Al atardecer, los ecos del turismo se van difuminando con el viento del desierto, y la llanura de Giza, poco a poco, se queda muerta de murmullos, viva de silencio. Los guardias cierran las puertas mientras va cayendo el sol, justo a la izquierda del sepulcro de Menkaura. Su luz difusa contrasta con los gigantes de piedra y todo queda envuelto en el misterio.
Algún chacal salvaje pasea solitario entre las mastabas, reminiscencia de un Anubis atento que protege todavía enigmas y secretos. Para muchos, los de la Gran Pirámide son los más apasionantes y, en verdad, nunca se acaban los interrogantes que despierta. Sin embargo, si seguimos al pequeño chacal de puerta en puerta en su turno nocturno, nos adentraremos en el lado femenino de la hermética Giza: las señoras de la necrópolis, las reinas de la Dinastía IV.
En los remotos tiempos del tercer milenio antes de nuestra era, los Señores de las Dos Tierras concibieron un modo extraordinario de relacionarse con la idea de la muerte. Reyes, teólogos y arquitectos erigieron un grandioso escenario para los espíritus más nobles de Egipto en su tránsito hacia el Más Allá. Dyeser, soberano de la Dinastía III, y el gran maestro Imhotep, elevaron en Saqqara la primera estructura de mastabas superpuestas… una escalera hacia el cielo. Huny, rey que concluyó dicho grupo dinástico, no ha dejado constancia arqueológica de sus construcciones; por un tiempo se le atribuyó haber iniciado la de Meidum, pero ninguna prueba lo avala. Seneferu, su sucesor y fundador de la siguiente familia de reyes, construyó primero la de Meidum y luego se desplazó a Dashur, donde quedan como testigo de su proeza la Pirámide Truncada y la Pirámide Roja. Cuando Jufu subió al trono, hasta donde sabemos hoy, concibió el mayor monumento piramidal, pero lo hizo más al norte, en Giza. Dyedefra cimentó el más castigado de estos edificios, la pirámide perdida de Abu Roash, todavía en proceso de investigación. Jafra y Menkaura prosiguieron la tradición de Jufu en Giza, aunque no alcanzaron ni su altura ni su gloria. Shepseskaf, por motivos desconocidos, retornó a la gran mastaba de los primeros faraones. Su heredera, Jenktkaus I, arropada por la sombra de Menkaura y Jafra, cerró la arquitectura funeraria de la Dinastía IV con un edificio a medio camino entre la mastaba y la pirámide; es de pequeñas proporciones, pero símbolo de toda una cultura. No puede resumirse con menos palabras la llamada «edad de oro» del Reino Antiguo, la extraordinaria apoteosis de unos monarcas cuyo pensamiento y modo de vida sólo nos narran sus tumbas. Las siguientes generaciones, sin abandonar la forma piramidal, fueron decayendo en grandeza, materiales y tamaño, pero nos legaron a cambio los Textos de las Pirámides, el relato de un viaje del espíritu hacia las estrellas imperecederas.
Secuencia de las tres pirámides de Seneferu según la hipótesis vigente sobre su construcción.
Junto a estos famosos nombres una estela de mujeres inspiró sus sueños y esperanzas. Mientras ellos dirigían su mirada al Más Allá, ellas perpetuaban el prodigio de la vida. Madres, esposas, hijas y hermanas… las compañeras del Horus, las protectoras del heredero, las musas de una leyenda. Trece figuras femeninas nos contemplan con hierática lejanía. Saben cómo sucedió todo, conocieron de cerca a los actores de la historia, acompañaron aquel esfuerzo por acercarse a la eternidad y hoy queremos rendirles un homenaje.
Hetephernebty, esposa de Dyeser
Jasejemuy, el último faraón enterrado en una gran mastaba de Abydos, y su esposa Nimaathap, tuvieron una hija llamada Hetephernebty. Mientras de niña se convertía en mujer, ningún horizonte del desierto egipcio era recortado por pirámide alguna.
Pirámide Escalonada de Saqqara. III Dinastía, Reino Antiguo.
Cuando llegó su momento, se casó con Dyeser, noticia que nos regaló un relieve de Heliópolis conservado en el Museo Egipcio de Turín (2671/72) que la presenta como «La que contempla a Horus». Está de pie ante la pierna de un faraón sedente y extiende su brazo en un gesto cálido hacia la figura que tiene delante, la hija que ha dado al rey; se llama Intkaes. Al otro lado de la pierna regia, a la derecha de la escena, se aprecia una muchacha más, pero la mutilación nos ha robado su nombre completo.
Fragmento de los relieves de Heliópolis donde aparecen la esposa y la hija de Dyeser. III Dinastía, Reino Antiguo
Si Dyeser y Hetephernebty eran parientes de sangre es imposible saberlo, pero ella ostenta el título de Hija de rey, según las inscripciones encontradas en torno al célebre monumento de su esposo en Saqqara, donde se incluye también el de «Grande del cetro Hts». Poco más nos ha devuelto la arena. Sólo con la imaginación es posible verla pasear por el nuevo palacio de Menfis, a donde se ha trasladado la capital. Si hubo alguna tipo de maqueta del conjunto ceremonial que rey y arquitecto proyectaban, quizás realizó algún oportuno comentario. ¿Asignaría a Imhotep la educación ética de sus hijas? Como mínimo debieron leer juntos sus reflexiones sobre Maat. Quizás el gran médico la atendió en sus embarazos y partos. Cuando sobrevino la muerte ¿dónde fue enterrada? No hay rastro alguno de su postrera morada. Es plausible que los arqueólogos del futuro tropiecen algún día con ella. Hasta entonces habrá que esperar.
Nebesneith, esposa de Huny
La reina de Huny se llamaba Nebesneith y éste es el único dato que poseemos sobre ella, aparte de la suposición infundada de que dio a luz a una gran mujer, Hetepheres I, de la que hablaremos enseguida. Ni la tumba de Huny ni la de Nebesneith han sido localizadas. Como ya dijimos, tradicionalmente se atribuyó a este monarca el proyecto de la pirámide de Meidum, pero estudios más recientes señalan que Seneferu lo ideó de principio a fin, pues en realidad no hay ninguna huella arqueológica de Huny en este monumento.
Meresanj I, madre de Seneferu
Ninguna inscripción informa de que Meresanj I tuviera vínculos matrimoniales con Huny. Lo único que sabemos es que fue madre del rey Seneferu y que recibió culto junto a él. Cada vez es más evidente que para acceder al trono egipcio no se requería haber nacido del monarca anterior. Por tanto, según los datos que tenemos, lo que parece es que cuando un hombre se convertía en faraón su madre se convertía de hecho en «Madre de rey», título que tenía valor en cuanto a que había dado a luz al nuevo Horus.
Una referencia arqueológica importante proviene de Meidum, del templo funerario asociado a dicha pirámide (FLINDERS PETRIE, 1892). Curiosamente se trata de un grafiti mil años posterior a su existencia, grabado en época de Tutmosis III (Dinastía XVIII, Reino Nuevo) para hacer una ofrenda a estos ancestros remotos: Seneferu y Meresanj I (puede verse la trascripción de Petrie en la lámina XXXIII de la obra citada). Estamos hablando de un lapso aproximado de mil cien años entre ambos monarcas. ¿Había sobrevivido dicho culto funerario tanto tiempo? Lo más seguro es que fuera una reactivación como parte de las restauraciones que siguieron a la expulsión de los hicsos, pero no deja de ser sorprendente. Los sacerdotes de Tutmosis III tuvieron más suerte que nosotros, pues disponían de suficientes registros como para saber con claridad quién había sido Meresanj I y su papel en el momento en que se alzaron tres grandiosas pirámides: la de Meidum y las dos de Dashur.
Una inscripción más antigua, pero también más controvertida sería la de la Piedra de Palermo. En la séptima línea del recto se aprecia la cabeza y parte del torso de una figura femenina y unos trazos a la derecha (JIMÉNEZ SERRANO, 2004, pág. 57). Se ha planteado como hipótesis que se trata de Meresanj I (SCHÄFER, 1902, pág. 31) y se la denomina Madre del Rey del Alto y el Bajo Egipto (SMITH, 1962, págs. 22-23).
En su propia época sólo es nombrada en la mastaba de Pehernefer, que murió en tiempos de Seneferu. El problema es que se trata de un monumento investigado por Mariette en Saqqara Norte que hoy se ha perdido. Sólo conservamos los textos publicados por Maspero y un interesante artículo sobre los mismos de Herman Junker (JUNKER, 1939), confirmándose sus títulos de Madre de rey y Madre del rey del Alto y el Bajo Egipto.
Teniendo en cuenta que Manetón considera a Seneferu el fundador de un nuevo grupo dinástico, cabe la posibilidad de que no tuviera ningún tipo de parentesco con su antecesor, Huny. Por otra parte, su madre nunca es denominada Esposa de rey. Sólo nuestra tendencia a considerar a cada heredero hijo del rey anterior, aunque fuese de una esposa menor, ha sostenido la hipótesis de que Meresanj I y Huny estuvieran casados en algún grado. Si eliminamos esta opción, fruto de un esquema mental temporal, tendríamos ante nosotros una propuesta muy interesante: cuando un rey subía al trono de Egipto, su madre, fuese quien fuese, se convertía en Madre de rey y no tenía por qué ser esposa de rey. El título radica en haber gestado al Horus y no implica ninguna necesidad de ser consorte real. Meresanj I recibió culto durante siglos junto a su hijo, como otras muchas reinas-madre, siendo el binomio madre-hijo el que parecía interesar más a la mentalidad egipcia, cosa que tiene cierto sentido.
Sea como fuere, Meresanj I es la matriarca de la Dinastía IV y a mi entender debería estar en el primer lugar de la misma y no en la III, con la que no se puede demostrar ningún vínculo. Ella fue madre de Seneferu, abuela de Jufu, bisabuela de Dyedefra y Jafra y tatarabuela de Menkaura. Con tal linaje puede entenderse que le siguieran haciendo ofrendas durante más de mil años. Su tumba está perdida en algún lugar entre Meidum y Giza, esperando ser encontrada, pero su ka, invisible a nuestros ojos, sigue protegiendo a los señores de las pirámides.
Hetepheres I, esposa de Seneferu y madre de Jufu
Pirámide Acodada de Seneferu en Dashur.
Hetepheres I fue la esposa de Seneferu y nos regaló, como testimonio de su grandeza, una parte de su ajuar funerario. El arqueólogo afortunado fue George Andrew Reisner, cuyo equipo había surgido de una alianza entre el Museo de Bellas Artes de Boston y la Universidad de Harvard. El destino quiso que Reisner estuviera en el extranjero en febrero de 1925, cuando uno de sus colaboradores quiso fotografiar la zona en la que estaban trabajando, precisamente junto a la pirámide auxiliar G1-a, atribuida a Hetepheres I. Al tratar de apoyar el trípode notó ciertas anomalías en el suelo del pasillo que hay frente al templo funerario de la Gran Pirámide y vio un trozo enlosado por manos humanas. Comenzaron a sacar piedras del pozo sin esperar a Reisner y se toparon con un nicho para ofrendas a unos siete metros; esto aumentó las expectativas.
Tumba de Hetepheres I en Giza (G7000X) descubierta por el equipo de Reisner.
Al alcanzar unos 25 m de profundidad descubrieron que había una cámara y, por el agujero que lograron hacer, leyeron el nombre de Seneferu. Entre los nervios, la emoción y los rumores, la prensa acabó anunciando que se había encontrado la tumba del célebre constructor de pirámides. No olvidemos que el trabajo de Carter en el Valle de los Reyes con Tutankhamón estaba en pleno auge, pues apenas hacía tres años del hallazgo. Reisner tuvo que amonestar a su equipo y volver a Giza lo antes posible. Ya bajo su experta mirada penetraron en la cámara: un sinfín de objetos confudía sus pupilas. El brillo del oro se mezclaba con rastros de madera descompuesta, vasijas rotas y polvo de cinco mil años. Sin embargo, con claridad, se percibía al fondo un sarcófago de alabastro con los sellos intactos. Para llegar a él había que sacar todo lo demás, labor que supuso un año de trabajo. Hoy contemplamos en el Museo Egipcio de El Cairo el fruto de las incontables horas que Reisner dedicó a reconstruir los muebles: un dosel, una cama, varias sillas, jarras de alabastro de formas diferentes… Había un cobre con unas pulseras que tenían incrustaciones en forma de mariposa. Esto ha motivado que se llame a Hetepheres «la reina mariposa», un precioso sobrenombre para la madre de Jufu. La apertura del sarcófago estuvo presidida por varias autoridades políticas y científicas, pero quedaron desencantados al encontrarlo vacío. Todavía hoy no se ha podido explicar por qué si permanecía sellado no estaba la momia en su interior. Tras él vieron un nicho que contenía un cofre con los vasos canopos, los más antiguos depositados. Aquí sí había rastros orgánicos de Hetepheres, pero no se encontraon nuevas pistas sobre su cuerpo.
Ajuar funerario de la reina Hetepheres I. IV Dinastía, Reino Antiguo. Museo Egipcio de El Cairo.
Este escondrijo-pozo-tumba-cenotafio, a pesar de las maravillas que contenía, ha generado más preguntas de las que ha respondido. ¿Por qué si la reina disponía de una pirámide (G1-a) existía ese escondite paralelo, en medio de la calzada, sin edificio encima ni señalización ninguna? ¿Fue un segundo enterramiento tras la profanación de su tumba? De ser así, ¿sucedió en la Dinastía IV o tiempo después, como en la cachette de Deir el-Bahari (DB320)? ¿Por qué no estaba la reina en el sarcófago? Si había sido profanado, ¿por qué se volvió a sellar?
Entre los tratamientos que recibe en los objetos que le pertenecieron se encuentran los de Servidora de Horus, Madre del rey del Alto y el Bajo Egipto, Inspectora de los Carniceros de la Casa de la Acacia, la que dice las cosas que se hacen, e Hija del dios, de su cuerpo. Los nombres de Seneferu y Jufu acompañan con claridad estos títulos y hacen sentir su presencia en el largo sueño de la reina.
Pulseras del ajuar funerario de la reina Hetepheres I encontrado en G7000X. IV Dinastía, Reino Antiguo. Museo Egipcio de El Cairo.
Ya hemos discurrido que Meresanj I pudo no haberse casado nunca con Huny. Analicemos a continuación si hay fundamento para considerarlo padre de Hetepheres I, como generalmente se cree. En ninguno de los objetos se ha detectado el título de Hija de rey, utilizado con frecuencia para señalar el parentesco filial, aunque también se emplea para sobrinos, nietos e incluso como título honorífico (CALLENDER & JÀNOSI, 1997). Sin embargo, Hetepheres no lo tenía. Al principio se creyó que la fórmula «Hija del dios, de su cuerpo» era otra forma de decir que había nacido del faraón, asimilado a Horus (SMITH, 1962, pág. 22). Sin embargo, un título parecido, el de Esposa del dios, sabemos que no se refiere al rey, sino a la divinidad, en concreto a Amón durante el Reino Nuevo. Por otra parte, recientes investigaciones han ilustrado que este título sólo lo ostentan reinas que fueron madres de reyes, siendo Hetepheres la primera de ellas que nos conste. El hecho de que las esposas reales no lo tengan indica una cualidad propia de la reina madre como símbolo y no como persona (NUZZOLO, 2006), a pesar del énfasis que para nosotros significa «de su cuerpo». Si pensamos que en muchas ocasiones el faraón es denominado «Hijo de Ra, de su cuerpo», es factible afirmar que para su mentalidad no se refería al cuerpo físico. En consecuencia, con lo que tenemos hasta ahora, no hay nada que aluda a Hetepheres I como hija biológica de Huny, ni tampoco consta en inscripción alguna como hija de su reina, Nebesneith.
Hetepheres I fue la madre de Jufu y cuando éste subió al trono se convirtió en reina madre. Debió fallecer en algún momento de su reinado. Los objetos de su tumba alternan inscripciones de Seneferu con otras de Jufu, confirmando que Hetepheres sobrevivió a su esposo y que su hijo ya era rey cuando se ofició su funeral. Durante su vida vio cómo se alzaban algunas de las las pirámides más impresionantes de la historia. Acompañó y aconsejó a los dos hombres que concibieron el proyecto y seguramente acudió con ellos a visitar los avances en más de una ocasión. La pequeña pirámide G1a, junto a la Gran Pirámide, quizás estuvo destinada a ser el lugar de su último descanso. La incógnita permanece, pero al menos, gracias a su ajuar, hemos vislumbrado el colorido escenario por el que caminó un día la reina Hetepheres I.
Meritetes I, esposa de Jufu y madre de Jafra
El conjunto de sus títulos los hemos obtenido de la mastaba de su hijo Kauab en Giza (G7120) y de los fragmentos encontrados por Mariette en la misma zona, hoy perdidos y conservados sólo en dibujos (SMITH, 1952, pág. 115). Son los siguientes: Gran favorita de Seneferu; Esposa de rey, su amada (de Jufu); Gran favorita de Jufu; Servidora de Horus; Consorte del amado por las Dos Damas, todo lo que ella dice se hace; Inspectora de los carniceros de la Casa de la Acacia; Hija del Dios y Glorificada en presencia de Jafra.
La Gran Pirámide de Giza. IV Dinastía, Reino Antiguo.
La referencia de Gran Favorita de Seneferu ha desorientado mucho tiempo a los egiptólogos, que creyeron que se trataba de una hija de este rey, lo que la convertía en hermana de Jufu. Actualmente se ha descartado esta opción. Dado que Jufu y Meritetes se casaron siendo él todavía príncipe, su esposa pasó a ser una de las damas principales de la corte. El hecho es que no hemos localizado ninguna inscripción que defina a Meritetes como Hija de Rey, por tanto, no fue tampoco hermana de su marido.
Al morir el gran constructor de Dashur, Jufu subió al trono y Meritetes se convirtió en reina. Durante varios años pudo contar con el consejo y ayuda de su suegra, Hetepheres I, en cuyos funerales debió colaborar como Inspectora de los carniceros de la Casa de la Acacia, institución de carácter funerario en la que las reinas estuvieron muy implicadas.
Meritetes fue una gran madre. Dio a luz a varias figuras destacadas de la historia egipcia. Al menos tres de sus hijos fueron reyes, si aceptamos como válida la inscripción de Wadi Hamammat: Jafra, Dyedefhor1 y Baufra2 (DRIOTON, 1954). En vista de que es la única referencia a los reinados de Dyedefhor y Baufra, es posible que estos no llegasen a reinar o lo hicieran por un lapso muy breve. Sea como fuere, si Meritetes fue Glorificada en presencia de Jafra quiere decir que murió reinando el constructor de la segunda pirámide de Giza, por lo que no vio coronar a los otros dos. En los Cuentos del Papiro Westcar son ellos tres los que narran a Jufu varias historias de magos, cada cual más sorprendente, hasta el punto que Dyedefhor trae uno a su presencia para que realice el prodigio de cortar la cabeza de un ave y volvérsela a poner en la mismísima sala del trono (SÁNCHEZ, 2015, págs. 216-221). ¿Asistió Meritetes a veladas como aquella? ¿Les narró algún cuento ella cuando de niños dirigió su educación? ¿Les transmitió el amor por la cultura y la tradición egipcia? Es una lástima que todas esas cosas no podamos contemplarlas en el espejo de la historia.
Meritites en la mastaba de Kauab (G7110-7120). RECONSTRUCCIÓN DE LA FACHADA SUR DE LA ENTRADA DE LA MASTABA. FUENTE: REISNER, G. (1955). A History of the Giza Necropolis. The tomb of Hetep-heres, the mother of Cheops (Vol. 2). Cambridge: Harvard University Press.
Reina sin identificar de la mastaba de Jufujaf (G 7130-7140). Fachada sur de la mastaba Jufujaf. G7140. Fuente: SIMPSON, W. (1978). The mastabas of Kawab, Khafkhufu I and II. Boston: Museum of Fine Arts. Fig. 26
Dyedefhor sería recordado además como sabio y como mago. Muchos siglos después un arpista del Reino Medio iniciaba su melancólico canto con estos versos:
Es afortunado este feliz príncipe,
(aun cuando) se ha destruido un bello destino.
Una generación pasa,
otra permanece, desde el tiempo de los antepasados.
Los dioses que existieron antes
y que reposan en sus pirámides,
los nobles glorificados que igualmente
fueron enterrados en sus pirámides,
los que construyeron los templos,
sus lugares (ya) no existen
¿qué se ha hecho de ellos?
Yo he escuchado las palabras de Imhotep y Hordyedef,
cuyas máximas son plenamente repetidas
¿qué ha sido de sus lugares?,
sus muros se han arruinado,
sus lugares (ya) no están,
igual que los que nunca existieron3.
¿Henutsen? ¿Hija de Jufu?
Existen serias dudas sobre si Henutsen fue una reina o estamos ante la hija de un rey que, por motivos que desconocemos, fue especialmente honrada por su padre con una pirámide pequeña junto a la suya (G1c) en lugar de una mastaba. La única alusión directa a ella proviene de la Estela del Inventario (Museo Egipcio de El Cairo, JE 2091) y está datada en la Dinastía XXVI, unos dos mil años después de su existencia. El texto dice: «Él [Jufu] hizo construir la pirámide de la hija del rey, Henutsen, [que está] al lado de este templo [el de Isis]». Sobre este supuesto, se ha atribuido desde entonces dicho monumento a Henutsen.
Hasta aquí el registro arqueológico, a continuación los argumentos especulativos de los primeros investigadores, con los que se ha gestado el «mito de la reina Henutsen»: a) si disponía de pirámide, por sentido jerárquico, debió ser una reina y no una simple princesa. b) Si hay asociación con Jufu, debió ser su esposa. c) Si en la mastaba que hay delante de G1c, propiedad de Jufujaf (G G7140) hay unos relieves que afirman que fue hijo de una mujer con los títulos de La que Contempla a Horus y Seth y Grande del cetro Hts (el nombre está dañado), ella tuvo que ser Henutsen (?), que quiso enterrar cerca a «su primogénito». d) A esto último ha contribuido el hecho de que la mastaba vecina de Kauab tenga relieves semejantes de su madre Meritetes, supuesta propietaria de la pirámide central, la G1b. ¿Qué hay de cierto en todo esto?
Respecto a la Estela del Inventario, ni siquiera es un documento de la época que narra. Los reyes de Sais fueron impulsores de una «vuelta a los orígenes», lo que podríamos equiparar a un renacimiento cultural, basado en la recuperación de textos del pasado y la emulación de los valores egipcios tradicionales, con especial preferencia por el Reino Antiguo. Entre otras cosas, se han encontrado documentos que parecen dictados por un rey remoto, como el caso que nos ocupa. La Estela del Inventario habla de una serie de ofrendas de Jufu para el templo de Isis adjunto a la pirámide G1c, pero hasta donde sabemos éste fue construido durante la Dinastía XVIII, por lo que se ha descartado que Jufu sea autor de la estela. Se considera que se trata de un recurso literario de los reyes saítas para evocar a sus antepasados. ¿Dispusieron ellos de otro documento más antiguo que nosotros hemos perdido? Es posible, pero sólo podemos trabajar con la información que tenemos. Sea como fuere, aun cuando la estela estuviera copiada de otra, la referencia a Henutsen es efectivamente como Hija de Rey.
Los relieves de la tumba de Jufujaf, que se supone hijo de Henutsen, están dañados en la zona del nombre cuando se habla de su madre y nada indica que se trate de ella. Por otro lado, ¿qué impide que fuera también Meritetes la que alumbró a Jufujaf? De hecho, es más probable y estaría más documentado por el contexto. Mucho más arriesgada todavía es la hipótesis que plantea que Jufujaf y Jafra fueron la misma persona, y que por tanto Henutsen fue su madre. Tal idea se conjeturó a partir de la observación de que la pirámide G1c no está alineada con la Gran Pirámide y pudo ser añadida en tiempos de Jafra para su madre. Asimismo, Meritetes es considerada Madre de Rey, mientras que no hay ningún indicio de que Henutsen lo fuera. En conclusión, hoy por hoy, Henutsen fue una princesa y no una reina.
Jentetka, esposa de Dyedefra
Nuestros datos sobre la reina Jentetka son muy limitados, pero tenemos la esperanza de que futuras excavaciones en la zona de Abu Roash, aún poco estudiada, podrán ampliarlos un poco. Hasta la fecha contamos con unas esculturas del rey donde Jentetka aparece de rodillas junto a su pierna, en una iconografía que se remonta al menos a la III dinastía. Se atribuyen varios hijos a Dyedefra, pero es pronto para aventurar si fueron fruto de su matrimonio con Jentetka o con Hetepheres II.
Hetepeheres II, esposa de Dyedefra
Hetepheres II fue una mujer poco convencional. Se han detectado pocas, y menos aún reinas, que sean candidatas a ser la esposa de tres hombres. Como siempre, nuestra información es fragmentaria, pero hay bastante acuerdo en creer que Hetepheres se casó con Kauab; después con Dyedefra, que la hizo reina, y finalmente, viuda por segunda vez, se desposó con el visir Anjaf, cuya mastaba es una de las más grandes de Guiza.
Reconstrucción de la pirámide de Dyedefra en Abu Roash.
El tiempo ha sido amable con esta mujer excepcional que dejó constancia de su paso por el mundo en varios lugares de Egipto: la mastaba de Kauab (G7110-7120), la mastaba de su hija Meresanj III (G7530-7540), las ruinas de la pirámide de Abu Roash, la mastaba de Anjaf (G7510) y una propia (G7350). De momento, ninguna de ellas se considera su tumba definitiva. Existe la posibilidad de que la interpretación vigente no sea correcta y estemos ante dos o incluso tres personas con el mismo nombre. Trataremos ahora de reconstruir los hechos y ver por qué se afirma que es una sola.
Intentemos seguir el supuesto orden cronológico, empezando por Kauab. Este edificio debió ser el primero en construirse por su ubicación: inicia la hilada de tumbas justo después de las pirámides auxiliares de la Gran Pirámide, al lado de la calzada procesional. Hemos visto que en la fachada aparece la reina Meritetes como madre de Kauab y que él mismo era Hijo mayor del Rey, de su cuerpo, Chaty, Príncipe hereditario, Jefe de los Diez del Alto Egipto, Jefe de los sacerdotes lectores, etc. Aunque Reisner propuso que la capilla de Hetepheres (G7110) quedó sin terminar al morir Kauab, no hay indicios para tal afirmación (SIMPSON, 1978, pág. 5). Mucho más difícil es explicar el único título que se le asigna aquí, entre los escombros: Consorte del Amado de las Dos Damas… un título de reina. Durante la vida de Kauab y en el momento de su muerte, Hetepheres era princesa. ¿Añadió alguna inscripción tras casarse con Dyedefra? Es poco probable. ¿Estamos interpretando mal unos relieves que en realidad son de Meritetes de nuevo? ¿Por qué creemos que esta esposa de visir y la reina Hetepheres II son la misma persona? En realidad, la idea de que Kauab y Hetepheres II la reina estuvieron previamente casados proviene de la mastaba de Meresanj III.
La reina Hetepheres II representada en los muros de su hija Meresanj III en Giza (G7530-7540). Entre los títulos que se mencionan en este monumento se encuentran: Hija del Rey del Alto y el Bajo Egipto Jufu, Esposa de rey, La que contempla a Horus y Set, Consorte del amado de las Dos Damas, Directora de los carniceros de la Casa de la Acacia y Grande del cetro Hts.
Hay pocas tumbas en Giza tan bellas y femeninas como la de Meresanj III. Según creemos, fue patrocinada por su madre. En ella, ambas ostentan títulos de reina, por lo que hay que considerar que Hetepheres II ya se había casado con Dyedefra, éste había muerto y Jafra había subido al trono con Meresanj junto a él. Según las inscripciones, Kauab era «su padre» e Hijo mayor del Rey, de su cuerpo, Príncipe Hereditario, Jefe de los sacerdotes lectores… Respecto a él, no hay dudas de que es la misma persona de la que venimos hablando. Hetepheres, «su madre», ostenta todos los títulos de reina: Hija del Rey del Alto y el Bajo Egipto, Jufu; Hija de rey; Esposa de rey; La que contempla a Horus y Seth; Consorte del amado de las Dos Damas; Directora de los Carniceros de la Casa de la Acacia; Grande del cetro Hts; Sacerdotisa de Bapef (DUNHAM & SIMPSON, 1974). A estos hay que añadir que en la estatua doble de ambas se lee: «La que contempla a Horus y Seth» y «La que se ha unido al amado de las Dos Damas» (Museo de Bellas Artes de Boston, 30.1456). Kauab ocupa un lugar menor en comparación con el protagonismo de ella, presente en relieves, esculturas y en el sarcófago. No se menciona a ningún rey, ni para Hetepheres, ni para Meresanj. Por dedución de la secuencia de reinados, se cree que acompañaron en el trono a Dyedefra y a Jafra, respectivamente.
La reina Hetepheres II con su hija Meresanj III en Giza (G7530-7540)
Entre las ruinas de Abu Roash se ha localizado una esfinge con cabeza de mujer y el nombre de Hetepheres grabado(Museo Egipcio de El Cairo), de modo que el vínculo Hetepheres-Dyedefra es muy sólido. Hay que añadir que, obviando las disputas cronológicas sobre la Esfinge, la de esta reina es la más antigua localizada hasta la fecha. Hetepheres no fue Madre de Rey, aunque se le atribuye al menos una hija con Dyedefra llamada Neferhetepes. En la tumba de Meresanj III se habla de tres hermanos que después tuvieron una propia: Kaemsejem (G7660), ¿Duaenhor? (G7550), ¿Mindyedef? (7760), se presume que hijos de Kauab.
Durante el reinado de Jafra, el visir Anjaf fue enterrado en una gigantesca mastaba en Giza, la quinta partiendo de la pirámide auxiliar G1a. Su tamaño destaca sobre el plano de forma ostentosa, incluso tratándose de un entierro familiar. El personaje ostenta muchos títulos. Hoy se mantiene la hipótesis de que era hijo de Seneferu, hermano de Jufu y tío de Dyedefra y Jafra. La puerta falsa de su esposa la presenta como Hija mayor del Rey, de su cuerpo, su amada; Sacerdotisa de (…); Sacerdotisa de (…); Sacerdotisa de Seneferu, sin ningún título de reina. Si Hetepheres volvió a enviudar a la muerte del rey y se casó con Anjaf, ¿por qué en la tumba de Meresanj, ya casada con Jafra, mantiene la titulatura regia y en la suya propia los obvia? Hay quien afirma que este matrimonio tenía por objetivo ayudarla a mantener cierto estatus en la corte, pero carece de fundamento y es muy especulativo. Una mujer con su currículum no parecía necesitar ningún extra. En cualquier caso, es muy poco probable para nosotros que esta tercera mujer llamada Hetepheres sea la misma persona que la reina.
Continuará
Texto: Naty Sánchez
Fotos: Juan Friedrichs y Naty Sánchez
Notas:
[1] También llamado Hordyedef.
[2] Algunos creen que es la misma persona que conocemos como Horbaef.
[3] SERRANO DELGADO, 1993, p. 270