El aceite de cedro (cedri succus, cedrium) y el enema licuefactor del 2º método de embalsamamiento
Por Francisco Javier Gómez Torres
1 enero, 2004
Modificación: 29 mayo, 2020
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El mes de octubre del año pasado se hizo eco con un artículo controvertido que Nature publicó sobre los estudios y análisis realizados por unos científicos alemanes sobre una muestra, posiblemente brea, procedente de cedro. Los productos de este árbol habían sido hasta entonces prácticamente “proscritos” en la momificación egipcia por los egiptólogos, alegando que se trataba de enebro y no cedro. Los científicos alemanes han abierto nuevamente el debate, pretendiendo ahora destacar la presencia de productos procedente de esta última conífera.

La problemática a tratar debería ser ¿qué ha de entenderse por “aceite de cedro” en la Antigüedad? ¿aceite de cedro o aceite de enebro? ¿era realmente licuefactor el enema del 2º método de embalsamamiento?.

Heródoto nos dice respecto al 2º método de embalsamamiento: «De ese modo preparan a los cadáveres de la manera más lujosa, pero a los que quieren la intermedia y evitan el lujo los preparan así: (2) una vez que han llenado [las] jeringas de un aceite que se extrae del cedro, llenan el vientre del cadáver, sin haberlo abierto ni sacado el intestino y, tras inyectarle por el ano e impedir al líquido el retroceso, lo salan durante los días prescritos y en el último sacan del vientre el aceite de cedro que antes habían introducido. (3) Éste tiene tanto poder que consigue extraer el intestino y las vísceras disueltas. Las carnes las disuelve el natrón, y entonces queda del cadáver sólo la piel y los huesos. Y una vez que han hecho tales cosas, entregan así el cadáver, sin ocuparse de nada más.» Sin embargo, Diodoro Sículo menciona, en cambio, que el aceite de cedro se utilizaba en momificación para ungir.

Cada uno varía en el método de aplicación. Probablemente el enema licuefactor del 2º método poseyera alguna clase de ácido, responsable de la disolución visceral. Si se tratara de aceite de cedro, difícilmente podría haber sido también utilizado para ungir, pues podría haber dañado o corroído la piel de la momia. Por tanto, uno o ambos autores deben estar confundiéndose o haciendo referencia a sustancias distintas, pero posiblemente procedentes de una misma conífera, ¿el cedro?

Alfred Lucas, el egiptólogo químico, dio un giro decisivo en este tema cuando afirmó que los productos del cedro, mencionados por los escritores clásicos, procedían en realidad del enebro, una teoría que fue desde entonces ampliamente aceptada por los egiptólogos. Sin embargo, no parece aportar pruebas contundentes que lo secunden, ni siquiera –como han afirmado recientemente los científicos alemanes en el artículo de Nature– pudo verificarlo a través de los análisis químicos que él mismo y otros llevaron a cabo sobre muestras procedentes de momias. Entonces ¿por qué afirmó que se trataba muy a menudo de enebro y nunca de cedro?

Quizás fuese entre otras cosas porque –como dice Aufderheide– el cedro no parece ser una conífera muy resinosa como para haber sido una fuente común de suministro para los embalsamadores egipcios. Ikram & Dodson también dicen que del enebro que es más común en la región sirio-libanesa y más resinoso. Éstos, en cambio, hacen referencias a pruebas químicas confirmatorias que demuestran que el aceite de cedro es más a menudo de enebro. Sin embargo, en un e-mail particular Salima Ikram confirmó que las oleorresinas pueden ser identificadas mediante análisis, pero no exactamente una en concreto. ¿Qué sentido tiene esta contradicción? ¿ por qué enebro y no cedro?

A. Lucas cree que el fluido del enema fue probablemente o bien aceite impuro de trementina o bien ácido piroleñoso mezclado con aceite (puro) de trementina y brea de madera, mientras que el producto para ungir fue probablemente algún aceite ordinario fijo, perfumado con aceite volátil de enebro (lo que equivale concretamente a una trementina determinada, es decir, habría que hablar de trementina de enebro).

En su Naturalis Historia, Plinio el Viejo describe la técnica para la elaboración del aceite de cedro: «La madera del árbol es talada e introducida en hornos y calentada con fuego que cubría y rodeaba todo el exterior. El primer líquido que se exuda, fluye como el agua por una tubería; en Siria se le llama “jugo de cedro” (en latín: cedrium), y es tan fuerte que en Egipto se usa para embalsamar los cuerpos de los muertos.» El aceite de cedro moderno se hace con un proceso de destilación desconocido hasta fecha reciente.

Tras someter resina o madera (u otras partes arbóreas) de coníferas a destilación no destructiva se evapora una exudación, condensada por enfriamiento, de la cual la fracción acuosa (un líquido ácido impuro) recibe el nombre de “ácido piroleñoso”, que contiene ácido acético y diversos alcoholes y cetonas; mientras que la fracción propiamente oleica –que al pesar menos formará una capa superficial, tras la condensación– es un aceite volátil y esencial denominado “aceite (puro) de trementina”, también llamado “esencia de trementina” (siendo la del pino conocida por todos como “aguarrás”) o simplemente “trementina”, término este último que puede inducir a confusión con el de “trementina” como oleorresina espontáneamente exudada de las coníferas.

En cierto artículo, Salima Ikram parece considerar al aceite de cedro y al de enebro como trementinas; pero en otra parte, habla de los mismos como si fueran productos distintos. Margaret Serpico dice que las palabras para designar productos derivados de resina calentada, tales como colofonia, trementina, brea/alquitrán, pez e incluso la propia palabra “resina”, han sido usadas de forma intercambiable, conduciendo a mucha confusión. El uso del término “trementina” para oleorresinas naturales –tal como, por ejemplo, lo recoge la Larousse– es taxonómicamente incorrecto, pudiendo en todo caso respetarse para la resina del terebinto o cornicabra (Pistacia terebinthus) –trementina de Quío– de donde procede su etimología; el término “trementina” debería reservarse sólo para denominar el producto destilado y así no aumentar la confusión, ya que técnicamente ha de entenderse por trementina todo aceite esencial y volátil producido por destilación de resinas, hojas, corteza, bayas, madera de determinadas coníferas.

Para John H. Taylor, el enema del 2º método era más bien preservativo y no disolvente, a juzgar por varias momias tratadas de esta manera, que conservan restos sustanciales de órganos internos. Pero John H. Taylor debería tener en cuenta que, de hecho, algunas momias tratadas, incluso en su génesis natural, pueden llegar a conservar las vísceras (o parte) sin ningún tipo de enema conservante. Por el contrario, como ya lo sugiere A. Lucas, para disolver las vísceras no se necesitaría obligatoriamente de una sustancia licuefactora, ya que naturalmente la propia Fase Colicuativa de la putrefacción se podría perfectamente encargar de ello.

Ikram & Dodson afirman que los aceites tanto de cedro como de enebro no pueden servir como enemas adecuados para disolver las vísceras y que más bien servían para perfumar. No parecen refutarlo, afirmando que se haya verificado con ensayos científicos. Sin embargo, en un e-mail particular, preguntándole sobre la liquefacción del enema del 2º método, ella respondió enfáticamente que si funcionan. Entonces ¿en qué quedamos? ¿funciona o no como licuefactor?

El año 2000 se hico eco del Animal Mummification Project con cinco conejos en la Universidad Americana de El Cairo dirigido por Salima Ikram, entre los cuales, a uno de ellos se le practicó el 2º método con un enema de trementina mezclada con aceite de enebro. Ella asegura que funcionó y que las vísceras fueron licuadas en forma de puré. Afirmó que el enema de trementina, a veces hecho con aceite de enebro, era un método más barato que el de evisceración, aunque tratándose de un producto que, con toda seguridad, habría que importar, no resulta muy convincente ver en él un producto barato precisamente, por lo que resulta un tanto incompatible verlo en un método embalsamatorio de precio módico. También concluyó que el enema fue el segundo método con más éxito entre las momias de conejos y “definitivamente el más fragante”. Dice que la trementina es bactericida.

Sin embargo, S. Ikram se contradice al afirmar que la trementina sí funciona como enema licuefactor, cuando en otra ocasión insinuaba que el aceite de cedro y el de enebro son trementinas y que estos no sirven como enemas disolventes. La confusión es extrema.

Con respecto al embalsamamiento de los toros sagrados Apis, S. Ikram dice: «El cadáver del bóvido era posteriormente colocado en natrón. Tras varios días, se sacaba el tapón y se drenaba al animal de la trementina y las vísceras disueltas, ayudándose con ganchos finos de metal. Este procedimiento podría haberse repetido hasta que al menos la mayor parte de las vísceras hubieran sido extraídas.» Aquí parece insinuarse, en cierto modo, como si el enema del 2º método fuese más reblandecedor que disolvente. Reblandecidas algunas vísceras, otras –quizás más laxas– licuadas, serían eviscerados vía anal, ayudándose de ganchos para extraer y a veces tal vez trocear algunas vísceras para poder sacarlas a través del ano.

Se ha sugerido muchas veces que entre las momias de las cortesanas de Menthuhotep I halladas debajo y al lado de su templo funerario en Deir el-Bahari, pudo haberse practicado el 2º método de Heródoto. Algunas aparecen sin eviscerar, con los órganos in situ, otras evisceradas, o sólo parcialmente, sin incisión abdominal. Entre estas últimas, algunas (Henhenet, Ashayet) aparecen con trozos de tejido, principalmente intestinos, sobresaliendo del ano. Con respecto a estas momias, Ikram & Dodson dicen que, de acuerdo al 2º método de Heródoto, se ha postulado que una oleorresina, semejante a trementina, fue inyectada en el ano para disolver los órganos, con éxito parcial, mientras que Aufderheide cita la propuesta de Derry de que «El prolapso visceral por el recto y la vagina fue atribuido a la formación postmortem de gas abdominal.» Es probable –en mi opinión– que, incluso, se practicase entre ellas algún método de evisceración per anum sin enema, tirando de los órganos internos con ganchos, para forzarlos a salir por tan estrecho orificio, y cortando y extrayendo a trozos los más grandes. Pettigrew destaca que una momia del período persa examinada por Granville, no tenía incisión de embalsamamiento, pero parte de las vísceras habían sido cortadas y extraídas per anum. Quizás esto fuese el motivo de que algunas momias de este tipo aparezcan con el ano dilatado, o incluso la vagina –orificio que también se habría explotado como salida– que por otra parte no hubiera provocado un enema introducido, no a presión, sino naturalmente –por pura gravedad– con la momia en un plano inclinado y tomando cierto tiempo.

Sin embargo, R. Garner, en su Experimental Mummification con ratas y ratones de laboratorio en los años 70, también experimentó el 2º método de Heródoto con un enema, esta vez, de trementina mezclado con aceite de cedro y en esta ocasión las vísceras parecieron conservarse “intactas y reconocibles”. Quizás porque al ser mamíferos tan corporalmente diminutos, el natrón, desde el exterior, no tuviese muchas dificultades en deshidratarlos por dentro, antes que se descompusiesen.

Françoise Dunand y Roger Lichtenberg, expertos en las momias del oasis de Kharga de época romana, opinan que el enema del 2º método era más bien antiséptico que licuefactor, y además hecho de “miera” (aceite destilado de enebro). Quizás opinen esto, porque el balance de momias allí halladas, que debieran responder a los resultados de un embalsamamiento con enema licuefactor: evisceradas, más o menos completamente, y sin incisión abdominal, es muy bajo, en relación a las que sin incisión abdominal las conservan (de aquellas maneras), como para permitir hablar de un método como tal, definido y concreto. No obstante, para complicar más la cosa, F. Dunand, en otra parte, vincula en cambio el enema antiséptico al 3º método.

Como se puede observar, todo el tema es realmente muy confuso. Los egiptólogos dan información muy contradictoria e incluso los propios experimentos científicos no coinciden en sus resultados, aun cuando estos –a juzgar por los mamíferos inferiores que utilizan– sólo puedan usarse como meras referencias, ya que hay considerable diferencia de tamaño con un cuerpo humano. Seguramente habrá que esperar que se realicen más pruebas concluyentes y estudios a fondo decisivos para tratar el tema en toda regla.

Ahora los científicos alemanes del artículo de Nature confirman el uso, aunque no su incidencia, de productos procedentes del cedro, alabando las cualidades preservativas de uno de sus componentes, el “guayacol. Sin embargo, no deberían darle tanta importancia, hasta cierto punto, a la acción preservativa del aceite de cedro o del guayacol mismo. Pues, si bien sería un producto, garante del mantenimiento de la preservación cadavérica, extraordinario y muy beneficioso, lo sería siempre de segunda clase por debajo del natrón, el producto rey de la momificación artificial. Aufderheide afirma: «Sin embargo, a pesar de la sorprendente habilidad de las resinas en penetrar los tejidos (incluso alcanzando los espacios de las articulaciones de las momias), su sola aplicación externa sin la desecación del natrón durante los períodos tardíos en Egipto, resultó pobre en la preservación de tejidos blandos.» Entre otras cosas, porque las resinas penetran tejidos celulares momificados/deshidratados, no frescos/hidratados.

 

Autor Francisco Javier Gómez Torres 

 

(Mejora de SEO/Readability/Presentación… 29 de mayo de 2020. No hay cambios en contenidos o ilustración)

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