Establecer la cronología del antiguo Egipto es una tarea muy compleja. Se trata de un verdadero rompecabezas del que la egiptología ofrece diversas variantes, dependiendo de la escuela, de las preferencias del especialista, de los puntos de vista particulares sobre períodos concretos… Ello implica que existan ciertas divergencias o hasta auténticas disparidades; y que al comparar las cronologías de unos y otros los resultados puedan ser muy distintos. De hecho, muchas veces para los que se inician en el estudio del antiguo Egipto resulta desconcertante observar los contrastes que aparecen en distintas publicaciones al poner fechas a los reinados de los faraones; también puede llamar la atención que se diga “aproximadamente gobernó entre el 2498-2491” o que se añada la forma latina circa o su versión abreviada: c. (ejemplo: Userkaf reinó c. 2498-2491). Lo cierto es que cuando se estudia la civilización faraónica hay que acostumbrarse a estas inevitables variaciones e imprecisiones, imposibles de paliar a día de hoy, y sencillamente no hay que sorprenderse cuando al mirar un libro el reinado de Userkaf pueda datarse entre 2465-2458 y que al mirar otra publicación aparezca la fecha 2479-2471, por poner un ejemplo. También hay que destacar que algunos autores muestran preferencias por cronologías bajas, y otros por cronologías altas. Por ejemplo, a Tutmosis III en cronología baja generalmente se le asigna un reinado entre 1479-1425; y en cronología alta entre 1504-1450 a.C. ¿Cuál es la más correcta? Pues eso depende, como decía, de las tendencia historiográfica, de las preferencia del autor, de las interpretaciones que se realicen sobre la historia de ciertos períodos… etc.
A pesar de las grandes dificultades y que la discusión sobre estos temas dista mucho de estar cerrada o resuelta, lo cierto que algunas dataciones han sido establecidas con bastante precisión. Las mayores oscilaciones se encuentran en el ámbito de los períodos más antiguos, pudiendo producirse variaciones de entre 50 y 200 años. Sin embargo, ya para períodos como el Imperio Nuevo y Tercer Período Intermedio, el margen de error puede estar en torno a los 10 años y hasta ajustarse mucho más. Y a partir del 664 a.C., con el advenimiento de la Dinastía XXVI y el reinado de Psamético I, las fechas son seguras.
¿Por qué es tan complicado establecer la cronología del antiguo Egipto?
Sin contar con la problemática específica de la prehistoria y la protohistoria, el período que enmarca la civilización egipcia fue extraordinariamente longevo. Desde que el país fue unificado por primera vez por un único rey, hasta el suicidio de Cleopatra, Egipto tuvo un bagaje de tres milenios en el que cientos de gobernantes subieron al trono en períodos de gran estabilidad y esplendor, otros gobernaron en tiempos de crisis y apenas dejaron testimonio de sus vidas, algunos establecieron corregencias, otros convivieron con dinastías paralelas en períodos contemporáneos, de algunos monarcas se han preservado infinidad de datos y hasta gigantescos monumentos en su honor, mientras que sobre otros apenas hay mención o se conocen únicamente por una referencia en un casi olvidado documento… Y esto es extraordinariamente relevante a la hora de establecer cronologías, ya que en el antiguo Egipto no se realizó un cómputo lineal del tiempo, sino que los períodos venían marcados por la subida al trono de cada nuevo faraón.
De modo que el sistema de datación que se encuentra en los documentos egipcios alude al reinado del rey en curso, por ejemplo, se afirma que en el año 2 del reinado de Tutmosis I se inicia una incursión en territorio nubio, o que en el año 10 de Amenhotep III llegó desde Mitanni una princesa para casarse con el faraón. Así que cada vez que un nuevo rey subía al trono, el contador se ponía a 0 y se iniciaba un nuevo punto de partida; período que terminaba con la muerte del rey y que volvía a reiniciarse con la subida al trono de otro monarca. Ello implica que, para datar y poder establecer un tiempo global, enmarcando el conjunto de reinados y épocas, sea crucial conocer los años de reinado de cada faraón, así como la sucesión exacta entre uno y otro, además de las alteraciones que pueden producirse cuando se trata de gobiernos en corregencia o contemporáneos en distintos territorios.
Las listas reales del antiguo Egipto
La egiptología ha podido recurrir a documentos realizados en el antiguo Egipto en el que se plasmaron listados con los nombres de los reyes que se habían ido sucediendo en el trono. A veces en estos documentos, además, se indican los años y hasta algunos acontecimientos relevantes del período. Pero, desgraciadamente, se trata de informaciones muchas veces parciales, en ocasiones por su estado de conservación o, sencillamente, por centrarse en períodos concretos. Por ejemplo, la Piedra de Palermo, conocida con este nombre por conservarse en un museo de en Palermo, ofrece datos sobre reyes anteriores al 3150 y se extiende hasta mediados de la Dinastía V, período del que data el documento. La Lista Real de Karnak, conservada en el Louvre, contiene un listado de los nombres de reyes egipcios hasta Tutmosis III, incluyendo algunos gobernantes del Segundo Período Intermedio. La Lista Real de Saqqara, procedente de la tumba de Tunery, ofrece un listado de faraones desde la Dinastía I hasta Ramsés II, momento en que fue realizado este listado.
También hay que tener en cuenta qué impulsó a los creadores de estos listados, es decir, ¿por qué los hicieron?, ¿cuál era su función?, ¿en qué contexto se enmarcan? En ocasiones estos documentos deben ser una expresión de la voluntad de preservar la memoria de los antiguos monarcas y, en cierto modo, salvaguardar la historia; pero también algunos de ellos son expresiones de carácter autoexaltatorio. En la Lista Real de Abidos, por ejemplo, el joven Ramsés II es presentado por su padre Seti I ante los nombres de 76 faraones, sus antepasados, y del que el muchacho será sucesor. Sin embargo, en el listado no aparecen los cartuchos de ciertos monarcas de la Dinastía XVIII, como Hatshepsut, Ajenatón, Smenjkare, Tutankhamón y Ay; y tampoco se menciona a los reyes que gobernaron durante el Segundo Período Intermedio. Es decir, se elude indicar un período en el que se asciende al trono de forma irregular, o la época conocida como “herejía amarniana”, o un tiempo de crisis con un Egipto dividido y enfrentado. En definitiva, se trata de un listado voluntariamente sesgado, en el que se elimina aquello que es considerado, por alguna causa, poco grato. Esta censura obviamente tiene que ver más con una voluntad de autoexaltación que con un deseo de historicidad; subrayando que el joven Ramsés en su subida al trono iba a sumarse a la larga lista de monarcas adecuados, pero que no iba a tener nada que ver con los inapropiados. Pero a pesar de esta visión sesgada y de carácter publicitario y metafórico, la Lista Real de Abidos constituye, precisamente por ser como es, un documento crucial para la egiptología, que, como todos, debe ser tomado con extrema cautela y atendiendo a su contexto.
Lista Real de Abidos. Seti I presenta a su hijo Ramsés II ante la lista de faraones. Foto: Archivo documental AE
Lista Real de Karnak. Foto: Susana Alegre García
Pero entre todos los listados de faraones, debido a su extensión y fiabilidad, destaca el llamado Canon Real de Turín. Se trata de un papiro en hierático, que debió escribirse alrededor del año 1200 a. C. y que a pesar de estar muy maltrecho ofrece el nombre de más de 300 reyes, indicando además los años de reinado, e incluso ajustando las fechas en meses y hasta en días. Por sus características este documento sí parece buscar la mayor precisión posible y al observarlo podemos imaginar a los antiguos sacerdotes egipcios, en la intimidad de los santuarios, copiando este tipo de obras para preservar la historia y hacerla perdurar generación tras generación. El mismo tipo de escrito que debió ser consultado por Manetón, nacido en la localidad egipcia de Sebennitos en el siglo III a. C., quien redactó una historia de Egipto en griego, remontándose desde el primer rey hasta la conquista de Alejandro Magno, y donde ofrece ya la estructura de tres grandes períodos divididos a su vez en subperíodos conformados por 30 dinastías. Se trata de la estructura clásica que siguen teniendo las cronologías del antiguo Egipto en la actualidad y de las que Manetón puso las bases. No obstante, a pesar de su relevancia, la obra de Manetón es conocida solo a partir de las citas extensas realizadas por los autores clásicos Flavio Josefo y Sexto Julio Africano y, unos 500 años después, por Sincelo.
Canon Real de Turín. Foto: Susana Alegre García
Las tres grandes divisiones de la historia del mundo de los faraones creadas por Manetón, correspondientes en esencia a los tres volúmenes en los que dividió su obra Aegyptiaca, también pueden recibir en la historiografía nombres diferentes dependiendo de las tendencias o de las preferencias del autor. Estos períodos pueden aparecer como Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo; o bien como Reino Antiguo, Reino Medio y Reino Nuevo. Sea como sea, de un modo o de otro, estas nomenclaturas se refieren a los mismos períodos.
¿Qué es una dinastía egipcia?
La división en dinastías que formuló Manetón, vigente aún en las cronologías, puede generar confusiones a quienes se inician en el estudio del antiguo Egipto. Ello se debe a que, a priori, relacionamos “dinastía de reyes” con el concepto de “familia consanguínea en un trono”. Esto ciertamente fue una realidad en el antiguo Egipto, ya que lo ideal era que el padre fuera sucedido por el hijo, dando prioridad en la sucesión al mayor de los varones de la Gran Esposa Real. De modo que, teóricamente, un cambio de dinastía implicaría la ruptura del vínculo sanguíneo entre un monarca y el siguiente. Ello sucedió en Egipto, por ejemplo, tras la muerte de faraón Onos, quien parece no tuvo herederos varones y que, a su muerte, le siguió un período de inestabilidad que solo se solventó con la subida al trono de Teti, alguien ajeno a la familia real pero que, al casarse con una princesa hija de Onos, legitimó su autoridad e inició la Dinastía VI. Solamente cuando no hay ningún heredero varón posible y en circunstancias excepcionales podemos encontrar en Egipto a mujeres que llegaron al trono. Al parecer este es el caso de Sobeknefrure, con quien se cerró la Dinastía XII.
Pero la ausencia de hijos varones no era el único factor que podía romper la continuidad de una dinastía real, tampoco faltaron en la historia egipcia los golpes violentos y las luchas por el poder, como parece ocurrió a finales de la Dinastía XI, período protagonizado por el visir Amenemhat, quien, por la fuerza de las armas, se apoderó del trono e inauguró una nueva saga de monarcas que dio paso a la Dinastía XII. No obstante, también puede darse el caso de que aunque la continuidad consanguínea quedara fracturada, sin embargo, se siga considerando la misma dinastía. Es lo que sucede, por ejemplo, tras el período amarniano, cuando subieron al poder dignatarios ajenos a la familia real debido al vacío en cuanto a herederos legítimos al trono. Aún así, se les sigue considerando integrantes de la Dinastía XVIII.
De modo que, en realidad, al hablar de “dinastías” en el contexto de las cronologías del antiguo Egipto, más que ajustarse estrictamente a líneas consanguíneas o familias reinantes, hay que pensar en subperíodos que dividen las grandes fases de la historia. Sean o no de la misma estirpe, los faraones integrantes de una dinastía tienen continuidad en cuanto a modos de gobernar, objetivos u otro tipo de vínculos. Puede que no siempre sean auténticas familias, pero sí tienen un “aire de familia”.
Métodos modernos
En la búsqueda de establecer con la mayor exactitud posible las fechas del antiguo Egipto, también se ha recurrido a las tecnologías más modernas. Uno de estos métodos son los análisis mediante radiocarbono, aunque los egiptólogos y los arqueólogos que trabajan en Egipto generalmente han sido reacios a reconocer el valor de este método de datación en el ámbito del período dinástico, y el procedimiento de probabilidades de datos calibrados tiende a no considerarse suficientemente preciso en comparación con los sistemas tradicionales basados en la interpretación de los datos históricos, textos, secuencias arqueológicas, etc… Al utilizar el radiocarbono en yacimientos como Tell el-Daba, por ejemplo, los márgenes de error se ha considerado que resultan demasiado amplios, a veces con variaciones de entre 100-120 años, siendo difíciles de encajar en ámbitos bien datados mediante otros procedimiento.
Calendario de Elefantina. Menciona el orto helíaco en el día 28 del tercer mes de la cosecha durante el reinado de Tutmosis III. Foto: Susana Alegre García
Mayor éxito ha alcanzado en la egiptología la datación astronómica, que se basa en la mención o descripción en documentos antiguos de fenómenos astronómicos que pueden ser, en teoría, identificados y datados con exactitud. Este método de datación, de hecho, ofrece cifras absolutas y generalmente se basa en el orto helíaco de la estrella Sirio que, de forma ideal, debía coincidir con el día de Año Nuevo. Sin embargo, los antiguos egipcios al año de 365 días no le añadieron el cuarto de día adicional que nosotros solventamos con los bisiestos. Al no hacer la corrección se producía un desfase entre el calendario civil y el astronómico, que se iban progresivamente desincronizando y que solo volvían a coincidir al pasar 1460 años, lo que denominamos “ciclo sotíaco”. Dado que hay menciones a ese momento en las fuentes antiguas, y como se conoce el ciclo de 1460 años que separa estas coincidencias, ello ha posibilitado que se pueda utilizar para establecer marcos cronológicos. Por ejemplo, distintas fuentes como el gramático Censorino en el siglo III d. C., indican que en el año 139 d.C., el primer día del año civil egipcio coincidió con el orto helíaco de Sirio, terminando así un ciclo sotíaco. Retrocediendo a partir de este dato, realizando cálculos y atendiendo a las fuentes egipcias, se pueden llegar a fijar fechas bastante absolutas. Por ejemplo, el Papiro Berlín 10012 menciona que un orto helíaco ocurrió el séptimo año del reinado del faraón Sesostris III, en el día decimosexto del cuarto mes de la segunda estación, pero entre otros factores relevantes el documento no indica el lugar desde el que se hace la observación. Así las cosas se ha podido establecer que ese acontecimiento debió tener lugar entre 1881- 1826 a. C.
También las referencias a la luna en la documentación egipcia pueden ayudar a realizar cálculos y a fijar dataciones. En este caso la ventaja es que las alusiones a fenómenos lunares son más frecuentes en la documentación faraónica y no se ven afectadas de cara a la precisión de sus cálculos por cuestiones como la latitud.
En lo que respecta a la datación astronómica, muy recientemente se ha publicado un estudio basado en un texto bíblico y en la descripción que realiza de lo que se ha interpretado como un posible eclipse anular solar. Ello se ha combinado con sofisticados cálculos y se han tenido en cuenta documentos como la llamada Estela de Israel, que menciona las gestas del faraón Merneptah en Canaán. De este modo se ha concretado que el eclipse ocurrió el 30 de octubre de 1207 a.C., por la tarde. No solo sería el eclipse solar más antiguo que se haya registrado, sino que también permitiría a los investigadores fechar con precisión astronómica los reinados de Ramsés II y de su hijo, con solo un año como margen de error. De modo que si se llegaran a aceptar los argumentos presentados en esta investigación, a partir de estos datos el reinado de Merneptah comenzó en 1210 o 1209, y su padre Ramsés reinaría desde 1276 a 1210 (año arriba o abajo).
La Cronología general del antiguo Egipto publicada en Cuadernos AE 1, se basa en la de P. A. Clyton en Chronicle of the Pharaohs, 1994. En ella se ofrecen los grandes marcos cronológicos en los que tradicionalmente se ha dividido la civilización del antiguo Egipto, la secuencia de las dinastías y un listado completo (en la medida de lo posible y conocido) de los reyes que gobernaron, así como los años que duraron sus gobiernos. El objetivo de esta publicación es que pueda ser utilizada como una herramienta sencilla y de fácil consulta, ofreciendo una de las múltiples versiones cronológicas confeccionadas por la egiptología en las que se abarcan todos los períodos históricos del país de los faraones.
Puedes descargar pdf o consultar versión interactiva de Cuadernos AE nº 1:
Cronología General del antiguo Egipto. Listado de todas las dinastías y fechas de reinado