¿La viva estampa de Atón o Amón?
Varios estudiosos de la cultura egipcia consideran al joven faraón como uno de los principales íconos, a la altura de sus famosas pirámides. Las efigies de la máscara funeraria de Tutankamon, sus objetos personales y su protegido sarcófago, viajan por la red de redes o por los museos de diferentes latitudes y sobran las historias -algunas reales, otras fantásticas-, en torno al niño rey.
Pero para conocer su vida es necesario remontarse a la dinastía XVIII.
Al nacer en el año 1345 a.C. se le asignó el nombre de Tut-anj-Atón, gracias a las creencias monoteístas de su padre Akenatón. Tutankamón vivió en un Palacio Real y se educó en la Ciudad de la Luz o Amarna fundada por su progenitor, quien convirtió esa parte del desierto en una localidad de grandes palacios.
Al desaparecer la estirpe amárnica encabezada por Akenatón sus reformas perdieron fuerza. Los poderes del estado estaban ansiosos por restablecer el orden que el supuesto progenitor había quebrantado. El clero tenía mucho que ganar con el restablecimiento de los antiguos cultos y el ejército podría recuperar territorios perdidos. Es por eso que la restauración religiosa se desarrolló de forma rápida. En su segundo año de reinado el joven sucesor sustituyó el disco solar Atón por el dios Amón. Así Tut-anj-Atón se convertía en Tutankamon: la viva estampa de Amón.
Tal y como ocurre con otros monarcas egipcios, poco se conoce de su vida familiar y personal. Sin embargo, las pinturas de la cámara mortuoria de la tumba de Tutankamón muestran diversas escenas que exponen el tierno y profundo amor entre el joven faraón y la reina Anjesenamón o Akhesa.
La muerte del joven rey ha sido un asunto bien controvertido. Su posible asesinato se alimentó con varias hipótesis, entre ellas la de su muerte inesperada, elemento que se justificaba por el pequeño tamaño de su tumba y su atípica estructura con relación a los mausoleos reales de las dinastías XVIII y XIX, lo que significaba que el suyo no estaba concluido, cuestión que pudiera justificarse por la corta edad en que murió el faraón. Diversos trabajos relatan que pudiera tratarse de un tumba privada adaptada tras la muerte prematura de Tutankamón. Otras investigaciones afirman que Ay dispuso que se equipara y decorara su tumba a toda prisa y sin los requisitos acostumbrados. Incluso se describe que la apariencia carbonizada de la momia del niño faraón se debe a que se aceleró el proceso de embalsamamiento acortando la desecación con natrón y añadiendo resinas en exceso. Se presume que Ay aceleró el funeral para tomar el poder de inmediato y lograr su ascenso al trono.
Estos y otros temas relacionados con su vida y su deceso son los que ocupan espacio en las actuales investigaciones multidisciplinarias que persiguen develar todo el misterio en torno a este monarca que alcanzó su verdadera inmortalidad a partir de 1922 con el hallazgo de la tumba KV 62.