Tausert, la reina-faraona del Período Ramésida
Por Jorge Roberto Ogdon
20 febrero, 2004
Modificación: 21 abril, 2020
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tausert-egipto

Cuenta Diodoro Sículo que la quinta mujer que gobernó Egipto fue aquella que la Egiptología actual identifica con la reina Tausert, de fines de la glamurosa Decimonovena Dinastía, la misma que Manetón, bajo el nombre griego de Tuoris, hizo varón e identificó con el Polibio que cantaba Homero en La Ilíada.

Cartela de la reina-faraón Tausert (lit., -La Poderosa-), quien hizo honor a un nombre que la equiparaba con la diosa-hipopótamo homónima, protectora de las parturientas, los recién nacidos y los niños, tal como ella se constituyó en la regente y protectora de Siptah

Cartela de la reina-faraón Tausert (lit., -La Poderosa-), quien hizo honor a un nombre que la equiparaba con la diosa-hipopótamo homónima, protectora de las parturientas, los recién nacidos y los niños, tal como ella se constituyó en la regente y protectora de Siptah.

El difícil legado de Ramsés II

Para fines del prolongado reinado de Ramsés II, Egipto había perdido el brillo de las etapas más tempranas de su gobierno; el rey estaba viejo y enfermizo, los sacerdotes habían recobrado – gracias a esa debilidad – los hilos del verdadero poder, y en el frente externo las cosas lucían preocupantes: Asiria comenzaba a mostrar los dientes, y Tukulti-Ninurta I ya se había fagocitado a Babilonia y conquistado la zona montañosa del Tigris Superior.

Fueron los aliados hititas de Ramsés el Grande los que tuvieron que sobrellevar la faena de contener ese avance, poniendo un pie firme en Siria, pero, al mismo tiempo, también tuvieron que abrir otro frente en Anatolia para enfrentarse a pueblos aqueos que buscaban controlar la ruta del Mar Negro. Algunos han sugerido que, en estos tiempos, tuvo lugar la homérica guerra de Troya.

Esta convulsión de pueblos y regiones llevó a que grandes contingentes humanos se desplazaran – o fueran desplazados – como oleadas incontenibles que se expandieron por el Asia Menor y las islas delEgeo, llegando hasta las costas de Libia, y que, luego, por tierra y por mar, avanzaron en busca de otros asentamientos favorables.Y el más favorable de esos lugares, en el norte de África, era Egipto.

Los egipcios simplemente los llamaron “los Pueblos del Mar”, y fueron los enemigos más temidos y combatidos desde los tiempos del sucesor de Ramsés II, Hotephermaât Merenptah (Mineptah). Su padre ya les había enfrentado en una primera campaña líbica realizada hacia 1230 a.C.: una inscripción en el muro interno norte del Patio del Escondrijo del Gran Templo de Amón-Râ, en Karnak, menciona el hecho, dando una gran cantidad de nombres foráneos entre los que se citan a los libu (libios), los mashuash, los luka (¿licios?), los shakalash (¿sículos?), los shardana (¿sardos?) y los tursha (¿tirsenos? ¿etruscos?), entre otros, a los que define como “toda gente del norte… que venían de toda clase de países”.

Mapa de locación de los hipogeos regios de fines de la Decimonovena Dinastía, incluido el de la reina Tausert - usurpado por Setnâjt, el fundador de la Vigésima -. Todos los protagonistas de la caída de la gloriosa dinastía construyeron sus tumbas alrededor de la Tutmosis I, el primer monarca enterrado en el Uadi Biban el-Moluk o Valle de los Reyes, Tebas Oeste

Mapa de locación de los hipogeos regios de fines de la Decimonovena Dinastía, incluido el de la reina Tausert – usurpado por Setnâjt, el fundador de la Vigésima -. Todos los protagonistas de la caída de la gloriosa dinastía construyeron sus tumbas alrededor de la Tutmosis I, el primer monarca enterrado en el Uadi Biban el-Moluk o Valle de los Reyes, Tebas Oeste.

El peligro parece no haberse disipado fácilmente, incluso en vida de Ramsés el Grande, quien mandó construir una jalonada cadena de fortalezas en el desierto occidental, sin duda a raíz de la amenaza que esos contingentes extranjeros representaban en forma asidua.

En el Año V de Merenptah, estos mismos pueblos, reunidos bajo el liderazgo de un “rey de Libia” llamado Meriai, penetraron por la región occidental del Delta egipcio, pero fueron rechazados enérgicamente por el soberano que ganó muchos prisioneros en esa ocasión.

La afamada “Estela de Israel” de este faraón menciona principalmente su victoria sobre los “libios”, y el nombre moderno del monumento se debe a que, hacia el final de su inscripción, hay una recapitulación de los enemigos sometidos por el rey entre los que se menciona, por primera vez en la Historia, el nombre de “Israel” (y-z-r-a-l + det. “gente” – y no de “país” -).

La intervención egipcia en Oriente está confirmada por la continuidad que tuvo el tratado de paz firmado entre Ramsés II y Hatusil III bajo el reinado de Merenptah: ya en su Año IV el faraón estaba enviando trigo a sus aliados hititas, que se encontraban bajo el asedio constante de los mismos vándalos que atacaban Egipto.

Dos cosas han llamado la atención del reinado de Merenptah: que toda su atención se centrara en la defensa de Egipto y que toda la obra interna sea escasa y de pobre calidad, llegando a la usurpación y destrucción de construcciones previas para erigir otras a su nombre. Es notable que la mayoría de estas depredaciones haya tenido por objeto monumentos erigidos por Amenofis III. Nada de esto habla bien de la situación de Egipto durante su reinado.

El hundimiento de la Casa de Ramsés el Grande

Merenptah era un hombre viejo ya al asumir el trono; fue el treceavo hijo de Ramsés II, y el demasiado prolongado reinado de su padre generó fuertes pujas entre los presuntos herederos. Por eso no extraña la brevedad de su gobierno y sí sorprende la actividad desplegada en tan corto lapso de tiempo.

Dijo A.H. Gardiner que al morir “era pelado y corpulento” (1961: p. 276) basándose en sus despojos mortales, que fueron encontrados por Víctor Loret en la tumba (VR 35) de Amenofis II, en el Valle de los Reyes, si bien fue depositada en un principio en su propia siringa (VR 8) dentro de un bello sarcófago de granito.

La sucesión de este rey desató la crisis dinástica tan temida, y los escasos quince años que pasaron hasta la caída definitiva de la “Casa de Ramsés el Grande” constituyeron una época oscura y revoltosa para Egipto.

La antigua propuesta de que Merenptah fue sucedido por su hijo Seti II en forma directa (e.g. Gardiner, 1958; Christophe, 1957), ha sido ahora superada por la opinión general de que fue un tal Amenmose (o Amenmeses) quien ocupó la silla faraónica antes que él (i.a. Padró, 1997; Grimal, 1996; Pirenne, 1980; Drioton-Vandier, 1977³ [1956]).

El templete consagrado a la tríada tebana que Seti II mandó erigir en el primer patio del Gran Templo de Amón-Râ, en Karnak, es el único monumento a gran escala que se conoce de este monarca, exceptuando su deteriorada tumba en el Valle de los Reyes

El templete consagrado a la tríada tebana que Seti II mandó erigir en el primer patio del Gran Templo de Amón-Râ, en Karnak, es el único monumento a gran escala que se conoce de este monarca, exceptuando su deteriorada tumba en el Valle de los Reyes.

Todos le consideran un usurpador, aunque algunos atenúan esta arrogancia proponiendo que fue alguno de los numerosos hijos de Ramsés II que terminó ganando la puja por el poder. Aparentemente, era hijo de una hija (o nieta) de Ramsés II llamada Tajât, y contrajo matrimonio con la reina Tiaâ.

Según los registros del Papiro Salt 124, que conservan los litigios contra Paneb, uno de los directores de obreros de Deir el-Medina, Amenmose gobernó apenas por cinco años. El faraón es mencionado en el documento por su apodo de “Mose” el que, según R.O. Faulkner (1966), era aplicado a todos los monarcas desde los días de Ramsés II.

Es difícil saber exactamente cuánto tiempo detentó la corona ya que sus sucesores se ocuparon con vehemencia de destruir todo recuerdo del usurpador, aunque llegó a preparar para sí un hipogeo propio (VR 10) que, obviamente, nunca llegó a ocupar y que fue objeto de actos de vandalismo luego de su deposición y muerte.

Su sucesor fue el legítimo heredero de Merenptah, a quien Amenmose había desplazado: Seti II, que reinó por seis años y de los que, debido a la ausencia de documentación que nos hable de su época, se dice que fueron “pacíficos”, pero nada tampoco prueba que fuera así.

El único gran monumento atribuible a su reinado es el templete para barcas rituales, dedicado a la tríada amonita, ubicado en el Primer Patio del Gran Templo de Amón-Râ en Karnak, a pesar de que algunas inscripciones suyas abundan en afirmaciones de haber emprendido “numerosas” construcciones.

El templo de Mut en Karnak también recibió unas pocas adiciones a su nombre; en tanto, en Hermópolis se contentó con terminar la decoración del templo de Thot que había sido comenzada por Ramsés II.

Nada se sabe de su personalidad o de los hechos acaecidos bajo su mandato, excepto que las minas de Serabit el-Jadim en Sinaí fueron reactivadas según varias estelas dejadas por sus funcionarios.

Tausert y el ocaso de una dinastía

Lo que sí se conoce es acerca de sus tres matrimonios, que sin lugar a dudas fueron una de las razones del desequilibrio sucesorio en un momento tan frágil para la institución áulica. El primero fue con una tal Tajât II, probablemente emparentada con Tajât, la madre de Amenmose, aunque, considerando que éste fue tratado como un usurpador y que su memoria fue maldita, no parecería razonable que se haya mantenido una estrecha relación con la familia de tal condenado al olvido. Sea como fuere, con ella no tuvo descendencia.

Su segunda esposa fue Tausert, que le dio un hijo llamado Seti Merenptah – tomando los apelativos de padre y abuelo, respectivamente -, el que falleció siendo muy joven.Iba a ser la tercera esposa quien, finalmente, iba a procurarle a Seti II un heredero de nombre Ramsés Siptah.

Cartela de Siptah que sobrevivió grabada en la puerta de su tumba VR 47, conteniendo su -Nombre de Nisut-bity- o Rey del Alto y Bajo Egipto: Ajenrâ-Sotepenrâ

Cartela de Siptah que sobrevivió grabada en la puerta de su tumba VR 47, conteniendo su -Nombre de Nisut-bity- o Rey del Alto y Bajo Egipto: Ajenrâ-Sotepenrâ.

Algunos opinan (e.g. Grimal, 1996) que el joven príncipe, en realidad, era el hijo de la reina Tiaâ, esposa de Amenmose, y que descendía, por lo tanto, del usurpador. En este caso, Tausert habría resultado ser su madrastra, a la vez que habría sido la encargada del niño al morir o desaparecer su verdadera madre por causas que aún no se conocen.

Otros (e.g. J. Padró, 1997), hacen de Siptah el propio hijo de Tausert quien, naturalmente, luego de la muerte de su hermano primogénito, pasó a ocupar la punta en la sucesión al trono de Egipto. Y, por último, no faltó quien (É. Drioton~J. Vandier, 1977³) haya hecho de Siptah el esposo de Tausert, algo que actualmente está descartado en forma unánime.

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