Hatshepsut. Un poder femenino en el trono de Egipto
Por Naty Sánchez Ortega
17 diciembre, 2018
Hatshepsut representada en uno de los pilares de su templo en Deir el-Bahari.
Modificación: 1 febrero, 2021
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Desde que Jean-François Champollion, en los albores de la Egiptología, se percatara de la existencia de un rey femenino, los investigadores se han ido aproximando a la figura de Hatshepsut desde las más diversas posturas. La propia evolución de nuestra sociedad respecto al valor de la mujer ha ido en paralelo con las pesquisas sobre su reinado, de modo que muchos textos sobre Hatshepsut que hoy siguen apareciendo en libros y documentos de Internet, ofrecen todavía una visión distorsionada, al atribuirle intrigas, actitudes y motivaciones que no han hecho sino proyectar los prejuicios o ideologías de los siglos XIX y XX. Sin embargo, el desarrollo de la Egiptología y una mejor comprensión del legado de esta gran mujer y del propio Tutmosis III, nos han llevado en la actualidad hacia una posición más ecuánime sobre su reinado, sin bien son muchos los interrogantes que quedan por resolver.

Hija del Rey

Los padres de Hatshespsut fueron Tutmosis I y la Gran esposa real Ahmés. Vino al mundo mucho antes de que su padre se sentara en el trono de Egipto. En efecto, se ha calculado que nació en torno al año 7 del reinado de Amenhotep I. El vínculo sanguíneo con la familia de Amenhotep I no ha podido demostrarse de modo inequívoco hasta el momento, más allá de genealogías hipotéticas. Como ignoramos casi todo sobre la vida de Tutmosis I antes de su acceso a la monarquía, lo único que podemos concluir es que la muchacha vivió hasta los trece años en el entorno natural de una familia de la nobleza, pero todavía no era Hija de Rey. Sí sabemos que tuvo una nodriza y que se llamaba Sitra. Debió ser un personaje entrañable para ella y la acompañó gran parte de su vida; su fallecimiento quizás se produjo cuando Hatshepsut ya era rey, según se deduce por el hecho de haber sido enterrada en el Valle de los Reyes (KV 60), muy cerca de la que sería la tumba de la soberana (KV 20). De su nodriza también se encontró una escultura procedente de Deir el-Bahari en la que Hatshepsut está siendo amamantada (JE 56264). Es posible que su abuela paterna, la dama Seniseneb, también participara en su primera educación. Sabemos que Hatshepsut tuvo varios hermanos y una hermana que no sobrevivieron a su padre: Amenmose, Uadjmose y la pequeña Neferubity.

Tutmosis I, en una representación de se le atribuye. Museo Egipcio de Turín. Italia. 

Como a día de hoy su abuela materna no ha podido ser identificada, pues ignoramos la filiación de su madre Ahmés, no podemos asegurar nada sobre bases sólidas a este respecto. Algunos autores han propuesto que la esposa de Tutmosis I procedía de la familia real Ahmósida, pero actualmente sigue siendo una hipótesis de trabajo. En muchas obras el lector encontrará afirmaciones de que Hatshepsut descendía de Ahmés Nefertary, esposa del fundador de la dinastía, Ahmose, y madre de Amenhotep I. Esto no ha sido demostrado. Si Hatshepsut tuvo algún contacto personal con la reina madre Ahmés Nefertary durante su infancia antes de la coronación de su padre, se nos escapa por completo, pero sin duda fueron contemporáneas.

Hatshepsut estaba entrando en la adolescencia con unos trece años cuando Tutmosis I sucedió a Amenhotep I; fue entonces cuando ella se convirtió de facto en Hija de Rey. Ahmés Nefertary sobrevivió a su hijo y nos consta que avaló la coronación de Tutmosis I, falleciendo aproximadamente hacia el cuarto año de su reinado. En esta etapa, la joven princesa y esta notable mujer sí pudieron estar en contacto. ¿Fue una figura inspiradora para Hatshepsut? ¿Le narró las proezas de sus dos grandes predecesoras, Tetisheri y Ahhotep, célebres esposas de los reyes que expulsaron a los hicsos? Quizá nunca lo sabremos, pero podemos confirmar que al menos durante estos cuatro años tuvieron ocasión de conocerse y que el halo que rodeaba a esta gran dama que había ocupado un papel tan prominente en el gobierno de Egipto debió influir en su posterior labor como regente. Hatshepsut habría asistido como princesa al funeral de la gran matriarca del Reino Nuevo y es probable que participara en sus honras fúnebres.

Al margen de Ahmés Nefertary, Hatshepsut tuvo como permanente referente femenino a su propia madre, Ahmés. Tutmosis I fue muy activo en el plano militar y realizó largas campañas fuera de las fronteras egipcias. Durante estas ausencias, la reina Ahmés pudo ostentar también cierto protagonismo al frente de los asuntos de Estado cuyos detalles se nos escapan, pero no deben dejar de tenerse en cuenta en el desarrollo de la personalidad de Hatshepsut. La princesa, al morir su padre, contaba unos veinticinco años. Era por tanto una mujer adulta y había completado su educación. Estaba preparada para la siguiente etapa de su vida.

Gran Esposa Real

El sucesor de Tutmosis I fue Tutmosis II, hijo de Mutneferet. Ignoramos si Hatshepsut se había unido a él antes de que muriese su padre, pues lo que se deduce de las fuentes es que el monarca era muy joven y que ella era mayor que él. Asimismo, su reinado fue breve; en la actualidad se le atribuyen apenas tres años, aunque hay propuestas de hasta diez y trece años. La escasez de monumentos y estatuas parecen avalar la muerte prematura del rey. Su momia fue localizada en la cachette de Deir el-Bahari (DB 320), a donde fue trasladada siglos después. Su tumba original no se ha encontrado.

Como Gran esposa real de Tutmosis II, Hatshepsut dio a luz a una princesa: Neferura. La muchacha tuvo al menos tres tutores: Senimen, Ahmose Pennejbet y Senenmut. Este último fue nombrado para el cargo por el propio Tutmosis II, lo que implica que su carrera en la corte egipcia ya contaba con varios años de trayectoria antes de llegar a este punto.

Esposa del dios Amón

Durante su desempeño como Gran Esposa Real y en los primeros años de regencia, Hatshepsut seguía contando con el consejo de su madre, la reina Ahmés. Por motivos que ignoramos, esta última no ostentó el título de Esposa del dios Amón, el cual portaron las esposas e hijas reales inmediatamente anteriores a ella: Ahhotep, Ahmés Nerfertary y sus hijas Sitamón y Ahmés-Meritamón. Este importante cargo religioso había sido “refundado” poco antes, en el marco de las reformas que Ahmés Nerfertary y su esposo Ahmose habían realizado en el Egipto liberado de los hicsos. Estaba impregnado de fuertes connotaciones teológicas vinculadas con la diosa Tefnut, deidad femenina que junto con Shu había formado la primera pareja creada por el dios Atum de Heliópolis. Esto significa que sus evocaciones respecto a la fertilidad y la prosperidad de Egipto eran muy importantes. Expresado en términos modernos, ella venía a ser la suma sacerdotisa de Amón. Esta responsabilidad la introdujo de lleno en los asuntos rituales del dios de Karnak, cuyo templo estaba experimentando también notables restauraciones y reformas desde el comienzo del Reino Nuevo. Ella fue una de las primeras reinas en portar un nuevo título relacionado con el anterior conocido como Mano del Dios, con las mismas asociaciones al origen de la Creación.

Durante esta etapa inició su tumba como Gran Esposa Real en una zona algo alejada del Valle de los Reyes, el Wadi Sikkat e’Tâqa e’Zeide, que fue localizada en 1916 por Howard Carter. El arqueólogo fue informado de movimientos extraños en la zona y acudió allí a medianoche, sorprendiendo a los ladrones en plena incursión. Se trata de una tumba de acantilado y Carter tuvo que descender 42 m con cuerda y enfrentarse a los intrusos, que aceptaron su consejo y se fueron sin más conflicto. En la cámara funeraria localizó un sarcófago de cuarcita amarilla (CG 6024) con los textos alusivos a Hatshepsut como Hija de Rey, Hermana de Rey, Gran Esposa Real, Esposa del Dios y Señora de las Dos Tierras. Las conclusiones sobre el monumento son claras: hasta el momento de convertirse en rey de Egipto, Hatshepsut esperaba ser enterrada aquí. De hecho, la tumba de su hija Neferura no está muy lejos. Sin embargo, el giro que tomaron los acontecimientos hizo que esta tumba se abandonara para ser sustituida por un proyecto mucho más importante.

Regente

La prematura muerte de Tutmosis II colocó en el trono a Tutmosis III, un niño cuya edad se ha establecido entre los cinco y seis años para ese momento. Como consecuencia, no estaba facultado para gobernar, cuestión que quedó en manos de la Gran esposa real y que no parece haber sido discutida por los egipcios; al revés, disponemos de elogios de sus súbditos al respecto de su eficacia en los asuntos de Estado. Ineni, por ejemplo, que había estado a las órdenes de Tutmosis I y II, y ya era bastante mayor, refiere que la labor como regente de Hatshepsut era muy eficiente. Ella rondaba los 28 años y no sólo se ocupaba de los asuntos de los templos, del palacio y de la administración del país, sino también de cuestiones militares y asuntos exteriores.

Escultura realizada en granodiorita del rey Tutmosis III. Procede del templo de Amón en Karnak. Dinastía XVIII. Reino Nuevo. Museo Egipcio de Turín, Italia.

En determinado momento, Hatshepsut consideró necesario ir más allá de la figura de la regencia y decidió asumir todas las insignias, símbolos y nombres de un rey egipcio. En ningún momento se descartaron los derechos de Tutmosis III, todo lo contrario, pues el modelo de gobierno que sostuvieron fue una corregencia: Egipto tenía dos soberanos al mismo tiempo. El niño continuó su desarrollo y formación en tan buenas condiciones que cuando reinó en solitario se convirtió en uno de los más celebrados monarcas que ha dado Egipto; esto, en mi opinión, es un mérito más que atribuir a Hatshepsut. Tras coronarse, los títulos que tradicionalmente se atribuyen a la Gran Esposa Real pasaron a su hija Neferura, los que nos da a entender que las funciones que los definían eran teológicamente incompatibles. De hecho, la institución faraónica es un símbolo masculino por definición, pues el rey encarna a Horus, de modo que las mujeres que alcanzaron este grado lo ejercieron también desde esta perspectiva simbólica.

 

Rey del Alto y el Bajo Egipto

Al asumir la realeza, Hatshepsut contabilizó sus años de reinado en base a los de Tutmosis III. Este hecho nos impide saber con exactitud en qué momento pasó de ser regente a convertirse en corregente; las investigaciones tratan de fijarse en la evolución de las inscripciones fechadas, aquellas en las que aparece como Esposa del dios frente a las que es citada con sus nombres de coronación. No hay acuerdo entre los especialistas y se ha establecido un arco temporal entre el año 2 y el año 7, aunque la mayoría de indicios apuntan hacia el año 7. Sea como sea, la labor de Estado realizada por Hatshepsut con unos títulos u otros duró en total 21 años y 9 meses.

Cartucho de Hatshepsut. Detalle de obelisco en Karnak. Luxor. 

Los verdaderos motivos que movieron a Hatshepsut a dar este paso, sus pensamientos e intenciones más íntimas, son algo que escapa a las fuentes arqueológicas. Cualquier argumento que se exponga al respecto debe entenderse como una hipótesis más o menos documentada. En este sentido, los investigadores tendríamos que ser muy cuidadosos a la hora de proyectar nuestras ideas y mentalidades al interpretar los hechos. Hatshepsut no fue la primera mujer egipcia en coronarse. Tenemos al menos dos ejemplos claros: Nitocris, al final del Reino Antiguo, y Neferusobek, al final del Reino Medio, esta última con más testimonios arqueológicos. Según Manetón, desde la II Dinastía una ley autorizaba a las mujeres sentarse en el trono de Horus. Asimismo, ya he señalado que las mujeres de la realeza habían gozado de un intenso protagonismo en la historia reciente de Egipto como excelentes gobernantes en momentos críticos.

En la segunda terraza de su templo de Deir el-Bahari, Hatshepsut hizo grabar unas escenas junto a su padre Tutmosis I: el rey presenta a la princesa ante la corte como su legítima heredera. Se ha discutido mucho si esto pudo suceder o no en vida de su padre. En todo caso, se entiende como un acto simbólico, una forma alegórica de expresar que la coronación de Hatshepsut se fundamenta en parte por su legitimidad familiar. Sin embargo, seguramente hubo varios factores que influyeron de manera simultánea. Por ejemplo, si consideramos que Tutmosis III no superaba los diez años y que no había un claro heredero en caso de que falleciera, la presencia de un corregente otorgaba mayor estabilidad al país, como quedó demostrado. La teogamia, testimoniada en la religión egipcia al menos desde la Dinastía V, reaparece en los muros de Deir el-Bahari para evidenciar el origen divino del poder que se ha otorgado a Hatshepsut. Este tema es tan interesante que será objeto de un artículo independiente.

Durante su acción de gobierno Hatshepsut realizó una ingente labor constructora, mantuvo estable la defensa de las fronteras egipcias y propició el bienestar y la prosperidad general. Sus dotes de liderazgo deberían llamar nuestra atención, pues en torno a ella se situaron hombres y mujeres que han sido considerados como una de las generaciones más brillantes del Reino Nuevo. Así tenemos por un lado al Primer Servidor de Amón, Hapuseneb; su madre Ahhotep fue nodriza real, por lo que es posible que ya estuviese en contacto con la familia de la soberana mucho antes de su nombramiento. Como veremos, Hatshepsut continuó el programa constructivo del templo de Karnak y Hapuseneb debió ser su apoyo en muchas de estas tareas, así como en los ritos, festivales y demás fiestas religiosas tebanas. El visir Useramón se mantuvo en el cargo desde el año 5 hasta el 28, es decir, toda la etapa de Hatshepsut y unos seis años más. Se hizo construir también dos tumbas, TT 61 y TT 131. Su padre fue visir antes que él, cargo que ejercerán además su hermano y su hijo, una auténtica dinastía. Otra persona de gran interés fue Djehuty, figura destacada del clero de Tot y Supervisor del Tesoro. Su tumba está siendo excavada desde 2002 por un equipo dirigido por J. M. Galán (Proyecto Djehuty).

Mención especial merece Senenmut. Ya he mencionado que comenzó su carrera mucho antes de que la reina se convirtiera en faraón, pues con Tutmosis II ya estaba en el círculo inmediato del soberano y su familia como tutor de Neferura. Tuvo importantes funciones administrativas en el templo de Amón y fue el arquitecto más destacado de la corregencia. Se hizo construir dos tumbas, TT 71 y TT 353; esto a veces se ha considerado excepcional, sin embargo, otros nobles contemporáneos dispusieron de dos monumentos. Este personaje ha sido objeto de todo tipo de especulaciones, incluida una relación sentimental con la reina. En realidad, ninguna fuente egipcia avala ese presupuesto de manera inequívoca. Quienes lo han postulado se basan apenas en tres elementos: que la reina era viuda, que Senenmut no se casó y un grafiti encontrado en una tumba inacabada de la Dinastía XI. Este grafiti muestra una postura sexual explícita con un faraón sin nombres asociados, por lo que la posible alusión a ambos personajes es hipotética. En cuanto a que Senenmut fuese soltero, hay que decir que no es el único caso entre sus contemporáneos; incluso disponemos de otros ejemplos de grandes cortesanos que no se casaron como Kheruef, al servicio de la reina Tiyi, o el propio Amenhotep hijo de Hapu, al que tampoco se le conoce esposa. Peores argumentos son, a mi juicio, considerar que la notable carrera de Senenmut en la administración se debió a ese posible vínculo con Hatshepsut o bien -y este ya sería inadmisible-, que todos los logros de la reina se deben en realidad al mérito de su principal consejero, como una suerte de gobernante en la sombra. Tales ideas son proyecciones de aquellos que, al no considerar capacitada a una mujer para ejercer como rey, pretendieron explicar sus logros otorgándolos a la figura masculina más próxima. Seguir manteniendo tales posturas en nuestros días es inaceptable.

Obelisco de granito rosa de Hatshepsut en Karnak. Luxor.

Como rey de la Dos Tierras, Hatshepsut cumplió a la perfección sus distintos deberes. En primer lugar, construir templos a los dioses. Aunque destacan los edificios alzados en la zona tebana, actuó por todo Egipto. La enumeración parcial que hago a continuación engloba sus intervenciones como regente y como corregente indistintamente. En Karnak concluyó el traslado y ubicación de los obeliscos encargados por Tutmosis II, modificó la sala Uadjet, edificó el Palacio de Maat y elevó sus propios obeliscos. Añadió una capilla en el extremo oriental del templo y estableció un nuevo eje norte-sur en dirección a Luxor (que todavía no existía como hoy lo conocemos), a partir del octavo pilono, con un itinerario ritual salpicado por seis capillas. En los relieves del pilono ella aparecía en la simbólica posición de dominio sobre los enemigos de Egipto. Un pequeño santuario fue construido para Amón en su forma de Amón-Ra-Kamutef, un aspecto del dios que evoca su poder creador. La Capilla Roja es uno de los más bellos testimonios de toda esta arquitectura dedicada a Amón y un auténtico documento histórico en muchos sentidos.

Hay evidencia de intervenciones suyas en el vecino templo de Mut, la esposa de Amón y madre de Khonsu. En la orilla occidental inició el pequeño santuario dedicado a la Ogdóada de Hermópolis. A no mucha distancia ordenó edificar su monumento más célebre, su Templo de Millones de Años, el Djeser Djeseru, o Deir el-Bahari. Otros muchos edificios de menor tamaño o que simplemente no hemos conservados se iniciaron por toda la zona; dadas las limitaciones de este artículo, concluiré al respecto que la ciudad de Tebas experimentó una gran transformación arquitectónica, concebida desde una visión integradora de múltiples espacios que tenían como eje común el desarrollo de las celebraciones rituales asociadas con Amón, de modo que constituyeron una geografía sagrada y procesional entre las dos orillas.

El templo de la reina-faraón Hatshepsut en Deir el-Bahari fue construido durante la dinastía XVIII (Reino Nuevo), en la orilla occidental de la actual ciudad de Luxor. Es muy importante por tratarse de un monumento único en su género en la arquitectura egipcia y se atribuye su construcción a Sennenmut, el personaje más destacado de la corte egipcia de ese momento.

Citaré algunas construcciones fuera de la Tebaida. Subiendo hacia el norte, me gustaría mencionar el templo a la diosa Pajet conocido como Speos Artemidos (ya que los griegos identificaron a esta divinidad con Artemisa). Los textos mencionan cómo Hatshepsut seguía con el gran proyecto de reconstrucción de Egipto que había iniciado Ahmose, el rey que expulsó a los hicsos, para devolver a la Tierra amada su antiguo esplendor y revitalizar los cultos divinos. En los relieves es confirmada por Amón en el trono de Egipto, decisión que avala la Enéada Heliopolitana. Si descendemos hacia el sur, en Asuán, vemos que comenzó una capilla a Satet. En Semna restauró el templo dedicado al dios Dedún y al rey Sesostris III divinizado.

A nivel de política exterior, Hatshepsut había heredado un Egipto poco amenazado gracias a las eficaces campañas de Tutmosis I, pero eso no significa que no hubiera varias expediciones militares y que la propia reina participara en alguna de ellas. Tenemos constancia de intervenciones de distinta intensidad los años 4, 6, 12, 18 y 20. Asimismo, la gran formación como estratega que recibió Tutmosis III y las perfectas condiciones en que se hallaba el ejército a la muerte de Hatshepsut, demuestran de manera inequívoca que la soberana prestó la debida atención a las fuerzas de protección del Estado y que si no hubo más conflictos en parte puede deberse a que los gobernantes extranjeros respetaron su autoridad. Además, contamos con numerosos testimonios de una actividad permanente en la zona minera del Sinaí durante sus veinte años al frente del país.

El país de Punt representado en Deir el-Bahari. 

El año 8 una gran expedición comercial de cinco barcos al mando del almirante Nehesy partió hacia el País de Punt. Esto no había sucedido desde la Dinastía XII, lo que supuso todo un logro y la mejor expresión de la recuperación que Egipto había experimentado en apenas un siglo. El objetivo principal era conseguir productos imprescindibles para realizar los ritos (incienso, mirra, terebinto…), aunque el proyecto supuso una gran campaña de intercambio de productos entre ambos pueblos. Inmortalizada en los relieves de Deir el-Bahari, todavía hoy nos sirve para realizar notables estudios sobre la fauna y la flora de aquel momento.

El periplo de sus restos mortales

Ya hemos mencionado que Howard Carter fue el arqueólogo que descubrió y analizó por primera vez la tumba de Hatshepsut como Gran Esposa Real (1917). Curiosamente, antes de eso, también estuvo a cargo de su morada de eternidad como rey, KV 20, y la de su nodriza, KV 60, donde había dos momias femeninas. La tumba KV 20 ya se conocía en época clásica; se habían realizado exploraciones parciales, pero fue en 1903 cuando Carter inició las excavaciones, que él mismo calificó como una verdadera proeza arqueológica, dado el pésimo estado de conservación en que se hallaba, así como su longitud y la cantidad de escombros acumulados. Cuando alcanzó la cámara funeraria encontró dos sarcófagos de cuarcita amarilla y bloques de caliza con escenas del Libro del Amduat. Un sarcófago estaba destinado a Hatshepsut y el otro a Tutmosis I. Una extensa polémica se abrió sobre el hecho de que Tutmosis I parecía tener dos tumbas: KV 20, compartida con Hatshepsut, y KV 38. Actualmente hay bastante acuerdo en considerar KV 20 como la tumba más antigua del Valle de los Reyes, realizada por el arquitecto Ineni para Tutmosis I y ampliada para Hatshepsut. Décadas después, Tutmosis I habría sido trasladado a KV 38 por Tutmosis III. La segunda tumba en el valle habría sido KV 60, preparada para la nodriza de Hatshepsut, la dama Sitra, también descubierta y excavada por Howard Carter (1903), que localizó dos momias femeninas, una perteneciente a Sitra y otra sin identificar, hasta que en 2007 se realizó el Proyecto de Momias Egipcias dirigido por Z. Hawass. El resultado del estudio anunció que un molar encontrado en una caja con el nombre de Hatshepsut pertenecía a dicha momia femenina. El cuerpo de la reina habría sido trasladado a la tumba de su nodriza en algún momento, ya fuera durante los cambios ordenador por Tutmosis III o bien durante la Dinastía XXI, lo que explicaría la presencia de parte del ajuar funerario de Hatshepsut en la célebre cachette DB 320.

La figura de Hatshepsut martilleada en un ejemplo de damnatio memoriae en Karnak.

A su muerte, Hatshepsut fue respetada por Tutmosis III como figura regia durante unos veinte años, al término de los cuales parece haber comenzado la eliminación de sus testimonios como Rey del Alto y el Bajo Egipto (damnatio memoriae). La complejidad de esta cuestión nos impide desarrollarla aquí, pero cabe mencionar que este proceso no fue total, pues hay muchos elementos que fueron respetados o no estaban al alcance del cincel; tampoco habría estado impregnada de saña personal, ya que las inscripciones donde aparece como Gran Esposa Real no recibieron daño. Esto parece señalar que más que actuar contra su persona, se pretendía borrar su papel como rey femenino.

Década a década, los estudios de los grandes egiptólogos modernos nos aportan nueva información sobre la figura de Hatshepsut. Su huella fue tan profunda que no hubo cincel capaz de picotear el enorme conjunto de su legado. Su recuerdo sigue vivo y su memoria ha de seguir inspirándonos a través de las generaciones por su capacidad de liderazgo y su visión política, la devoción a sus dioses, su aportación a la historia del arte y a la arquitectura, así como el hecho de haber sido un referente indiscutible en el devenir político-histórico de la mujer.

 

 

Artículo de Naty Sánchez publicado en BIAE 86-87, pp. 15-21. 

Descargar pdf:  BIAE 86-87

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