En Atenas hay muchos museos, pero en la actualidad el protagonismo no se lo lleva el Museo Arqueológico Nacional, ya que, desde 2009, a pie de la Acrópolis, se levanta un moderno edificio de tres plantas que acoge todo el material de dicho yacimiento y que destaca por la magnífica distribución de las piezas y la amplitud de las salas, con vistas al Partenón.
Sin embargo, no voy a hablar de este museo, sino de la colección egipcia de Atenas, que sigue estando en el primero, que es el más grande de Grecia y uno de los más importantes del mundo en su temática, la Antigua Grecia. De estilo neoclásico, fue levantado entre 1866 y 1891, cuando comenzaron todos los descubrimientos de las antiguas civilizaciones, y está ubicado en la exclusiva calle Patission, en una plaza ajardinada llena de palomas.
Durante la Segunda Guerra Mundial el imponente edificio tuvo que cerrar sus puertas y guardar sus obras en cajas que posteriormente fueron enterradas para evitar su deterioro y posibles saqueos. En 1945 el museo pudo sacar de nuevo a la luz su preciado contenido.
Las colecciones del museo se encuentran distribuidas en dos plantas, con varias secciones ordenadas de manera cronológica que facilita el recorrido: Prehistoria (Neolítico y Edad del Bronce, cicládica y micénica), escultura, vasijas, objetos procedentes de la isla de Santorini (Thera Room), objetos realizados en bronce y Egipto. También hay hueco para las exposiciones temporales; en estos momentos hay una dedicada a la belleza en la antigüedad y sus maneras de manifestarse a lo largo de la humanidad; es la última de una trilogía con motivo de la conmemoración de los 150 años del Museo.
Un sinfín de tesoros que no me puedo parar a describir porque no es el objeto de este artículo, sino la magnífica y completa colección egipcia.
La colección egipcia
La colección del antiguo Egipto se reunió a lo largo de los últimos veinte años del siglo XIX y es una de las más importantes del mundo. Aunque es destacable la donación del gobierno egipcio en 1893, que regaló al museo nueve momias, la muestra se nutre principalmente de los artículos entregados por Ioannis Dimitriou (en 1880) y Alexandros Rostovic (en 1904), además de otros objetos procedentes de excavaciones y donaciones de particulares. En total hay más de 6.000 objetos, si bien hoy en día sólo están expuestos al público unos 1.100.
La actual exposición fue abierta en mayo de 2008 y ocupa dos salas, la 40 y 41, situadas en el extremo izquierdo de la planta inferior del museo. Antes sólo estaban expuestas unas 350 piezas, pero, como está pasando actualmente con la colección egipcia en Milán (clausurada temporalmente hasta marzo de 2019), en el año 2002 se cerró con el fin de reformar las salas y poder dar acogida a la actual muestra.
El Museo de Atenas es muy grande y, aunque no te sientes perdido en su recorrido, sólo puedo decir que me sumergí en el mundo egipcio por el final, es decir, por la época romana y ptolemaica, lo que tampoco fue un problema. No obstante, la entrada principal a las salas egipcias está presidida por una escultura en mármol de Antínoo, procedente del santuario de Isis en Maratón (siglo II aC).
El contenido está distribuido en períodos, pero también por temáticas, con la ayuda de paneles explicativos, gráficas y fotografías. Así, hay una parte dedicada a las técnicas de momificación, al Libro de los Muertos, las creencias en el enterramiento y la magia. Hay un apartado para los dioses, los faraones, los sacerdotes, los escribas (“protectores de la escritura”), la vida cotidiana, con objetos del hogar, de decoración, cosméticos; la música, en este caso con un variado repertorio de instrumentos como sistros, una flauta de madera, campanillas, platillos de dedo, o los escarabajos (escarabeos).
En las vitrinas de época ptolemaica destaca una estatua del general macedonio y mano derecha de Alejandro Magno, Hefestión, proveniente de Alejandría, además de un busto de Ptolomeo VI, del s. II aC, encontrado en Aigina. También se recoge el sincretismo religioso que se manifestó en esa época, por lo que resulta desconcertante ver un cuerpo de general romano con cabeza de halcón.
En otro panel se muestran varias piezas de joyería, como collares, anillos, vasos cosméticos de alabastro y cristal, una cucharilla con el mango en forma de nadadora, un peine de madera, amuletos con forma de momia de los cuatro hijos de Horus, collares funerarios con símbolos sagrados de protección para el fallecido, pendientes. Destacan también los sarcófagos en madera para una serpiente y un pequeño cocodrilo.
Hay también unos exquisitos retratos del Fayum, que destacan por su realismo y que conservan todo su colorido. Están pintados en madera, con una mezcla que puede ser caliente o fría de cera de abeja con resina. Asimismo, hay un busto en caliza de la parte superior de un sarcófago ejecutado con gran realismo y que acierta al querer reflejar la expresión de eternidad del difunto.
En otra vitrina titulada “Alejandría: la apoteosis de la vida”, destaca un prisma con letras en el alfabeto griego, de fayenza y piedra, o una máscara de teatro, en arcilla, además de varios vasos cosméticos, entre otras piezas de la vida cotidiana.
En otro panel hay una piedra en mármol con un círculo de Zodíaco, así como una de las pocas estatuas que se preservan del dios Serapis Amón Agathodaemon, en cobre.
Hay vajillas de cobre para agua o leche, que se usaban en rituales funerarios; jarras de agua usadas para la celebración del año nuevo, coincidiendo con la inundación del Nilo, a mediados de julio; una caja votiva de uso cosmético de la diosa Bastet, con forma de cartucho, o un djed de madera, símbolo de la columna de Osiris.
También destaca una pieza de exquisita belleza: la parte inferior de un sarcófago, en madera, que representa a la diosa Hathor en forma de vaca. Como también resultan curiosas las etiquetas de madera que usaban los embalsamadores para identificar a los cuerpos, de época grecorromana.
Como delicadas son las cajas de madera que contienen aún el lino o las vendas de momificación, y varios ushebtis, al lado de dos espléndidos chacales Anubis, guardianes de los muertos. Pertenecen a los sacerdotes Basaenmut, Padiamon e Irethorru, de la llamada cripta de los sacerdotes del dios Montu, en Deir el-Bahari.
Ya entrando en el Tercer Período intermedio, destaca el sarcófago de Nespakashouty, supervisor de los himnos y sacerdote del templo del dios Min, en Akhmin, con un colorido insuperable.
Hay una figura estrella, la estatua de la princesa Takushit, encontrada en Kom Tourougka, al sur de Alejandría, en 1880. Para uso funerario o votivo, está hecha en cobre y pertenece a la Dinastía XXV, del año 670 aC. Su nombre significa “la etíope”, que puede deberse a su relación o matrimonio con un etíope. Su padre fue Akanosh II, un gran jefe de la tribu Ma, de Libia. La prenda o vestido lleva incrustada en el metal una decoración a base de jeroglíficos y deidades del noreste del Delta del Nilo.
También destaca una estela votiva y un decreto real del faraón Tefnakhte, en hierático, que se refiere a una donación del rey al santuario de la diosa Neith en Sais. Es de la Dinastía XXIV, del 720 aC.
Ya en la zona del Imperio Nuevo, destaca una estela votiva, de arenisca, de la Dinastía XIX, de Ramesuemsaetiupehsu, para el faraón deificado Amenhotep I. También de esa época es una escultura muy interesante del templo funerario de Unnefer I, jefe de los sacerdotes de Osiris; la inscripción se refiere a su árbol familiar, y procede de Abydos. Hay también una estatua de la diosa Sekhmet, de las 700 que decoraban el templo de Mut en Karnak y el templo funerario de Amenhotep III, de la Dinastía XVIII.
Destaco asimismo un fragmento de una placa que representa al faraón Amenhotep III adorando al dios Ptah, en fayenza policromada.
También hay varias falsas puertas, en caliza, como la de Ptahnakht y su mujer Meritmutes, de una mastaba de Saqqara. Otra figura destacable es la de la mujer moliendo cereales, en madera, hallada en la mastaba del cortesano Ti, en Saqqara, de la V Dinastía.
Al lado de un panel explicativo sobre el período predinástico hay una estatua de un hipopótamo de granito, excepcional por su tamaño. Es una ofrenda real o símbolo de poder y está datada a comienzos del período dinástico temprano (3000 aC); fue hallada en Abydos.
Y allí está, para finalizar (o empezar), la estatua del divinizado Antínoo, que nos invita a conocer el Antiguo Egipto. Como dije, entré por el final. Pues volvamos, pues, a repetir la visita, pues el tiempo no importa cuando se trata de Kemet, siempre eterno.
Museo Arqueológico Nacional de Atenas
Calle Patission, 44 – Atenas
Web general del Museo
http://www.namuseum.gr
Colección egipcia en la web del museo
http://www.namuseum.gr/collections/egypt/index-gr.html