La Egiptomanía a lo largo de la historia
Por Olga Navarro Cía
15 marzo, 2023
Pinturas de François Picot en el techo del Palacio del Louvre. Obra titulada: "L'Etude et le Génie dévoilent l'antique Egypte à la Grèce", 1827.
Modificación: 15 marzo, 2023
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La Egiptomanía puede definirse como una recreación moderna de un modelo egipcio antiguo; ahora bien, tal y como afirma Humbert, no todo lo que tiene relación con Egipto se puede etiquetar como Egiptomanía.

Esta pasión por Egipto se verá reflejada en, y será fuente de inspiración para, todos los campos de la creación artística; a saber, la arquitectura, la escultura, la pintura, la orfebrería y la literatura, etc., en un primer momento y más tarde en la ópera, la publicidad, el diseño, el cómic o el cine; pero será la arquitectura la que ofrezca las creaciones más espectaculares.

Las fuentes principales de las que se nutre esta Egiptomanía, desde sus inicios, son las siguientes: a) fuentes egiptizantes, principalmente romanas (la pirámide de Cayo Cestio, las esfinges tocadas con nemes, esculturas de Antínoo, la Mensa Isíaca, etc.); b) fuentes arqueológicas, romanas al comienzo (obeliscos, leones, etc.); c) fuentes literarias como los libros ilustrados y escritos por viajeros y los estudios científicos y sistemáticos arqueológicos y d) los eventos periódicos que la relanzan (excavaciones en la Villa Adriana, expedición a Egipto, apertura del Canal de Suez, descubrimiento de la tumba de Tutankamón y las exposiciones entorno a su figura, contexto histórico, las riquezas de su tumba, etc.).

Detalle de la romana Mensa Isíaca. Conservada en el Museo Egipcio de Turín. 

Esta fascinación por el antiguo Egipto tiene su germen en época griega y se estructura, por un lado, en torno al río Nilo y sus misterios y, por otro, en sus monumentos. Este interés se plasmó en los denominados aegyptiaca[1]y es a partir de esta literatura que se difundió el mito de Egipto como el origen de todas las cosas y de la sabiduría, por lo que muchos sabios y filósofos griegos viajaron a Egipto para alcanzar esta última[2]. Tras convertirse en provincia romana, Egipto no perdió su poder de atracción; los numerosos mosaicos y decoraciones con elementos nilóticos ubicados en los suelos y las paredes de las villas y casas romanas así lo atestiguan, al igual que los obeliscos exportados de Egipto y la construcción de pirámides egiptizantes en la Ciudad Eterna, siendo estas últimas consideradas como símbolo de sabiduría. De igual manera, su fascinación por la religión egipcia hizo que el culto isíaco se extendiera por todo el imperio[3]; un culto, por otra parte, centrado en lo oculto y en lo esotérico que favoreció el surgimiento del hermetismo y del gnosticismo. Unido a lo anterior, se encuentra la atracción por el misterio de la escritura jeroglífica y sus aspectos simbólicos, que propició los primeros intentos de desciframiento para poder alcanzar su significado alegórico[4].

Durante la Edad Media, textos como la obra Las mil y una noches difunden el mito que perdurará hasta época contemporánea sobre las pirámides y sus cámaras ocultas repletas de inmensas riquezas; por lo que misterio, tesoros y  magia estarán presentes en todo momento, así como su vinculación con Hermes Trismegisto y la alquimia. Paralelamente en el mundo cristiano, las pirámides fueron interpretadas como los graneros de José, pero también como fuente de sabiduría; sin embargo, con la llegada del Renacimiento, esta última explicación se comenzó a cuestionar y se pondrá en relación con un gobierno tiránico (la esclavitud de los israelitas).

Ya en el Renacimiento podemos observar las primeras manifestaciones de la Egiptomanía, concretamente la decoración de la puerta del Pabellón de Armas en el Palacio de Fontaineblau, realizada entre 1530 y 1531, y la decoración interior realizada por Rafael en el año 1514 en la Salle de l’incendie du Borgo del Vaticano; pero son obras aisladas y no será hasta el siglo XVIII en que comiencen a generalizarse este tipo de trabajos.

Obeliskportal. Acceso al parque de Sanssouci en Postdam. Fotografía de la autora.

Durante la Ilustración, el interés por las pirámides aumentó y se generaron entorno a ellas diferentes debates sobre su función e interpretación. Al amparo de esta nueva corriente de pensamiento, comenzaron a proliferar las sociedades secretas, entre ellas los masones, que fueron adquiriendo identidad propia al adoptar los misterios antiguos, sobre todo los egipcios, a su razón y a sus rituales. La primera novela sobre sociedades secretas se publicó en 1731 y llevaría por título Sethos. Su autor, el abad Jean Terrasson, situó a su protagonista en el antiguo Egipto y en ella recreará de forma ficticia (por mucho tiempo fue dada como buena) el ritual de iniciación egipcio a los misterios de Isis[5]. Un poco más adelante, en 1774, Cornelio Pauw en su obra Philosophischen Untersuchungen über die Aegypter und Chineser, tratará el tema de la arquitectura egipcia y los misterios, entroncando, de esta manera, con el arte del momento; pero uno de los primeros tratados utilizado como fuente en la que basarse para una decoración egiptizante de la época fue la obra Théorie et pratique du jardinaje de Dezallier d’Argenville, publicada en 1747. A ésta le siguió otra publicación del año 1769, de la mano de Giambattista Piranesi, titulada Diverse maniere d’adornare i cammini que se convirtió en otra fuente de consulta que proporcionó numerosos modelos basados en la visión que por entonces se tenía de los templos. En base a estos modelos nos encontramos con estructuras efímeras en parques y jardines (las denominadas fabriques), de carácter exótico; pirámides y templos egipcios (presentan cornisa de gola, discos alados, toros, pseudo-jeroglíficos), que decorarían también los jardines, obeliscos, etc. Sin embargo, no será hasta finales de este siglo que se presenten proyectos verdaderamente estructurados que darán lugar a conceptos nuevos con formas inspiradas en el antiguo Egipto y serán plasmados en la arquitectura funeraria, en edificios industriales y en casas construidas a la egipcia o con decoración egiptizante. En cuanto a la decoración de interiores destacar la obra de Piranesi de 1760 en el Caffe degl’Inglesi en Roma que se convertirá en una fuente de Egiptomanía para artistas posteriores. Proliferan las chimeneas con decoraciones egiptizantes (esfinges, leones). Con respecto al mobiliario, aparecerán esfinges tocadas con nemes o cabezas de éstas, sus patas serán de animales (con cabezas de león); los obeliscos independientes, aparecerán en los gabinetes de curiosidades y funcionarán como soportes para péndulos, relojes y barómetros; los vasos imitarán las decoraciones egipcias[6]. Con lo que respecta a la estatuaria, ésta podía ubicarse al exterior o en el interior de palacios, hoteles o casas particulares; las esfinges, por ejemplo, suelen aparecer por pares y pueden ubicarse en las entradas de las casas, en cenotafios y tumbas (en función de acogida y protección) y como decoración de parques convirtiéndose en un símbolo de equilibrio y sabiduría; los leones, también por pares, tendrán la misma función que la anterior; la figura de Antínoo[7], que deviene el prototipo del egipcio ideal, y la de Cleopatra se convertirán en una moda a partir del siglo siguiente. Por otro lado, la pintura se interesará por la arquitectura y creará un curioso mundo imaginario. Por último, esta moda egiptizante también se verá reflejada en las óperas[8] y obras de teatro del momento, tanto en sus decorados como en su vestuario (Desprez y Schinkel son las figuras clave en la puesta en escena de las obras).

Fuente en la plaza Châtelet en París, 1808, en la que se conmemoran las victorias de Napoleón.

En el siglo XIX se produce un hecho que volvió a relanzar la Egiptomanía en todas sus manifestaciones: la expedición napoleónica a Egipto. Fruto de la misma se publicaron varias obras que fueron fuente de inspiración para los artistas. La primera de ellas fue la obra escrita por Dominique Vivant Denon Voyage dans la Basse et la Haute Egypte pendant les campagnes du général Bonaparte en 1802 y que influyó, sobre todo, en las decoraciones de interior. Posteriormente lo hizo la Description de l’Égypte. En este período las fuentes fueron un objetivo principal de la Egiptomanía debido a que eran emplazamientos susceptibles de concentrar al pueblo y, en consecuencia, devinieron símbolos políticos, al igual que los monumentos conmemorativos con forma de obelisco, e incluso de pirámide (aunque su función esencial permanecerá funeraria). En cuanto a los monumentos funerarios, las formas piramidales tendrán su modelo en aquella de Cayo Cestio; se construirán, naos y capillas con cornisa de gola y disco alado y se esculpirán estelas, esfinges y obeliscos; las entradas a los cementerios se harían a través de puertas monumentales en forma de pilono. Los edificios públicos copiaban las formas arquitectónicas egipcias. En relación a las logias masónicas, sus salones de reunión tendrían forma piramidal y las prendas de los iniciados serían “a la egipcia”. Pero el primer inmueble construido totalmente con formas egipcias (tanto en el exterior como en el interior) fue el Egyptian Hall de Londres, obra del arquitecto Robinson, que se realizó según diseño de Denon. Con la apertura del Canal de Suez se dio un nuevo empuje a esta moda y los particulares construyeron en toda Europa casas a la egipcia. Por otra parte, en la decoración interior de las casas se comenzaron a utilizar papeles pintados en las paredes; las chimeneas siguieron presentando ornamentos egiptizantes, pero la mayor novedad de este momento es la aparición de muebles ideados totalmente a la egipcia (cómodas, consolas, secrétaires…) y las luminarias (candelabros, hacheros, lámparas), que también fueron influenciadas por la misma moda. Las decoraciones de interior en los museos tendrán un valor esencialmente pedagógico. Surgen, en este momento, otras fuentes de inspiración egiptizantes como el Grammar of Ornament de Owen Jones y The Practical Decorator and Ornamentist (1892) de los hermanos Audsey[9]. En cuanto a la escultura proliferan las figuras de nubios tratados a la egipcia, así como las imágenes de Isis y Osiris, arpistas, gatos en diferentes posturas, etc. En relación con la pintura, ésta seguirá la tendencia anterior en cuanto a su interés por la arquitectura, sin embargo adquirirá fuerza la pintura histórica “a la egipcia” que tiene su mayor exponente en la obra de Guignet Cambyse vainqueur de Psammétique III, que, en general, estará unida a acontecimientos contemporáneos (será utilizada con fines políticos). Hasta final de siglo, las escenas bíblicas son abundantes, pero acabarán desapareciendo y fusionándose con el Art Nouveau. El Romantiscismo se dejará sentir también en la literatura en obras como el Roman de la momie (1858) de Théophile Gautier y el Ägyptische Königstochter (1864) de Georg Ebers que se convirtieron en los bestsellers de este período. Por último, cabe destacar la influencia de la Egiptomanía tanto en la ópera, cuyo máximo exponente en estos momentos sería Aida (1871)[10], como en el ballet, con la obra  Fille du Pharaon (1872) de Marius Petipa y los espectáculos de variedades.

Carreras Cigarette Factory (Londres). Fotografía de la autora.

Entrados ya en el siglo XX, la Egiptomanía se rodeará de un aura de misterio derivada de un acontecimiento singular, el descubrimiento de la tumba de Tutankamón. La arquitectura de este período mostrará su influjo combinado con la corriente artística contemporánea del Art Déco, como se puede atestiguar en varias fachadas de inmuebles[11]; pero tras la II Guerra Mundial la decoración se refugiará casi totalmente en las tiendas (farmacias, oficinas, charcuterías, perfumerías, restaurantes, etc.). La sobriedad y pureza de líneas de las pirámides (la entrada al Museo del Louvre en París) y de los obeliscos (de gran tamaño –en ocasiones auténticos, como los de Roma, París y Londres- utilizados como monumentos conmemorativos) será ampliamente empleada y se convertirá en un símbolo del arte contemporáneo. La ornamentación de los interiores mudará de las casas particulares a las salas de cine y presentará influencias del Art Déco que se traducirán en la presencia de lotos y cruces ansadas, entre otros temas. Por otra parte, en las casas particulares, los salones a “la egipcia” devendrán moda tras el descubrimiento de la Tumba de Tutankamón y ofrecerán innumerables copias de antigüedades egipcias, entre ellas el trono del faraón niño. Tras el éxito de la exposición de Tutankamón en París (1967), Londres (1972) y EEUU (1978), otra ola de fascinación por el antiguo Egipto aparecerá y dará lugar a creaciones artísticas originales. En cuanto a la escultura, se crearán las imágenes de las danzarinas, en las que sus poses, gestos y vestimenta serán recreados a través de modelos contemporáneos. En lo que respecta a la pintura, muchos artistas, entre ellos Matisse, Derain, Picasso, se harán eco de esta moda en un momento concreto de su producción artística, alejándose de los cánones anteriores y creando obras muchísimo más libres pero con los componentes iconográficos esenciales como son lo maravilloso, la luz y el color. Paralelamente a los libros ilustrados se desarrollarán los cómics en los cuales aparecerán pirámides, tumbas y templos como telón de fondo y con temas tan sugerentes como la momia, Nefertiti o Cleopatra. Las maldiciones y los animales deificados estarán a la orden del día. La música, el cine, la televisión, los dibujos animados, la perfumería, la joyería, los juguetes, etc., serán influenciados por esta Egiptomanía.

Obelisco conmemorativo en Buenos Aires. Fotografía de la autora.

En definitiva, el Egipto faraónico aparece a ojos de los europeos, como un símbolo de, por un lado, antigüedad, justicia, conocimiento, sabiduría y, por el otro, de lo exótico y lo esotérico. De ahí que, por ejemplo, los palacios de justicia y las prisiones del siglo XIX presentaran formas egiptizantes, o que las salas de reuniones de los masones tuvieran forma piramidal. Por lo tanto, vemos cómo a estos elementos tomados del antiguo Egipto se les reviste de nuevos significados y funciones, que nada tienen que ver con aquellos de la época faraónica.

Decoración del Palacio Real del Louvre realizada por orden de Carlos X


Notas

[1] Herodoto, Diodoro y Estrabón escribieron tratados sobre estas materias.

[2] Ver la tesis doctoral publicada por FROIDEFOND, Le mirage égyptien, en la que se trata este tema en la literatura griega desde Homero hasta Aristóteles; en ella concluye que la “mirada egipcia” en los autores griegos es una excusa para hablar sobre la superioridad absoluta del helenismo en todos los sentidos; dicha “mirada egipcia” está indisolublemente unida a la idealización de esta antigua civilización que es la egipcia y en muchas ocasiones Egipto es un mero telón de fondo en el cual se desarrollan los diferentes aspectos de la literatura griega.

[3] Su atractivo residía, en buena parte, en sus ritos de iniciación, ritos que estaban emparentados con aquellos de los misterios de Eleusis en Grecia. Hemos de tener en cuenta que cuando Egipto entró a formar parte del Imperio Romano, los griegos, desposeídos de su poder político y socialmente degradados, lucharon para conservar su estatus, su prestigio y su reconocimiento en un proceso que les llevó a refugiarse en sus templos y por lo tanto centrando su atención tanto en la religión así como en la escritura, íntimamente relacionada con la primera. Una descripción de este proceso la encontramos en ASSMANN, Religio duplex, pp. 22-26.

[4] Según Clemente de Alejandría y siguiendo a Diodoro, el aprendizaje de los jeroglíficos constituye el grado más alto de consagración en los misterios egipcios.

[5] Esta obra literaria se convirtió en una fuente de consulta indispensable para todos aquellos que quisieran estudiar la masonería y su historia.

[6] La decoración de los mismos se basa en la obra Antiquité expliquée de Bernard Montfaucon publicada entre 1719 y 1724.

[7] Las excavaciones realizadas en la Villa Adriana en el 1738 sacarán a la luz esta figura que posteriormente sería muy demandada para la decoración de interiores.

[8] De este momento es la Flauta mágica de Mozart (1791) y Sesostris de Tarradellas (1751)

[9] Convierte los pianos en pieza maestra de los salones de este siglo.

[10] Esta obra fue imaginada por el egiptólogo Mariette que buscó crear un espectáculo completo “a la egipcia” con música de Guiuseppe Verdi y libreto de Antonio Ghislanzoni.

[11] En las Islas Canarias se encuentra el edificio de la Logia Añaza, uno de los pocos en estilo neoegipcio de este momento en España.

 

Bibliografía:
– Assmann, J. Religio dúplex: misterios egipcios e ilustración europea. Madrid, Akal, 2017 (Akal Universitaria, 369).
– Froidefond, Ch. Le mirage égyptien dans la lettératura grecque d’Homere a Aristote. France, Ophrys, 1971.
– Gómez Espelosín, F. J. y Pérez Largacha, A. Egiptomanía: el mito de Egipto de los griegos a nosotros. Madrid, Alianza Editorial, 2003 (Humanidades: Historia).
– Gómez Espalosín, F. J. Memorias perdidas: Grecia y el mundo oriental. Madrid, Akal, 2013 (Akal Universitaria. Historia antigua, 341).
– Humbert, J. M. “Egyptomanie: impregnation dans l’art occidental de quatre siècles d’une cohabitation harmonieuse” en Goyon, J. C. et alii. Les collections egyptiennes dans les musées de Saône-et-Loire. Autum,      La Ville, 1988, pp. 51-71.
– Humbert, J. M. L’Égyptomanie dans l’art occidental. París, ACR Éditions Internationales, 1989.
– Humbert, J. M. “Egyptmania: fascination for Egypt and its expression in the modern world” en Hartwig, M. (ed.). A companion to ancient egyptian art. Chicester (UK), Wiley-Blackwell, 2015, pp. 465-481.
– Molinero Polo, M. A. y Paz Sánchez, M. de “El templo de la Logia Azaña” en Cervelló Autuori, J; Díaz de Cerio Juan, M. y Rull Ribó, D. (eds.). Actas del Segundo Congreso Ibérico de Egiptología. Bellaterra, Universidad Autónoma de Barcelona, 2005 (Aula Aegyptiaca-Studia, 5), pp. 183-194.

 

Por Olga Navarro Cía 

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