El perfume en el Antiguo Egipto
Por Rosa Pujol
12 enero, 2004
Modificación: 10 junio, 2020
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Las marcas o nombres de los aromas

El nombre que se les daba era el del principal ingrediente, o el del lugar de su procedencia. Citamos aquí lo que sería el equivalente a nuestras actuales “marcas” de perfume. Los aceites perfumados son lo más parecido a nuestros perfumes actuales, por tener una presentación más o menos líquida, utilizarse en pequeñas cantidades y almacenarse en pequeños frascos o viales de alabastro o cristal.

Estos preciosos recipientes fueron originarios de Egipto, ya que allí se producían los perfumes más famosos del mundo antiguo y era donde se necesitaban. Eran de cristal con delicados colores, entre los cuales destaca el amarillo, muy difícil de obtener. En la actualidad, en Egipto se siguen fabricando frascos de perfume realmente delicados, aunque de aspecto árabe y por lo tanto, totalmente diferentes de los faraónicos.

El egipcio

Era un perfume fuerte y duradero en el que predominaban el olor de la canela y la mirra. Como casi todos los perfumes caros era incoloro. El que tenía 8 años de antigüedad era mucho más apreciado que el reciente. No se sabe si este perfume se fabricaba siempre en Egipto, pero en el S IV aún se vendía en Atenas.

El mendesiano

Originario de Mendes, en el Delta. Es un perfume fuerte de aceite de balanos, mirra, casia, resina y a veces, algo de canela. Es bastante parecido al Egipcio.

Metopion (Perfume de Gálbano)

Consta de Gálbano y aceite de almendras amargas. Era intenso y fue adoptado por los fenicios

Susinum (Perfume de Lirio)

Este fue el nombre dado por Dioscórides al perfume cuyo principal ingrediente es el lirio. Han llegado a nuestros días dos recetas, la de Plinio y la de Dioscórides. En dos relieves de la dinastía XXVI aparece el prensado de los lirios. Este perfume era el más líquido de los aceites perfumados, y su perfume era apropiado para hombres.

Irinum

Este constaba solamente de aceite base mezclado con flores de iris maceradas. También hay dos versiones de la fórmula, pero Dioscórides opina que la mejor es la que solo huele a iris, sin más ingredientes que molesten su aroma. Solían teñirlo de rojo con alkanna tinctoria (tres años después de su recolección) Este perfume ganaba con el tiempo y al parecer su mejor momento era a los 20 años de fabricado.

Cyprinum (Perfume de henna)

A base de aceite de oliva verde, cardamomo, acoro aromático, henna, aspálato y madera. Había tres fórmulas la de Teofrasto, la de Plinio y la de Dioscórides. Era verdoso y podía durar 4 años sin estropearse.

Estos eran los más famosos, pero había otros como el Megaleion, el Cinamomium (canela) el Mirtinum (mirto), el Rhodinon (Rosa) y el de Salvia

Entre los perfumes sólidos, es decir con grasa como vehículo, destacaron el Amarakinon y el Sampsuchinon, ambos con mejorana u orégano. Normalmente la grasa usada era la de buey, que se derrite a los 37ºC. La grasa de oca, también era usada, pero se derretía más fácilmente y solo era posible utilizarla en invierno.

Conos de perfume

Todos hemos visto en infinidad de representaciones de fiestas y banquetes como los egipcios llevaban en lo alto de la cabeza lo que denominamos cons de perfume. Lo usaban tanto los hombres como las mujeres. Los textos también nos hablan de estos conos, y una canción de arpista dice “Coloca resina antyw sobre tu cabeza”.

Estos conos estaban hechos de grasa de buey impregnada de diversos perfumes. De todos modos, no parece probable que el único ingrediente fuera la resina antyw, es decir, mirra, ya que en estado natural tiene muy poco aroma, y si le extraían el aceite, el producto sería líquido y no apto para fabricar conos. Por lo tanto la grasa debía estar perfumada con otras fragancias, además de la mirra. Pero ellos empleaban la palabra antyw de manera simbólica al estar considerada la mirra como la fragancia más exquisita que se pudiera imaginar.

A esta grasa animal quizás se le añadiera cera de abejas, que previamente había sido saturada en perfume. Observaremos que estos conos tienen un color más amarillento o anaranjado en la cúspide. Esto puede tratarse de una simple sedimentación del perfume en la grasa. No olvidemos que se fabricaban en moldes y que se desmoldaban como hoy en día hacemos con un flan. Por tanto, la sedimentación quedaría en la parte alta al invertir el producto, y la evaporación del aroma sería más fácil.

Los artistas egipcios, tan minuciosos en sus detalles nos muestran esa sustancia amarillenta derritiéndose por los laterales de los conos, y a veces empapando y manchando las sutiles vestiduras de los asistentes a las fiestas. Efectivamente estos conos estaban pensados para que la grasa se derritiera, ya que empleaban mezclas que se derretían a los 37ªC, es decir, el mero contacto con el cuerpo, o simplemente a la temperatura ambiente de Egipto, sería suficiente para que los conos se derritieran.

Hemos visto alguna representación en la que los conos ya no tienen esa forma tan puntiaguda, sino que son más planos, casi como una boina, lo cual nos indica que la fiesta ya estaba muy avanzada.

Al parecer el sistema de que la grasa perfumada les cayera por el cuerpo y las ropas no sólo no les molestaba, sino que para ellos era importante la hidratación de la piel que les proporcionaba la grasa, y también el que sus vestidos conservaran un buen aroma, aunque por ello tuvieran que mancharse.

El hecho de que un personaje apareciera con las ropas manchadas de perfume era un signo de riqueza.

Estos conos eran utilizados tanto por hombres como por mujeres, y su uso alcanzó su momento álgido a partir del Reino Nuevo.

Cremas de belleza

No cabe duda de que el perfume era un lujo que la clase trabajadora no podía permitirse, y debían conformarse con alguna crema corporal perfumada con balanites, o un cono de perfume en circunstancias muy especiales. La única forma de perfume a la que tenían acceso eran las propias flores y hierbas en estado natural que podían macerar en aceite o grasa de manera casera. Como contrapartida a la austeridad de la población, se sabe que Cleopatra gastó en una ocasión 400 denarios en ungüentos tan sólo para suavizar y perfumar sus manos.

El caso de los ungüentos era diferente, ya que les eran necesarios para que su piel no sufriera los efectos de la sequedad ambiental. Pero estas pomadas normalmente no estaban perfumadas y sus usuarios debían tolerar el olor a rancio que sin duda despedían las grasas. Para estas cremas meramente hidratantes utilizaban el aceite de sésamo (neheh) y el mal llamado aceite de castor.

Y digo mal llamado porque la mayoria de los autores traducen del inglés castor oil sin pararse a pensar que no parece muy probable que tales animalitos vivieran en Egipto. El nombre latino del castor oil es Ricinus Comunis. La traducción al castellano es más que evidente. Se trata de aceite de ricino, concretamente de las bayas, y que hoy en día se sigue utilizando en las pomadas para las escoceduras de los bebés. Aunque le sigan llamando aceite de castor.

También las grasas animales tendrían su lugar para suavizar las epidermis de los trabajadores tras largas horas de exposición al sol. Estos ungüentos básicos fueron utilizados como medio de salario, junto con el grano, la cerveza, o las piezas de tela. Entre los aceites más comunes estaban el llamado segenen (ungüento o aceite) que igual valía para el cuerpo y para las mechas de las lámparas. También usaron el aceite de moringa, que era mucho más apreciado que el de sésamo, pero que no estaba al alcance de la gente del pueblo.

Todos hemos oido hablar de la primera huelga de la que se tiene noticia y que se produjo en época de Ramsés III, cuando el gobierno se retrasó en el pago de estas materias básicas, provocando la protesta de los artesanos de Deir el Medina, quienes dependían exclusivamente de estas raciones para su supervivencia, puesto que en la aldea no se cultivaba la tierra, y los hombres estaban empleados en la decoración de las tumbas reales.

«…Estamos aquí a causa del hambre y la sed. No hay vestidos, ni ungüentos, ni pescados, ni verduras. Contádselo al faraón nuestro buen señor y contádselo al visir nuestro superior para que nos sean enviados alimentos…».

Los obreros, entonces, decidieron dejar de trabajar hasta conseguir el compromiso de los gobernantes de que se les pagaría todo lo que se les debía. Todo ello quedó reflejado en multitud de ostraca y sobre todo en el Papiro de la Huelga, conservado en el Museo Egipcio de Turin.

Esto no hace sino poner de manifiesto la gran importancia que tenía el cuidado de la piel para los egipcios, quienes, además de una mera hidratación de la piel, también contaban con auténticas cremas de belleza que podrían compararse a las de hoy en día. Veamos si no unos ejemplos.

En un enterramiento de princesas de la Din. XVIII se encontraron unas vasijas que contuvieron algo parecido a una crema limpiadora. EL análisis posterior reveló que se trataba de una composición de aceite y tierra caliza, posiblemente yeso. El yeso y la arcilla son elementos que aún se usan en la cosmética moderna por su efecto suavemente abrasivo y purificante de la piel.

También contaban con cremas “reafirmantes” compuestas de natrón rojo, sal del norte y miel. Algunos autores hablan de un cuarto componente que sería el polvo de calcita o alabastro.

Y estas cremas se completarían con la crema “antiarrugas” cuya fórmula sería resina de incienso, cera y aceite de balanites molido y mezclado con el jugo fermentado del junco. Esta mezcla debía aplicarse en la cara cada día. Encontramos hasta cinco fórmulas de crema antiarrugas, aunque no siempre podemos conocer todos los ingredientes, que ciertamente, son muy curiosos, como por ejemplo:

  • aceite
  • goma
  • polvo de huevo de avestruz
  • bedet (una variedad de trigo)
  • y bilis de buey

Otra receta habla de un agua llamada kebu, polvo de calcita, goma y frita verde, todo ello hecho una bola y empapado en leche de mujer…Como verán las recetas no pueden ser más sorprendentes.

El que hayan aparecido estas fórmulas nos demuestra igualmente la preocupación que sentían los egipcios por mantenerse jóvenes de aspecto. Realmente esto no debiera haberles preocupado demasiado, visto la corta esperanza de vida que tenían, que no iba más allá de los cuarenta años. Pero incluso a esa edad tan joven, la piel podía presentar un aspecto maltratado debido a la agresividad del clima.

No dejaremos de nombrar a la más caprichosa de las reinas egipcias, Cleopatra, de quien se dice que se bañaba en leche. Si esto es verdad, las proteinas grasas de la leche debieron hacer maravillas en su piel.

Higiene corporal – El jabón

Sabemos que los egipcios eran un pueblo limpio. No sólo tenían el agua a su disposición, tanto en el río como en los canales, sino que el clima invitaba a refrescarse, y por tanto a bañarse. Ellos consideraban la limpieza como sinónimo de bienestar. Vemos como la esposa del Cuento de los Dos Hermanos espera a su esposo para verter agua sobre sus manos cuando regrese a casa y con ello proporcionarle el bienestar de la limpieza.

Para lavarse el cuerpo utilizaban algo que denominaron (s)wabw (Hacer puro) que consistía en grasa, natrón y cenizas. Esto no debía hacer espuma, pero quitaría la suciedad. Forbes asegura que no hay pruebas de jabón cosmético en el Antiguo Egipto, aunque sí que dispusieron de los elementos para fabricarlo como son el natrón, la arcilla y los altramuces remojados en agua de lluvia.

Quizás lo más común para el grueso de la población fuera que simplemente se sumergieran en el río y se frotaran con barro. No obstante, Dioscórides asegura que los egipcios tenían una palabra para designar a la Saponaria Oficinalis que era Oeno. Y si tenían una palabra debían conocer la planta. Esta planta tiene propiedades detergentes en estado natural, pero no hay constancia de que la llegaran a utilizar para el lavado corporal, aunque sí la utilizaron en época tardía para lavar la lana y para el cuidado del cabello. Remojando las raíces secas de la saponaria en agua caliente se obtiene una mezcla espumosa con poder detergente.

Hombres y mujeres se deshacían de vello superfluo por motivos higiénicos y para prevenir que piojos y liendres anidasen en sus cabezas. Ni que decir tiene que los sacerdotes no podían traspasar la puerta del templo si no estaban limpios y rasurados totalmente. Se conoce alguna fórmula de crema depilatoria, pero lo más comúnmente utilizado para este fin eran las cuchillas de sílex, y más tarde de hierro.

Una vez limpios, podían combatir el mal olor corporal colocando bolitas de resina de incienso y de terebinto en las axilas, o bien polvo de algarroba, que, como dijimos anteriormente no huele a nada, pero tiene la cualidad de absorber otros olores, buenos o malos.

Como enjuague para la boca usaban natrón diluído en agua, y para combatir el mal aliento masticaban distintas sustancias aromáticas.

Desodorantes domésticos

Ya hemos dicho que los egipcios amaban los perfumes. En un clima tan caluroso como el de Egipto, el ambiente de dormitorios, etc. seguramente sería sofocante. Ellos quemaban toda suerte de hierbas y aceites aromáticos para perfumar y fumigar sus casas. Esto no haría que tuvieran falta de oxígeno pues las casas estaban abiertas hacia el interior, y en cambio, el humo podía ser útil para alejar molestos insectos voladores que entraban y salían con total libertad. En el Papiro Ebers se mencionan remedios para combatir las picaduras de moscas y mosquitos. Las moscas no les picaban si estaban embadurnados de grasa de pájaro hnw y los mosquitos tampoco los atacarían si se aplicaban aceite de moringa en la piel.

Por otra parte, insectos de suelo y roedores eran una pesadilla para los egipcios, en cuyas casas se almacenaba grano, y comida puesta a secar. Para combatir a los más dañinos que eran los roedores, ellos frotaban con grasa de gato los sacos que contenían el trigo, y los rincones de la casa. Esto se suponía que alejaba a los ratones. Pero para reforzar el remedio en las casas solía haber gatos. Y esto si era eficaz realmente.

También en el papiro Ebers encontramos curiosas recetas para mantener a las serpientes en su nido e impedirles salir, y para alejar a los lagartos.

En cuanto a las necesidades fisiológicas, Herodoto ya decía que:

“los egipcios hacen sus necesidades en casa, pero comen fuera, en las calles, alegando, al respecto, que las necesidades poco decorosas –pero ineludibles- hay que hacerlas a solas, y a la luz pública las que no lo son”

Esto nos da idea de que en algunas casas existían aseos y dispositivos para la evacuación de las necesidades fisiológicas. Todo esto tendría cabida en otra lección, pero lo he querido mencionar para dar cuenta de que debían tener cuidado y perfumar el ambiente de sus hogares.

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