La reina Ahhotep
Por Núria Castro Jiménez
1 abril, 2011
Modificación: 22 abril, 2019
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La historia del inicio del Imperio Nuevo, uno de los momentos culminantes del Egipto faraónico, se ha escrito habitualmente con tres nombres masculinos: Sequenenra Taa, Kamose y Ahmose; los grandes guerreros que arrebataron el poder a los hicsos, dieron fin a la Dinastía XVII (1640-1550 a. C.) y encabezaron la formación de la Dinastía XVIII (1550-1307 a. C.). Hoy vamos a dar un cariz femenino a la historia, como ya lo asumieron y publicaron en su día estos mismos protagonistas; ellos loaron los méritos de tres grandes mujeres, las reinas Tetisheri, Ahhotep y Ahmés-Nefertari.

I. El Papiro Sallier

El Papiro Sallier nos habla de la situación histórica contemporánea a la Dinastía XVII. Los hicsos, asiáticos que al parecer fueron llegando en número reducido al menos desde el Imperio Medio (Dinastía XII), fueron cobrando relevancia progresivamente hasta hacerse con el poder en el Bajo Egipto, posicionando su capital en Avaris y tomando al dios Set como protector. Al sur, constantes incursiones kushitas sembraban el terror y el desconcierto en los territorios desprotegidos, gobernados por algunos reyezuelos y príncipes egipcios. Uno de ellos era el príncipe tebano Sequenenra Taa, “el Bravo”. Según el Papiro Sallier, el rey hicso, Apofis, envía una misiva a Sequenenra Taa II, comunicándole que los hipopótamos de su estanque no le dejan dormir, por lo que habrá que silenciarlos. Como el estanque del palacio de Sequenenra estaba a 800 Km. de la capital, el avispado príncipe tebano se da perfecta cuenta de que se trata de un acto despótico de provocación.

“Esto sucedió mientras el país de Egipto estaba en la desgracia, pues no había entonces Señor dotado de vida, salud y prosperidad, no había rey en este tiempo. En cuanto al rey Sequenenra, (vida, salud, prosperidad), era el príncipe (vida, salud, prosperidad) de la Ciudad del Sur (Tebas). La miseria reinaba en la ciudad de los asiáticos mientras que el príncipe Apofis estaba en Avaris. El país entero le hacía ofrenda de sus productos; el Norte estaba repleto de todas las cosas buenas que venían del Delta. El rey Apofis (vida, salud, prosperidad) había hecho de Set su Señor, no servía a ninguno de los dioses del país salvo a Set; construyó para este dios un templo en trabajo de bella calidad eterna al lado del palacio real, y cada día él se alzaba en gloria para hacer ofrendas a Set; los Grandes llevaban allí guirnaldas de flores, como es de uso en el templo de Ra-Horajty.

El rey Apofis (vida, salud, prosperidad) decidió enviar un mensaje para provocar al rey Sequenenra (vida, salud, prosperidad), Príncipe de la Ciudad del Sur. Después que hubieron pasado muchos días, el rey Apofis (vida, salud, prosperidad) hizo llamar a los altos funcionarios de su palacio diciéndoles que quería enviar un mensajero al Príncipe de la Ciudad del Sur con una comunicación referida al río, pero que no sabía como redactarla. Entonces los escribas y los sabios le dijeron: «¡Oh Soberano nuestro (vida, salud, prosperidad), ordena que se vacíe el estanque de los hipopótamos que está al este de la Ciudad del Sur, pues no permiten que el sueño nos venga ni por el día ni por la noche, pues el ruido que ellos hacen llena los oídos de las gentes de nuestra ciudad!» El rey Apofis (vida, salud, prosperidad) les respondió: «El Príncipe de la Ciudad del Sur tiene a Amón como protector; él no se ampara en ninguno de los dioses que están por todo el país, excepto en Amón-Ré, el rey de los dioses».

Después que pasasen muchos más días, el rey Apofis (vida, salud, prosperidad) envió un mensaje al Príncipe de la Ciudad del Sur con las palabras que le habían dicho sus sabios. El mensajero del rey Apofis (vida, salud, prosperidad) llegó hasta el Príncipe y se le introdujo ante su presencia. Entonces dijo al mensajero del rey Apofis (vida, salud, prosperidad)»¿Por qué has venido hasta la Ciudad del Sur? ¿Por qué has viajado hasta mí?».

El mensajero le respondió: «Porque el rey Apofis (vida, salud, prosperidad)) me ha enviado cerca de ti para decirte esto: ‘Haz vaciar el estanque de los hipopótamos que está al este de la ciudad, pues perturba mi sueño durante el día y durante la noche, el ruido que hacen (los hipopótamos) aturde mis oídos’.»

El Príncipe de la Ciudad del Sur se quedó totalmente sorprendido durante largo rato, hasta tal punto que no sabía qué respuesta dar al mensajero del rey Apofis (vida, salud, prosperidad). Finalmente le dijo: «¿Es realmente cierto que tu Señor (vida, salud, prosperidad) ha oído hablar del estanque de los hipopótamos que está al este de la Ciudad del Sur?». El mensajero le dijo: «Reflexiona sobre la cuestión que he venido a plantearte y por la cual he sido enviado a ti».

El Príncipe ordenó que se atendiese debidamente al mensajero del rey Apofis(vida, salud, prosperidad), e hizo que se le entregaran toda clase de cosas buenas, carne, pasteles etc. después le dijo: «Vuelve con tu rey (vida, salud, prosperidad) y entrégale este mensaje…» [………..]. Entonces el mensajero del rey Apofis (vida, salud, prosperidad) se puso en camino de vuelta hacia la residencia de su Señor (vida, salud, prosperidad).

El Príncipe de la Ciudad del Sur hizo llamar a sus altos cortesanos y a todos los principales de su corte. Les repitió el mensaje que le había dirigido el rey Apofis (vida, salud, prosperidad).Guardaron silencio durante largo tiempo y no supieron que contestarle, ni bien ni mal. Entonces el rey Apofis envió al……..».

Lamentablemente, el Papiro Sallier es una copia de época ramésida, un ejercicio efectuado por un joven aprendiz de escriba llamado Pentaur, plagado de errores, y que en un momento dado abandona su modelo para pasar a otro ejercicio, por lo que la narración queda inconclusa. Del desenlace de la historia personal entre los dos reyes, tenemos un testimonio inapelable: el cadáver momificado de Sequenenra Taa II (Fig. 1, 2), hallado en el escondrijo de Deir el-Bahari y desvendado el 9 de junio de 1886, aunque la fortísima impresión producida por la agónica expresión de la momia entre los presentes provocara que en un primer momento el desvendado se cancelara.

Fig. 1. Cabeza de la momia de Sequenenra Taa II, en la que pueden apreciarse las heridas recibidas en batalla. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

Fig. 1. Cabeza de la momia de Sequenenra Taa II, en la que pueden apreciarse las heridas recibidas en batalla. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

Resultaba evidente que el príncipe murió de forma violenta, posiblemente en batalla, pues en su cráneo se distinguen perfectamente cinco heridas, de las cuales cuatro de ellas eran mortales de necesidad. Entre las armas agresoras se han identificado un hacha, una lanza, y un objeto contundente que rompió sus huesos nasales y dislocó los faciales.

Fig. 2. Vista occipital de la cabeza de Sequenenra Taa II, con la herida posterior indicada. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

Fig. 2. Vista occipital de la cabeza de Sequenenra Taa II, con la herida posterior indicada. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

La manera de realizar la momificación a Sequenenra Taa II también parece apoyar el relato del Papiro Sallier respecto al avance hacia Avaris de los rebeldes egipcios, para enfrentarse al ejercito hicso, ya que la técnica de momificación dista mucho de ser la de los hábiles embalsamadores tebanos. El cuerpo está eviscerado mediante incisión en el costado izquierdo, pero no hay indicios de secado con natrón. Al parecer se limitaron a recubrir el cuerpo con sustancias aromáticas, y a rellenar con lino la cavidad abdominal. Tampoco se esforzaron en colocar los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, como era la costumbre durante la Dinastía XVII, y los dejaron tal como estaban, absolutamente retorcidos y agarrotados en su rictus de agonía final (Fig. 3). Según se deduce de estos elementos, se supone que Sequenenra murió lejos de Tebas, posiblemente en el campo de batalla, aunque hay cierta controversia sobre esto. La dirección de las heridas parece indicar que fueron realizadas mientras yacía acostado, y no presenta los habituales traumatismos en los brazos que se producen al intentar defenderse de los golpes. Por todo esto y por el hecho de que una de las armas es de factura egipcia, se ha teorizado sobre una conjura que atacase al rey a traición mientras dormía. Otra posibilidad es que el golpe en la nariz o la herida de lanza detrás de su oreja resultase mortal o en su defecto le hiciera perder el sentido, siendo atacado encarnizadamente una vez indefenso en tierra.

Fig. 3. Brazos retorcidos de Sequenenra Taa II. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

Fig. 3. Brazos retorcidos de Sequenenra Taa II. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

Así pues, el Papiro Sallier deja claro que el Bravo Sequenenra Taa II fue el que inició la revuelta contra el invasor hicso. Pero, ¿quién era Sequenenra Taa II? ¿Hubo un Sequenenra Taa I?. Vamos a indagar un poco más en la familia ahmosida.

II. La familia de Ahhotep

La dinastía ahmosida, en comparación con la de otros reyes de Egipto, es relativamente bien conocida, gracias en parte a las momias recuperadas en el escondrijo de Deir el-Bahari y a las listas de tumbas de príncipes de principios de la Dinastía XVIII elaboradas por los funcionarios de Deir el-Medina. El problema llega cuando intentamos ordenar genealógicamente estos reyes y saber quien es padre de quien.  Si tomamos como ejemplo al rey Ahmose, las fuentes nos dejan bien claro quien era su madre: fue hijo de la Hija Real, de la Hermana del rey, Gran Esposa Real y Madre Real, Ahhotep. De la filiación paterna existen muchas dudas, ya que del supuesto Sequenenra Taa I, se supone que podría ser un hermano del rey anterior, Sebekemsaf II. Una vez más, a quien si conocemos es a su esposa, la gran reina Tetisheri, de la cual conocemos incluso el nombre de sus padres, gracias a las inscripciones de los vendajes hallados en su momia (Fig. 4). En un artículo publicado por Daressy en 1908, se informa del descubrimiento del nombre del magistrado Tenna y de Neferu, padres de la reina y de sangre no real. Curiosamente, Daressy se pregunta si Tetisheri estaba casada con Kamose y Ahhotep con Sequenenra o viceversa.

Fig. 4. Cabeza de la momia de la reina Tetisheri. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

Fig. 4. Cabeza de la momia de la reina Tetisheri. (Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo).

También cita como fuentes la estela de Tetisheri hallada por Petrie en Abidos[1] (Fig. 5, 6) y una estatua del Museo de El Cairo que posteriormente se ha demostrado que era falsa.

Fig. 5. Estela de Ahmose dedicada a su abuela Tetisheri (CG34002), descubierta por Petrie en Abidos.

Fig. 5. Estela de Ahmose dedicada a su abuela Tetisheri (CG34002), descubierta por Petrie en Abidos.

Fig. 6. Detalle de la Estela (CG34002).

Fig. 6. Detalle de la Estela (CG34002).

Numerosos estudios pretenden desentrañar este misterio. Para intentar relacionar este puzzle, contamos con varias piezas: la Gran Estela de Karnak (CG 34001), en la que aparece Ahmose junto a su madre, Ahhotep; la lista de personajes de la familia real deificados (llamados también los “Señores del Oeste”), que aparecen en algunas tumbas ramésidas de Deir el-Medina (Fig. 7); la estatua de un Ahmose, hermano mayor fallecido, en la que nombra a dos de sus hermanas llamadas Ahmose, hijas de Ahhotep. Son, casi con toda seguridad, Ahmose-Nefertari y Ahmose-Nebetta.

Fig. 7. Ahmose-Nefertari entre los “Señores del Oeste”, antepasados representados en las tumbas (TT 359).

Fig. 7. Ahmose-Nefertari entre los “Señores del Oeste”, antepasados representados en las tumbas (TT 359).

Otras fuentes nombran otras hijas de Sequenenra Taa II, pero en este caso no sabemos quién fue su madre, por lo que las descartamos de la familia de Ahhotep (aunque al ser hijas de su marido-hermano, serían sus hijastías-sobrinas).

Un caso similar lo tenemos con el antecesor de Ahmose y sucesor de Sequenenra Taa II, Kamose. Durante muchos años se tuvo por cierto que Kamose era un hermano mayor de Ahmose, pero valorando la edad de fallecimiento tanto de Sequenenra Taa II como de Kamose, ahora se cree que podría tratarse de un hermano pequeño de Sequenenra Taa II, y que debido a la corta edad del hijo de su hermano, lo sucedió al trono. Al parecer, Kamose se casó con una Ahhotep (¿II?), de la cual algunos investigadores dudan de su existencia, ya que las pruebas en las que se basan es el sarcófago (JE 28501), que, de hecho, podría haber pertenecido a Ahhotep I (Fig. 8, 9). De esta forma, Kamose no sería un hijo de Ahhotep, sino un hermano-cuñado, por lo que no sería extraño que lo tomara por esposo.

Fig. 8. Detalle del sarcófago de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 8. Detalle del sarcófago de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 9. Sarcófago de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 9. Sarcófago de Ahhotep. Museo de El Cairo.

III. Kamose en la Tabilla Carnarvon y en la Estela de Karnak

La Tablilla Carnarvon nº 1, hallada en Deir el-Bahari por Howard Carter en 1908, relata en hierático las proezas militares de Kamose, sucesor de Sequenenra Taa II. Muchos creyeron que se trataba de un texto literario de autopropaganda, sin validez histórica, hasta que en 1954 se halló una gran estela en Karnak que conmemoraba la victoria de Kamose sobre Apofis. Los acontecimientos referidos en ambos textos coinciden en su totalidad, de tal modo que se supone que la Tablilla Carnarvon es una copia de una parte de la estela de Karnak ya desaparecida.

La lucha contra los Hicsos. Tablilla Carnarvon I. Dinastía XVII

“Año 3 del Horus «Aquél que aparece glorioso sobre su trono». El de las Dos Señoras «El que renueva los monumentos», Horus de Oro «El que hace feliz a las Dos Tierras», El Rey del Alto y del Bajo Egipto «Que reverdezca el devenir de Ra», Wadyejeperra, el hijo de Re Kamose, dotado de vida, amado de Amón-Ra, Señor de los Tronos de las Dos Tierras, semejante a Ra por el tiempo infinito y eternamente.

El rey poderoso que está en Tebas, Kamose, dotado de vida eternamente, es un rey bienhechor. Es el propio Ra quien le ha colocado como rey y quien ha hecho reverdecer para él la victoria. Su Majestad habló en su palacio al Consejo de los Grandes que formaban parte de su cortejo: «Quisiera saber para qué sirve mi fuerza, si un príncipe está en Avaris, otro está en el país de Kush y yo estoy aquí sentado  reinando a medias con un asiático y con un negro, que poseen, cada uno una parte de Egipto y comparten el país conmigo.

Mirad, Apofis está en Jnum (Hermópolis) y ningún hombre puede tener reposo, pues está despojado a causa de la servidumbre que le imponen los asiáticos. Pero yo voy a luchar contra él, voy a quebrantar su cuerpo; pues es mi deseo liberar Egipto y derrotar a los asiáticos».

Entonces los Grandes del Consejo dijeron: «Mira los asiáticos han avanzado hasta Cusae, han extendido su lengua, pero estamos en paz con nuestra parte de Egipto. Elefantina es poderosa y el corazón del país es nuestro hasta Cusae. Los más fértiles de sus campos se trabajan para nosotros, nuestros ganados pueden pastar en las marismas de papiros (Delta); alimentamos a nuestros puercos con espelta y nuestros rebaños no nos son arrebatados… Apofis posee el país de los asiáticos, nosotros poseemos Egipto. Pero si él viniera y nos atacara, entonces nosotros le atacaríamos.»

Estas palabras fueron desagradables al corazón de Su Majestad, quien les dijo: «No me agradan vuestros consejos, me batiré contra los asiáticos y entonces volverá la prosperidad. El país entero me aclamará a mí, el príncipe victorioso en Tebas, Kamose, que protege Egipto».»

“Yo he viajado río abajo, como hombre fuerte, para destruir a los asiáticos conforme a las órdenes de Amón, el dios de los justos consejos. Mi valiente ejército va frente a mí, como ráfaga de fuego, los arqueros de los medjai están colocados en lo alto de los baluartes a fin de disparar las flechas contra los asiáticos para echarles de sus lugares de residencia (…) Envié una poderosa tropa de medjai mientras yo caí sobre Teti, hijo de Pepi, en el interior de Neferusi. Expulsé a los asiáticos que habían desafiado Egipto. Él actuó igual… el poder de los asiáticos. Pasé la noche en mi barco, con el corazón contento. Cuando la tierra se aclaraba (al amanecer, yo ya estaba sobre él,) como lo hace un halcón, y a la hora de perfumar la boca (la comida del mediodía) le había derrotado destruyendo su muralla y masacrando a sus gentes; hice que su esposa descendiese hasta la orilla del río. Los soldados de mi ejército eran como leones cargados con sus presas, mientras que se llevaban los servidores, el ganado, la leche, el aceite adye y la miel, repartiéndose los bienes con el corazón alegre. La región de Neferusi había caído, y no había gran cosa para nosotros. La región de Per-Shak había desaparecido (cuando) yo la alcancé; sus caballos habían huido tierra adentro…».

La lucha contra los Hicsos. Segunda Estela de la Victoria de Kamose. 

2estela de Kamose-luxor“Las noticias que proceden de tu ciudad son malas. Has huido junto con tu ejército. Tus palabras son despreciables pues te refieres a mí como un simple príncipe, mientras tú te consideras como un soberano, reclamando para ti aquello a causa de lo cual perecerás. Se ve tu miserable espalda, pues mi ejército te persigue. Las mujeres de Avaris no concebirán hijos ni sus corazones se abrirán en su cuerpo cuando se escuche el grito de guerra de Mi Majestad.

He desembarcado en Per-Djed-Ken con el corazón feliz, pues he hecho que Apofis conociese un momento de desesperación, él, el Príncipe de Retenu, el de los brazos débiles que imagina en su corazón actos de valentía que nunca serán realidad. He llegado a Inyt-net-Khenet. He navegado hasta la ciudad para interrogar a sus habitantes. Después he reunido a los barcos, el uno detrás del otro, la proa del uno sobre la popa del otro; con  mis más valientes soldados sobre la orilla como lo hace el halcón. Yo era como el halcón divino ante ellos. Hice que el poderoso barco de protección avanzase hasta el límite del desierto, mientras el resto de la flota, situados detrás de él, parecían buitres sobrevolando las marismas de Avaris. Ya se divisaban sus mujeres subidas al tejado de su palacio mirando hacia la orilla, sus cuerpos estaban inmóviles, pues ellas me veían mientras se asomaban por las aspilleras, como si fueran crías de lagarto en sus madrigueras. Decían: «Esto es un ataque».»

Mira, he llegado. Soy afortunado y el resto (del país) está en mi poder. ¡Así como perdura el poderoso Amón, no seré paciente contigo, ni permitiré que recorras los campos sin que yo esté sobre ti! ¡Qué sufra tu corazón, vil asiático! Mira, yo voy a beber el vino de tus viñedos, cuando lo prensen para mí los asiáticos que haya capturado. Estoy destruyendo tu lugar de residencia, cortando tus árboles. Me he llevado a tus mujeres a las bodegas (de los barcos), y estoy capturando a la gente de los carros. No dejaré de tus trescientos barcos de cedro verde ni una sola tabla (me llevaré) lo que contienen, el oro, el lapislázuli, la plata, la turquesa, innumerables hachas de bronce, sin contar el aceite de moringa, el incienso, el grano, la miel, las maderas preciosas y todos los buenos productos del Retenu. Me llevé todo, no deje ningún lugar sin saquear en Avaris.

¡Oh asiático ahora destruido, tu corazón desfallece!, ¡oh vil asiático que decías!: «Soy un Soberano, no tengo parecido hasta Jnum (Hermópolis), hasta Per-Hathor, ni entre aquellos que traían tributo hasta Avaris desde las dos orillas”. Pero yo los he dejado en la desolación. Ahora allí no hay nadie, he destruido sus ciudades, he quemado sus residencias convirtiéndolas en colinas estériles por toda la eternidad, a causa del daño que habían producido a Egipto por haber hecho que sirvan (los egipcios) a los asiáticos (cuando estos) invadieron Kemet, su Señora».

Yo he capturado su mensaje más allá del oasis, (yendo) hacia el sur, hacia Kush, escrito en un documento. Encontré en él lo que sigue escrito:

“De la mano del soberano de Avaris, Auserra, el Hijo de Ra Apofis, saluda al hijo soberano del Kush. ¿Por qué te has erigido en soberano sin dejar que yo (lo) supiese? ¿Has visto lo que Egipto ha hecho contra mí? El rey que hay allí, Kamose, dotado de vida, me está atacando en mi (propio) suelo. (Y sin embargo) yo no he atacado en la forma que él lo ha hecho contra ti. Ha escogido, para dañarlas, las dos tierras, mi tierra y la tuya, y las ha devastado. ¡Ven hacia el norte! No temas: Mira, él está aquí en mi poder. No hay nadie que se alce contra ti en este Egipto. No voy a permitirle el paso hasta que tú hayas llegado. Entonces nosotros (nos) repartiremos las ciudades de este Egipto, y nuestras dos tierras se alegraran.”

Wadyejeperra, dotado de vida, que controla los eventos: “He colocado los desiertos y el extremo de las tierras bajo mi autoridad, así como las orillas del río. Yo no he conocido la derrota pues nunca olvidé a mi ejército. El que está en el Norte (Apofis) nada ha podido arrebatar, pues ya tenía miedo desde que remonté el río antes de que hubiéramos combatido. Antes de que le hubiera alcanzado él vio mi aliento inflamado y envió un mensajero hasta el país de Kush buscando su protección; pero yo le hice mi prisionero en el camino y no le permití llegar a su destino. Hice que se le enviara de vuelta prisionero y lo dejé al este, cerca de Atfih (Afroditópolis). Entonces mi poderío penetró en su corazón y su corazón tembló cuando su mensajero le informó de lo que yo había hecho en el territorio del nomo del perro (Cynopolis) que forma parte todavía de sus posesiones. Envié enseguida a un ejército valiente que no estaba muy lejos a fin de arrasar el oasis de Bahariya, (mientras que) yo permanecí en Saka para prevenir cualquier ataque enemigo en mi retaguardia. Después volví hacia el sur, con el corazón fuerte y alegre destruyendo a todo rebelde que se encontraba en mi camino».

“ ¡Qué hermosa navegación hacia el sur del soberano (vida, salud, prosperidad) con sus soldados frente a él! No sufrieron ninguna pérdida, ningún hombre echó de menos a su compañero, y sus corazones no estaban afligidos. (Cuando) avancé lentamente hacia el territorio de Tebas, en la estación de la inundación, todos los rostros estaban luminosos, el país estaba en la abundancia, las orillas del río brillaban de alegría y Tebas estaba en fiesta. Las mujeres y los hombres se adelantaban para verme, cada esposa abrazaba a su compañero, ningún rostro tenía lágrimas. Yo quemaba incienso para Amón en el interior del templo, dónde habitualmente se dice «recibe las cosas bellas y buenas» pues su brazo había entregado la espada del poder a su hijo (vida, salud, prosperidad), el Rey duradero Wadyejeprra, el hijo de Ra, Kamose el Poderoso, dotado de vida, que somete al sur y que vence al norte, que se apoderó de esta tierra por medio de la victoria, dotado de vida, estabilidad y fuerza, aquél cuyo corazón es feliz con su Ka, como Ra, eternamente…».

IV. El descubrimiento de la momia de Kamose

En 1857 un ilustre visitante anunció su llegada Egipto: el “príncipe Napoleón”, primo de Napoleón III, considerado la oveja negra de la familia, y llamado familiar y despectivamente “Plonplón”. Said Pachá, en un intento de agradar al emperador, preparó una “expedición” de modo que a cada paso del príncipe brotaran las antigüedades. De modo que se envió a Mariette a excavar y hallar antigüedades, para luego enterrarlas a lo largo del recorrido de Plonplón.

Fig. 11. Sarcófago de Kamose, hallado por Mariette en Dra Abu el Naga. Hoy se cree que se trataría de una pieza de la Dinastía XX o XXI, momento en que la momia del rey volvió a ser enterrada.

Fig. 11. Sarcófago de Kamose, hallado por Mariette en Dra Abu el Naga. Hoy se cree que se trataría de una pieza de la Dinastía XX o XXI, momento en que la momia del rey volvió a ser enterrada.

En la zona de Dra Abu el-Naga (Tebas), un sarcófago bastante modesto de madera de sicomoro policromada (Fig. 11) fue hallado en un agujero, y, según las crónicas de la época, la momia que acogía se redujo a polvo apenas salió a la superficie. Entre vendas y huesos se descubrió un hermoso ajuar funerario: una daga de bronce y oro atada al brazo con un cordón de papiro que se conserva en la Biblioteca Real Alberto I de Bruselas (Fig. 12), dos leones y un cartucho del faraón Ahmose conservados en el Museo del Louvre E7167-68) (Fig. 13), que seguramente eran parte de un brazalete; un espejo de bronce que también se conserva en el Museo del Louvre (E3456); un escarabeo y otros amuletos, actualmente extraviados.

Fig. 12. Daga de bronce y oro de Kamose. Biblioteca Real de Bruselas.

Fig. 12. Daga de bronce y oro de Kamose. Biblioteca Real de Bruselas.

Todo iba según lo previsto, pero el príncipe Napoleón canceló el viaje. Mariette proporcionó unos cuantos objetos para que Said Pachá se los enviara al príncipe como souvenirs, en recuerdo de un viaje que nunca realizó. El sarcófago se quedó en un rincón del Museo de El Cairo (JE 4944), ya que Mariette pensó que el propietario era un Ahmose desconocido de la Dinastía XI. Georges Daressy, conservador del museo 50 años después, tradujo el nombre del propietario “Rey Kamose”. Mariette nunca supo que había regalado el ajuar de un rey que él había estudiado y admirado profundamente, uno de los liberadores de Egipto e impulsor del Imperio Nuevo, una de las edades de oro de la civilización faraónica. Evidentemente, la birria de sarcófago fue el que le proporcionaron en un reenterramiento posterior.

Fig. 13. Leones y cartucho del faraón Ahmose, hallado en Dra Abu el Naga. Museo del Louvre.

Fig. 13. Leones y cartucho del faraón Ahmose, hallado en Dra Abu el Naga. Museo del Louvre.

V. Ahmose, el libertador

Ahmose reinó 25 años y 4 meses. La edad aproximada que tenía en el momento de su muerte, según estudios sobre su momia, era de unos 35 años. No se conoce el emplazamiento de su tumba, pero si tenemos su momia, hallada en el escondrijo de Deir el-Bahari. Su imagen aparece en un ushebti conservado en el British Museum (BM 32191) (Fig. 14) y por los relieves de Abidos. Su culto está atestiguado por un oráculo existente en Abidos bajo el reinado de Ramsés II.

Fig. 14. Ushebty de Ahmose (BM 32191).

Fig. 14. Ushebty de Ahmose (BM 32191).

Eso implica que subió al trono siendo un niño de unos 5 a 10 años. La guerra contra los hicsos y la dominación sobre Nubia hacen pensar en el importante papel jugado por Tetisheri y por Ahhotep como regentes durante la minoría de edad y las posteriores ausencias del rey, cuando empieza a batallar contra los hicsos a partir del año 15 de su reinado. En la estela CG 34001, Ahmose celebra sus victorias asociándolas a su madre, Ahhotep, que debió morir sobre el año 22 de su reinado, año en el cual Ahmose reabre las canteras de Tura para restaurar los centros religiosos.

Ahhotep (que significa “El dios luna está satisfecho”), con dos reyes esposos-hermanos o un esposo-hermano y un hijo muertos, y un niño-rey de apenas 5 años, toma las riendas del poder. En la estela que Ahmose I, el libertador, hallada ante el Octavo Pilono del Templo de Karnak, dice lo siguiente:

“Alabad a la Señora del país, la soberana de las orillas de los Haunebut, cuyo nombre se eleva sobre todos los países extranjeros, aquella que toma las decisiones en beneficio de su pueblo, Esposa Real, Hermana del Soberano, (vida, salud, fuerza.), Hija Real, venerable madre del rey, que está al corriente de los asuntos, que une Egipto.

Ella ha reunido a sus notables, asegurándoles su unión.
Ella ha vuelto a traer a los fugitivos, ha convencido a los disidentes.
Ella ha pacificado el Alto Egipto; ha derrotado a los rebeldes.
La Esposa Real, Ahhotep, dotada de vida.”

Así pues, durante la minoría de edad del rey, y posteriormente al año 15de reinado, en su ausencia, Ahhotep logra unir las fuerzas del Alto Egipto contra los invasores, ha vencido y convencido a los disidentes y ha seguido con la lucha que Tetisheri y Sequenenra iniciaron por la libertad. La posibilidad de que ella misma comandara los ejércitos en persona, la prueban el ajuar militar de su tumba, y las joyas conocidas como condecoraciones militares (como el collar de moscas de oro) (Fig. 15), que sólo se conceden a los que probaban su valor en batalla.

Fig. 15. Collar de moscas de oro, conocido como “Moscas del Honor”, condecoración militar concedida al parecer a la reina Ahhotep. Museo de el Cairo.

Fig. 15. Collar de moscas de oro, conocido como “Moscas del Honor”, condecoración militar concedida al parecer a la reina Ahhotep. Museo de el Cairo.

El importante papel de la reina Ahhotep fue admirado y reconocido por su hijo Ahmose I. Un papel que siguió en manos de su hija Ahmose-Nefertari, hermana-esposa del rey, un caso único de reina que ostentaba el título de Segundo Profeta del dios Amón, al que renuncio para asumir el de Esposa del Dios a la muerte de su anciana madre, Ahhotep; la primera en llevarlo, y que tanta importancia iba a tomar en sucesivas generaciones de reinas[2]. Después de la madre de Ramsés II, ninguna de sus Grandes Esposas Reales lo heredaría.

Ahmose I también rindió un sentido homenaje a su abuela, Tetisheri. En la estela dedicada a ella, aparece el rey acompañado de su esposa, Ahmose-Nefertari. El rey habla de Tetisheri con su esposa:

“Su hermana le respondió: ¿Por qué son recordadas estas cosas?, ¿qué acontece en tu corazón?”. El rey le respondió él mismo: “He evocado el (recuerdo de) la madre de mi madre y la madre de mi padre, la Gran Esposa y Madre del rey, Tetisheri, justificada de voz. En la actualidad tiene una capilla con su sepultura sobre los nomos de Tebas y Abidos. Pero te he dicho todo esto porque Mi Majestad desea construirle una pirámide y una capilla en la Tierra Santa, cerca del monumento de Mi Majestad”… Y las cosas fueron realizadas con rapidez.”

VI. Ahmose-Nefertari

Hemos hablado de los padres, los hermanos y los hijos de la reina Ahhotep. Sin embargo, la que verdaderamente siguió con su importante papel fue su hija Ahmose-Nefertari. Ella iniciará una estirpe de reinas con su nombre, que harían llegar la sangre de Tetisheri y de Ahhotep hasta Hatshepsut.

Ya hemos visto que el faraón Ahmose le consulta como llevar a cabo el homenaje a su madre común, Tetisheri. En ella muestra la importante labor realizada por las reinas de la Dinastía XVIII (como Tiyi o Nefertiti), e incluso más allá, ya que la ilustre heredera de su nombre, Nefertari, Gran Esposa Real de Ramsés II, también nos ha dejado grandes muestras de su importancia tanto política como religiosa.
En Ahmose-Nefertari se da el insólito caso de una reina que ostenta el título de Segunda Profeta de Amón, de gran importancia política y religiosa, pero también de relevancia económica, pues el Segundo Profeta es el que controla las finanzas del clero de Amón en todo el territorio egipcio. De hecho, en la Estela de Donación (Fig. 16) queda recogido el acto de renuncia del título por parte de la reina, para tomar el de Esposa del Dios, y la enorme compensación económica que tal renuncia comportaba. Se ordenó construir un nuevo palacio como residencia de la reina, se puso a su servicio una organización de clero femenino, en la orilla occidental de Tebas. También incluía tierras, oro, plata, y toda clase de recursos. Todo este patrimonio pasó de Esposa del Dios a Esposa del Dios, y fue creciendo por la buena gestión que ellas llevaron a cabo.

Fig. 16. Estela de la Donación a Ahmose-Nefertari. Museo de El Cairo.

Fig. 16. Estela de la Donación a Ahmose-Nefertari. Museo de El Cairo.

Ahmose-Nefertari fue deificada, y en compañía de su hijo Amenhotep I, fue considerada la diosa patrona de Deir el-Medina. Es por eso que muchos años después de su muerte, aún se le rindiera culto en la ciudad, que hayan aparecido numerosas estatuas suyas (Fig. 17) y menciones en estelas votivas de particulares, incluso en época ramésida, en las que puede aparecer representada con una extraña piel de color negro (Fig. 18). El hecho de que Amenhotep I se casase sólo con una de sus hermanas, Meritamon, y que no tuviera hijos, unido a las numerosas representaciones con su madre, han hecho dudar a algunos investigadores sobre la opción sexual del rey.

Fig. 17. Estatuilla votiva de Ahmés-Nefertari, hallada en Deir el Medina. Museo del Louvre.

Fig. 17. Estatuilla votiva de Ahmés-Nefertari, hallada en Deir el Medina. Museo del Louvre.

Fig. 18. Fragmento de pintura de la tumba de Kynebu en Tebas (Dinastía XX), que muestra a Ahomose-Nefertari luciendo el tocado y cetro característicos de las reinas de Egipto. Luce además la piel negra y sostiene una flor de loto, lo que posiblemente sean símbolos de regeneración. No hay que olvidar que Ahmose-Nefertari fue divinizada y venerada especialmente entre los obreros de la necrópolis tebana.

Fig. 18. Fragmento de pintura de la tumba de Kynebu en Tebas (Dinastía XX), que muestra a Ahomose-Nefertari luciendo el tocado y cetro característicos de las reinas de Egipto. Luce además la piel negra y sostiene una flor de loto, lo que posiblemente sean símbolos de regeneración. No hay que olvidar que Ahmose-Nefertari fue divinizada y venerada especialmente entre los obreros de la necrópolis tebana.

VII. Las joyas de Ahhotep

No se puede acabar este repaso a la figura de Ahhotep pasando por alto el descubrimiento de su polémico y disputado ajuar funerario. ¿Recuerdan la excavación de Mariette con motivo del viaje de Plonplón?, pues dos años después, en 1859, siguiendo por la zona en la necrópolis tebana, se halló un sarcófago con inscripciones en Dra Abu el-Naga, en ausencia de Mariette. Se le hizo llegar la inscripción, y, reconociendo el nombre de Ahhotep, ordenó por carta que se detuviese la excavación. Pero antes de llegar el mensaje, el gobernador local ya lo había abierto, tirado las vendas y los restos óseos. De los objetos hallados se dio aviso al virrey, que ordenó que le fueran enviados a palacio. Mariette partió tras el barco que los transportaba y a base de gestos, amenazó a los navegantes con lanzarlos por la borda, colgarlos, enviarlos a galeras y “asarles los sesos”. Las joyas fueron finalmente recuperadas. Su excepcional calidad y belleza hizo que se enviasen a la Exposición Universal de París en 1867. Allí, la emperatriz Eugenia de Montijo quedó prendada de ellas y sugirió que le fuesen regaladas por el virrey de Egipto, del que conocía la gran admiración que le profesaba. Ante el peligro de volver a perderlas, Mariette huyó de su país natal para devolverlas al lugar donde pertenecían: el Museo de El Cairo. (Fig. 19, 20, 21)

Fig. 19. Hacha de oro e incrustaciones, parte del ajuar de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 19. Hacha de oro e incrustaciones, parte del ajuar de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 20. Brazalete de arquero, protector del antebrazo para el uso en el tiro con arco, que se localizó formando parte del ajuar de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 20. Brazalete de arquero, protector del antebrazo para el uso en el tiro con arco, que se localizó formando parte del ajuar de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 21. Brazalete representando a la diosa Nejbet, una de las más conocidas de las joyas de Ahhotep. Museo de El Cairo.

Fig. 21. Brazalete representando a la diosa Nejbet, una de las más conocidas de las joyas de Ahhotep. Museo de El Cairo.

¿Existió Ahhotep, I, II, III?, ¿o Ahhotep era una reina tan polifacética que se le han llegado a atribuir múltiples personalidades?. La egiptología es una disciplina en constante evolución, que día a día proporciona nuevos descubrimientos; así pues quizás algún día lo sepamos.

Bibliografía

G. Daressy, “Les parents de la reine Teta-chera” ASAE 9 (1908), pp. 139-140.
M. Eaton-Krauss, “The coffins of Queen Ahhotep, consort of Seqeni-en-Re and mother of Ahmose”, CdE 65 (1990), pp. 195-205.
N. Reeves, El antiguo Egipto. Los grandes descubrimientos, Barcelona, 2001.
G. E. Smith, Catalogue of the Royal Mummies in the Museum of Cairo, El Cairo, 1912.
T. Stasser, “La famille d’Ahmosis”, CdE 77 (2002), pp. 23-46.
L. Troy, “Ahhotep. A Source Evaluation”, GM 35 (1979), pp. 81-91.
C. Vandersleyen, “Les deux Ahhotep”, SAK 8 (1980), pp. 237-241.
H.E. Winlock, “On queen Tetisheri, grandmother of Ahmose I”, AE (1921), pp. 14-16.


[1] En la estela CG34002 está representado Ahmose I realizando ofrendas ante la figura de su abuela, cuyo nombre aparece en un cartucho.
[2] La propia Ahhotep es portadora de este título en inscripciones posteriores a su muerte, por lo que quizás se le concedió a título póstumo.

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