Amelia B. Edwards
Por Rosa Pujol
1 julio, 2006
Modificación: 4 junio, 2020
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Amelia B. Edwards

¿Se puede uno enamorar de Egipto?

Para ilustrar cómo puede alguien llegar a “enamorarse” del país del Nilo he tomado como ejemplo la figura de una mujer que, como muchos de nosotros, primero sintió curiosidad, luego interés por saber más, y finalmente sucumbió a la irresistible atracción de Egipto, haciendo de la Egiptología su modo y razón de vivir.

Me estoy refiriendo a Amelia B. Edwards (1831 –1892) considerada la primera mujer egiptólogo y, de alguna manera, madrina de la Egiptología en Europa. Quizás la simple mención de su nombre no les diga nada, pero a través de esta semblanza intentaremos acercar a todos los lectores la trayectoria de esta mujer pionera que, por una casualidad, se “enamoró” del antiguo Egipto.

Amelia Ann Blanford Edwards nació el 7 de Junio de 1831 en el barrio londinense de Shoreditch, en el seno de una familia de clase media acomodada. Su padre, Thomas, era un oficial de la Armada ya retirado por motivos de salud, y trabajaba en un banco. Su madre, Alice, era una mujer muy culta e inteligente, que supo inculcar en su pequeña Amy el gusto por la literatura, el teatro, la música y la pintura. Amy heredó el carácter decidido de su padre y la sensibilidad de su madre. Se puede decir que fue afortunada por tener unos padres de mentalidad menos rígida de lo que era habitual en aquella época. En gran medida, el hecho de que jamás pusieran restricción alguna a las lecturas de Amelia la ayudó a adquirir una vastísima cultura, que la convirtió en una mujer con gran amplitud de miras. Esto no era frecuente entre las damas victorianas acomodadas, que eran educadas para lucir en sociedad con fines exclusivamente matrimoniales.

Desde muy niña tuvo grandes dotes para el dibujo y con sólo siete años ya publicaba regularmente portadas y contraportadas para un semanario. En los primeros años de su juventud, Amelia, además de dedicarse a la pintura, intentó abrirse camino como actriz, como cantante, como concertista de piano y finalmente se dedicó al periodismo y a la literatura, publicando algunas obras que tuvieron escaso éxito. No obstante, ella estaba convencida de que acabaría consiguiendo reconocimiento como escritora, y lo siguió intentando.

A la muerte de sus padres, Amy se fue a vivir con una amiga de la familia que había enviudado. Se trasladó a un pueblecito de Bristol llamado Westbury-on-Trym, y vivió en una casa conocida como “The Larches”. Esta amiga, Emma Braysher, se ofreció a presentarla en sociedad, como era preceptivo para una señorita de la época. Pero Amelia despreciaba los convencionalismos y confesaba preferir otro tipo de vida. Adoraba el ambiente bohemio de París, y, de vez en cuando, hacía viajes con su amiga Lucy Renshawe –a quien siempre llamó simplemente “L”.- escribiendo relatos sobre ellos a su regreso.

Amelia ya tenía 42 años cuando en Noviembre de 1873 emprendió su único viaje a Egipto, acompañada de su amiga “L”. Una vez en El Cairo alquilaron una dahabiya que llevaba por nombre “Philae”. En esta nave, que por su gran tamaño requería una tripulación de quince personas, partieron rumbo sur con el objetivo de remontar el Nilo hasta Nubia, iniciando así una aventura que habría de dar sentido a su vida futura. El relato que surgió de este viaje (Mil Millas Nilo Arriba) puso de manifiesto como ella se fue ‘enamorando’ de Egipto, y acabó siendo la obra cumbre de Amelia Edwards en su faceta de escritora.

Durante el viaje tomó conciencia del estado en que se hallaban los monumentos faraónicos, y al regresar a Londres creó el Egypt Exploration Fund (en la actualidad Egypt Exploration Society), fundación dedicada a la salvación de monumentos y al patrocinio de excavaciones en Egipto por medio de donaciones privadas e institucionales. Esta institución contó en sus filas con egiptólogos de la talla de Flinders Petrie y Howard Carter, y su principal publicación, el J.E.A. (Journal of Egyptian Archaeology) es de obligada referencia para egiptólogos de todo el mundo.

No acabó aquí su aportación a la Egiptología, sino que Amelia Edwards también fundaría la primera cátedra dedicada a esta disciplina en el Reino Unido. Se aseguró de que la Universidad que la albergase no hiciera distinción entre hombres y mujeres para el acceso, y la elección recayó en el University College de Londres. El primer titular de esta cátedra sería su amigo y protegido Flinders Petrie.

Al haber traído a estas páginas la figura de esta mujer de excepcional trayectoria, he querido poner de manifiesto que, a veces, no se requiere más que entusiasmo y tesón para llegar a conseguir cualquier objetivo. Creo que su ejemplo puede animar a más de uno a seguir interesándose, investigando, aprendiendo y, en una palabra, a enamorarse de Egipto, como lo hicieron los pioneros de esta ciencia.

Amelia Edwards murió el 15 de Abril de 1892 y fue enterrada en Westbury-on-Trymm. Allí, en el olvidado cementerio de Henbury Churchyard, el visitante nostálgico puede ver una tumba presidida por un pequeño obelisco y cubierta con una lápida en forma de signo anj, como testimonio inequívoco de que allí reposa alguien que verdaderamente amó a Egipto.

Bibliografía

  • Amelia Edwards, Traveller, Novelist & Egyptologist – Joan Rees – Rubicon Press, 1998
  • The First Hundred Years – Egyptology at the University College London – Rosalind Janssen UCL 1992
  • Dioses, Faraones y Exploradores – Amelia B. Edwards – Abraxas, 2002
  • Mil Millas Nilo Arriba – Amelia B. Edwards – Turismapa-Fundación Clos – 2003
  • Amelia Edwards: el despertar de una pasión – Rosa Pujol

 

Autora Rosa Pujol

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