“Serdab” es una palabra de origen árabe, que podría traducirse como “bodega”, que da nombre a un tipo de estructuras arqueológicas que pueden encontrarse en algunas tumbas y templos funerarios egipcios.
Se trata de un tipo de cámaras inaccesibles, de dimensiones reducidas y diseñadas para colocar en su interior esculturas. Sólo pequeñas aperturas permiten detectar su presencia.
Localización de rendija de serdab en la mastaba de Ti. Dinastía V.
En la antigüedad estos espacios eran denominados pr-tw.t, , “casa de la estatua” y son relativamente comunes en mastabas de altos dignatarios y de la familia real del Imperio Antiguo, aunque también pueden encontrarse en tumbas de tipo hipogeo en Guiza, Abusir, Dashur, Meir, Abidos…. También el espacio serdab aparece excepcionalmente en algún templo funerario, como el célebre serdab localizado en el recinto funerario del faraón Djoser en Saqqara.
Serdab del faraón Djoser en su recinto funerario en Saqqara. Junto a la cara norte de la pirámide. Foto: Susana Alegre García
El hecho de estar en un espacio completamente cerrado, abierto solo con pequeños orificios, consigue que la estatua en su interior se encuentre muy protegida. Hay que tener en cuenta que las esculturas eran elementos muy valiosos y que se consideraba que podían sustituir al cuerpo del difunto y convertirse en soporte para el ka (fuerza vital). Su adecuada preservación, por tanto, era muy relevante.
La localización estratégica de los serdab en las proximidades de las Estelas de Falsa Puerta y de las Mesas de Ofrenda, hacía que la escultura dentro del serdab pudieran participar en la recepción de las dádivas entregadas, y, a la vez, quienes realizaban la ofrenda podían observar a través de las pequeñas rendijas la figura del receptor de la ofrenda.
Rendija con vista de la escultura en el serdab de la mastaba de Ti. Saqqara. Foto: Susana Alegre
El serdab, en definitiva, era un espacio para acoger la escultura que retrataba al propietario o propietarios de la tumba, protegiéndola y, a la vez, haciendo al difunto partícipe de los rituales funerarios y del culto que recibían.
A quienes eran los parientes, los amigos o los conocidos de los difuntos, les debían generar una emoción muy especial estas esculturas. Tener justo al lado, entre penumbras, la imagen escultórica del receptor del culto, debía generar una sensación de presencia y de inevitable proximidad. De hecho, las esculturas del serdab, con su aspecto vital, su colorido y con su rostro situado justo a la altura de la pequeña ventana que permite la visualización, resultan ciertamente tan sorprendentes como sobrecogedoras.
Escultura de Nenkhefta, Dinastía V. Descubierta en el interior del serdab de su tumba en Deshasha. Fotos: Susana Alegre García
Detalle de la escultura de Nenkhefta, Dinastía V. Descubierta en el interior del serdab de su tumba en Deshasha. Fotos: Susana Alegre García
No obstante, las pequeñas aperturas del serdab más que abrirse a los vivos para observar a los muertos, son una ventana desde el mundo de los muertos para que ellos pudieran observar, contemplar las ofrendas, oler los perfumes, las libaciones…, para que su espíritu pudiera emerger fuera del encierro de su cámara funeraria, salir al exterior y contemplar el mundo. No en vano en la antigüedad las pequeñas aperturas recibían el nombre de “ojos de la casa del ka”.
No hay que olvidar que también en ocasiones la egiptología denomina serdab a un tipo de cámara no decorada que se encuentra en el interior de algunas pirámides. Aunque no ha podido determinarse con exactitud su función, se cree que podría tratase de cámaras de almacenamiento del ajuar funerario. Este tipo de cámaras aparecen por primera vez en la pirámide de Micerino (Dinastía IV) y se estandarizan en el diseño de las pirámides, como tres nichos en la antecámara funeraria, a partir Dyedkara Isesi (Dinastía V).
Autora del texto y de las fotografías Susana Alegre García