Egipto, un país donde el gobernante controlaba inmensas extensiones de tierra, oficiaba innumerables ceremonias oficiales y se comunicaba personalmente con los jefes de estados extranjeros. Cientos de funcionarios administraron las haciendas reales, y miles de familias trabajaron sus tierras (Brier and Hobbs, 2008, p.76). En palacio vivía la alta nobleza cortesana, el harén y los oficiales de palacio (para que la vida del rey fuese cómoda): reina, familia real, dama del harén, músicos y bailarinas. El harén real, formaba parte del palacio real y tenía su propia administración, gobernada por un supervisor que dirigía tanto a los escribas, como a los asistentes que atendían las necesidades de las mujeres; además de un grupo de porteros que se encargaban de su gestión (Brier and Hobbs, 2008, p.77). El harén en Egipto se aleja de aquellos lugares donde las mujeres residían en habitaciones ricamente decoradas, acompañadas de eunucos y encerradas sin posibilidad de salir; esa exoticidad del Mundo Oriental como legendaria imagen del opulento serrallo otomano (Barros 2019, p 75). El término harén fue utilizado por primera vez en egiptología por un erudito inventivo, Théodule C. Devéria (1831-1871) (Bělohoubková, 2022, p.9). Se argumenta que el uso de la problemática palabra harén en la historiografía del antiguo Egipto es el resultado de la tendencia a conectar el Antiguo Egipto con el estatus de las mujeres árabes en el siglo XIX (Bělohoubková, 2022, p.15). Aunque el harén real de los faraones ciertamente existió, su función fue un lugar muy diferente al serrallo de clase alta (Tyldesley,1995, p.179). Como términos más o menos completos para estos grupos de personas, instituciones y localidades, se utilizó jpt desde la 1a dinastía en adelante y, estrechamente relacionado con ella, ḫnr (t) del Reino Antiguo; en el Reino Nuevo, también se utilizó pr ḫnrt. Estos términos generalmente se traducen como «harén» y son evidentes especialmente en títulos y documentos administrativos. Los compuestos jpt nswt y raramente ḫnrt (n) nswt, comúnmente traducidos como » harén real», se atestiguan por primera vez en las dinastías III y IV.
En este somero trabajo de investigación se analiza la evolución, palacios y personas que habitaban el harén y poner algo más en valor, si cabe, la ocupación de la mujer y los niños dentro del palacio, que a veces casi siempre han estado de lado frente a la figura masculina.
Evolución del harén egipcio
Las primeras pruebas directas para un séquito de mujeres ‘pertenecientes’ al monarca son proporcionadas por los entierros subsidiarios que están asociados con las tumbas reales de la dinastía Tinnita en Abydos. Estas tumbas fueron asignadas a hombres y mujeres que habían estado estrechamente vinculados al rey en calidad personal y subordinada, en lugar de a altos funcionarios judiciales y ministros. Noventa y siete estelas privadas han sobrevivido de los entierros secundarios de Djer, y es sorprendente que setenta y seis (78%) de estas tumbas fueran ocupadas por mujeres. Muchas de estas mujeres habían sido enterradas con bienes funerarios de alta calidad que sugerían que habían sido personas de cierta importancia (Tyldesley, 1995, pp.179-180).
En la actualidad la mayoría de los análisis arqueológicos y filológicos coinciden en que durante el Reino Antiguo y Medio no existieron, ni harenes, ni concubinas. Las anteriormente denominadas concubinas u ornamentos reales han pasado a considerarse mujeres que realizaron funciones específicas en la corte del rey e, incluso, evidenciaron estos títulos de forma honorífica, que, en muchos casos, estaban directamente relacionados con la música y la danza (Gugel, 2005, p.8). Varios funcionarios masculinos han sido identificados como “Supervisor del Harén”; como esta identificación se basa únicamente en la interpretación de la palabra ipt puede ser incorrecta. De manera similar, las damas de la corte real que llevaban títulos vagos y no explícitos como «ornamento real» han sido interpretadas convencionalmente como concubinas reales. Sin embargo, esta es una traducción que refleja de nuevo las preocupaciones de los primeros egiptólogos. Ahora está claro que los «Únicos Adornos Reales» eran eminentemente respetables damas del Primer Período Intermedio que a menudo también eran sacerdotisas de Hathor (Tyldesley, 1995, p.179). En el Reino Antiguo, se representan como parte de la procesión fúnebre. La institución de ḫnr estaba relacionada con lo funerario pr ḏt, y desde la dinastía VI también se asoció con el culto a la diosa Hathor. Esto se puede observar en escenas de tumbas privadas que tratan el tema de la invocación de Hathor. Parece ser que desde el Reino Antiguo los ḫnr eran responsables de participar en tres tipos de rituales: a.- las del culto de las diosas y dioses; b. – rituales funerarios, cuando formaban parte de los bienes funerarios y c.- ceremonias reales (Bělohoubková, 2022, P.4).
Pruebas más directas de la existencia del harén real del Reino Medio proviene de Papiro Boulaq 18 de la dinastía XIII. Gracias a este documento sabemos que la comitiva personal del rey estaba compuesta por ocho o trece funcionarios de la corte masculina, más la familia real (una reina, un príncipe, tres hijas del rey y nueve hermanas del rey), junto con la «casa de las enfermeras»: diecinueve enfermeras y grupos asociados de niños. Todas estas damas residían en alojamientos bastante básicos dentro de la residencia real, generalmente ocupando una gran suite de habitaciones construidas alrededor de un patio cerca de los cuartos privados del rey (Tyldesley, 1995, p.180). El estudio de este papiro ha llevado a S. Quirke a establecer tres secciones en los trabajos del palacio: el kȝp interior, las habitaciones oficiales, ḫnti, y el área de servicios generales, šnʿ. Su conclusión es que el ipt nswt consistió en las habitaciones reales privadas y que el kȝp fue el área donde se reunían los hijos reales y los hijos de oficiales protegidos (Gugel, 2015, p.20).
Durante el Reino Medio, en Deir el-Bahari, Mentuhotep II construyó una impresionante tumba templo e incorporó dentro de ella tumbas y capillas para al menos ocho mujeres. Varias de estas mujeres eran sacerdotisas de Hathor con una relación especial con el rey Mentuhotep. En al menos una inscripción, se llama a sí mismo «El Dios viviente» y, por lo tanto, se supondría que tenía esposas/sacerdotisas, de la misma manera que lo hicieron otros dioses. No hay evidencia documental de que alguna de estas mujeres estuviera asociada con las dos instituciones generalmente ligadas al «harén», el de ipt-nsw o ḫnr (Graves-Brown, 2010, p.135).
El caso del Reino Nuevo es más complejo pues, como consecuencia de los matrimonios diplomáticos llevados a cabo por algunos monarcas, surgió una institución asociada al palacio real que sería lo más parecido a un harén, en el sentido clásico del término. Durante el Reino Nuevo el ḫnr se había convertido en una institución administrativa relacionada con las mujeres de la realeza; formaba parte de los palacios del faraón y era una importante institución administrativa, sustentada con sus propios impuestos (Parra, 2015, p.163). A comienzos del Reino Nuevo, el harén real se había expandido para abarcar una gama mucho más amplia de mujeres, incluidas numerosas concubinas y esposas secundarias de origen extranjero. Los matrimonios reales polígamos siempre habían sido aceptables en Egipto, pero durante el Reino Nuevo, tal vez debido a una mayor influencia extranjera, hubo un claro aumento en el número de novias reales, con un aumento correspondiente en el número de hijos reales (Tyldesley, 1995, p.181). En el contexto de los textos administrativos, parece que jpt nswt como término para una unidad administrativa fue reemplazado por (pr) ḫnrt en el Reino Nuevo y luego se usa principalmente en títulos. El aumento obvio en las fuentes para los funcionarios administrativos, incluida la gama de títulos, indica la expansión del harén real desde la dinastía XVIII en adelante; sin embargo, hay pocos registros después de la dinastía XX (Roth, 2012, p.2).
La sexualidad en el harén
La importancia del harén real estaba mucho más allá del alcance de controlar la actividad sexual del gobernante y su resultado. Comparable con la corte real, que puede definirse como la «casa extendida» del monarca, el harén real desempeñó un papel importante como la «familia y hogar extendidos» del gobernante como institución local, social, económica y gobernante (para la corte) (Roth, 2012, p.9). La sexualidad en el antiguo Egipto era considerada sólo otro aspecto de la vida en la tierra. No había tabúes sobre el sexo y ningún estigma asociado a ningún aspecto de él, excepto la infidelidad y, entre las clases bajas, el incesto. En ambos casos, el estigma era mucho más grave para una mujer que para un hombre porque la línea de sangre pasaba a través de la mujer (Mark, 2016). Se supone que la monogamia en serie era la norma en el Egipto faraónico, después de la muerte o el divorcio. La poliginia cae en la categoría dificultosa como de una práctica contra la cual no hay evidencia, pero que en realidad no está documentado de manera clara. (Eyre, 2007, p.241)
La mujer en el harén egipcio y su importancia
Además de la imprescindible “Gran Esposa Real”, la presencia de otras esposas del rey y de mujeres en la corte es habitual; no estaban recluidas en unas habitaciones específicas sin contacto con el mundo exterior, ni más compañía masculina que la de un grupo de eunucos. Parece que las mujeres de la Residencia (la corte) podían dividirse en tres grupos. El primero incluía a las que formaban parte de la familia real al descender de un “Hijo del Rey”, que en muchas ocasiones era un título honorífico; lógicamente, este grado de intimidad implicaba la realización de tareas concretas para el rey o la reina. El segundo grupo estaba compuesto por las damas de compañía de la reina, su séquito, el cual también utilizaba en ocasiones el rey. El tercer grupo lo constituían las esposas de los funcionarios de la corte, que no ejercían ninguna labor en ella, y muchas de las cuales, además, vivían en provincias (Parra, 2016, p.160). Las madres reales no tenían el rango más alto entre las mujeres en la corte, como se ve en los casos de los jóvenes Tutmosis III y Siptah, para quienes las reinas viudas Hatshepsut y Tauseret funcionaron respectivamente como regentes. Las madres de estos reyes, atestiguadas en fuentes en posiciones marginales, pueden considerarse esposas subsidiarias. Aunque las mujeres de la familia real son, por definición, las miembros más importantes del harén real, hay relativamente pocas fuentes que indican una conexión directa entre ellos y las instituciones identificadas como harenes, jpt nswt y (pr) ḫnr (t). La inscripción en una estela de Piankhy enumera a los consortes reales antes del jpt nswt, las «mujeres del jpt real «, quienes, por su parte, ocupan un lugar más alto que las hijas y hermanas reales (Roth, 2012, pp.3-4).
Algunas escenas muestran al rey en contacto íntimo con sus esposas o «mujeres harenes», aunque hay que tener en cuenta que es probable que estos tengan un significado principalmente ritual relacionado con la regeneración y reencarnación del rey. Por ejemplo, Sahura y Mentuhotep II se representan abrazando a sus esposas en el contexto de sus templos funerarios. En una escena dentro de la Puerta Alta de Medinet Habu (Fig. 1 y Fig. 2), se muestra a Ramsés III siendo atendido por chicas jóvenes y entretenido con juegos (Roth, 2012, p.6).
Fig. 1. Escena de Ramsés III y una mujer del harén en una escena en el Portal Alto del recinto de Medinet Habu. Migdol. Foto tomada con objetivo de largo alcance por Montero, MJ., 2021
Fig. 2. Ramsés III juega al senet con una mujer del harén e intercambia caricias con otra. Escena en el Portal Alto- Migdol del recinto de Medinet Habu (The Epigraphic Survey, 1970, p. 138).
Muy a menudo es difícil distinguir entre mujeres reales, excepto por sus títulos, y no fue hasta la dinastía XII que el título de «Esposa Principal del Rey» (hmt-nswt wrt) está atestiguado. Otras esposas fueron simplemente conocidas como «Esposa del Rey». Las principales esposas podrían ser hijas de reyes extranjeros, plebeyos egipcios o incluso hermanas o hijas del rey. Algunas llevaban el título de «Esposa Principal del Rey» y también tenían el título de «Madre del Rey». La madre de un rey solo asumió su estatus en la adhesión de sus hijos y a veces esto significaba que una dama previamente no real podía ser elevada a la primera posición de dama (Graves-Brown, 2010, p.130). Su nombre e imagen estaban vinculados con los del rey en los registros oficiales, ella era la madre de la familia nuclear real y eran sus hijos los que heredarían legítimamente el trono. Las esposas y amantes secundarias desempeñaron un papel mucho más periférico en la vida judicial; aunque su presencia se sumó al prestigio del monarca y, debemos asumir que le proporcionó una distracción interesante, sólo se volvieron importantes en momentos de crisis nacional cuando la consorte era incapaz de proporcionar al rey un hijo y heredero adecuados. Desafortunadamente, no tenemos idea de cómo se seleccionó a la reina principal, aunque está claro que, como regla general, el honor fue más a menudo para las damas de nacimiento real. De hecho, al menos durante la dinastía XVIII, la reina era a menudo una hermana completa o media del rey. Sin embargo, fue elegida, la ‘Gran Consorte Real’ o ‘Esposa del Gran Rey’, la mujer más importante en residir dentro del harén real. Dado que el faraón fue aceptado como un dios viviente, no es de extrañar que el papel de la reina-consorte se identificara muy estrechamente con varias diosas, principalmente Hathor y Maat, dando a entender un origen divino para la propia reina y ofreciendo un vínculo adicional entre los aspectos seculares y sagrados de la monarquía (Tyldesley, 1995, p.183).
Los niños del harén
Los niños reales se alojaban en una sección separada del palacio aparte de los adultos y eran criados por tutores, llamados nodrizas reales, que generalmente eran mujeres parientes de la madre del niño o de un funcionario gubernamental importante, como el visir (Brier and Hoobs, 2008, p.77). Se educaban en la corte real, por tanto, también, los niños no reales favorecidos de ambos sexos (Roth, 2012, p.2). Para un niño egipcio este era seguramente el lugar perfecto para crecer, resguardado de los peligros del exterior y con las mejores posibilidades de formación, ya que allí se educaba a los hijos del faraón (Medici, 2021). Los niños reales del Reino Antiguo se conocen como h-rd n kȝp, ‘Hijos de la guardería’, y fueron educados por el personal de ipt. En la biografía de Weni, el jpt nswt es una parte del palacio o de los aposentos privados reales en los que residía la reina (dinastía VI). En el papiro Boulaq 18 de la dinastía XIII ilustra que el kȝp también estaba ubicado en los aposentos privados del palacio real (Roth, 2012, p.7). Durante la dinastía XVIII, numerosos oficiales de la corte del rey también fueron educados en el ipt (Graves-Brown, 2010, p.138). Hay pocas señales de que los reyes tengan un gran número de hijos hasta el reinado de Ramsés II, aunque uno esperaría que lo hubieran hecho si tuvieran varias esposas. De hecho, sabemos muy poco de la vida de los niños reales. La tumba de un príncipe de Rameside, Ramesses-nebweben (hijo de Ramses II), quien murió a los veinte años, fue encontrado cerca de Medinet Gurob, sugiriendo que los niños reales también residían allí (Bunson, 2002, p.338).
Vida en palacio
Cada recinto del palacio albergaba una tropa de guardias reales, un personal de cocina que incluía sirvientas, músicos y bailarines, jardineros, carpinteros y otros artesanos, jinetes e incluso cuidadores del zoológico para los animales exóticos que la mayoría de los faraones disfrutaban. Un personal diplomático separado de cientos de emisarios y escribas se ocupaba de los asuntos exteriores desde oficinas en una estructura separada dentro o cerca del complejo real (Brier and Hoobs, 2008, p.76).
El palacio se llamaba Per-aa o «Gran Casa». Pocos palacios han sobrevivido, ya que las casas fueron construidas con adobe, además, la mayoría de los gobernantes optaron por construirse nuevas residencias y, por lo tanto, a diferencia de los templos o tumbas, los palacios no se mantuvieron durante generaciones. Se han descubierto restos de palacios en Abydos, Qantir, Memphis, Malqata, Tebas y Tell el-Amarna y estos indican que la mayoría de los gobernantes tenían una residencia oficial principal en la capital, que incorporaba apartamentos privados y oficinas de la administración central (David, 2015, p.109). Dentro de la Residencia existían una serie de habitaciones de acceso restringido y destinado a que la familia real pudiera hacer su vida con cierta intimidad, se trata de las “estancias privadas del rey”, en egipcio ipt nswt. Sin duda ocupaban un espacio amplio del palacio, pues en su interior se encontraba el colegio/guardería que era el kȝp. Además, en ellas actuaba un colectivo de mujeres, el ḫnr, que cumplían funciones relacionadas con la música y los ritos hathóricos, hasta el punto de que, en ocasiones, estos harenes-palacios eran lugares de retiro para el soberano (Parra, 2015, p.160). El gran aumento en el número de mujeres reales y sus hogares asociados hizo logísticamente imposible que todo el harén viajara por todo el país con la corte. En su lugar, un selecto grupo de mujeres acompañó al rey y se construyeron palacios permanentes de harén para albergar a las damas sobrantes y sus séquitos. Estos palacios del harén eran independientes, tanto física como económicamente de la residencia real principal. El sitio arqueológico de Medinet Gurob (Fig. 3 y 4), situado cerca del pueblo de Kahun, es el mejor ejemplo sobreviviente de un palacio de harén de este tipo. Este asentamiento conocido en la antigüedad como Mer-Wer, fue fundado durante el reinado de Tutmosis III y permaneció en uso constante hasta el Reino Nuevo Tardío. Consistía en un grupo de edificios de ladrillo de barro contenidos dentro de una pared del recinto (Tyldesley, 1995, p.182). El palacio era muy grande (240 x 225 metros) e incorporaba dos secciones principales: estaban las salas de estado que incluían pasillos, patios y pórticos; y los apartamentos privados de la familia real. Sobre la antecámara de los aposentos reales había un amplio balcón conocido como la «Ventana de las Apariciones», decorado con oro, lapislázuli y malaquita; aquí, en grandes ocasiones de Estado, el rey y su familia se presentaron ante la gente que se reunía para saludarles o escucharlos (David, 2015, p.109). En el complejo se incluyó un bloque central de salas de estar y altos salones con pilares, varios almacenes estrechos e incluso un pequeño templo de ladrillo de barro, mientras que extensos cementerios estaban situados en las cercanas arenas del desierto. Aunque era principalmente el hogar de una comunidad de mujeres, sus hijos y sus sirvientes, los hombres no estaban de ninguna manera excluidos de Mer-Wer, y sabemos que al menos once administradores masculinos fueron asignados al palacio del harén a lo largo de su vida. Estos administradores estaban casados, por lo que no eran eunucos y no eran guardias, sino escribas y contadores encargados de la tarea de ayudar a controlar los considerables intereses comerciales de las mujeres reales. Como confirma el Papiro Wilbour en el Reino Nuevo, Mer-Wer rápidamente se convirtió en una importante institución financiera, propietaria de todas las tierras circundantes y sus cultivos y con derechos claros sobre el trabajo de los campesinos locales (Tyldesley, 1995, p.182). Una pequeña estatua de madera encontrada en excavaciones tiene el título de Lady Tiyi, jefa de tejedores. En el papiro Gurob III.1 una mujer supervisora del rey en la dinastía XIX afirma que le habían enviado personas extranjeras para aprender a tejer. De hecho, las espirales de husillo extrañas se registran en tumbas de Gurob y la lana tejida en Egipto puede sugerir la presencia de extranjeros. Quizás sea más difícil atribuir las cantidades de cerámica de elevado valor importada y encontrada en el sitio, que nos da a entender la presencia de extranjeros, ya que la cerámica de élite puede haber sido el resultado de comercio. Sin embargo, la gran cantidad de nombres étnicos respalda la idea de que la ciudad empleó a mujeres extranjeras (Graves-Brown, 2010, p. 139).
Fig.3. Reconstrucción en 3D del palacio de Medinet Gurob Fig. 4. Plano del palacio del harén de Medinet Gurob. Dinastía XVIII/XIX (Roth, 2012, p.8)
El Palacio Norte de Amarna presenta grandes similitudes con de Gurob en cuanto a su distribución y podría ser el harén de Akenatón. Las inscripciones sugieren que fue construido originalmente para Nefertiti o Kiya, pero luego fue tomado por Meritatón. El complejo de edificios amurallados es notable por sus pinturas naturalistas de animales, particularmente pájaros y plantas, y por sus jardines y estanques. Su disposición axial y la existencia de lo que parece ser una «Ventana de Apariciones» (una ventana desde la cual el rey podría ver rituales y distribuir recompensas) podría sugerir que es más probable que sea un palacio ceremonial que una casa de mujeres (Graves-Brown, 2010, p.138). Una escena en la tumba de Amarna de Ay (Fig.5)) contiene imágenes de lo que Davies cree que es el harén, ocupado por mujeres dedicadas a la música y la danza (Roth, 2012, p.5). Muestra un edificio donde hay una habitación con columnas y dos habitaciones más pequeñas fuera de la sala principal. En la habitación más pequeña están colgados instrumentos musicales, mientras que las salas más grandes muestran mujeres tocar instrumentos. En una habitación, una mujer come mientras que otra arregla el cabello de una tercera. No está claro si estas son las habitaciones de las mujeres reales u otras mujeres del palacio. La concentración de instrumentos musicales sugiere que esta puede ser la residencia del ḫnr. Se afirma que algunas de estas mujeres tienen peinados extranjeros, lo que sugiere que no son egipcias (Backhouse, 2020, p.75)
Fig. 5. Mujeres en el Palacio Real de Amarna. Dibujo del relieve en la tumba de Ay en Amarna (Roth, 2012, p.5.)
Malqata (Fig. 6 y 7) situado en la orilla occidental del Nilo, al sur de Tebas fue erigido por Amenhotep III. El nombre original del sitio podría haber sido Djarukha, “el placer de la tarde”. Una ciudad real en miniatura, fundada como parte del primer festival Heb-Sed de Amenhotep III, en conmemoración de su trigésimo año de reinado. Varios complejos del palacio componían el sitio, con edificios administrativos, revistas, cocinas y un templo de Amón. Construyó allí un palacio para su harén (Bunson, 2002, p.225) con un total de ocho suites, cada una compuesta por una antecámara con dos columnas y una sala con columnas con tres salas interiores, flanqueaban la sala de audiencias y existían baños en estas habitaciones (Sáez, 2019, p.101).
Fig.6. Plano del palacio de Malqata (Roth, 2012, p. 9).
Fig. 7. Vista del palacio de Malqata. Foto tomada por Montero, MJ., 2021
Escenas sobre la vida en el harén que han llegado hasta nosotros son las de Ramsés III, que encontramos a la entrada de su templo palacio de Medinet Habu (Fig 1 y Fig.2). En ellas se ve al faraón en actitud cariñosa y jugando al senet con mujeres jóvenes que se han interpretado como sus hijas, aunque posiblemente sean en realidad damas del harén (Parra, 2015, p.165).
Princesas extranjeras en Egipto
En el Reino Nuevo, un gran número de mujeres fueron enviadas a los reyes de Egipto por reyes extranjeros como novias diplomáticas. El matrimonio con la hija de un monarca vecino aseguró que los dos reyes se convirtieran en aliados, y por lo tanto amigos, fortaleciendo uniones y reduciendo las posibilidades de conflicto. En consecuencia, aunque durante los Reinos Antiguo y Medio se desconocían los matrimonios diplomáticos reales, desde la época de Tutmosis IV en adelante había un lento goteo de princesas extranjeras que entraban en Egipto para casarse con el rey (Tyldesley, 1995, p.181). En general, no sabemos si estas damas tuvieron todas relaciones sexuales con el rey, ya que generalmente residían en instituciones separadas o fueran residentes en la corte. Estas mujeres actuaron como activos valiosos en la diplomacia. Parece más probable que algunas fueron enviadas a las instituciones de mujeres como Mer-Wer (Graves-Brown, 2010, p.141). Las cartas de Amarna contienen una serie de documentos sobre matrimonios reales arreglados para hacer alianzas entre los reyes del Cercano Oriente. Las negociaciones fueron largas y la novia sería enviada con una dote considerable, mostrando la riqueza de su reino natal, mientras que el novio presentaría un gran precio por la novia. Los reyes egipcios vieron los matrimonios con novias extranjeras como una forma de mostrar su propia superioridad, mientras que los reyes extranjeros se vieron a sí mismos ganando ventaja como el suegro de la novia (Graves-Brown, 2010, p.141).
Tutmosis III, además de con Satiah, Nebetu y Mereytre, estuvo casado con tres esposas menores de nombres extranjeros (Manuwai, Manhata y Maruta) que fueron enterradas en una tumba en Luxor. Amenhotep III estuvo casado con tres esposas extranjeras a la vez que con la reina Tiya. Akhenaton, casado con Nefertiti y Kiya, también lo estuvo con tres princesas de Mitanni. Rameses II tuvo un elevado número de esposas (Gugel, 2005, p.21).
Gilukhepa, una princesa del Reino Asiático de Mitanni fue enviada por su padre para casarse con el rey Amenhotep III. Su acuerdo matrimonial fue objeto de una larga correspondencia diplomática que se conservó fortuitamente en tabletas de arcilla en los archivos del estado de Amarna. Varios años más tarde comenzó a negociar por la mano de Tadukhepa, otra princesa de Mitanni, la hija del rey Tusrrata y la sobrina de Gilukhepa (Tyldesley, 1995, p.181).
Ramsés II se casó con una primera princesa hitita, le dieron un nombre egipcio, Maathorneferure, y se convirtió en la «esposa principal del rey». Ninguna otra princesa extranjera alcanzó este rango (Graves-Brown 2010, p 141). Las hijas de los jefes extranjeros se pueden ver representadas en la tumba del cortesano Kheruef asistiendo al festival de Sed del rey y haciendo libaciones al rey (Fig. 8). Escenas similares ocurren en vasos de loza de Serebit el-Khadem (Graves-Brown, 2010, p.137).
Fig. 8. Princesas extranjeras representadas en la tumba de Kheruef. Assasif (Luxor). Foto tomada por Montero, MJ., 2012.
Sin embargo, a los reyes de Egipto no les gustaba usar a sus mujeres egipcias como peones en matrimonios tácticos con monarcas vecinos. Mientras que los reyes extranjeros que enviaban mujeres a Egipto esperaban que sus mujeres fueran tratadas como reinas, el rey egipcio, a veces, simplemente las agregó a su hogar. Cuando el rey de Babilonia, cuya hija estaba casada con Amenhotep III, pidió a una princesa egipcia para su propio harén, se le dijo con franqueza: «Desde los viejos tiempos, ninguna hija del rey egipcio ha sido dada a nadie». Por el contrario, no tenían absolutamente ninguna objeción en acoger a mujeres extranjeras en su propio hogar cuando se adaptaba a sus ambiciones diplomáticas. Se ha sugerido también que, dado que las hijas reales eran importantes en la legitimación, los reyes eran reacios a enviarlas, para que no permitiera que los gobernantes extranjeros tomaran el control de Egipto. Hay otra posible razón para que los reyes egipcios no cederían sus mujeres, los egipcios consideraban a las mujeres de tierras extranjeras como tributo (Graves-Brown, 2010, p.142).
Conspiración en palacio
El palacio del harén, que albergaba a esposas reales ambiciosas y a sus hijos aún más ambiciosos, siempre tuvo el potencial de convertirse en un foco de malestar civil e intriga política. La traición dentro de la casa real era un asunto muy serio que generalmente era silenciado por los funcionarios del gobierno, ya que contradecía la doctrina oficial de la realeza divina (Tyldesley, 1995, p.182). Al menos tres son las conspiraciones que conocemos nacidas en el harén de la Residencia. Tales tramas de mujeres reales son insinuadas en lugar de descritas explícitamente, tal vez porque admitirlas albergaría la ausencia de orden, y los reyes egipcios deseaban presentarse como maestros del orden. Bien podría ser que en realidad hubiera más tramas que las registradas (Graves-Brown, 2010, p.143).
El primer monarca egipcio en sufrir un ataque semejante fue Pepi I, ocurrió durante el gobierno de la dinastía VI del rey Pepi I. Gracias a la larga autobiografía tallada en la tumba-capilla del oficial Weni, sabemos que hubo un caso legal en el harén real contra la esposa real (la reina Weret-imtes), la “grande de afecto”. “Su Majestad hizo que procediera a escucharlo yo solo. Ni visir ni funcionario estaba presente aparte de mí mismo, porque yo era excelente, estaba enraizado en su corazón, y su corazón estaba lleno de mí. Yo solo con solo otro juez y boca de Nekhen lo puse por escrito, aunque solo tenía el rango de superintendente de los Khenty-she de la Gran Casa; nunca hubo nadie como yo escuchado los secretos del harén real y, sin embargo, su Majestad me dejó escucharlos” (Parra, 2015, p.166). No se nos habla del resultado de este juicio, aunque sabemos que Weni recibió ayuda real con el mobiliario de su tumba como recompensa por sus leales servicios al trono (Tyldesley, 1995, p.182).
La Instrucción del Reino Medio del Rey Amenemhat I relata la consternación de un rey aparentemente atacado por sus propios sirvientes, incluidas las mujeres: Como en las mejores historias de misterio, es el mismo asesinado quien nos cuenta los pormenores del magnicidio en un texto titulado las Enseñanzas de Amenemhat I a su hijo Senuseret I. La fecha elegida por los conjurados volvió a ser la de los treinta años de reinado, concretamente el séptimo día del tercer mes de la estación de Akhet (Parra, 2015, pp.166-167). Según dice Amenenhat I: “Fue después de que la cena y la noche habían caído. Estaba acostado en mi cama y descansando, porque estaba muy cansado. Cuando empecé a dormir, las mismas armas que deberían haber sido utilizadas para protegerme se volvieron contra mí. Si hubiera sido capaz de apoderarme de mi arma, habría golpeado a los cobardes de vuelta con una sola mano. Pero nadie es fuerte por la noche. Nadie puede luchar solo, y no se puede lograr ningún éxito sin un ayudante” (Tyldesley, 1995, p.182). Los expertos creían originalmente que esta pieza había sido compuesta por el propio rey tras un golpe fallido, pero ahora se cree que fue escrita por el escriba real Khety tras el asesinato de Amenemhat en su trigésimo año de reinado ((Tyldesley, 1995, p.188).
Sin embargo, la más famosa es la de Ramsés III. Lo sabemos porque ha sobrevivido el resumen de los veredictos del juicio contra los conspiradores (Kemp,1996, p.281). Involucró no solo a varios de las concubinas del faraón, sino también a dignatarios de palacio como coperos e inspectores y altos funcionarios como jefes de tesorería, un comandante de tropa de Kush, un general, así como varios sacerdotes, figuras militares y escribas de la Casa de la vida, entre otros (fueron castigados). Pero el núcleo de la conspiración fue la dama Tiyi, probablemente una esposa secundaria de Ramsés III y su hijo, el príncipe Pentaweret, con el jefe de un Departamento, Peibakkamen, desempeñando el papel de vínculo entre los conspiradores dentro y fuera del harén y llevando los mensajes de las damas involucradas a sus hermanos y madres. Los lazos de algunas familias prominentes con la familia real aparecen así claramente, con mujeres enviadas al harén como esposas o concubinas, mientras sus parientes masculinos ocupaban posiciones prominentes en el palacio y en la administración. La conspiración falló, ya que a Ramses III le sucedió su hijo Ramses IV (Moreno, 2013, pp.1039-1040).
Fig. 9. Vista de Medinet Habu, con el palacio en la zona sur. Foto tomada por Montero, MJ.
Conclusiones
Los harenes egipcios no es lo que nuestra imaginación nos lleva hacia los conocidos otomanos. Parece ser que eran unas instituciones importantes regidas por mujeres y que el rey se apoyaba en ellas para solventar muchos de sus deseos. Trabajaban en ella tanto hombres como mujeres al servicio de la corte femenina y de los niños reales e invitados. Los vestigios que nos pueden ayudar a saber más sobre esta institución son muy escasos, pinturas, relieves, juicios, papiros, planos de ciudades, pero nada que explique claramente cómo funcionaban los ḫhrt. Las ilustraciones presentan a la reina como una esposa obediente que proporciona apoyo leal pero totalmente pasivo a su marido. Como la reina observa a su marido mientras cumple con un deber real, casi siempre estática. La vida de las princesas, dispuestas a ser mujeres del rey, obedeciendo sus designios, no parece tan radiante, así como la de las princesas extranjeras utilizadas como moneda de cambio para mejorar las relaciones de los reyes egipcios y extranjeros, donde no parece, en ninguno de los dos casos, que hubiese existido el sentimiento amoroso. Posiblemente el harén egipcio hacía a la mujer de la corte más poderosa y con mayor libertad. Con poder para conspirar, aunque solo sabemos los fallidos, quien sabe si lograron su objetivo en los desconocidos.
Esperemos nuevos descubrimientos en breve de vestigios que nos revelen más conocimientos sobre esta interesantísima institución.
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Por Mª José Montero Fernández. Trabajo presentado en Formación permanente en Egiptología UAH- Marzo 2023