito hace del Logos algo necesario para que exista el conocimiento de tal y para que todo se transforme en su justa medida; como en el estudio de la moral, dada la concepción clásica griega de que el hombre es un zoon politikon que solo puede realizarse y ser feliz dentro de un orden social y político, cuya ausencia o imperfección da también lugar a posturas hedonistas y de indiferencia (Epicureismo y Estoicismo así como otras doctrinas del período helenístico).

Conclusión

La racionalidad egipcia, expresada en el mito así como también en otro tipo de textos, concibe un mundo dualista, dinámico y cíclico regulado por un orden cósmico universal que integra mediante el nombre de la esencia a todos los elementos y sus contrarios y les confiere su justo equilibrio, siendo por ello fuente del conocimiento y de la moral.

Bibliografía y Documentos Virtuales

Grimal, Nicolás. “Historia del Antiguo Egipto”, Málaga. Ediciones Akal.
Lara Peinado, Federico. “El Libro de los Muertos”. Editorial Tecnos.
http://www.artehistoria.jcyl.es
https://www.egiptologia.com
http://www.webdianoia.com

 

Autor Juan Jesús Rueda Calle 

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