La regeneración nocturna
La noche es un acontecimiento cósmico y como tal es susceptible de ser definido por el antiguo egipcio. Como se comentaba anteriormente, para el egipcio la regeneración continua es necesaria para seguir perteneciendo al “ser”. Y tal regeneración “solo puede llevarse a cabo si lo viejo y gastado se sumerge en lo ilimitado que rodea la creación, en los poderes disolventes y curativos del océano primordial Nun” (HORNUNG, 1999, p. 150). Y la noche, como la muerte, representa ese caos regenerador: los durmientes se rejuvenecen en él, el sol se regenera al amanecer tras su viaje nocturno, como lo hacen dioses y objetos sagrados en su “despertar” matinal. “El mundo entero sale rejuvenecido del caos nocturno” (Ibíd., p. 151). La salida diaria del sol se equipara aquí, como en el ciclo anual, a “la primera vez” (sp tpy) que el sol surgió, al momento de la creación.
Y por ello, y por otras imágenes que compararé, la noche se identifica con ese estado caótico transitorio que es la muerte. Cada noche el durmiente se adentra, como el dios solar, en el Mundo Inferior: “…cada tarde te acuestas, gloria a ti, oh Re!” (Libro de los Muertos, XV). Aquí Re debe evitar las fuerzas del caos, para salir glorioso y rejuvenecido al amanecer. Pero Re en su descenso nocturno al Mundo Inferior también es equiparado al dios ctónico Osiris, rey muerto y rey de los muertos, sobre todo en los textos del Reino Nuevo (Amduat II). Porque el dios solar muere al anochecer y aparece en el reino de los muertos como cadáver, es decir como Osiris. Esta unión Re-Osiris se produce cada noche y se disuelve cada amanecer, porque Re sale diariamente del Mundo Inferior para reinar en el cielo superior. Pero esta fusión conlleva asimismo que Osiris se convierta en el sol nocturno que despierta a los habitantes del Mundo Inferior de su sueño mortal; él es el sol difunto, “Osiris Naref”.
A partir de esta explicación parece clara la identificación entre los conceptos de “noche” y “muerte”. Por la noche el durmiente se encuentra en el mundo de los dioses, en el Más Allá. Donde también Re desciende cada noche como difunto, adentrándose en las moradas de las fuerzas caóticas para resucitar diariamente regenerado.
En la 3ª hora del Libro de la Noche (Reino Nuevo) aparecen seis féretros con sendas figuras: tres sentados representando a los despertados y tres momias identificadas como los dormidos. Más adelante, en la 8ª hora vuelven a aparecer figuras de los despiertos, los dormidos, los muertos, los cansados… Aquí tenemos otra imagen más donde noche y muerte se reconocen como variantes de un mismo concepto.
En el Libro de los Muertos (Reino Nuevo), cuyo nombre egipcio era “Fórmulas del salir del alma a la luz del día”, se explica el tránsito de la muerte como el momento de la noche. El viaje del difunto por el Más Allá donde debe enfrentarse a las fuerzas del caos para “revivir” regenerado y “salir a la plena luz del día”[4] se equipara a la noche: “en esta noche de combates, en esta noche en que serán derribados los enemigos del Señor de los Mundos, en esta noche tenebrosa…” (B.D. XVIII). En este mismo libro se cita el juicio de la pesada del corazón, la psicostasia, que se sitúa en el tiempo de la noche: “La noche de la palabra pesada ante los grandes jueces” (B.D. XIX).
Frankfort ve en el Libro de los Muertos una analogía con los hábitos de los vivos: “La noche es peligrosa y misteriosa y lo mejor que puede hacer el hombre, vivo o muerto, es quedarse en su casa (o en su tumba, es decir, la casa para la eternidad)” (FRANKFORT, 1998, p. 169). El difunto “sale a la luz del día” y vuelve a su tumba de noche, como el vivo sale de día y vuelve a su casa de noche. Así, la relación entre los conceptos de noche y muerte se explican también desde de la perspectiva de que ambos momentos son peligrosos, ya que en ambos actúan las fuerzas del caos.
Siguiendo con tal equiparación y escogiendo un pasaje de los Textos de la Pirámides del Reino Antiguo, es decir, un discurso más próximo a los orígenes del pensamiento egipcio, la muerte es descrita como un estado transitorio. Se dice: “Oh Osiris, tu te has ido, pero volverás, te has dormido, pero despertarás, has muerto, pero vivirás” (Pyr. 1975b). Así, la muerte se asemeja a la noche: morir y dormir son estados momentáneos, nunca eternos. El hombre sólo muere en cuerpo. El difunto se dirige al occidente, al reino de los muertos, y revive, entre otras formas, como estrella imperecedera, es decir eterna, en el cielo junto a los dioses (“tu ba es para el cielo”, Libro de las Puertas). Igualmente, Re se oculta cada noche por el oeste, por la llamada “cama de la vida” (heneket-anj), desciende al reino de los muertos y surge rejuvenecido cada día por oriente para reinar en el cielo. E igualmente, el durmiente desciende cada noche al Mundo Inferior y cada día despierta.
En los mismos Textos de las Pirámides, se dice del rey difunto lo siguiente: “paso la noche y soy concebido y nazco cada día” (Pyr. 705c) y “Este grande pasa la noche profundamente dormido. ¡Despierta, oh Rey!” (Pyr. 735). Una vez más, el difunto, en este caso el rey, y por ello con más sentido, es visto como el sol en su circuito diario (“ir por el cielo como el Sol”, Pyr. 130d), y la muerte es relacionada con la noche, ya que el rey difunto despertará de su sueño mortal, es decir, resucitará transfigurado en estrella: “aparecer en el cielo entre las estrellas imperecederas” (Pyr. 1123a)[5]. Y como estrella recorrerá el cielo de noche y se desvanecerá al amanecer: “yo soy absorbido por la Duat” (Pyr. 151, Declaración 216: El rey, como una estrella, se desvanece al amanecer con las otras estrellas).
Las estrellas, luces de la noche, entran en la tierra por el oeste (“mueren”) y surgen por el este (“resucitan”), como el sol en su circuito cósmico. Las estrellas son los habitantes del Mundo Inferior y obedecen a Osiris, señor del reino de los muertos en contraposición a Re, rey del cielo. Así, las estrellas son los difuntos transfigurados y los dioses. Cada noche las estrellas recorren el cuerpo de Nut, como el cielo nocturno[6], para iluminar la oscuridad de la noche junto con la luna[7]. Esto quiere decir que difuntos y dioses se muestran en la inmensidad del cielo nocturno, ya que el cielo es una de las patrias de los dioses, junto al Más Allá subterráneo. Las estrellas, como habitantes del Mundo Inferior y del cielo superior, ayudan a Re en su recorrido nocturno (“En cuanto navega al anochecer -el sol-, estas estrellas van detrás de él”, Pyr. 132c). Y en tal tarea son “dirigidas” por la luna (Iah), identificada, entre otras divinidades, con Baba, “señor de la noche estrellada”, Thot, “dirigente de la casa de los dioses en las estrellas” y representante del cielo occidental como protector de Osiris y los difuntos, o Jonsu, “el viajero” del cielo nocturno, identificado con Horus.
La función de iluminar la noche también puede ser protagonizada por una manifestación del dios celeste Horus como Haroeris, “señor de la luz y del cielo”. Su ojo derecho es el sol y el izquierdo, herido durante la disputa contra Seth, la luna (de ahí la explicación de los ciclos lunares). Horus como dios del cielo se manifiesta también como dios del cielo nocturno (Hor-Semsu) y representante del sol en el Más Allá subterráneo (Horus de la Duat, “señor de las estrellas circumpolares”, los difuntos). Y aquí vemos la dualidad propia de la mentalidad egipcia. Políticamente el antiguo egipcio organizó el país en dos tierras, Alto y Bajo Egipto. Y esto se refleja en el concepto egipcio del mundo de los dioses, que habitan tanto en una esfera celeste como subterránea. Y de nuevo, la multiplicidad de aproximaciones: la descripción de la morada celeste de las estrellas y los dioses se completa con la explicación de la existencia del reino de los dioses en el Mundo Inferior.
[4] Así, el día significa vida y la noche, muerte. La salida del difunto a la luz del día se compara con la salida del sol al alba: el difunto se regenera al amanecer como el sol triunfante sobre las fuerzas caóticas tras su viaje nocturno por el Inframundo.
[5] Aquí se ve el doble destino celestial del rey difunto: el destino solar y el estelar, bien identificados por J. P. Allen en su escrito “The Cosmology in the Pyramid Texts” (1989).
[6] También llamado en los Textos de las Pirámides sehedu, que significa “cielo estrellado”.
[7] Las estrellas vencen a las tinieblas, como Osiris vence a Set y a la muerte.