Las tres edades
Por Susana Alegre García
1 octubre, 2011
Grupo escultórico descubierto en Gebelein
Modificación: 23 abril, 2020
Visitas: 9.252

Época: Dinastía XVIII, período amarniano (c. 1330 a.C.)
Material: piedra caliza policromada
Dimensiones: altura máxima 17 cm.
Lugar de conservación: Metropolitan Museum of Art. Nueva York
Procedencia: Gebelein (Naga el-Gherira)

Este grupo escultórico anepígrafo, con una amplia pilastra dorsal (Figs. 1 y 2) y de pequeñas dimensiones, se conserva en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York[1]. Se trata de una obra extraordinaria y muy singular, que llama la atención por el hecho de representar a tres figuras masculinas, dos hombres y un niño, interactuando afectuosamente.

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Fig. 1. Vista frontal de la escultura. Foto de Jaume Vivó.

El niño se representó con el cuerpo desnudo y luciendo un peinado conseguido mediante diversos mechones que surgen de la cabeza parcialmente afeitada y que conforman el flequillo y las caídas a los lados de la cara. El peinado se complementa con unos grandes pendientes en forma de ajorca, que solo son visibles parcialmente. Este tipo de mechones y el uso de ciertos ornamentos son características en las representaciones propias de la infancia en el arte egipcio, al igual que las formas llenas y redondeadas de la figura. Incluso es tópica la barriga suavemente redondeada, que en este caso además se destacó mediante un pliegue por debajo del ombligo.

El personaje situado junto al niño muestra la cabeza rapada y el torso desnudo. Tan solo porta un faldellín blanco que se alarga hasta las rodillas y que realza el abultamiento del vientre, lo que es propio del período amarniano. Este personaje extiende su brazo izquierdo sobre los hombros del niño, se apoya y deja caer su mano hacia el pecho del muchacho[2]. El pequeño, a su vez, responde alargando el brazo hacia la cadera de su acompañante. Este intercambio de gestos cariñosos indica que existe una fuerte complicidad en entre los dos personajes (Fig. 3).

Pero además del vínculo entre el hombre con la cabeza afeitada y el niño, existe igualmente un evidente lazo de afecto con el individuo situado más a la izquierda. Este personaje luce un faldellín que se anuda a la cintura por debajo del ombligo, aunque de un modo menos marcado que en el personaje con el torso desnudo, lo que parece disimular la barriga. En este caso se trata de una prenda más larga, más elaborada y con una caída ornamental bastante sofisticada en la zona delantera. Además el hombre se muestra con el pecho cubierto con una especie de camisa, con apertura que se ajusta en el cuello y con mangas rematadas con pliegues. En su mano derecha coge lo que parece ser un fragmento de tela blanca, quizá un pañuelo. En su indumentaria también destaca una peluca corta, integrada por múltiples rizos que zigzaguean y que realzan el contorno redondeado del rostro. Su aspecto, en general, tiene un porte enaltecido, lo que induce a pensar que disfruta de cierto rango (Fig. 4).

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Fig. 2. Vista de la escultura por su parte posterior. Foto en: www.metmuseum.org/ collections/search-the-collections/100001005?img=4

Los tres hombres se muestran descalzos y con el mismo gesto solemne y sereno en sus rostros. Y como es tan característico en la escultura egipcia, avanzan la pierna izquierda. Al ser los tres varones, la policromía mostró su piel con el habitual tono tostado que al parecer era tan apreciado en la estética varonil. Este color de piel contrasta con el blanco de sus vestimentas. El juego entre estos dos colores, a lo que se suma el negro de la peluca y el del pelo del niño, son los únicos que presenta la obra, ya que no existen elementos como collares u otras joyas que aporten mayor policromía. Es llamativo que los tres personajes se muestran con la misma jerarquía y en el mismo plano, pues el aparente retraso del niño parece que se debe únicamente a sus dimensiones generales más reducidas.

No obstante, entre todos los detalles representados lo que más llama la atención es que la cara de los tres personajes reproduce rasgos idénticos. Ello puede observarse en la nariz corta y regordeta en el extremo, en los ojos almendrados y separados, en la manera de cerrar la boca, o en la forma amplia y fuerte del mentón. Es precisamente esta enorme similitud entre los individuos lo que puede resultar clave de cara a la interpretación de la obra.

Si observamos con atención percibiremos que el personaje que luce la vestimenta mas compleja y peluca, muestra leves arrugas en el rostro, que se extienden desde la nariz hacia la boca. Otra arruga se marca junto a la comisura de los labios, endureciendo el gesto, y hay un par de pliegues en su cuello que indican la presencia de una papada[3]. Hasta podemos adivinar cierto abultamiento en el entorno de los ojos que acentúan la sensación de flaccidez. En el personaje con el pelo rapado se repiten los mismos rasgos faciales, pero aquí parecen más vigorosos, más jóvenes. En este individuo no se muestran arrugas, los parpados están menos marcados y las ojeras son inexistentes. La sencillez de su atuendo hace pensar que es de menor rango. El niño, aunque con rasgos hábilmente dulcificados, tiene el mismo rostro y expresión que los otros dos personajes.

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Fig. 3. Detalle del niño y del joven.

De modo que parece que no solo nos encontramos ante la presentación de individuos masculinos en tres edades: un niño, un joven y un hombre con edad avanzada. Debido al parecido físico podría tratarse de los miembros de una familia, quizá un abuelo, un hijo y un nieto. Pero es igualmente factible, quizá más, que se trate del mismo personaje mostrado en tres edades de su vida, narrando el proceso de una existencia que va desde la infancia a la juventud, y de la juventud hacia la vejez.

La ausencia de textos en la escultura y la descontextualización arqueológica, no ayudan a tomar partido por una u otra opción. En cuanto a lo que se refiere a cuestiones iconográficas, hay que tener en cuenta que la representación de grupos familiares es un tema habitual de la estatuaria egipcia, pero desde luego la obra conservada en el Metropolitan resulta sorprendente por tratarse de tres varones y por la manera en que fueron representados. También son recurrentes en el arte egipcio las obras que aluden al paso del tiempo, y al menos desde el Imperio Antiguo se generaron imágenes que plasman la figura del mismo individuo en su juventud y con mayor edad. Sin embargo, la forma adoptada por estas tres figuras, el modo en que interaccionan, resulta ciertamente singular. Es, por tanto, una obra tradicional en ciertos aspectos, pero a la vez es muy original debido a su estética y planteamiento, luciendo unas características que la hacen única.

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Fig. 4. Detalle de los dos hombres adultos.

Lo cierto es que a pesar de tratarse de una obra de apariencia sencilla, el artista que la generó mostró una gran maestría y una gran habilidad para los pequeños detalles. Es magnífica, por ejemplo, la manera en que fueron plasmados los rostros y el modo en que los mismos rasgos se adaptan a las distintas edades: las formas más suaves en el niño, los rasgos más definidos en el joven y los efectos más prolongados del paso del tiempo en el de mayor edad (Figs. 5 y 6). Además en la obra se han utilizado interesantes recursos, siendo muy llamativo el modo en que se plantea la distancia entre individuos: el hombre joven y el niño quedan bastante juntos, casi pegados el uno con el otro; pero la separación es distinta en relación con el hombre que luce la peluca y el que aparece con el torso desnudo. Este desplazamiento entre el hombre joven y el maduro no parece tener la intención de plasmar una falta de vínculo, sino todo lo contrario. El espacio expandido, destacado, permite otorgar una notable relevancia a las manos unidas de los dos personajes, subrayando la afectuosidad existente entre ambos.

Aunque buena parte de las esculturas legadas por el arte faraónico tienen una potente tendencia simétrica, en esta representación resulta un planteamiento distinto. La distancias entre los personajes y lo gestual generan una composición bastante compleja; pero, sobre todo, la ruptura con la simetría se acentúa debido a las dimensiones del niño. A pesar de ello, el desequilibrio se compensa con la presencia del brazo del acompañante de cabeza rapada, generando una cierta elevación al rodear al niño por los hombros. Pero además hay una búsqueda de compensación cromática, ya que el color negro de los mechones de pelo del niño, combinan y armonizan con la peluca del hombre de mayor edad y rango. Incluso el pelo del niño tiene el mismo largo que la peluca del hombre más mayor.

Esta escultura del Metropolitan de Nueva York no muestra, en absoluto, la tópica tríada en la que de un modo u otro se enaltece a la figura central. Parece que con la colocación y la asimetría se pretendía dirigir la llamada de atención hacia las manos agarradas, los gestos de afecto y, en definitiva, sobre el conjunto formado por los tres individuos. En todo caso, aún quedando en un extremo, el personaje más enaltecido en la obra es el de mayor edad, debido especialmente a su atuendo más rico y sofisticado. Es, en definitiva, como si el más próximo a la vejez fuera el que reflexiona sobre las generaciones de su familia que le seguirán; o bien, como si rememorara su propia realidad pasada, la juventud y la niñez, tan intrínsecamente ligadas a su más profunda identidad.

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Fig. 5. Detalle del hombre con peluca. Foto en: www.metmuseum.org/collections/search-the-collections/100001005?img=1

 

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Fig. 6. Detalle del hombre con la cabeza rapada. Foto en: www.metmuseum.org/collections/search-the-collections/100001005?img=2

Pero el atuendo no solo enaltece al personaje de mayor edad, también es un recurso utilizado por el artista para ayudarse a mostrar el paso del tiempo. Como si los rostros o las arrugas no fueran suficientes, además se muestra una gradación en relación a la vestimenta. Se trata de plasmar el proceso que lleva al niño desnudo y sin rango alguno, hacia el hombre joven con el pelo rapado y con un sencillo faldellín; quien, a su vez, se transforma en un hombre más adulto que cubre su torso, que luce ropas más sofisticadas y pelucas propias de un estatus más elevado. Un hombre que a lo largo de su vida pasa de la espontaneidad y comodidad del desnudo, al boato propio de una posición que le otorga privilegios pero que le encorseta.

Observando la figura de estos tres hombres parece que nos encontremos ante la mirada nostálgica de un hombre adulto que acude al recuerdo de su amada juventud y que se conmueve ante la niñez; siendo su presente, en definitiva, la suma de esas realidades que el tiempo ha dejado o dejará atrás. En el caso de tratarse de un abuelo que desea expresar su afecto por su hijo y nieto, también se plantea una reflexión perturbadora sobre el devenir de las generaciones, sobre el paso inexorable del tiempo y sobre la permanencia conseguida gracias a la perduración de los mismos rasgos, de la misma sangre, de la misma familia.


Notas
[1] La web de este museo ofrece una pequeña descripción de la pieza y una completa documentación fotográfica. Ver en: www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/100001005
[2] Gesto que recuerda al de otras esculturas como puede ser el grupo escultórico de la Dinastía VI también conservado en el Metropolitan Museum de Nueva York. Sobre este aspecto ver N. E. Scott, “Memy-Sabu and his Wife” BMMA 7/3, 1948, pp. 95-100.
[3] Para apreciar estos detalles es recomendable observar la fotografía que el Metropolitan Museum ofrece en: www.metmuseum.org/Collections/search-the-collections/100001005#fullscreen

 

Artículo publicado en BIAE 75 (2011) 

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Autora Susana Alegre García

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